Sonrío.
—Gracias. Me iré a cambiar. Oye, no voy a volver al hotel por el día de hoy. Mañana comenzaré a trabajar otra vez, pero hoy definitivamente me tengo que tomar el día para descansar y poner en orden mi cabeza, que es un completo caos.
—Bien, en ese caso no deberías preocuparte. Digo, estás embarazada y es algo que deberías hablar entonces en el hotel.
—¡No! —exclamo y luego me disculpo por haber subido el tono de voz—. No quiero hacer eso, no es como si fuera a obtener una licencia médica, oh vamos, seamos conscientes de que yo soy la que cumple una sola función como mucama, por lo que pueden fácilmente buscar otra persona que se encargue de mi labor. Lo que tengo pensado hacer es trabajar durante los primeros meses nada más, luego hablaré, pero ahora no quiero arriesgarme a perder mi empleo.
—Definitivamente no voy a estar de acuerdo con lo que estás diciendo, es peligroso que te pongas a trabajar y más a sabiendas de que son labores agotadoras estando encinta. Piénsalo un poco más antes de tomar esa decisión —me aconseja.
—Solo dos meses más, en serio necesito el dinero. Aprovecharé para ahorrar un poco. No sé qué haré después, pero no tengo más opciones.
Ella me vuelve a dar un abrazo fuerte que intenta consolarme y transmitir la fuerza que necesito.
—Ya verás que todo se va a solucionar y siempre se encuentra la forma de llevar todo a cabo. Ahora no ves la salida, pero pronto encontrarás la solución a todo el problema —me dice convencida de sus palabras y creo en ello.
—Sí, aunque no sea fácil ver el lado positivo —admito antes de volver a recordar que debo ir al baño a cambiarme. Sandra me dice que todavía tiene la oportunidad de regresar al hotel para trabajar, por lo que nos despedimos.
...
Con una paleta de chocolate en la mano que me ha provocado de pronto devorar, y en la otra sosteniendo un sobre en el que he guardado los análisis, camino hacia la parada de autobús. En este preciso momento debería tomar un taxi y así llegar con prontitud a mi casa, pero quiero llegar un poco más tarde para no tener que rendir explicaciones a mi madre, que de seguro me hará un interrogatorio policial hasta conseguir saber qué es lo que me está pasando.
Me saca de mis pensamientos el teléfono vibrando sin parar en el bolsillo. Se trata de Sol. ¡Dios! Va a flipar cuando se entere de que estoy embarazada también.
—¡Hola! Estaba pensando en ti. ¿Qué haces?
—De camino a casa y comiendo una paleta de chocolate.
—Espera... Oye, y consulta el calendario ya deberías estar trabajando, lo siento, no es mi intención quitarte el tiempo —me dice.
—Oh no, en serio estoy caminando y comiendo un helado, te lo aseguro. No estoy trabajando porque no me siento bien. ¿Podemos hablar?
—Claro, ven a mi casa. ¿Sabes algo? Creo que le estoy tomando un poco de cariño a la cocina. Al menos preparé la cena anoche y Alex dijo que estaba deliciosa. Aún queda un poco de comida en la nevera, te daré un poco para que pruebes. El pollo está exquisito.
—Eso es genial. Suenas tan feliz, me gusta escucharte así —apunto.
Ella se echa a reír.
En un dos por tres, ya estoy tocando la puerta de su piso. Sol, con una radiante sonrisa, me recibe, es algo bonito poder verla y abrazarla. Ahora que veo su pancita de casi cinco meses, me siento identificada.
—Mírate, cada vez te veo más hermosa, Sol, solo... —me agacho y dejo un beso en su abdomen.
—Pues estoy feliz de verte. Como ahora tienes que trabajar demasiado, casi no nos vemos —hace un puchero.
Sol ha insistido tanto para que pruebe la comida que no me queda de otra que darle un bocado y lo primero que viene a mi mente es su prometido fingiendo que la comida es exquisita, pero en realidad está demasiado salada.
—¿Y... Verdad que está rica?
Ansiosa espera mi respuesta.
Yo no sé qué decirle. No quiero hacerla sentir mal. Si bien el sabor es bueno, la sal en exceso lo arruina. Su rostro expectante me pone en una situación difícil. Aunque tampoco puedo mentir y decir que la comida está deliciosa cuando en verdad no lo es.
—Bueno, en realidad tiene buen sabor, pero creo que la próxima vez podrías ponerle menos sal. Tómalo como un consejo.
—¿Eh? Supongo que Alejandro me mintió. Dios, y yo me lo creí como una tonta. Basta, no comas más —añade quitándome el plato bruscamente—. No puedes seguir comiendo algo tan salado, te puede hacer daño. Debes tener eso en cuenta. Me siento apenada, ciertamente tomaré en cuenta tu consejo porque quiero mejorar.
—Bien, recuerda que la práctica hace al maestro. No te rindas.
...
He preparado chocolate caliente en su casa. De pronto, no deja de llover afuera, una lluvia repentina que no me agrada cuando he olvidado mi paraguas. Debo ser más precavida y estar preparada por si comienza a llover. Pero ahora me quedaré hasta que deje de llover. En todo caso, puedo pedir un paraguas prestado a Sol.
—Vale. ¿Quieres hablar sobre algo o es mi impresión o pareces un poco perdida en tus propios pensamientos?
La miro.
—No, en realidad sí me pasa algo. Estoy un poco aturdida todavía. ZaredJones, así se llama mi jefe y el mismo hombre con el que hace años atrás comí en un restaurante y ocurrió todo el incidente de los camarones. ¿Lo recuerdas? Todo es una coincidencia que sorprende mucho, y más allá de eso las cosas subieron de nivel. Recuerdo que ese día había pasado lo de la problemática en la boutique, sin dudarlo a pesar de que no soy fanática de tomar alcohol, necesitaba algunas copas del mismo para sentirme mejor. Es así como terminé bebiendo mucho en un bar, sí, me sentí mal, pero estaba pasando por un momento difícil y lo sabes. Lo que no pensé es que el alcohol se subiría a mi cabeza y no pensaría con claridad lo que sucedería a continuación, porque no, no pensé en nada. Solo me dejé llevar, y me acosté con él. Si tan solo las cosas se hubieran quedado allí pudiera incluso lidiar con toda esta situación ahora que sé que Zared es mi jefe, peor aún, me empiezo a sentir mal y descubro que estoy embarazada. Esa es mi historia. —suelto haciendo un puchero. Y ella sigue varada en la sorpresa.
—¿Estás embarazada de tu jefe? Aguarda, el mismo chico que conociste esa vez y que te dio la pulsera...
—Sí, todo para mí también es un poco confuso. En ningún momento estaba buscando que me pasara esto, es tan irreal... Pero, ¿de qué me sirve no aceptarlo y ponerme a llorar? De todas maneras la realidad no va a cambiar, todo seguirá siendo lo mismo. Ahora lo que no quiero hacer es decirle a Zared, justo me desmayé el día de hoy cuando estuvo allí supervisando en el hotel por primera vez, fue él mismo qué me llevó a una clínica para que fuera atendida, sin embargo se dirigió hacia mí de forma fría y eso me dejó más desorientada. Por eso, y porque no me quiero complicar la vida, quiero estar así al margen de él.
—Ay Ana, no puedo creer que en serio estés embarazada. Es que estoy sin palabras, pero no te voy a juzgar, no, solo decirte que podrás salir adelante, que estoy aquí para ayudarte, para lo que sea que necesites. Pero como buena amiga y ex compañera de trabajo, te quiero decir que Zareddebería saberlo. Es su bebé también.
—Lo pensaré, solo ahora no estoy convencida y veo más factible ocultarlo.
—Solo que no sea muy tarde —me aconseja.
...
Ya Sol lo sabe todo, Sandra una verdad a medias, y mi madre, a ella aún no la pongo al corriente de nada. Es que es diferente hablar con ella. No sé cómo se sentirá. Será un golpe en seco para ella y no quiero hacerla sentir mal. No, no quiero eso para mamá, que tanto se ha esforzado. No estamos muy bien económicamente y sé los gastos que conlleva un embarazo. Son muchas cuestiones que deben tomarse en cuenta. Pero sé que mamá jamás me pediría que aborte.
Ella no es así.
—Huele bien —expreso al percibir un aroma fuerte a comida. Sí, huele delicioso.
Mamá me muestra una amplia sonrisa, orgullosa por mi comentario. Nunca antes pensé que mi progenitora se iba a interesar tanto en la comida. Creo que todo eso es gracias a Julia. Y ha sido un valioso regalo de su parte dejarnos la libreta donde todas sus recetas están anotadas.
—Siéntate, espera... ¿Cómo es que has terminado tu jornada laboral tan rápido?
—Ya te diré, mamá.
—Bien. Vamos a comer, entonces.
—No, no puedo esperar más —confieso con la voz quebrada, limpiando mis ojos que no tardan en liberar cuantiosas lágrimas.
Mi madre se da cuenta de que nada anda bien, se acerca y me abraza para consolarme.
—No, no me digas que ha pasado algo con tu empleo...
—No, es peor, mamá —admito mirándola a los ojos y ella conecta conmigo con curiosidad—. Antes que todo me disculpo, no quería que eso pasara, jamás fue mi intención, pero ya ocurrió. Estoy embarazada...
—¿Qué? —me suelta.
...
Después de darle la noticia a mi madre y de contarle todo lo que pasó, ella no aparta sus ojos de mi pulsera y abdomen. Ella también ha quedado descolocada ante la explicación, pareciendo más bien una novela dramática.
—¿Te das cuenta de que solamente vas a tener al primogénito de un hombre adinerado? No estoy diciendo que debas pensar en el dinero, en los beneficios, porque sabes muy bien que nada de eso es realmente importante, pero implica otras cosas... Negarte a decirle podría traerte consecuencias, y quizás me estoy precipitando al decirte esto, pero tiene todo el derecho de pelear por una futura custodia con poder, porque es el padre. Si no le dices, nada estará a tu favor, Anastasia —me toma la mano y trago con dureza—. Eres mi única hija, todos caemos alguna vez y tenemos que afrontar las consecuencias. Pero podrás estar bien, estoy segura de ello. Dile cuando estés lista, pero antes de que nazca debe saberlo.
—Bien. Gracias por no dejarme sola en todo esto. No sé qué haría sin ti, mamá —admito y ella me mira con amor.
—No tienes de qué preocuparte, cariño. Eres lo único que me queda en la vida, y jamás te daría la espalda. Vamos, eres fuerte, valiente y podrás con esto. Que el bebé que llevas dentro sea ahora la fuerza que te empuje a seguir.