Jack Kim, el propietario y director ejecutivo de Fashion Muse, entró orgullosamente al último piso de su empresa y caminó hacia la puerta con una etiqueta que llevaba su nombre. El imperio que había estado construyendo durante años marchaba muy bien.
En su escritorio, se encontraba una taza de café fuerte que Amanda, su asistente y amante, había dejado. Tomó dos pequeños sorbos y observó el trasero perfectamente redondo y las piernas largas de Amanda, quien acababa de salir de su oficina.
Entonces, Jack Kim hizo lo que últimamente hacía cada mañana por órdenes de Nate Hil: llamar a la oficina del señor Robert Brown.
"Hola, Robert. Soy Jack Kim", se presentó. Sin embargo, Robert sabía quien lo llamaba y por qué. Algunas mañanas, era él quien lo llamaba primero.
"Señor Kim, estaba a punto de contactarme con usted. Ella no llegó esta mañana, y tampoco llamó a nadie para comentarle su ausencia. Es raro...", escupió Robert rápidamente. Estaba preocupado, así como Jack. La Corporación Hill era demasiado importante para su negocio, por lo que necesitaban prestar toda su atención a la señora Hill. Nate no se lo había dicho, pero él lo entendía.
Después de colgar, Jack hizo su segunda llamada de la mañana.
Nate estaba en su auto, conduciendo hacia Birmingham. Había una interesante oportunidad de inversión que deseaba revisar, y no estaba apurado. Se sentía bastante bien, y tenía una enorme sonrisa al recordar todo lo que hizo con Leila en la cama la noche anterior.
La propiedad inmobiliaria parecía ser prometedora en el contrato, pero Nate deseaba verla por sí mismo.
Recién había llegado a Oxford cuando Jack Kim lo llamó. Leila no había ido a trabajar ese día. Detuvo su auto junto a la carretera y la llamó varias veces, pero ella no contestó.
"¿Dónde estás, Leila?" preguntó en voz alta. Luego, llamó a la recepción del hotel donde se habían quedado la noche anterior y les pidió que revisaran su habitación. Tras dos minutos, le respondieron que Leila tampoco estaba ahí.
Un sensación de terror se apoderó de Nate, así que les ordenó que revisaran las cámaras de vigilancia. 'Birmingham puede esperar', pensó. Rápidamente le dio la vuelta a su auto y pisó con fuerza el acelerador.
Unos minutos después, el hotel lo volvió a llamar. Esta vez era el propio gerente.
"No te mereces esto, así que lo haré especial para ti", murmuró Sophia mientras apretaba el arma con fuerza. Había cambiado de opinión.
Leila Swift quería quitarle a Mark, y la p*rra ni siquiera lo amaba.
Aquella idea solo la molestaba más. ¡Esa mujer no se había ganado el derecho a morir fácilmente!
La haría sufrir por burlarse de Mark. No le dispararía como había planeado en un inicio. Esa p*rra no podía morir con tanta comodidad.
La haría caer desde el último piso del hotel, y vería su carne desgarrada mientras su sangre salía a borbotones. ¡Leila Swift debía morir horriblemente!
"¡Muévete!". Sin dejarla de apuntar con su arma, Sophia le ordenó que caminara frente a ella. No podía esperar para verla muerta. Subieron por las escaleras de incendios que estaba en el exterior del edificio.
Leila siguió sus órdenes para no irritarla más. Esperaba poder escapar en esta ocasión, pero ¿cómo? Nunca tenía buena suerte. Era como una abandonada muñeca de trapo. A nadie le importaba una mi*rda si vivía o moría, si estaba feliz o triste.
Por una fracción de segundo, Leila deseó que Nate viniera a rescatarla, pero luego no pudo evitar burlarse de sí misma. '¡No naciste ayer, Leila! ¡Tienes que detener esa est*pida fantasía! No eres nada para él. Nate no podría preocuparse menos por ti. ¡Él ya tiene a Selena! ¡Tú solo eres su juguete!’. Su corazón se llenaba de amargura cada vez que los recordaba juntos.
Cuando llegaron al último piso, ambas mujeres salieron al techo. Sophia hizo que Leila caminara hacia la cerca.
"¿Sabes? ¡No eres la primera!", exclamó Sophia. "Antes que tú, había una mujer que fingía amar a Mark. Quería robármelo. ¡Tal y como tú lo intentaste, p*rra!".
El cielo estaba sombrío, y había mucho viento. Leila se estremeció de miedo al comprender que la chica estaba loca. Todas sus extremidades comenzaron a temblar cuando se asomó hacia el vacío.
"Era una z*rra como tú, y la odiaba. ¡Era tan asquerosa que la maté! ¡Y ahora te mataré a ti también!", agregó Sophia. Sus palabras congelaron a Leila hasta los huesos. La loca no parpadeaba ni mostraba nada de remordimiento.
Tal vez incluso estaba gravemente enferma. Sus manos sostenían el arma con demasiada tranquilidad, y tenía una expresión tan dura como una piedra. Leila ya se estaba preparando para lo peor.
'¡Moriré aquí! Nadie vendrá a rescatarme', pensó con los ojos cerrados.
"¡Baja el arma y suelta a Leila!", De repente, la tranquila voz de Nate resonó por todo el lugar. Con un estremecimiento, Leila abrió los ojos y volvió la cabeza.
Cuando sus ojos se encontraron, todo lo que ella deseó fue correr y arrojarse a sus brazos para encontrar seguridad.
Nate también la miró.
Sus puños se apretaron.
Cuando llegó con sus subordinaron a la puerta que conducía al techo, la abrieron y encontraron a Leila en el borde de la cerca. Su corazón dio un vuelco debido al horror. Era como si sus pulmones no tuvieran aire porque no podía respirar.
Pero tenía que mantener la calma por Leila y hacer que esa loca entrara en razón. Era capaz de cualquier cosa para que su esposa siguiera con vida.
"¡Suelta a mi esposa!", exclamó Nate. Casi lo deletreó para que ella entendiera.
"¿Tú eres Nate Hill, verdad? ¡Vaya, qué sexy eres! ¡Pero aun así eres un completo estúpido!", respondió Sophie. Nate la observó fijamente, pero ella no sentía miedo en absoluto. Se estaba riendo como una desquiciada. "¡Te haré un favor! Esta mujer que llamas esposa, bueno, ¡te está engañando! ¡Déjame ayudarte a darle una lección!", explicó mientras presionaba el arma contra las costillas de Leila.
Nate mantuvo el control de su furia. Tenía que distraer a Sophia para sacarla de ese lugar.
La policía aún no llegaba, pero esperaba que lo hicieran en cualquier momento.
"¡Primero deberías ocuparte de Mark Bernard, cariño!", resopló Nate burlonamente. "Ahora mismo se está besando con una mujer en el vestíbulo del hotel. Los acabo de ver".
"¡Estás mintiendo! ¡El tío Mark es mío! ¡Solo puede amarme a mí!", gritó Sophia furiosamente. Luego, se volvió para apuntar a Nate con el arma. Nate estaba más tranquilo. Había logrado hacer que la chica apartara el arma de Leila.
Ahora sus hombres podían dispararle a Sophia.
Sin embargo, antes de que Ivan o cualquiera de los guardaespaldas pudieran reaccionar, Leila corrió hacia adelante. Había entrado en pánico cuando vio a Sophia apuntando a Nate.
No quería que él resultara herido. Temía que lo mataran.
Al verla moverse, Sophia apretó el gatillo. En ese preciso momento, Leila la empujó con todas sus fuerzas.
El arma se disparó en el aire. Sophia había querido dispararle a Nate, pero Leila hizo que su mano se desviara. Una bala voló unas pulgadas encima de la cabeza de Nate, fallando su objetivo.
Él la sintió pasar tan cerca que percibió la alteración en el aire. No obstante, se quedó quieto. No la esquivó ni tuvo miedo en absoluto. Lo único que le preocupaba era Leila. Si ella sufría algún daño, haría pedazos a esa loca y mandaría explotar el hotel.
Mientras todos seguían mirando hipnotizados el rostro de Nate, Sophia se volvió hacia Leila.
"¡Muere!", gritó empujándola del techo.
"¡Leila!", exclamó Nate corriendo hacia la cerca.
"Adiós, Nate", murmuró ella. Su mente evocó todos los recuerdos que había compartido con él. Volvió a cerrar los ojos y se dejó caer.