El domingo por la noche Nate y Leila regresaron a Londres, ambos estaban agotados del viaje, así que después de la ducha se metieron a la cama sin desempacar sus cosas.
Nate observó a Leila quedarse dormida, abrazando su cuerpo, que olía increíblemente bien, y sus ojos también se cerraron poco después, sumergiendo su cuerpo y mente en el dulce sueño.
Cuando llegó la mañana, se quedaron dormidos otra media hora.
Nate insistió en llevarla al trabajo y Leila accedió porque no quería llegar tarde.
Cuando el hombre estacionó su coche frente a Fashion Muse, ella notó algo muy desagradable.
No podía creer que hubiera ocho guardaespaldas esperándola afuera del coche.
La chica se opuso, mirando a Nate con los ojos muy abiertos: "¡No puede ser en serio! ¡Diles que se vayan! Por lo menos a algunos..., no creo que esto sea necesario".
Sin embargo, Nate parecía inflexible, no estaba dispuesto a negociar, así que Leila salió enojada del coche y cerró la puerta con un fuerte golpe.
"¡Qué gilip*llas!", murmuró en voz baja para que no la oyera mientras se acercaba a la entrada. A Nate todavía le parecía que no estaba segura del todo, así que, después de esperar a que entrara al edificio, sacó su móvil.
Estaba llamando a Jack Kim.
Leila corrió por el vestíbulo y tomó el ascensor hasta su piso, cuatro de los guardaespaldas se metieron en el ascensor con ella, y los otros se quedaron abajo, vigilando la entrada el edificio; le parecía que esto era ridículo, Nate realmente la estaba presionando demasiado con esto.
"Buenos días", Leila saludó a Robert cuando entró en su oficina, él estaba sentado en su escritorio; los cuatro guardaespaldas la siguieron al interior y se quedaron de pie en la puerta, dos a cada lado.
Leila frunció el ceño, ella no era la reina Isabel ni ellos el MI6 para que hicieran todo esto.
"Sra. Hill, el Sr. Kim quiere verla", le dijo Robert, sin ningún gesto de sorpresa por la presenci de esos cuatro guardaespaldas en la puerta, como si ya lo supiera.
"¿Sabes para qué me necesita?", Leila tenía desconfianza.
"No, Sra. Hill", sonrió educadamente Robert, pero ella no le creyó.
"¡M*ldito sea Nate, él está detrás de esto!", gruñó Leila mientras recogía las cosas de su escritorio; acababa de volver de la oficina del Sr. Kim, él la había despedido. Jack fue amable y educado, incluso le pareció que demasiado.
Además, no estaba muy convencida de la explicación que le dio.
¿Cómo diablos Fashion Muse no iba a poder pagar dos diseñadores en esta oficina?, Leila sabía que eso era mentira.
Ellos la necesitaban y era buena en su trabajo.
¡Tenía que ser Nate y nadie más!
"¡No os atreváis a seguirme!", le gritó Leila a los ocho guardaespaldas de su esposo, estaba muy enojada con Nate y con todo lo que tuviera algo que ver con ese imbécil; luego caminó hasta el edifico del Grupo Hill.
Selena había estado espiando a Leila durante toda la mañana desde su coche; después de lo que pasó en el hotel, su reputación quedó empañada, todo el mundo estaba diciendo que Nate la había dejado y que canceló su boda porque era una p*ta.
¡Todo por culpa de Leila!, la mañana después del escándalo, Selena decidió que se vengaría.
¡Y esta era la oportunidad perfecta!
Cuando vio a Leila saliendo de Fashion Muse, ella encendió su coche y pisó el acelerador a fondo.
Leila estaba cruzando la calle y ni siquiera alcanzó a ver el auto, sin mencionar al conductor idiota que nunca se detuvo; si no fuera por este hombre, ese coche la habría atropellado.
El hombre saltó hacia ella, la agarró de la cintura con sus manos y la tiró a un lado, era obvio que él estaba más atento a su entorno que ella. La chica cayó al suelo y el extraño terminó encima suyo; este hombre acababa de salvarle la vida y Leila estaba atónita, temblando como una hoja.
Sin embargo, el extraño seguía mirándola como si el tiempo se hubiera detenido; sus manos todavía estaban alrededor de su cintura y sus ojos se quedaron fijos en su rostro.
"¡Gracias! ¡Pero, por favor, ¿podrías levantarte?", dijo Leila cortésmente, ya se sentía incómoda.
"¡Leila, ¿no me recuerdas?! ¡Soy yo, Thomas Harris!", gritó el extraño con un sonrisa mientras la ayudaba a levantarse.
De repente, los ojos le brillaron al recordar, ¡por supuesto, era su antiguo vecino!; Leila sabía que Thomas estaba enamorado de ella cuando eran adolescentes, y aunque eran amigos, perdieron el contacto después de que ella se fue al extranjero.
"¿Estás bien? Tal vez una taza de café te vendría bien", sugirió Thomas, pero Leila lo miró de nuevo, pensando en Nate. Sabía que a él no le gustaría que fuera a tomar algo con otro hombre; y menos con alguien como Thomas, que se veía tan bien, y eso era decir poco.
Ya no era ese niño gordito, sino un hombre adulto con una constitución perfecta.
Tenía ojos color gris plata y un cabello negro con ligeros y atractivos visos grises, sus labios eran carnosos y afelpados, y por la forma en que su traje se ajustaba a su cuerpo, se podía ver que tenía una complexión atlética.
Ahora se veía muy seguro de sí mismo, con una actitud que irradiaba encanto y experiencia.
"¿Sra.Hill, está bien?", justo cuando Leila estaba a punto de rechazar la invitación, aparecieron los ocho guardaespaldas, preocupados y nerviosos; pero al ver que la chica estaba bien, los hombres dejaron escapar un suspiro de alivio, no querían imaginar lo que les habría hecho Nate si algo le llegaba a pasar a su esposa.
Seguramente los habría torturado hasta la muerte.
"¿Sra. Hill?", preguntó Thomas mientras observaba el dedo de Leila, y notó que llevaba un anillo.
"Sí, estoy casada", le dijo con entusiasmo, había visto la forma en que la miraba, así que pensó que eso debería mantenerlo alejado. "Tal vez podamos tomar ese café en otro momento. Thomas, gracias por salvarme la vida", añadió con una sonrisa.
El hombre vio a Leila marcharse con esos ocho gorilas detrás de ella, y cuando desaparecieron, murmuró con una voz suspicaz y fría: "Sra. Hill...".
Leila abrió la puerta sin tocar e irrumpió en la oficina de Nate, dejando atrás sus musculosos acompañantes; el hombre permaneció sentado, con el rostro inexpresivo y las cejas relajadas.
Ni siquiera levantó la vista, parecía como si estuviera esperando a que ella llegara.
"¿Le dijiste a Jack que me despidiera? ¡Sé que fuiste tú!", gritó Leila con tono acusador, tenía las manos en las caderas y un brillo de ira en sus ojos.
"Sí, fui yo", respondió Nate con calma, todavía sin levantar la mirada, hojeando los documentos de una carpeta que tenía en la mano.
Leila suspiró al verlo tomar una taza de café de su escritorio, el hombre probó un sorbo, degustando su sabor; ella esperaba al menos una explicación o siquiera su atención, pero no recibió nada de eso.
"Tú..., ¿por qué?"
Nate finalmente alzó la mirada y observó a la furiosa chica, luego se levantó de su asiento y se acercó lentamente a ella.
Entonces dijo: "No quiero que estés muy agotada y tampoco quiero que le pase nada a Liam".
"¿Qué...?", exclamó Leila: "¿Quién es Liam?"
"Nuestro Liam", respondió Nate con una enorme sonrisa: "Nuestro hijo".
"¿Qué?", Leila se rió y luego fingió tomarse el tema como una broma: "¿Y si es niña?"
"Quinta", respondió Nate, se imaginaba que su hija sería como Leila, con los ojos, el cabello, la boca, las orejas e incluso la frente de ella, esa frente que le gustaba besar.
"¿Quinta?", Leila se quedó pensando en ese nombre, no era tan malo, en realidad le gustaba.
"Sí", confirmó Nate.
"Estás loco, ni siquiera estoy embarazada", le dijo la chica, dejando de bromear.
"Pero lo estarás pronto…", Nate estaba seguro de eso y así lo transmitió con su voz; la dejaría en embarazo muy pronto. Leila no dijo nada y solo lo miró atónita ante su habitual y arrogante actitud; ¿quién se creía?, ¿un dios de la fertilidad? Luego puso los ojos en blanco, pensando en esto.
Pero después de pensarlo mejor, y recordando la cantidad de veces que lo hacían, le pareció que quizá podría tener razón.
"Quiero trabajar, no puedo quedarme todo el día sin hacer nada", se quejó ella. Nate estaba apoyado sobre su escritorio, observando a Leila fijamente, tratando de adivinar si ya estaría en embarazo mientras estudiaba su vientre con las manos cruzadas.
El hombre pensó por un momento y dijo: "Vale, si quieres trabajar, entonces puedes hacerlo para mí, pero solo para mí"; le pareció que esa era la mejor manera de mantener vigilada a su esposa, y así ella trabajaría el tiempo que quisiera sin agotarse.
"¿Y qué trabajo vas a ofrecerme?", preguntó Leila.
"Serás mi asistente personal. Iván no está, así que necesito que alguien ocupe su lugar", respondió Nate; aunque era cierto que necesitaba un nuevo asistente, estaba dispuesto a inventar cualquier excusa para mantenerla cerca.
Leila hizo unos cálculos rápidos en su cabeza.
Entonces dijo: "Tenemos un trato", estirando la mano, y él la tomó y tiró de ella para darle un beso.
"Trato hecho", murmuró Nate contra los labios de Leila.