Descanso mi cabeza sobre su pecho desnudo. Se siente bien estar así. A su lado, todo es tan diferente... Me gusta la sensación de encontrarnos de esta manera. Es mi refugio seguro. Zaredtraza círculos sobre mi abdomen que de vez en cuando provocan movimientos dentro de mí. Es mi bebé, respondiendo al toque de su padre.
—Creo que le gusta...
—Lo sé —afirma con soberbia y me besa.
—Es increíble. Al principio tenía mucho miedo de lo que podría pasar, pero ahora no tengo miedo en absoluto. Puedo estar tranquila y sentirme bien conmigo misma. No me gusta recordar el miedo que sentía cuando me enteré de que sería madre. Pensé que estaría sola en esta situación, a pesar de tener el apoyo incondicional de mi madre, porque ella jamás me dejaría sola. Pero increíblemente, las cosas cambiaron de un momento a otro. Ahora me gusta recordarlo, porque todo está bien. Y creo que los momentos difíciles solo nos hacen más fuertes. Pero... —lo miro —. Zared, en realidad creo que todo podría cambiar de repente entre nosotros. No puedo dejar de pensar que algo así pueda ser posible. Intento creer que estaremos bien para siempre, pero solo una persona ingenua creería en algo así. Me gusta ser más realista y ser consciente de que de alguna manera enfrentaremos dificultades, incluso cuando nos esforzamos para evitarlo.
—Oye, ¿por qué te preocupas por el futuro? Si ese fuera el caso, nadie tendría ni un solo momento de felicidad al estar constantemente inquietándose por causas o motivos internos. Yo ya te he prometido que no me apartaré de tu lado. Eres la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida y con la que voy a tener un hijo. ¿No es suficiente asegurarte de que todo estará bien?
De repente siento un nudo en la garganta y una lágrima escapa por mi mejilla. Estoy demasiado hormonal debido al embarazo. No es mi culpa ponerme tan sentimental, cuando a veces ni siquiera debería sentirme así. Pero ahora no puedo evitarlo.
—Lo siento, lo siento mucho decirlo —digo a duras penas, la voz se quiebra.
—No, shh, no tienes que disculparte, An. Solo deja de llorar, no me gusta verte así. Quiero que dejes de preocuparte por el futuro y por lo que pueda pasar. Yo te protegeré. Te daré mi protección —me dice una y otra vez, pero en el fondo contradigo su afirmación, porque sé que algo malo está por suceder. Tengo esa potente corazonada del mal que se acerca y ese presentimiento profundo de lo que va a ocurrir.
Pero no quiero seguir contradiciéndolo, así que simplemente finjo estar de acuerdo, miento al decir que nada malo va a pasar. Las cosas no deberían tomar este rumbo de repente. Hace un momento todo estaba bien y ahora mi mente está completamente confundida. Creo que mi cabeza me está jugando una mala pasada, me manipula y me hace creer cosas que no son ciertas.
—Bien, necesito ir al baño —le notifico antes de abandonar la cama. Al estar en el baño, me miro frente al espejo y me sostengo del lavabo para no caer debido al repentino mareo que me ha embestido.
Leah está en mi mente, me persigue y se apodera de mi pensamiento. Incluso mirándome frente a ese espejo, puedo ver su rostro detrás mío. Ella es la chica de la banca, y desesperadamente comienzo a llorar, porque no se aleja, ni siquiera cuando me froto los ojos con la esperanza de hacer desaparecer su imagen. Pero nada de eso sucede.
Zaredme encuentra, atrapada en un llanto incontrolable, en el frío suelo del baño. Me levanta en sus brazos y me vuelve a poner en su cama, se acuesta a mi lado y me abraza fuertemente como si alguien intentara arrebatármelo, como si temiera que lo que estamos viviendo se acabe demasiado pronto. Todo eso pasa por mi cabeza y no deja de crecer.
—¿Puedo hacer algo para que dejes de sentirte tan triste?
—Será suficiente con que no me sueltes, Zared. Te lo pido...
—No te dejaré, no lo haré. ¿Por qué tengo que decírtelo una y otra vez? No te voy a soltar. Eres mía, An —añade besando mis labios, y yo le correspondo, encontrando la tranquilidad que necesito y la distracción que funciona para alejarme de lo que me atormenta.
Es el consuelo que me permite quedarme dormida y despertar en sus cálidos brazos por la mañana. Todavía recuerdo la noche anterior y lo que pasó. Zaredsigue durmiendo profundamente. Incluso es más atractivo por la mañana, con el cabello revuelto. ¿Por qué es este hombre tan sexy?
No suelta mi cintura. ¿Habrá sido incómodo dormir así? Aunque me siento bien, lo de anoche no lo sé explicar. Ha sido todo extraño. Incluso para mí.
—Zared, despierta. Yo que tú lo hago ahora mismo si no quieres llegar tarde al trabajo... Aunque supongo que no te importa, ya que eres tu propio jefe.
Él se queja, pareciendo un niño berrinchudo.
—No, no quiero ir a trabajar. Quiero quedarme así contigo. ¿Es tan difícil de entender? —responde de mala gana y yo resoplo.
—Apostaría a que en realidad no quieres faltar a tu trabajo. Podremos vernos después, así que despiértate ya. Permíteme salir.
Lo hace a regañadientes y después me dirijo a la cocina para prepararle el desayuno. Me sonrojo y me siento un poco avergonzada al verme con su camisa puesta, y Rebeca está allí, en la cocina.
Ella me mira y esboza una sonrisita.
¡Dios! Mis mejillas están ardiendo.