"¡Nate, corre! ¡Nate, corre!", gritó Leila mientras Sophia apuntaba el cañón del arma hacia Nate.
"¡Leila! ¡Leila!", escuchó una voz que la llamaba justo en el momento en que se abalanzó sobre Sophia para derribarla; sin embargo, ella ya había disparado, luego Nate cayó al suelo y un charco de sangre se formó debajo de su cuerpo inmóvil.
"¡Nate, Nate!", volvió a gritar Leila corriendo hacia él, antes de abrazar su cuerpo y tratar de ponerlo sobre su regazo.
De repente, volvió a escuchar esa voz: "¡Despierta, Leila, estás soñando", y unas manos la sacudieron suavemente por los hombros hasta que por fin abrió los ojos.
La chica se dio cuenta de que estaba soñando y una sensación de alivio se extendió por todo su cuerpo débil.
Era el mismo sueño que había estado teniendo las últimas veinte horas, desde la primera vez que se despertó luego del tiroteo en el techo del hotel; por fortuna él estaba vivo y ella seguía en el hospital.
Mark estaba sentado en el borde de la cama frente a ella.
"Lamento mucho todo lo que te pasó", se disculpó, luego continuó contándole la historia que tenía con Sophia. La mención de esa chica desquiciada trajo a su mente muchos recuerdos y las imágenes de Sophia y Mark teniendo s*xo aparecieron en su cabeza sin que pudiera evitarlo.
Esto le revolvió el estómago y le provocó náuseas al instante, pero disimuló su malestar y se las arregló para actuar cortésmente.
"Lo importante es que todos estamos vivos", le dijo Leila a Mark, tratando de tranquilizarlo al verlo tan molesto y preocupado por todo lo sucedido.
El hombre también le contó que Sophia sufría de una grave enfermedad mental debido a la muerte de sus padres; incluso estuvo internada en una clínica, pero después de que su condición se estabilizó, Mark decidió adoptarla y han vivido juntos desde entonces.
"Sophia se ha vuelto cada vez más dependiente de mí con el pasar de los días", añadió Mark.
Leila se enojó al pensar que este tipo había adoptado a la chica y básicamente era su hija, ¡pero aún así se la f*llaba!
Lo que él había hecho estaba muy mal, Sophia no tenía la culpa de esa relación prohibida, todo fue obra de Mark; él era el adulto, no Sophia. Además ella estaba mentalmente enferma.
Leila ahora solo podía sentir repugnancia por este tipo.
"Mark, estoy casada", le dijo después de pensar un poco en sus palabras, ya era hora de alejarse de él, dejarle claro que nada pasaría entre ellos. Aunque usó a Nate como excusa, él no era la única razón de su decisión.
"Eso ya lo sabía", respondió Mark con una leve sonrisa, todavía tenía la esperanza de conseguir una oportunidad con Leila, pero no sabía que ella ya se había enterado de su relación con Sophia.
"Nate nunca firmó los papeles del divorcio", agregó la chica con voz seria, y Mark entendió lo que eso significaba, por lo que todas sus esperanzas se desvanecieron.
"Está bien, regresaré a París esta semana y llevaré a Sophia al médico", suspiró el hombre antes de levantarse e inclinarse sobre la cama de Leila, quería despedirse de ella con un abrazo.
Sin embargo, en ese momento la puerta se abrió de repente y apareció Nate, quien se volvió loco al ver a este hombre sobre Leila, tratando de abrazarla y besarla.
La expresión de Nate se oscureció y los celos se podían ver en su rostro, ¡Mark no debería hacer eso!, y tampoco podía entender por qué ella se lo permitía; al instante, se acercó a la cama con pasos muy largos.
Entonces agarró a Mark de la camisa y por la espalda, lo alejó de la chica, luego le dio la vuelta y le lanzó un fuerte puñetazo en la nariz; el hombre comenzó a sangrar, pero Nate no se detuvo allí.
También le estrelló varias veces sus puños contra el abdomen, golpeándolo hasta que cayó al suelo.
"¡Nate, detente! ¡Por el amor de Dios, detente!", los gritos de Leila le impidieron seguir destrozando a este b*stardo francés, que se había atrevido a tocar lo que era suyo. Nate lo soltó y después se acercó a su esposa.
Leila estaba recostada en la cama y lo único que pudo escuchar fue la puerta cerrándose, ni ella ni Nate vieron a Mark irse, porque los dos estaban mirándose fijamente.
La chica se sintió feliz al saber que era Nate quien la abrazaba y no ese otro hombre repugnante.
"¡Come!", le ordenó Nate, luego le llevó la comida a la mesa y puso una cucharada en su boca, pero no hubiera sido porque tenía las manos y las piernas vendadas por sus heridas, nunca habría permitido que la tratara como a una niña pequeña.
"¡Puedo comer sola!", exclamó con un puchero, quería rebelarse aunque fuera un poco.
"¡No, no puedes, así que come!", insistió él, pero esta vez con más entusiasmo, había dejado de abrazarla por ser tan tonta con Mark, y ahora la obligaba a comer esa asquerosa sopa de pollo; aunque al menos estaba caliente y le quitaría el frío.
Leila no tuvo más opción que recibir la comida.
Nate fue atento y muy gentil, estaba dedicado a hacerla sentir mejor, luego Leila tomó un vaso de jugo de naranja que él también le había ordenado beber mientras repetía: "Vitamina C, vitamina C".
Cuando terminó de comer, incluso le limpió las comisuras de la boca y acomodó las almohadas de su espalda; sentir que este hombre se preocupaba tanto por ella le provocaba una sensación más cálida que la de cualquier sopa.
"Tengo que ir al baño", dijo Leila, tratando de bajar sus pies de la cama, su vejiga estaba a punto de reventar debido a todos los líquidos que la obligó a tomar; sin embargo, ni siquiera pudo levantarse para caminar, él ya la estaba llevando en sus brazos.
"¡Nate, bájame, puedo caminar! ¿Me escuchas? ¡Puedo caminar!", protestó, repitiendo lo mismo una y otra vez con las manos aferradas con un poco de timidez a sus hombros.
"¡Cállate!", respondió él, deteniendo sus balbuceos con un beso, y los ojos de Leila se abrieron ante la agradable e inesperada sorpresa.
Incluso se le escapó una risita mientras sentía las mariposas revoloteando en su estómago.
Habían pasado tres días desde que despertó, y él no la había descuidado ni un segundo, tanto así que trabajaba desde su ordenador portátil en la habitación del hospital y dormían en la misma cama. Phil y Karen también había ido varias veces.
Esto le pareció un gesto conmovedor, sentía que realmente se preocupaban por ella.
Los Hill eran el ideal de familia para Leila, deseaba que su padre fuera más como los padres de Nate, pero sabía que Bob nunca lo sería; esta idea hizo entristecer un poco a la chica, así que rápidamente trató de alejar ese pensamiento de su mente.
No quería llorar frente a sus suegros.
A pesar de que le rogó que la dejara hacerlo, Nate no le había permitido caminar ni un solo centímetro durante los últimos tres días; a Leila le parecía que sus heridas no eran para tanto, solo tenía unos pequeños moretones y algunos rasguños.
Sin embargo, a pesar de su insistencia, él se negó.
Leila estaba observando a Nate con atención, que ahora dormía junto a ella, arropado y con mucha tranquilidad entre las sábanas.
Una de sus piernas estaba descubierta, y la chica se la volvió a tapar, estaba haciendo frío y a Nate le gustaba dejar la ventana abierta. Después, quitó las manos del hombre de su cintura lentamente, le picaba un poco la piel porque no se había duchado durante estos tres días, y como quería hacerlo ahora, se sentó en la cama.
Sin embargo, puso los ojos en blanco al escuchar la voz de Nate: "¿A dónde vas?", ya sabía lo que vendría después.
"Al baño, voy a tomar una ducha", respondió Leila, esperando lo mejor, pero cuando se volvió para mirarlo, Nate ya estaba de pie, ¡m*ldita sea!
"¡No! ¡No! ¡No te levantes! Puedo hacerlo sola", dijo Leila, tratando de persuadirlo.
Pero la respuesta fue la misma de siempre: "¡No, no puedes!", al igual que su estúpido y dominante comportamiento, le parecía que este hombre era todo un cavernícola; luego sus manos la agarraron y la chica levantó la mirada, fijando sus ojos en un espacio vacío de la pared.
Él le desabrochó la camisa de su pijama de flores, deslizándola hacia abajo por sus brazos.
Después, desató la cinta de sus pantalones y los dejó caer por sus piernas.
Al ver que Leila seguía evitando su mirada, Nate exclamó con una sonrisa mientras le desabrochaba el sostén: "Puedes mirarme, no te voy a morder"; le encantaba provocar a esta tímida chica, porque era muy consciente del efecto que tenía sobre ella.
Leila tragó saliva y finalmente miró esos ojos color esmeralda, que parecían tan profundos como un pozo.
Las mariposas en su estómago revolotearon de nuevo cuando le quitó las bragas, provocándole un estallido repentino de deseo.
Entonces una pregunta inesperada sorprendió a la chica: "¿Recuerdas qué día es hoy?"
"Mmm, no", murmuró, sin entender a qué se refería.
"Hace exactamente cinco meses tuvimos s*xo por primera vez", esta respuesta la dejó sin palabras.
De inmediato se sonrojó y bajó la mirada.
Se preguntaba cómo es que recordaba algo así.
Nate levantó su barbilla, besó sus labios muy suavemente y sus ojos se llenaron de lujuria.
No quería seguir esperando para f*llar con ella, si pudiera, lo haría ahora mismo en este lugar.
Sin embargo, Nate sabía que debía esperar hasta que ella se recuperara.
Después de quitarle toda la ropa, llevó a Leila al baño, abrió la ducha y ajustó cuidadosamente la temperatura del agua.
Él frotó suavemente su tersa piel con sus dedos y Leila cerró los ojos para disfrutar cada una de sus caricias mientras se mordía los labios para evitar gemir; pero cuando su mano comenzó a frotar su entrepierna, no pudo evitar que un gemido de placer escapara de su boca.
Este gemido finalmente hizo que Nate perdiera el control, así que siguió frotando su cl*toris sin parar; Leila, por su parte, rodeó su cuello con los brazos y se acercó más a él. El hombre presionó su cuerpo húmedo y desnudo contra la pared, besando sus labios y luego bajando por su cuello; ella arqueó la espalda ofreciéndole su pecho para que pudiera devorarlo mejor.
Leila volvió a gemir, podía sentir la erección de Nate rozando su pierna, se moría de ganas de que este hombre se corriera dentro de ella, pero él se detuvo de repente.
"¡M*erda!, ahora estás débil y no puedo hacerte esto", Nate luchó contra su bestia interior con todas sus fuerzas hasta que finalmente logró darse la vuelta y fue a buscar una toalla para secar a Leila.
La chica dijo lo primero que se le ocurrió, tratando de disimular su rostro ruborizado: "Mañana me iré del hospital. Tengo que asistir a la boda de Alice".
Al pensar en su amiga, un profundo suspiró salió de su boca; aunque debía estar feliz por ella, no podía estarlo, porque el novio no era Iván.
Alice accedió a casarse con Ben solo porque su mamá la amenazó de muerte.
"Está bien, iré contigo", respondió Nate, pero su expresión sombría y pétrea llamó la atención de Leila; sabía que este hombre solo hacía esa cara cuando estaba tramando algo.