Capítulo 53
1160palabras
2022-10-15 00:01
Nate corrió hacia el vacío y extendió las manos sobre la cerca, en un desesperado intento por atrapar a Leila. Sin embargo, ya era demasiado tarde. No pudo hacer nada para salvarla.
Leila se había ido, cayendo tan rápido como una pluma.
Nate no era capaz de procesar lo que acababa de ocurrir, y su cuerpo reaccionó por puro impulso. Entonces, agarró la barra superior y pasó las piernas por encima. Quería saltar y seguir a Leila. Sin embargo, Ivan lo agarró por la cintura para detenerlo y lo arrastró hacia un lugar seguro.

Nate dejó caer los pies en el suelo con las palmas sobre las rodillas. Mientras intentaba recuperar el aliento, agitó su mano hacia Ivan para indicarle que no quería que volviera a tocarlo.
Ella era todo lo que deseaba.
"¡Ja, ja! ¡Está muerta! ¡La p*rra está muerta!". El insultante regodeo de Sophia convirtió la dolorosa derrota de Nate en una furia desquiciada. Sophie estaba desprevenida mientras se reía a carcajadas, con el rostro contorsionado en horribles muecas.
Nate la agarró por el cuello y la golpeó violentamente contra el suelo. Nunca antes había golpeado a una mujer, ni siquiera lo había pensado. Pero en ese momento todo lo que deseaba era retorcerle el cuello y decapitar a esa p*rra.
El arma cayó de las manos de Sophia y golpeó el suelo de concreto. Luego, rebotó y se deslizó hacia Nate, terminando a unos escasos centímetros de él. Negándose a dejar pasar esa oportunidad, agarró el mango y apuntó a la loca con el cañón.
Sus ojos eran tan helados que no parecían tener escrúpulos.

Justo cuando estaba por apretar el gatillo, la policía entró y lo detuvo.
"¡Señor Hill, su esposa está viva! Sobrevivió a la caída porque logramos preparar el colchón de aire en el último momento", informó el oficial mientras quitaba el arma lentamente de su firme agarre. Nate se lo permitió de mala gana. Su cerebro aún no podía procesar esas palabras.
"¡No, no! ¡Esa p*rra tiene que morir! ¡No, dejadme matarla! ¡Tengo que acabar con Leila!", gritó Sophia incontrolablemente mientras intentaba deshacerse de la policía. Sin embargo, dos oficiales la sujetaron para esposarla y la arrastraron hacia la salida.
Solo entonces Nate entendió todo. Leila estaba viva.

Su esposa aún respiraba.
Le dio una última mirada fulminante a Sophia y bajó corriendo las escaleras. No podía esperar para ver a Leila y convencerse de que estaba bien.
Cuando salió del hotel, vio a los paramédicos metiéndola en una ambulancia. Ella respiraba, pero yacía inconsciente y pálida sobre la camilla. No había rastro de sangre en su cabeza ni en su cuerpo. Tampoco parecía tener heridas, por lo que estaría bien.
La policía, los paramédicos y el personal del hotel se ocuparon de atenderla. Al enterarse de que la señora Hill estaba en peligro, la comisaría y el hospital enviaron a sus mejores profesionales y los dispositivos más avanzados.
Todos sabían quién era Nate Hill.
No pudieron evitar secarse el sudor de la frente, esperando que la señora Hill no sufriera daños.
Ninguno de ellos quería tenerla en su conciencia, ya que enfrentarían la ira de su esposo si algo salía mal.
"Quiero que Leila sea transferida al mejor hospital de Londres", ordenó Nate. Había elegido el hospital Saint Thomas. Afortunadamente, estaba cerca de la escena del accidente, al otro lado del río Támesis.
Nate también llamó a su padre, ya que uno de sus viejos amigos trabaja ahí como médico. Quería que Leila tuviera todo lo mejor.
'Tiene que recibir la mejor atención posible', pensó mientras entraba a la ambulancia. No la dejaría irse sola.
Sin cuestionarlo, Ivan tomó su auto para seguirlos.
"¡Ten cuidado! ¡No quiero que mi esposa se lastime! ¡Conduce bien!", ordenó Nate al conductor de la ambulancia.
"¡Sí, señor!", respondió el hombre como si estuviera en el ejército. Nadie era lo suficientemente valiente como para oponerse a Nate Hill en esa situación.
El gerente del hospital reservó la habitación privada más espaciosa para Leila. Nate se sentó al lado de su cama y acarició sus manos.
Ni siquiera quería imaginar cómo se habría sentido si la hubiera perdido. Ese miedo aún persistía. Los médicos decían que ella estaría bien, pero Nate solo les creería cuando la viera levantarse de esa cama en perfectas condiciones.
Mientras la observaba con ternura, estudió su rostro y besó sus ojos cerrados, así como sus labios resecos.
Luego, le secó el sudor de la frente, aunque no tenía ni una sola gota.
Las horas pasaron demasiado lento, y Nate seguía esperando en su silla. Leila ya llevaba medio día inconsciente. Los padres de Nate habían llegado dos horas atrás. Estaban preocupados por Leila como si fuera su propia hija. Al parecer, se estaban encariñando demasiado rápido con ella.
Las Hills no podían esperar para que ella abriera los ojos. Sin embargo, también les estresaba ver a su hijo tan pálido y frágil.
"Hijo, tienes que estirar un poco las piernas. ¡Ve a dar un paseo! Yo la cuidaré", propuso Karen por centésima vez.
"No", respondió Nate como siempre. No quería dejar a Leila.
Habían asignado a seis médicos para que supervisaran la recuperación de Leila, todos hombres. Nate les ordenó que se aseguraran de que ella mejorara lo antes posible. En ese momento, dos de ellos entraron a la habitación. Nate observó cuidadosamente cada uno de sus movimientos mientras ellos revisaban a Leila.
Ya había perdido la cuenta de todas sus visitas.
No podía evitar tensarse al ver a tantos hombres tocándola, pero prefirió no decir nada y mantuvo sus celos bajo control.
'¡Estoy en el m*ldito hospital! Tienen que hacerlo', se dijo a sí mismo.
"Señor Hill, ¿podría venir a mi oficina?", preguntó el médico con mayor experiencia. Nate se levantó a regañadientes y, antes de cruzar la puerta, miró tres veces a Leila, quien aún yacía en la cama.
'¡Pobre de mi hijo!', pensó Karen mientras observaba el comportamiento de Nate. Nunca lo había visto tan devastado. Ni siquiera cuando descubrió a Selena engañándolo.
En la oficina, el médico no quiso explicar nada hasta que Nate no se hubiera sentado. Él se asustó porque pensaba que Leila tenía algo grave, así que obedeció.
Luego, el médico le mostró la placa de rayos X que le habían tomado a Leila.
"Su esposa recibió un golpe en la cabeza. No es nada grave, pero debemos tener cuidado de que no vuelva a suceder para evitar mayores daños", explicó.
"¿Y eso qué significa?", preguntó Nate.
"Significa que puede salir del hospital apenas se despierte, lo que suponemos que será mañana. Pero yo recomiendo que permanezca aquí un par de semanas. La cuidaremos bien, señor Hill". El médico intentó convencer a Nate, pero él no podía imaginarse a sí mismo sin Leila.
No soportaba dormir sin ella en su cama.
"No, me mudaré al hospital si es necesario, ¡pero estaré con mi esposa!", declaró Nate. Sus gélidos ojos no tenían ni un ápice de vacilación.