Cómo podré darme cuenta a través de todo lo que he leído, de que de todas maneras me voy a morir... el cáncer no tiene cura, soy ese tipo de persona que finalmente morirá por esa maldita enfermedad y no se podrá hacer nada para cambiar mi destino, así que estoy pensando en hacer las cosas más fáciles y me he visto tentada a quitarme la vida. El suicidio está escrito. Pero no quiero irme de esta vida sin al menos despedirme de ti.
Antes era importante poder escribir esta carta y que las cosas quedaran claras, para que no te quedaras con la incógnita sobre mi muerte.
Zared, probablemente no me extrañarás y no puedo juzgarte por eso. Pero me iré en paz sabiendo que pude decirte todo lo que deseaba que supieras.
Cuídate, por favor. Y sé feliz.
Con cariño, Samantha.
Cuando me doy cuenta, el papel comienza a mojarse por mis lágrimas. Nunca me había sentido tan mal al recibir la noticia de ese asesinato. El cuerpo se me descompone y el desequilibrio me invade, pero ahora leer algo escrito por ella se siente como si me estuviera hablando de frente, contándome que no solo son las drogas, también su enfermedad lo que la ha llevado al fondo de su propio ser y al final alguien más le arrebató la vida. Eso es lo que deja un resabio.
Al menos, ya se ha hecho justicia y el culpable se encuentra detrás de las rejas, recibiendo su merecido. Es justo lo que merece por haberle hecho eso. Independientemente de si Samantha le debía dinero o no, absolutamente nadie tiene el derecho de quitarle la vida a otro ser humano. Todo lo que le hicieron es condenable. Ella vivió un infierno antes de irse.
Sufrió tanto, que eso me rompe el alma. Dejo caer la carta sobre mis muslos antes de llevarme ambas palmas al rostro y cubrirme para ponerme a llorar por todo lo que estoy sintiendo en este preciso instante. Son tantas emociones mezcladas y una impotencia enorme que crece sin parar por todo lo que le sucedió a ella. No era justo que tuviera que partir tan temprano, incluso cuando nuestra relación no fue la mejor, ella tenía demasiado por vivir y me duele que se haya muerto. Si hubiera sabido de su enfermedad, habría hecho algo, pero ella nunca me lo contó, supongo que por lástima o porque no estaba segura de hacerlo.
De todas maneras, ojalá lo hubiera sabido para poder hacer algo y tal vez ayudarla a salir de todo eso. Ya no puedo hacer nada y eso es lo que me tiene mal. Me froto los ojos y detengo el llanto.
Me obligo a estar tranquilo a pesar de que esta situación me afecta mucho. Me doy cuenta de que el papel está completamente empapado de mis lágrimas y la tinta se ha corrido, manchando un poco más el papel, pero sigue siendo legible. Doblo la carta y la vuelvo a colocar en ese sobre amarillento. Permanece allí, de nuevo.
Pero no quiero deshacerme de la carta, siento que debería conservarla. Así que no la desecho.