Capítulo 71
2085palabras
2022-11-01 00:01
Cuando Nate regresó a casa, olió la broma en un instante. Las especias picantes se metieron en sus fosas nasales. ¡Era el m*ldito curry!
Entró en la cocina y observó enojado a Leila, pero solo una mirada hacia ella fue suficiente para convertir su ira en lujuria. Lucía muy sensual con su pequeño uniforme de sirvienta. Él quería arrancárselo.
“Su comida está lista, señor”, dijo Leila, sirviéndola con una sonrisa falsa. Nate le había ordenado que lo llamara así cuando Quinta no estaba cerca. Se sentía humillada, por lo que su venganza debía sentirse mucho más dulce.

“¿Nadie te dijo que odio el curry?”. Nate luchó por contener sus emociones. “¡Cálmate, Nate!”, se dijo a sí mismo.
“¡¡Oh!! ¡No!”. Leila fingió sorpresa y vergüenza. “Debí haber entendido mal. Lo siento, pensé que habían dicho que le gustaba”. Cogió el plato y la comida picante para llevárselos de la mesa. “¡Muérete de hambre, hijo de p*ta!”, lo insultó por dentro.
“Déjalo ahí, sirvienta”. Nate la detuvo. “¡Comeré hasta la última gota! Ella no me ganará”, se prometió a sí mismo y dijo: “No importa. Tengo hambre”. Su cara se sonrojó por lo picante que sabía este curry y sintió que comenzó a salir vapor caliente a través de sus oídos cuando dio el primer bocado.
Solo podía pensar en cómo la castigaría al día siguiente por esto.
Leila no pudo dejar de reír de manera disimulada al verlo comer sin apetito. Se quedó en la cocina, lavando los platos que habían quedado después de toda la preparación de la comida, y limpiando la estufa y el mostrador.
“¡Oh, qué bien sabía! Me gustó”. Nate hizo un comentario positivo a propósito después de dejar limpio su plato. Luego se retiró a su habitación y bebió varios vasos de agua. ¡J*der! ¡Estaba muy picante!

“¡M*ldito!”, siseó Leila después de escucharlo porque sentía que su venganza había fallado.
Se quedó trabajando en la casa, quitando el polvo, limpiando y fregando los pisos. No paró hasta la medianoche, que era cuando las otras trabajadoras le habían dicho que debía terminar su turno. Para cuando terminó, estaba adolorida por todas partes.
Al día siguiente, descubrió que le esperaban más deberes.
“¡Me llevarás a mi trabajo!”, le ordenó Nate. Ella estaba preparándose un café ya que no podía dejar de bostezar. Todavía seguía cansada por todo el trabajo de la noche anterior, además del cambio de horario por el viaje.

“¿Dónde está Quinta?”. Leila no había visto a su hija desde la hora del almuerzo del día anterior, pero le parecía una eternidad. “Ni siquiera pude darle un beso de buenas noches”, agregó decepcionada.
“¡Puedes darle un beso de buenos días y luego nos iremos!”, comentó Nate. Ella no hubiera imaginado que su estadía en su casa sería así, era un hombre despiadado.
La mujer frunció el ceño, pero no tenía otra opción. La Sra. White trajo a Quinta a la cocina y le dio un beso de despedida. Nate volvió a organizar algunas actividades divertidas durante el día para su hija, solo que no sería con sus padres sino con su niñera.
“¡No debería ser tan cruel!”, pensó Leila y decidió hablar con él al respecto más tarde mientras lo seguía a su oficina.
Le ordenó que planchara sus camisas y trajes. Luego se fue porque dijo que tenía que asistir a algunas reuniones. Su ropa no necesitaba que la planchara, pero ella lo hizo de todos modos. Seguía bostezando y sus ojos se cerraban solos de lo cansada que estaba.
“Descansaré un momento”, dijo para sus adentros, dejándose caer sobre la cama de la oficina de Nate…
“¡¿Qué m*erda pasó?!”. De repente, la voz de Nate la sobresaltó y Leila abrió los ojos. Había un olor extraño en el aire, algo se estaba quemando. ¡Su camisa!
Casi le dio un infarto al ver al hombre quitando la plancha de su camisa blanca. Había un gran agujero donde había tocado el metal caliente.
“¡Lo siento mucho! Me quedé dormida”. Leila se levantó de la cama con un puchero. “Todo fue su culpa, ¡no debió haberme agotado!”. Lo culpó por todo esto en su interior.
Nate arrojó su camisa al cubo de basura y luego volteó hacia Leila con las manos apoyadas en sus caderas. “¡M*erda! ¡Esta mujer es tan rebelde como antes!”.
La observó enojado. Entonces, Leila bajó la cabeza para evitar su mirada.
“¡Vámonos!”. La mujer dejó escapar un suspiro de alivio al escuchar lo que dijo.
“¿A dónde iremos?”, preguntó durante el viaje, pero Nate no dijo nada. Estaba oscuro afuera y por fin se detuvieron frente a un edificio. Había un letrero sobre la entrada que decía: “Desfile de moda”. Él tenía curiosidad por saber si ella podría recordar algo de su pasado.
La empresa que le había comprado a su padre, Greece Fashion Inc., era parte del concurso y había usado el diseño de Leila para participar.
Recibió una llamada mientras seguían en el coche. Al parecer, una de las modelos se había enfermado y necesitaban un reemplazo.
“Ven conmigo”, le ordenó. La guio detrás del escenario y le mostró un vestido que ella misma había diseñado.
“¡Vaya! ¡Es muy bonito!”, exclamó Leila al ver el vestido, pero Nate se decepcionó porque no reconoció su propio trabajo. Le ordenó que se lo pusiera y lo modelara en la pasarela.
“¡¿Qué?! ¡No! ¡No puedo hacerlo!”. Leila casi se atragantó al escuchar su pedido.
“No tienes elección, cariño. Recuerda que trabajas para mí. No aceptaré un no por respuesta”, dijo Nate con un tono serio, sin dejar espacio para la negociación. “¿O quieres que te ayude a cambiarte? No me molestaría”, dijo en broma con una sonrisa juguetona.
“¡B*stardo!”. Leila lo maldijo.
Se lo puso a regañadientes y salió nerviosa al escenario.
Lucía deslumbrante con el vestido y el hermoso collar que llevaba era la guinda que coronaba el pastel. Nate no le quitó los ojos de encima durante todo el desfile.
Al final, ganaron el concurso y ambos se enorgullecieron.
Selena también estaba en el desfile. Estaba furiosa al ver que Leila había regresado a Londres, pero Thomas ya le había dicho que tenía amnesia. Esto calmó un poco sus nervios y comenzó a elaborar un plan.
“¡Hola!”. Entró al vestidor de Leila con una sonrisa en su rostro. “Lucías deslumbrante. ¿Sabes quién soy?”, le preguntó mientras golpeteaba el tocador con los dedos.
“Sí, eres Selena Samuel”, respondió Leila, tratando de mantener la calma. “No siento nada por Nate Hill”, se dijo a sí misma para tratar de recomponerse. “Él puede hacer lo que quiera”.
“¿Sabes que tu esposo está enamorado de mí?”. Selena cubrió el collar que Leila había usado con la palma de la mano, tiró de él y lo metió en el bolso de su rival en el amor.
Selena estaba al tanto de que el collar era de un patrocinador. Pensó que esto sería una desgracia más para esta p*rra. Leila no se dio cuenta y guardó el vestido en una percha.
“Eso escuche, pero no lo sabía porque tengo amnesia”, respondió Leila, todavía sintiéndose decaída. Luego le pidió a Selena que saliera de su vestidor.
La mujer obedeció y salió de la habitación para esperar que se armara un buen espectáculo.
Cuando el personal descubrió que faltaba el collar, ella sugirió que buscaran entre las cosas de Leila.
“¿No lo usó ella?”. Selena señaló a Leila, que estaba de pie a su lado.
“¡Yo no lo tomé!”, Leila respondió enojada. Observó a Nate y él le devolvió la mirada, pero de la manera más fría y escalofriante posible. No podía olvidar que ella ya había robado antes. ¡Se había llevado el dinero de su empresa!
Leila sintió dolor en el corazón. “Él tampoco me cree”.
Como quería demostrar su inocencia, cogió su bolso y lo volteó con confianza. Cuando el collar cayó sobre la mesa, se quedó atónita, no podía creerlo.
“¡Yo no lo hice! ¡No lo robé!”, insistió.
“¡Es una ladrona y una mentirosa! ¿Alguien puede llamar a la policía?”. Selena seguía insultándola mientras que Nate se limitaba a mirarla.
“¡Puedes llamar a la policía si quieres! ¡Yo no lo hice!”. Ya tenía lágrimas en los ojos. Selena sonrió satisfecha al ver a los reporteros rodeando a Leila con sus cámaras.
“Fui yo. ¡Yo lo tomé!”, Nate gritó de repente. La odiaba por haberlo robado, pero no podía soportar verla avergonzada de esta manera en público.
Leila se quedó perpleja por un momento. Ahora entendía a este hombre mucho menos. ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué Nate la estaba defendiendo? Estaba segura de que él no lo había puesto en su bolso.
Selena tampoco podía entenderlo. Miró boquiabierta a Nate con incredulidad.
Él explicó que había quedado encantado por cómo lucía el collar en su esposa. “Quería darle una sorpresa. Tenía la intención de comprárselo al patrocinador más tarde”, explicó.
Leila abrió los ojos como platos una vez más. Estaba perpleja. ¿Él estaba diciendo la verdad? O tal vez no, pero todos parecían creerle.
Todo el mundo sabía lo rico que era. No había razón para que nadie dudara de sus palabras porque sabían que podía comprar tantos collares como hubiera querido. Algunos incluso suspiraron asombrados, tal vez pensando que era un gran esposo, incluso muy romántico.
Nate se acercó a Leila, tomó su diminuto rostro con su mano y la besó. Ella se quedó congelada. Una sensación de hormigueo fluyó desde su vientre hasta entre sus muslos. Nunca antes se había sentido así cuando estaba con Thomas.
La gente alrededor comenzó a aplaudir mientras Nate sonreía con dulzura con los brazos alrededor de la cintura de Leila. Selena era la única que lucía furiosa.
Nate se excusó a sí mismo y a Leila con los demás, y se fueron. Cuando entraron en el coche, condujo de regreso a casa furioso, sin decir ni una sola palabra.
“¡Ve más despacio, por favor!”, le rogó Leila ya que le preocupaba la seguridad de ambos.
“¿Por qué robaste de nuevo?”. Nate por fin dijo algo.
“¿De nuevo? ¿Qué quieres decir con eso? ¡Nunca robé nada!”. Tal vez no podía recordar su pasado, pero estaba segura de una cosa, no era una ladrona. Tuvieron una discusión acalorada y Nate aceleró. De un momento a otro, Leila le pidió que detuviera el coche, pero él no la escuchó.
“¡No me crees! ¡Prefieres creerle a esa Selena Samuel!”, gritó mientras sujetaba el volante de entre sus manos. Entonces, Nate se detuvo y ella salió corriendo.
“¡Leila Swift!”. Él la siguió, llamándola por su nombre.
Lo ignoró mientras las lágrimas bajaban por sus mejillas y se alejaba de él. Sin embargo, Nate la atrapó, la sujetó de la muñeca y la giró para que lo mirara.
“¡¿A dónde crees que vas?!”, gritó furioso.
“¡No es asunto tuyo! ¡A cualquier lugar donde no estés!”.
“¿Quieres irte de nuevo después de cinco años haciéndome sufrir? ¡No volverás a dejarme!”, gruñó.
“¿A qué te refieres? ¡Suéltame!”, Leila trató de liberarse de su agarre.
“¡Olvidaste todo lo que pasó!”. Nate volvió a gritar y se calmó de repente. “Vale. Entonces, ¡te haré recuperar la memoria!”. La presionó de pecho contra el capó del coche, tirando de su vestido y rasgando sus bragas.
“¡Detente! ¡¿Qué haces?!”. Leila entró en pánico y comenzó a luchar con todas sus fuerzas.
“¡Te f*llaré hasta que recuperes la memoria!”, respondió Nate. Ella jadeó al sentir su miembro duro entrando en ella por detrás.
“¡Me duele!”, gritó al principio, pero pronto se sorprendió de lo mojada que se había puesto en un instante. Nate le sujetó las dos manos por detrás con una mano, mientras que con la otra se aferró a sus pechos.
Leila no podía evitar gemir mientras él se movía rápido y profundo. La hizo perder la cabeza con mucha facilidad. Nate no podía creer que siguiera tan apretada como hace cinco años, podía sentir que sus paredes lo abrazaban con fuerza.
No pudo controlarse y le dio la vuelta para comenzar otra ronda. Leila jadeaba mientras lo miraba y se mordía el labio inferior.
“¡No la mires! ¡No mires sus labios! ¡Ni sus ojos! ¡No la beses, m*erda! ¡Tan solo f*llatela!”. Nate se advirtió a sí mismo que se mantuviera frío y que no se dejara afectar por sus sentimientos.
 
No obstante, era demasiado tarde. No pudo controlarse y la besó con pasión. Al segundo siguiente, la llevó dentro del coche y le arrancó el vestido por completo. Después, hicieron el amor hasta el amanecer mientras ambos dejaban salir cinco años de pasión acumulada.