Capítulo 6
1623palabras
2024-02-17 03:15
P.O.V ZaredJones.
El grito desesperado de una de las empleadas, me alarma y no dudo ni un momento en acercarme para saber qué es lo que pasa, entonces me doy cuenta de que se trata de Anastasia tendida en el suelo, no le pido a ninguno de mis guardaespaldas o empleados que se encarguen de ella, lo hago yo mismo, llamándola por su nombre, cosa que no pienso demasiado al estar sumergido en la desesperación, es por eso que muchos se quedan extrañados, pero en eso en este momento me importa un bledo, solo quiero que ella se encuentre bien.
Me llaman por todos lados queriendo llevar a Anastasia por mí, pero les digo que yo mismo iré al hospital, no me conformo con llevarla a la enfermería qué hay dentro del hotel.

Es así como la subo a la parte trasera del auto. Una chica que parece ser cercana a ella, ha insistido muchísimo para ir con ella en la parte trasera, y se lo permito.
—¿Eres amiga de Anastasia?
—Señor, solo su compañera, pero sí somos cercanas. ¡Dios! Le dije que no estaba bien —suelta preocupada.
La miro a través del espejo retrovisor. Parece estar muy preocupada.
No es para menos.
—Bien.

—¿Ustedes...
—Solo la conozco un poco —emito, entrar en detalles jamás. No deja de ser una empleada y yo el jefe, de manera que no le debo explicaciones de ningún tipo.
—Oh... Está despertando —avisa con alteración en la voz, y me invade el alivio.
—¿D-donde estoy? —expresa desorientada. Volver a escuchar su voz, hace que aparezca una sonrisa en mis labios.

—Estás en un auto en movimiento, de camino al hospital. Porque te has desmayado de pronto —le explica la chica.
—¿Y quién está conduciendo...
—Zared, Zaredtu jefe —le digo, y ella parece no estar bien con eso.
—¡Dios mío! Otra vez se ha desmayado —libera y resoplo.
¿Es en serio?
***
P.O.V Anastasia
Finalmente estoy a solas en la habitación y tengo esa necesidad implacable de llorar como una niña pequeña. En este momento desearía poder estar cerca de mamá; su apoyo incondicional es clave para cambiar este sentimiento amargo y oscuro que estoy viviendo. Pero ella no está aquí, ni siquiera tengo el valor para llamarla y decirle que estoy en un hospital, aunque al observar un poco más a mi alrededor me puedo dar cuenta de que no se trata de un hospital, sino de una lujosa clínica.
Pero todo eso pierde relevancia cuando el motivo por el que estoy aquí se hace presente con más ahínco en mi mente.
Es tan terrible estar así, sin saber qué pasará. El preámbulo se hace cada vez mayor, la ansiedad aumenta. Justo cuando pienso que va a entrar el doctor, hace acto de presencia mi compañera de trabajo, Sandra. Verla allí es algo bueno. No estoy sola y eso me levanta el ánimo.
—¿Te sientes mejor? Ya me estaba preocupando por ti, pero el jefe ha sido amable al traerte. ¿Quieres algo de beber? —me pregunta Sandra.
—Bueno, sé lo que me pasa, tengo mis sospechas, aunque... Eso sería terrible para mí —suelto asustada.
—Oh, ¿en serio eres consciente de lo que te está pasando? Yo creo que no debiste ir a trabajar, podías ir al doctor, buscar un papel que avalara el hecho de que realmente estás enferma... y eso no te va a meter en problemas, de ninguna manera. Recuerda que la salud es más importante.
Sonrío. Ella tiene toda la razón del mundo, tendría que haber puesto mi seguridad y bienestar en primer lugar, en vez de preocuparme por la visita de nuestro jefe, que resultó ser la persona que más le ha dado significado a mi vida de forma inesperada y que incluso en una brevedad, se ha convertido en algo eterno.
—De seguro te vas a sorprender cuando te lo diga... pero creo que estoy embarazada —confieso y ella agranda los ojos, tanto que creo que en cualquier momento se escaparán de sus orbes. Afortunadamente, eso no ocurre, pero la sorpresa y la incredulidad se reflejan en sus facciones. Hago una mueca, sé que toda esta situación es una pesadilla.
—Sí, todo está sucediendo en el mejor momento porque justo tengo un buen trabajo y me va bien, pero pronto la vida me dará un giro inesperado, poniendo mi mundo patas arriba. No puedo contar más... Siento que lo demás me lo debería guardar por...
—Vale, no tienes que contarme todo. Ciertamente me tomaste desprevenida. ¿Así que estás saliendo con alguien?
Resoplo.
—Eso es lo peor, solo ha sido una cosa de una noche. Desde entonces, no ha habido nada más —me cubro el rostro y comienzo a llorar, dándome cuenta de la gravedad del asunto. Todo es un desastre.
Mi vida no será la misma, todo se pondrá más difícil. Sandra me mira apenada y yo intento calmarme.
—Lamento mucho que estés pasando por todo esto. Sin embargo, el doctor aún no te ha dado el resultado, no es seguro. Confía en que todo saldrá bien. Te estás ahogando en un vaso de agua y puede resultar que no estás embarazada en realidad —me dice, intentando animarme. Le agradezco con una débil sonrisa.
Después de un rato, ella me dice que saldrá a comprar café y le pido que me traiga un juego de naranja. En su ausencia, el doctor aparece. Es un hombre maduro, pero no debe tener más de cuarenta años.
—Señorita Strousman.
—Hola, doctor. ¿Me puede decir qué es lo que tengo?
—Sí, primeramente debes saber que no tienes de qué preocuparte, porque te encuentras saludable, y el bebé también. ¿Lo sabías? Estás embarazada —revela.
No me quedo estupefacta, ni mi reacción es llorar, ya que sé perfectamente que eso es lo que me pasa. Pero no deja de sentirse como un balde de agua fría que me ha caído de repente.
—No, no lo sabía, pero hace poco comencé a sospecharlo. ¿El bebé también se encuentra bien?
—Sí, en perfecto estado. Te voy a dejar una lista de cosas que ahora debes tener en cuenta para que el bebé siga creciendo sano y fuerte —me dice y yo asiento con la cabeza.
No me queda de otra.
Escuchar al doctor hablar del asunto y dejármelo todo por escrito se vuelve un momento pesado y lleno de importancia a la vez. Ahora entiendo cómo se sintió Sol, desesperada y temiendo un posible rechazo por parte de su pareja, aunque a diferencia de ella, yo no tengo absolutamente nada con el padre de la criatura que ahora tengo en mi vientre. No puedo comparar nuestras circunstancias. Todo es diferente.
Solo quiero llegar a casa, encerrarme en mi habitación, tirarme sobre la cama y derramar todo el llanto contenido que quiere escapar hasta empapar la almohada. Sin embargo, sé que por más que llore, no será suficiente para vaciar la desesperación y tristeza que siento. No quiero ser una hipócrita y recurrir al aborto, ya que fui la misma persona que le aconsejó a Sol pensar en su bebé como una vida que no tiene la culpa de nada. Lo mismo aplica para mí. No tengo ningún derecho de acabar con alguien que no es culpable de estar dentro de mí.
—... Rigurosamente tienes que seguir todo lo que te estoy dejando aquí por escrito, para que el embarazo vaya bien. A partir de este momento puedes acordar con el doctor de tu preferencia las citas cada mes para monitorear el avance del embarazo. Eso es de suma importancia —me dice el doctor, y yo asiento, de acuerdo con ello.
Tiene razón.
—Bien, espero que todo el asunto que se manejó aquí no lo sepa nadie más. Supongo que conoces al señor ZaredJones...
—Sí, es amigo de la familia. Pero no tengo razones para decirle sobre su embarazo. Incluso si me pregunta lo que tienes, tengo ética y moral. Es estrictamente confidencial lo que hablamos. Así que no te preocupes —me asegura el doctor, y sus palabras me dejan tranquila.
Puedo confiar en que no dirá nada.
—Bien, haré todo lo que me dijo. Muchas gracias por todo —susurro.
—No te preocupes. Que todo marche bien —dice. Y sonrío.
Al salir de la habitación, me encuentro con Sandra, quien durante todo este tiempo aún no ha regresado al hotel para reanudar su jornada laboral, que seguramente se ha perdido por mi culpa.
Ella se levanta al verme y se acerca rápidamente. Puedo ver la preocupación y curiosidad en su rostro, queriendo saber qué me han dicho. Solo asiento con la cabeza, confirmando que efectivamente estoy esperando un bebé. Ella no dice ni una sola palabra y me abraza, justo lo que necesito en este momento, alguien en quien apoyarme.
—Todo va a estar bien, y si tomaste la decisión de traer a esa criatura al mundo, déjame decirte que eres muy fuerte y una persona maravillosa —afirma, susurrándome al oído, al tiempo que me deja palmadas cariñosas en la espalda. Esto me anima a seguir adelante.
Es agradable que esté ahí para mí. Y me hace sentir mejor.
—Muchas gracias. Es horrible la forma en la que todo está sucediendo...
—No, en realidad es algo bonito. Un bebé siempre será una bendición y un regalo maravilloso. Solo depende de cómo mires las cosas. ¿No es así? —dice—. Por cierto, nuestro jefe ha traído tus cosas, supongo que una de nuestras compañeras le hizo saber cuáles eran.
Me entrega la mochila, allí tengo el cambio de ropa. El hecho de que se haya tomado la molestia de ir él mismo a buscar mis pertenencias al hotel y luego volver acá, me dice mucho. Aunque parece mostrarse como una roca y sin darle importancia a nada.
Pero no es así de verdad.