Capítulo 60
1530palabras
2022-10-22 00:01
Kentaro contrajo el abdomen, levantó la barbilla y entró a la fiesta escaneando con sus ojos a las mujeres presentes.
Ya había f*llado con una docena de ellas antes, y aunque había algunas que podría considerar llevar a su habitación de hotel más tarde esa noche para divertirse, ninguna le interesaba realmente; a todas les hacía falta algo que las hiciera perfectas para satisfacer sus necesidades.
Entonces se dirigió a su mesa, vio que ya había varias personas sentadas allí, y reconoció a una de ellas, era Nate Hill, el hombre al que esperaba ver.

"Primero los negocios", murmuró para sí mismo.
Kentaro había visto a Nate tres veces antes, la primera, cuando Phil Hill, el director del Grupo Hill en ese entonces, introdujo a su hijo en el mundo de los negocios; incluso él y Phil llegaron a discutir una posible alianza comercial entre sus empresas, pero eso nunca llegó a feliz término.
Después, se encontraron en un congreso y luego en una fiesta.
Tan pronto como se acercó a la mesa, el hombre estiró la mano para estrechar la del joven Sr. Hill, y Nate se puso de pie, al igual que la mujer que estaba a su lado; él nunca la había visto antes, ni siquiera cuando iba caminando hacia la mesa.
Kentaro pensó que esta era la mujer a la que quería f*llarse esta noche mientras sus ojos brillaban de lujuria y examinaba a Leila de pies a cabeza.
"Sr. Yagioka, qué bueno volver a verlo. Ella es mi asistente, la Sra. Lucinda Wilson", exclamó Nate, usando el nombre real de Leila, pero el apellido de su madre, porque quizá Kentaro había leído la noticia de que él se había casado con Leila Swift, y también podría haber oído hablar de Bob Greece.

"Mucho gusto, Sra. Wilson", dijo el Sr. Yagioka, mirando a Leila fijamente, le alegraba saber que esta chica no era la esposa ni la novia de Nate, no quería ofender a su futuro socio.
El terreno que Nate había comprado en Grecia era perfecto para el resort que él quería construir, así que seguramente llegarían a un acuerdo bastante rápido y sin problemas.
"Encantado de conocerlo, Sr. Yagioka", respondió Leila, mientras observaba que Kentaro se había sentado a su lado en lugar de enfrente.
"Prefiero sentarme aquí. Ya sabes, quiero ver los invitados que lleguen, después de todo, esta es mi fiesta", explicó Kentaro, justificando su cambio de asiento y señalando la entrada; Leila asintió para mostrar que lo entendía. A la chica le pareció que este hombre se veía mayor y más gordo que en las fotos de Internet, lo que le provocó un poco de asco, no le gustaba la forma en que la miraba.

Pero no le prestó mucha atención, pensando que podría manejarlo, lo único que le interesaba era ayudar a Nate y demostrarle sus capacidades.
Nate trató de desviar la atención del hombre para que se fijara en la comida y no en Leila, incitándolo a probar algunos canapés de caviar: "¡Kentaro, tienes que probar esto!" 
"Estoy a dieta", respondió el Sr. Yagioka. El plan de Nate no funcionó, parecía que la comida no atraía a Kentaro, ni siquiera miró el plato que le estaba ofreciendo y mantuvo su vista únicamente en Leila.
Nate quería golpear a este idiota en la cara.
Sabía de la reputación lujuriosa que precedía a este hombre, pero le había hecho la estúpida promesa a Leila de no entrometerse y ocultar el hecho de que estaban casados.
Entonces solo podía mirar y dejarla que aprendiera una lección.
"Escuché que tienes un terreno y yo tengo un buen proyecto, ¿por qué no nos reunimos esta semana? Podemos almorzar el miércoles", le dijo Kentaro a Nate, entregándole su tarjeta, eso era todo lo que quería hablar de negocios, y ahora por fin podría centrarse en esta mujer.
"Está bien", dijo Nate, recibiendo la tarjeta del Sr. Yagioka y guardándola en el bolsillo de su chaleco.
Justo cuando apareció uno de los meseros, Leila interrumpió: "¿Le gustaría ver el plano del terreno, Sr. Yagioka?"
"Claro, pero tomemos un trago primero", respondió Kentaro, ordenando un trago para Leila y para él; sí quería verlo, pero no ahora, esta era su fiesta, y lo único que quería que le mostrara ella esta noche era su cuerpo desnudo, acostado debajo de él en la cama de su habitación de hotel.
Incluso podía imaginarse repitiéndolo con ella, iba a ser más que una aventura de una noche, ¡así de atractiva le parecía la pequeña asistente de Nate!
Leila trató de volver a encaminar la conversación de su mesa a los temas de negocios, pero al Sr. Yagioka no parecía interesarle, seguía haciendo bromas y pidiendo un trago tras otro.
"¡Debe relajarse, Sra. Wilson! Esto es una fiesta, ¡tómese un trago! Ese terreno no irá a ningún lado. ¡Beba un poco, no estamos en la oficina", insistió Kentaro varias veces, quien también elogió su apariencia y sus conocimientos sobre Grecia.
Lo único que le contó respecto a su proyecto era lo que Leila ya sabía, lo mismo que había investigado en Internet por su cuenta.
Cada vez le prometía a Leila que le revelaría más cosas sobre el proyecto si bebía otro martini de vodka con él; la chica tomó un vaso de agua con cada copa de alcohol, pero eso no impidió que se mareara rápidamente.
Nate solo miraba la escena cada vez más enojado y preocupado, sabía que para las mujeres era mucho más difícil ser tomadas en serio en los negocios, y Leila también debería haberlo sabido.
Rose nunca habría permitido que Kentaro la emborrachara, tenía mucha experiencia.
Sin embargo, Leila ya parecía ebria, además, se estaba preparando para un embarazo; con cada segundo que pasaba, Nate tenía que luchar más por controlarse, ¿cómo es que ella no se daba cuenta de lo que Kentaro trataba de hacer?
El hombre no quería hablar sobre el negocio, sino que quería meterla en su cama. ¡Despierta, Leila!, Nate se preguntaba si en realidad ella no se daba cuenta, maldiciendo a la chica por ser tan ingenua y estúpida.
También se maldijo a sí mismo por haberle hecho esa promesa.
De repente, Leila dijo: "Lo siento, tengo que ir al baño".
"¡Adelante, Sra. Wilson!, le guardaré su asiento", respondió Kentaro con una sonrisa y colocando su brazo alrededor del espaldar de la silla vacía.
Nate observó a la chica tambaleándose de camino al baño y se sintió preocupado, estaba a punto de levantarse para seguirla, pero Kentaro se volvió hacia él y comenzó a hablarle.
"Tu asistente es increíble. Tengo que preguntarte si te la has f*llado, ¿dónde la encontraste?", preguntó el hombre con una sonrisa socarrona; Nate apretó el borde de la mesa y respiró profundamente.
Estaba ardiendo de furia y cegado por la rabia, sus nudillos se pusieron blancos y tenía los labios entumecidos por la fuerza con la que los apretaba.
Sin embargo, había prometido no interferir.
"No la encontré, fue Lucinda quien me buscó", dijo con una sonrisa: "Y no, no f*llamos", hacemos el amor, pensó Nate. "Ella está comprometida con su novio", añadió, esperando que su pequeña mentira fuera suficiente para que Kentaro la dejara en paz.
Luego se disculpó y se apresuró hacia el baño con la esperanza de que la chica estuviera bien, pero aún así planeaba darle una buena lección.
Leila tuvo dificultades para llegar hasta el baño, se sentía muy mal del estómago, la cabeza le daba vueltas y sus entrañas se revolvían.
Corrió al primer cubículo que encontró y cayó de rodillas frente a la taza del inodoro, sosteniendo su cabello con las manos mientras vomitaba; supuso que debía ser por todo el alcohol que había estado bebiendo, aunque también era consciente de que podría haber otra razón.
Había otra pequeña posibilidad, ¿qué tal si estaba embarazada?, y se preguntaba si eso mejoraría las cosas entre ella y Nate.
Leila se mojó el rostro, puso una pastilla de menta en su boca y ya estaba lista para salir del baño.
Era consciente de que no podía seguir bebiendo, aunque no estaba segura de si tenía un bebé en su vientre o no, no se arriesgaría a lastimarlo.
Ahora veía con claridad que Kentaro no la estaba tomando en serio, solo le coqueteaba y trataba de seducirla, así que decidió que pondría todo en su sitio en aquella mesa.
También le diría a Nate que ya no había necesidad de seguir ocultando su matrimonio.
Justo cuando salió del baño, alguien la llamó: "¡Leila!"
La chica se dio la vuelta y vio un rostro familiar: "Thomas".
"¿Cómo has estado?, no esperaba verte por aquí. ¿Qué estás haciendo en este lugar?", preguntó él con una sonrisa.
"Estoy con Nate", respondió ella, queriendo volver con su esposo lo antes posible.
Sin embargo, Thomas la detuvo cuando pasó junto a él, agarrando su muñeca suavemente, y le dijo: "¡Espera, se te cayó esto"; entonces Leila miró su otra mano, él tenía su brazalete de plata.
"Déjame ponértelo", añadió el hombre, mientras se lo ajustaba alrededor de la muñeca y luego trataba de abrocharlo.
En ese momento una voz enojada resonó: "¡Oye!", y Nate apareció de repente.