Capítulo 61
1972palabras
2022-10-23 00:01
"¡Aléjate de mi esposa!", Nate tiró del hombre que miraba a Leila con un evidente interés romántico y lo agarró con fuerza por el hombro, luego lo sujetó por el cuello de su camisa y lo presionó con todas sus fuerzas contra la puerta del baño.
Casi lo levantó del suelo, y aunque Nate no era el tipo de persona que perdía la calma fácilmente, cuando se trataba de ella, todo era diferente.
Leila observó a su esposo, que tenía las manos empuñadas con ira y había acorralado a Thomas, pero esto no la sorprendió, ya había sido testigo de muchas de sus rabietas, así que podía imaginar con exactitud el próximo movimiento de Nate.

"¡Nate, detente!", gritó ella, tratando de evitar que golpeara al pobre hombre, Thomas no había hecho nada de lo que Nate creía que pasaba, además le había salvado la vida, e incluso quería devolverle el brazalete que había perdido cuando ese coche casi la atropella, y que seguramente cayó al suelo sin que se diera cuenta.
"¡Nate! Soy yo, Thomas Harris", exclamó él.
Nate se sobresaltó al escucharlo: "¿Quién?"
"Thomas Harris. Conozco a Leila desde hace más de veinte años, somos amigos de infancia", insistió Thomas. Sabía que ambos estarían en la fiesta de Kentaro, alguien se lo había dicho, así que no le tomó mucho tiempo idear un plan, y a pesar de que quería encontrarse con Leila, quería evitar a Nate en estas circunstancias.
Sabía que no sería capaz de evadir al esposo de Leila para siempre, pero deseaba posponer ese momento por un tiempo, su objetivo era ganarse el cariño de ella.
Eso, y volver a conocerla mejor.

Sin embargo, enfurecer a Nate no era parte de su plan.
La ira de Nate desapareció de repente, sus manos soltaron la camisa de Thomas y su voz volvió a la normalidad: "Thomas Harris, por supuesto..."; Leila miró a los dos hombres con asombro.
Se preguntaba si en realidad ellos ya se conocían.
"Vaya, vaya, Thomas Harris. De todas formas, ¡ella sigue siendo la Sra. Hill para ti!", añadió Nate con tono de advertencia, aunque esbozó una leve sonrisa mientras lo decía, y luego le dio algunas palmaditas en el hombro, como si tratara de arreglar su traje y pedir disculpas. Sin embargo, Leila sabía mejor que nadie que lo único que quería era mostrar su supremacía sobre el otro hombre, ¡tan arrogante como siempre!

"¡Si, soy yo!", Thomas esbozó una enorme sonrisa mientras por dentro maldecía a Nate por prohibirle llamar a Leila por su nombre.
Sin embargo, Nate sabía muy bien que esa no era una sonrisa sincera, porque conocía a Thomas desde hacía años.
Habían sido compañeros de clase en la escuela y en la universidad, siempre había estado delante de Thomas en todo, y lo hacía enojar obligándolo a competir con él, y ahora también eran socios comerciales.
El Grupo Hill tenía un proyecto en curso con el Grupo Harris, incluso se reuniría con Thomas en un par de días para hablar al respecto, pero no tenía idea de que él estaría en esta fiesta; además, no lo había visto desde hacía un tiempo, y por eso no lo reconoció a primera vista.
Nate se quedó asimilando por un momento la idea de que Thomas conocía a Leila y luego se volvió hacia ella.
"¡Leila, espérame en el coche!", le ordenó.
La chica hizo un puchero pero no se opuso, dejaría que ellos arreglaran sus cosas, era obvio que se conocían, luego tomó la llave del coche de las manos de Nate.
Todavía se sentía débil y mareada, no veía la hora de subirse al auto.
Tan pronto como Leila salió del lugar, Nate empezó a hablar: "Thomas, me alegra trabajar contigo, los negocios son buenos, pero mantente alejado de mi esposa"; hizo lo mejor que pudo para sonar calmado y cortés. Después de todo, él era su amigo, y uno de los más antiguos, pero tenía que ponerlo en su lugar, ahora Leila era su esposa y no estaba disponible para nadie, tampoco para él.
"¿Qué?, ¿y por qué? Solo somos amigos", Thomas lo miró atónito, no creía que sus intenciones fueran tan obvias.
El hombre quería algo más que una simple amistad con Leila, la deseaba desde hacía mucho tiempo, desde que la vio paseando frente a su casa aquel lunes en la mañana de camino a la escuela, y él le preguntó si podía acompañarla y ella aceptó.
Leila solo tenía diez años en aquella época, pero Thomas ya no volvió a tener ojos para otra chica.
¡Esta era su oportunidad!, la persona que le había contado sobre esta fiesta también le ayudaría a conseguir a Leila, la mujer que siempre quiso.
Nate levantó la voz, entrecerró los ojos y observó a Thomas con una mirada asesina, tan intimidante que haría temblar a cualquiera: "¡No estoy ciego, Thomas! He visto cómo la miras, y si quieres que nuestras empresas sigan trabajando juntas, ¡será mejor que te alejes de mi esposa!" 
"¿Me estás pidiendo que escoja entre Leila y los negocios?", lo cuestionó Thomas, quien de repente se volvió más valiente con sus palabras, y ahora mostraba su verdadero rostro, dejando de lado su supuesta amistad.
"No te estoy pidiendo nada, Thomas, solo te estoy afirmando los hechos. Leila es mi esposa y entre ella y los negocios, la escojo a ella", dijo Nate con un tono tranquilo nuevamente.
"¡Bien!", respondió Thomas de inmediato: "Resulta que tenemos la misma respuesta, ¡yo también elijo a Leila!", había un tono desafiante en su voz.
Desde la preparatoria, Nate siempre había sido el primero y el mejor en todo, conseguía las mejores calificaciones, ganaba todas las medallas en las competencias de remo, e incluso tuvo s*xo primero que él.
Así que esta vez no iba a permitir que volviera a ganar, Leila no podía ser feliz con Nate, un hombre mujeriego que trataba a las mujeres como juguetes s*xuales y que nunca las tomaba en serio; Thomas sabía esto mejor que nadie.
Además, ¿qué clase de hombre permitiría que su esposa bebiera con alguien como Kentaro?; todo el mundo sabía lo c*chondo que era.
Thomas se prometió a sí mismo que Leila sería suya y la protegería, mientras miraba a Nate con una expresión obstinada y desafiante.
Nate le sostuvo la mirada.
"¡Está bien!", respondió lanzándole una mirada desdeñosa a Thomas antes de irse.
Nate y Leila no intercambiaron ni una sola palabra durante todo el viaje en coche, y en lugar de llevarla a casa, el hombre condujo a su empresa.
Entonces le ordenó a la chica con furia mientras le señalaba una pila de archivos: "¡Termina con todo esto antes de que regrese mañana!"
Leila lo miró, tomó los papeles y se lamentó por lo infantil que era su esposo, pero no discutió con él, ni dijo nada en contra de su castigo; también sentía que había sido su culpa, sabía muy bien la razón por la cual Nate estaba tan enojado, debió haber sido más inteligente y no haber bebido tanto.
Ya era medianoche y la chica seguía trabajando duro, después de que regresó de la fiesta, había vomitado en varias ocasiones.
Poco tiempo después, comenzó a bostezar, así que decidió tomar una ducha para mantenerse despierta. Entró al baño de la oficina de Nate y olió cada uno de los geles de ducha.
Decidió utilizar el mismo que él había usado para ducharse la última vez, cerró los ojos, y casi pudo imaginar su rostro frente a ella con sus manos en su cintura y luego deslizándolas hasta sus pechos.
Mientras se sumergía en su aroma, Leila no dejaba de pensar en lo mucho que deseaba tenerlo aquí.
Al salir del baño envuelta en la toalla, la chica se encontró con una sorpresa que la esperaba en la oficina; Nate estaba allí, sentado en su silla, rígido como una tabla, obviamente se preocupaba por su esposa y vino por ella, pero seguía enojado.
Leila no podía soportar verlo así, él debía aprender a dejarse llevar y relajarse un poco, luego se acercó a su silla mientras negaba con la cabeza.
"¿No puedes dormir, jefe?", preguntó en tono de broma, pero Nate no respondió y solo la ignoró, dejando escapar un resoplido.
Era momento de hablar seriamente con él, así que comenzó: "¡Mira, Nate, Thomas y yo solo somos amigos!"
"¿Qué clase de amigo toma tu mano tan fuerte y te mira de esa forma?", exclamó el hombre. Leila había utilizado exactamente las mismas palabras que Thomas, lo cual lo llenó de ira; tenía claro lo que había visto, tal vez él era solo un amigo para Leila, pero ella era mucho más para Thomas.
"¿Está celoso, Sr. Hill?", preguntó la chica mientras ponía los ojos en blanco.
"¡Sí!", gritó Nate, dejando que todo su autocontrol se le escapara de las manos, ya no podía seguir reprimiendo esto dentro de él: "¡Sí! ¡Estoy celoso! ¡Estoy j*didamente celoso!" Una sonrisa se dibujó en el rostro de Leila, no creía que lo fuera a admitir.
"Entonces, Sr. Hill, ¿cree que me merezco un castigo?", le preguntó la chica con tono seductor, sentándose en su regazo y luego envolviendo sus brazos alrededor de su cuello.
"Sí, así es", respondió Nate, agarrando su toalla y acercándola más, su voz rezumaba furia, mientras que sus ojos hervían de deseo.
Leila sonrió poniendo sus labios sobre los de él.
Sabía cuál era la mejor forma de calmarlo, así que se sentó a horcajadas sobre él y le desabotonó la camisa.
Deslizó sus manos sobre todo su torso musculoso, acariciando su piel, luego bajó hasta su regazo y lo frotó, provocándole una erección.
Nate le arrancó la toalla con un gemido, Leila copió su movimiento y también le arrancó la camisa; en poco tiempo se desnudaron, anhelándose el uno al otro.
Cuando llegó la mañana, Leila todavía se sentía indispuesta, Nate quería llevarla al hospital, pero ella no se lo permitió, sabía que tenía una reunión importante más tarde y no quería hacerle perder tiempo, así que Nate le ordenó a Tim llevarla.
Mientras Leila estaba sentada esperando los resultados, la llamó su padre.
"Necesito 5 millones", fue lo primero que dijo luego de que ella contestara la llamada, Leila no podía creerlo; el hombre ni siquiera le preguntó cómo estaba o qué estaba haciendo, ni intentó conversar con ella, solo se limitó a darle una orden.
"No tengo todo ese dinero", respondió.
"Pero Nate sí", exclamó Bob.
"¡No, no se lo pediré a Nate!", Leila rechazó la idea de inmediato.
Se sentía enfadada y avergonzada de su padre, ¡él ni siquiera la había felicitado por su cumpleaños y ahora le pedía esto!, pero luego volvió su cabeza hacia la derecha.
Había una familia de tres sentada junto a ella, la madre, el padre y su hijo; la imagen le conmovió el corazón al instante, eso era lo que Leila quería, su propia familia con Nate.
Hacía mucho tiempo que había perdido el amor de una familia, pero él le ayudó a recuperarlo.
Entonces la médica salió de su oficina, la llamó y le pidió que entrara al consultorio; Leila se sentó frente a la Dra. Gibson llena de esperanzas.
"¡Felicitaciones, Sra. Hill, está embarazada!", dijo la doctora con una sonrisa, pero que no fue tan grande como la de Leila.
Nate la llamó cuando estaba a punto de salir de la clínica.
"¿Y?, ¿ya te dieron los resultados?", preguntó el hombre con impaciencia.
Sin embargo, Leila inventó una mentira: "No, la máquina se rompió, me llamarán cuando la reparen y tengan mis resultados".
No quería decírselo todavía, el cumpleaños de Nate era dentro de dos semanas y le pareció que esa noticia sería el regalo perfecto.
Leila sonrió con una mucha alegría mientras se acariciaba el vientre y pensaba en lo sorprendido que estaría su esposo.