Capítulo 30
936palabras
2024-02-17 04:26
P.O.V Anastasia
¿En serio ha cambiado drásticamente? ¿Ya no puede acompañarme porque algo más importante le ha surgido? Incluso cuando intento apartarme de ese tema y no darle demasiada importancia, vuelve a mi cabeza y se clava el solo hecho de pensar que ni siquiera ha cumplido con su promesa. No ha sido capaz de hacerlo, es verdaderamente decepcionante.
—Anastasia, no me digas que otra vez estás llorando y no te atrevas a mentirme en mi cara, porque te conozco muy bien y...

—Mamá, ¿por qué los hombres tienen que romper las promesas? Digo, no pensé que Zared sería capaz de cumplir con lo que me dijo y eso es algo que me deja decepcionada. Solo lo había invitado a salir a caminar en la tarde, aunque fue algo estúpido decirle que no había problema en que tuviera otra cosa que hacer... Estoy intentando llegar a él... Intentar que algo pase, pero no me lo deja fácil.
—Oye, nadie dijo que sería fácil, lo importante es que no te vayas a rendir solo por un fallo en el primer intento. Ya pensarás en otra forma de salir otro día y no le quites importancia a su vida, Anastasia. No debí prometerte que podría salir contigo, pero pudo haber pasado algo grave de lo que se tiene que ocupar... ¿No te has puesto a pensar en eso?
—Lo sé, pero no puedo dejar de sentirme molesta por ello, mamá. Es imposible que no me enfade cuando pienso que prefirió hacer otra cosa en lugar de caminar conmigo, así que ahora voy a empezar a creer que algo de suma gravedad pasó para que tuviera que cancelar todo de forma repentina. Todavía no estoy segura de eso.
—Hazlo —me da una palmadita sobre el hombro y le sonrío—. Un hombre siempre está ocupado con asuntos del trabajo y Zared tiene un gran peso en los hombros. Tienes que reflexionar un poco más en eso, Anastasia... Supongamos que una relación amorosa se da entre ustedes y deciden hacerse pareja, luego casarse. Pues debes comprender que esa es la vida que vas a tener, y el tiempo que te va a dedicar se verá afectado por su labor en la compañía. A menos que cambie un poco, y si lo amas de verdad, eso no te importará.
—Mamá... ¿En serio me ves casada con Zared? Eso para mí parece estar cada vez más lejos. No me veo así en el futuro, es más un sueño que eso, mamá.
—¿Otra vez siendo tan pesimista? No, no seas así otra vez. Creí que eso ya lo habíamos hablado. Otra cosa que te quería comentar es que conseguí trabajo en una pastelería.

—¿De verdad?
—Sí, pero solo atenderé a los clientes. Eso es lo que haré allí.
—Vaya. Me alegro por ti, mamá.
—Gracias.

Mi madre se sienta a mi lado en el sofá. Ahora que lo pienso, todavía no le he contado sobre la casa que compró Zared para mí. No sé cómo decírselo, sé que no lo tomará como una buena noticia. Ella se sorprenderá cuando se lo diga.
—Mami, hay un asunto del que quería hablar contigo. Primeramente, decirte que es una decisión con la que estoy plenamente de acuerdo y deberías sentirte orgullosa de mí...
—¿Qué pasa?
—Zared me ha comprado un piso y estoy de acuerdo en mudarme allá. Sé que te opondrás a la idea porque no quieres que esté sola, pero es un asunto que está discutido y Zared me ha dicho que puede quedarse conmigo para estar pendiente.
—¿Crees que no me pondría contenta por algo así? Por supuesto que eres mi pequeña hija y quiero que sigas aquí conmigo, pero sé que este momento llegaría. Cada uno tiene que tener su forma de abrir sus alas. Está bien, ven aquí, no tienes que sentirte culpable. Lo entiendo muy bien. ¿Cuándo podré ir a verla? ¿Tiene una linda vista?
—Es hermosa, mamá. Tiene una vista preciosa que no te imaginas. Es un lugar demasiado hermoso y quiero que lo vayas a conocer, por supuesto —digo y mamá sonríe.
—Encantada de poder hacerlo. Me gusta mucho que puedas tener tu propio lugar. Es necesario cuando la familia crece, y sabes muy bien que esta es una grandiosa oportunidad para que te acerques un poco más a Zared. Ahora que van a pasar tiempo juntos, eso te abre el camino para facilitar un poco más las cosas y llegar a él. Piénsalo de esa manera —señala.
—De acuerdo.
Me disculpo con mi madre para atender una llamada de Zared, que me acelera el corazón y me deja pensativa. Seguro es porque le he colgado hace rato sin dejarlo hablar más. No lo sé, es lo que yo creo.
—Hola.
—Anastasia, lo siento mucho, ¿aún quieres salir? Estoy abajo, esperando por ti.
Si fuera otra persona, ya lo hubiera mandado a la porra por querer salir solo cuando se le antoja. Pero como se trata de él, no puedo, ni me atrevo a hacer eso.
—Sí, quiero salir. ¿Así que estás abajo esperando? ¿Llevas mucho tiempo ahí?
—No, te llamé apenas llegué aquí.
—De acuerdo. En ese caso, voy bajando —le digo antes de tomar mi bolsa y asegurarme de que mi apariencia sea la correcta frente a ese espejo, para que no haya nada fuera de lugar. Al parecer, verse bien frente a él se ha vuelto cada vez más importante.
Intento caminar tranquilamente sobre los adoquines de la entrada y finalmente lo veo bajar del auto para abrirme la puerta del copiloto como todo un caballero.
Aunque fácilmente podría hacerlo yo. Le agradezco con una sonrisa.