Capítulo 74
1536palabras
2022-11-04 00:01
Leila notó que su hija estaba observando y analizando a su padre después de que Selena le preguntara de manera descarada si podía quedarse a dormir. Él miró a Quinta antes de girar hacia la rubia con una expresión seria.
“Creo que sería mejor para todos si te vas a casa, Selena”. Leila dejó escapar el aire que había estado conteniendo y sus hombros se relajaron al escuchar su respuesta.
Su hija esperaba que su padre dijera que no. Nadie tuvo que decírselo a Leila porque conocía muy bien a su pequeña y parecía que Nate también se había dado cuenta.

“Tal vez yo no le importo, pero Quinta es su mundo”, entendió la madre de su hija.
“Lo sé, pero me duele la pierna. Creo que me disloqué algo. ¡Madre mía, espero que no! Me duele mucho”, respondió Selena, fingiendo dolor y pánico mientras señalaba la pierna que se había roto durante esa caída por las escaleras.
Nate sintió lástima por ella. No podía pedirle que se fuera a casa sabiendo que se había lastimado mientras salvaba a su madre. Esto hacía que su salud fuera su responsabilidad, estaba en deuda con ella.
“Vale, puedes quedarte en la habitación de invitados”, dijo, sintiendo los ojos de Quinta y Leila sobre él. La mirada enojada de su esposa lo atravesó y abrió agujeros a través de su ropa hasta quemarle la piel.
“¡Genial!”, Selena chilló emocionada. Había tenido éxito de nuevo. ¡Había dado otro paso en la dirección correcta! Ahora, estaba tramando otro plan.
“Ahora, si me disculpáis, tengo trabajo que hacer”. Nate se dirigió a su estudio, como si quisiera huir de este lugar. Selena también se fue, pero a la habitación de invitados.

Leila miró a Quinta a los ojos y se dio cuenta de que estaba decepcionada. Tal vez su hija todavía no podía entender qué estaba mal, pero estaba segura de que sentía algo extraño sobre toda esta situación. Esto irritó más a Leila y alimentó su ira mientras pensaba en Selena y Nate.
Decidió hablar con él esta noche y expresarle toda su confusión.
Al fin y al cabo, todavía era su esposo y tenían una hija juntos.
“¡Tengo todo el derecho a hacerlo!”, Leila se convenció a sí misma.

Era hora de acostar a Quinta, así que la tomó de la mano y la llevó escaleras arriba. Mientras esperaba que terminara de lavarse los dientes, recibió un mensaje de texto.
“Estoy en Londres. ¿Podemos encontrarnos para hablar? Tal vez mañana”. Era Thomas otra vez. Leila recordó que la había llamado esta tarde, pero estaba con Nate en ese momento, mirándola furioso como un perro guardián, así que prefirió no contestar.
Estaba indecisa. Pensaba que tal vez debía hablar con Thomas después de todo y escuchar lo qué diría.
Sentía que sería como traicionar a su esposo. Era una sensación rara, algo que nunca antes había sentido. Él ya tenía a Selena y Leila no lo recordaba de antes, pero había una extraña conexión que compartía con Nate. Además, habían tenido varias rondas de s*xo salvaje.
Debió haber existido cierta química entre ellos en el pasado y parecía que seguía presente.
“¡Si tan solo pudiera recuperar mi memoria!”. Suspiró desesperada.
Nate tenía que terminar algunos informes financieros para el día siguiente.
No era raro para él trabajar horas extras desde casa. Si alguien deseaba tener éxito en su área de trabajo, debía trabajar más de solo ocho horas al día.
“Pero ahora tengo una hija. Tendré que encontrar una manera de reducir mis horas de trabajo”, pensó justo cuando escuchó que se abría la puerta de su estudio. Se dio la vuelta y vio a una mujer vestida solo con una bata de baño. 
“¡Leila!”, deseó para sus adentros, pero cuando levantó la mirada, se puso furioso al ver cabello rubio en lugar de oscuro.
¿Cómo se atrevía esta mujer?
“Dame una oportunidad, Nate”, dijo Selena mientras lo miraba, usando todos sus señuelos para atraer su atención. Él entendió a qué se refería. Entonces ella continuó con su espectáculo. “Yo seré una mejor esposa para ti y la mejor madre que Quinta pueda tener. ¡Por favor, Nate! Fui tu primer amor, tuvimos tanto…”.
 
De pronto, el hombre se levantó de su silla y caminó hacia ella.
“Aquí vamos”, pensó Selena con una sonrisa. Estaba segura de que no podría resistirse a ella, nadie podría.
En su cabeza, no existía una mujer más hermosa que ella.
“Ya tengo una esposa y mi hija tiene una madre. Vuelve a tu habitación y duerme un poco”. Nate intentó deshacerse de ella de manera educada, pero sonaba indiferente. Tal vez Selena recuperaría la razón después de una buena noche de sueño. 
Él solo quería a Leila. No le había interesado ninguna otra mujer desde que conoció a esa hermosa chica disfrazada de marimacho, que lo besó a la fuerza en la azotea de ese bar.
“¡No!”, gritó Selena mientras desataba su bata. La deslizó por sus hombros y la dejó caer al suelo para luego arrojarse sobre Nate.
Él trató de alejar a la rubia desnuda, pero la puerta se abrió de nuevo. Cuando se dio la vuelta, vio a la última persona que hubiera querido ver en este momento. ¡Leila! Sabía cómo lucía esta situación, con Selena desnuda y babeando sobre él. Maldijo a la rubia y a sí mismo.
Leila se quedó de pie en la puerta solo por un segundo o dos, esto fue más que suficiente. Después, se fue furiosa y cerró la puerta detrás de ella.
“¡Basta! ¡Largo!”, le gritó Nate enojado a Selena y por fin pudo obligarla a que lo soltara. “¡Una cosa fue que salvaras a mi madre! ¡Y te agradecí lo suficiente por eso! ¡Pero es muy diferente que actúes como una z*rra en mi casa! ¡Vete de mi casa! ¡Fuera!”.
Incluso la sujetó del brazo con fuerza y la sacó a rastras de su estudio. No obstante, a la rubia no le importaba lo que le había dicho o lo enojado que estaba con ella. Todo lo que le importaba era que había logrado su cometido.
¡Había echado a Leila de este lugar! Todo había terminado entre ella y Nate.
¡Si Selena Samuel no podía tener a Nate Hill, esa p*rra tampoco lo tendría!
Se rio dentro de su mente malvada.
Leila subió las escaleras. Nate supuso que se había ido a su habitación, así que corrió tras ella e irrumpió en el interior.
“¡Toma!”, ella le gritó cuando él cruzó la puerta, arrojándole unos papeles. Nate los recogió y supo que eran de inmediato mientras la escuchaba gritar en oleadas. “¡Nunca dejaré a Quinta! ¡No renunciaré a su custodia!”.
“¡Detente! ¡Deja de gritar! ¡Déjame decir algo!”. Intentó hablar con ella, pero Leila no se lo permitió y ganó su discusión a gritos.
Por suerte, Quinta no podía escucharlos porque su habitación era a prueba de sonido.
“¡Selena Samuel nunca será la madre de mi hija! ¿Me escuchaste? ¡Ya los firmé! ¡Firmé los m*lditos papeles! ¡Ahora, quiero el divorcio!”, gritó Leila como una loca. Nate sabía que estaba enfadada y tenía todo el derecho a estarlo.
Sin embargo, su reacción lo tomó por sorpresa. Nate frunció el ceño y la rabia lo dominó. Perdió el control de un momento a otro al darse cuenta de que ella había firmado el acuerdo de divorcio que le había entregado en Nueva York, el mismo que había usado para atraerla a Londres.
¡Ella quería el divorcio! Nate enloqueció.
Sin previo aviso, la atrapó contra la pared más cercana y comenzó a atacar sus labios de una manera salvaje. La ira de Leila la detuvo de gemir, no le daría la satisfacción. Él había estado con Selena desnuda en sus brazos hace apenas unos minutos atrás.
“¡Cree que puede besarme después de eso!”. Lo empujó y le dio una fuerte bofetada. “Te f*llaste a Selena y ahora, ¿crees que puedes f*llarme a mí?”. Comenzó a discutir de nuevo.
 
Nate retrocedió poco a poco como una pantera, acechándola y listo para atacar. Le dolía la cara y su rabia incrementó. Cuando estaba así, actuaba muy tranquilo.
“Será mejor que te comportes, Leila Swift”, le advirtió con la voz fría como el hielo.
No obstante, no había marcha atrás para Leila y siguió gritándole. Entonces, continuaron su acalorada pelea verbal.
Ella lo llamó de todas las maneras que se le ocurrieron.
Por su lado, cuanto más lo enfurecía, Nate se volvía más malicioso y frío.
“No tengo que informarte lo que haga con mi vida”, dijo el hombre en voz baja y tranquila, lo que congeló la sangre en las venas de Leila. “¡Si quieres irte, vete de una vez!”, agregó, elevando un poco el tono, pero manteniéndose distante e inexpresivo.
“¡Perfecto! ¡Entonces, me voy! ¡Ya puedes volver con tu Selena!”, gritó y luego pensó también con frialdad: “Si eso es lo que quiere, ¡así será!”. Sin embargo, su rostro mostraba una mueca que revelaba que se sentía herida.
Nate la vio salir corriendo y bajar las escaleras.
“¡A la m*erda con ella! ¡A la m*erda con Leila Swift!”, susurró antes de escuchar a su corazón decirle: “¡Ve tras ella, id*ota!”.
 
Nate escuchó a sus emociones y corrió por el pasillo.