Capítulo 53
789palabras
2024-02-17 05:15
Estar dentro de una boutique cada cierto tiempo me recuerda a mis días de empleada y, a pesar de que nada terminó bien, recuerdo con cariño la oportunidad que se me dio de trabajar allí. Pero definitivamente no veo a mi exjefe de la misma manera. Fue un verdadero villano en ese momento.
Se portó demasiado mal conmigo, acusándome de ladrona, a pesar de saber que no era cierto. Todavía sigo creyendo que fue cómplice de Mara. Pero eso ya no tiene sentido ahora. He logrado seguir adelante, ellos no me interesan.
—Dios mío, tienes que venir a ver este vestido, es perfecto para ti. Desde que lo vi, he pensado en ti y creo que deberías probártelo para ver si te queda tan bien como estoy imaginando —me anima Sol, mostrándome un vestido azul celeste. Quizás me quede bien.

Decido darle una oportunidad. Quizás Sol tenga razón y sea el vestido adecuado para mí. Pero aún así, debo probármelo para despejar cualquier duda. Una vez en el probador, es hora de ver cómo me queda el vestido. Finalmente me doy cuenta de que es hermoso y debería usarlo. No hay duda de que es maravilloso.
Lo llevaré.
Pero cuando reviso el precio, me doy cuenta de que duplica la cantidad exacta que traigo para comprarme algo. Mis ojos se abren de par en par al darme cuenta de que no podré comprarlo. Es demasiado costoso y cuando se lo informo a Sol, ella insiste en que debería llevarlo de todos modos.
—Por favor, deja de negarte. Será un día especial y quiero que estés linda. Déjame pagar la otra mitad del vestido —insiste y sé que si vuelvo a negarme, se enfadará conmigo. Finalmente, me rindo y asiento con la cabeza, cediendo a su petición.
Tiene razón, no debo negarme más. Lo aceptaré.
—Muchas gracias por esto. Es un lindo regalo de tu parte, aunque sea mucho... —le agradezco y ella me sonríe.

—No te preocupes. Además, recuerda que tengo la tarjeta de Alexander y es ilimitada. Podemos comprar todo lo que quieras. Pero soy considerada y solo llevaré lo necesario. Es lo mejor —anuncia y yo asiento.
—Bien, gracias de nuevo.
—¿Tu madre ya compró algún vestido para la fiesta? También tiene que lucir hermosa.
—Sí, pero aún no lo ha comprado. Ella me dijo que le avisara cuando fuéramos de compras, pero al final no vino conmigo. Supongo que ya encontrará un vestido adecuado, sobre todo ahora que está pendiente de los descuentos. Nunca pensé que a mi madre le interesara tanto ir de compras, pero parece disfrutarlo. El otro día trajo muchas bolsas llenas de ropa para bebés y pensé que había gastado todos sus ahorros. Me sorprendió, pero me dijo que aprovechó una oferta.

—¿No has pensado que tu madre podría ser una compradora compulsiva?
—No, en realidad solo está disfrutando lo que antes no podía hacer. Antes no teníamos suficiente dinero y no íbamos de compras con frecuencia. Ahora que tiene libertad financiera, lo aprovecha. No puedo enojarme con ella por gastar dinero en ropa u otras cosas, sé que lo hace de buen corazón, aunque me gustaría que pudiera invertir más en sí misma. Después de todo, ella se lo ha ganado.
Mi mamá podría irse de viaje si quisiera.
—Tienes razón. Es bueno que lo disfrute entonces —admite.
—Sí, me alegra mucho por mamá. Ahora que tiene su propio dinero, puede conseguir otro trabajo si quiere y comprar lo que desee. Antes no era así y ahora que tiene esa libertad, la aprovecha de la mejor manera. No puedo enfadarme con ella por gastar dinero en ropa o cualquier otra cosa.
Ella me sonríe.
—Vamos a pagar, llevaré todos esto. No me los probaré ahora, lo haré después con más tiempo y si alguno no me gusta, lo devolveré. Creo que tengo dos semanas para hacer cambios si es necesario. Preguntaré.
La sigo.
La empleada nos confirma que tenemos dos semanas para hacer devoluciones si hay algún desperfecto en la ropa o si no es nuestra talla. Sol asiente a todo y saca la tarjeta para pagar las compras. Finalmente ha pagado por su ropa y también por mi vestido. Cuando estamos en el auto, le ofrezco el efectivo que tengo, pero ella se niega a tomarlo.
—Oye, habíamos quedado en que pagaríamos cada uno la mitad, pero has pagado por todo el vestido.
—¿Y eso es motivo para que te enfades conmigo? Porque yo no lo creo. Así que no te preocupes, olvídalo. Esto es solo un regalo.
—¿Estamos hablando de ocho mil dólares? Por un solo vestido, por supuesto me preocupo.
—Es de diseñador, por eso el precio. Y será duradero, ya lo verás —asegura mientras arrancamos el auto.