Leila dio vueltas sobre la cama medio dormida y extendió la mano en busca del cálido cuerpo de su esposo. Nunca se cansaría de este hombre y, esta mañana, por fin tenía ganas de tomar la iniciativa.
Nate había vuelto con ella y estaba durmiendo a su lado. Leila incluso soñó que nunca se había divorciado de ella.
Sin embargo, sus dedos tocaron algo demasiado suave para ser Nate.
Entonces se frotó los ojos y, cuando los abrió, sintió una punzada de dolor en el corazón. Era solo una almohada y sí se había divorciado de ella. A pesar de esto, se había acostado con él. Su olor tentador e irresistible seguía presente en el colchón.
Se giró hacia el lado de la cama donde él había dormido, enterró la cara en la almohada e inhaló su fragancia con un triste jadeo.
Nate ya se había ido de su habitación de hotel, dejándola decepcionada una vez más. Ni siquiera se había despedido de ella.
“No significo nada para él. Solo le gusta f*llarme, tal y como me dijo una vez”, pensó.
Cansada de abrazar su almohada y sentir autocompasión, se sentó en la cama y cogió su móvil de la mesita de noche. Era casi mediodía y era hora de volver a la realidad.
Vio varias llamadas perdidas y mensajes pendientes. Todos eran de Mark, ni uno solo venía de Nate.
“Pero ¿qué esperaba? ¿Que me llamara?”, se susurró a sí misma, lamentando lo que había pasado la noche anterior. Después de todo lo que le había hecho pasar, había dejado que la usara para una noche más de s*xo. ¿Cómo había podido ser tan est*pida?
Se sentía como una cualquiera. ¿Por qué no podía resistirse a ese imb*cil? Su mente, ahora despierta por completo, comenzó a atormentar su alma.
Se tomó un tiempo para leer todos los mensajes de Mark y llegó rápido al último de ellos. En él, le pedía que lo viera en el campo de tiro al lado del hotel.
Ahí era donde la fiesta de Jack Kim continuaría este día.
No tenía ganas de ir, pero no le quedaba otra opción. Entonces, se levantó con pereza de la cama y observó preocupada las marcas que Nate le había dejado por todo el cuerpo con sus besos. Se sentía agradecida de haber traído una blusa de manga larga. Se vistió y cubrió todas las marcas, menos una diminuta en su cuello.
Pensó que una gota de base de maquillaje sería suficiente para cubrirla.
De repente, escuchó unos golpes en la puerta y exclamó: “¡Adelante!”. Era el personal de servicio a la habitación. La trabajadora le dijo que el Sr. Bernard le había pedido el almuerzo.
Pensó que era muy dulce de su parte. Justo cuando se estaba preparando para comer, volvieron a llamar a la puerta.
“Srta. Swift, el Sr. Hill nos pidió que le trajéramos el almuerzo”, le informó otra trabajadora del hotel. Leila no pudo evitar sonreír para sus adentros mientras movía a un lado de la mesa la comida que Mark había ordenado para ella.
Se sorprendió al darse cuenta de que Nate sí había pensado en ella. Además, había adivinado sus gustos a la perfección, él sabía mejor que nadie lo que le gustaba. Le había mandado salmón y vegetales con arroz. ¡Lucía delicioso!
Cuando terminó de comer, salió de su habitación y del hotel. Por fin estaba en el exterior y el aire fresco la ayudó un poco a aclarar su mente. El clima era agradable, soleado y sin nada de viento.
Dio una corta caminata hasta donde estaba el campo de tiro. El lugar estaba rodeado de árboles, y una pantalla de cristal transparente lo protegía del sol, el viento y la lluvia. Lo primero que vio fue a Mark entre al menos otras treinta personas.
“Me siento segura con Mark”, repitió para sus adentros mientras entraba al campo. Todos llevaban gafas de seguridad y protección para los oídos.
Leila caminó con confianza hacia su acompañante, que ya estaba manipulando un arma, y lo saludó muy contenta. No obstante, notó que Nate estaba de pie junto a él. Lucía tan sensual como siempre, también tenía un rifle en sus manos y apuntaba al blanco de tiro.
Lo miró varias veces en secreto mientras Mark le entregaba unas gafas y tapones para los oídos. De ahora en adelante, ignoraría a este b*stardo.
“¿Comiste algo?”, le preguntó Mark justo cuando Leila notó que Selena también estaba aquí. Se paró detrás de Nate, riendo a carcajadas por algo que él le acababa de decir. Tras esto, el hombre disparó y consiguió el puntaje más alto.
“Sí, gracias por mandarme algo de comer”, respondió con una sonrisa mientras se ponía las gafas de seguridad. Mientras tanto, la rubia miraba a Nate con mucha ternura y actuaba muy dulce con él.
¿Por qué no debería hacerlo? Después de todo, estaban comprometidos.
Leila se irritó al ver a Nate con Selena y apartó la mirada de ellos al instante.
La bailarina también notó que Leila estaba aquí. Al principio, se puso nerviosa por la presencia de la exesposa de su prometido, pero pronto se relajó porque pensaba que ya no era un problema para ella. Además, Nate tampoco parecía afectado por la presencia de su exesposa, así que ¿por qué debía afectarla si a él no le importaba?
“Al fin y al cabo, se divorció de esa mujer y ya no tiene nada que ver con ella”, pensó Selena.
“¡Leila! ¿Qué es eso?”, preguntó Mark de repente, tocando el cuello de su blusa con su dedo. Estaba señalando el lugar donde Nate había dejado su mordisco de amor. Leila se estremeció y su cabeza comenzó a dar vueltas.
“Ah, debe haberme picado un mosquito”, le sonrió con nerviosismo mientras veía de reojo a Nate sonriendo satisfecho. Él había escuchado su respuesta. Entonces la chica tomó un rifle para ocupar sus manos y calmar su ansiedad.
Leila nunca había disparado, así que no tenía ni idea de qué debía hacer a continuación.
“Ah, sí. Escuché unos zumbidos anoche. Tuve suerte de que no me picaran a mí también”, comentó Mark. Luego se acercó a ella y le dijo: “¡Déjame enseñarte!”. La abrazó por detrás, colocó sus manos sobre las de ella y las presionó contra el arma.
Leila se sentía incómoda porque no estaba acostumbrada a tener este tipo de intimidad con Mark. Justo cuando estaba a punto de apartar sus manos, la voz de Nate atravesó el aire con fuerza.
“¡No te atrevas a tocar a mi esposa!”.
Se quedó helada mientras sentía que todos dejaban de hacer lo que estaban haciendo para mirar a Nate, Mark y ella misma. Su jefe estaba tan atónito como ella.
Giró hacia Nate poco a poco y vio que tenía un rifle en las manos. Estaba apuntando a Mark con el ceño fruncido por los celos y la ira. Leila no podía creer lo que veía. El hombre detrás de ella no le quitó las manos de encima en ningún momento, lo más probable era que hubiera sido por el desconcierto.
El silencio a su alrededor se convirtió en un susurro y los presentes comenzaron a murmurar entre ellos.
Nadie sabía que Nate Hill había estado casado o que Leila era su esposa. Todos pensaban que pronto se casaría con Selena Samuel.
Los curiosos se quedaron en silencio de nuevo cuando Nate volvió a hablar.
“Quita tus manos de mi esposa o te dispararé. ¡Créeme, te mataré!”. Su expresión era seria y su voz, sin duda alguna, amenazante. No lo decía solo para intimidarlo.
Apretaría el gatillo si lo consideraba necesario. Mark por fin entendió lo que estaba pasando y retiró sus manos del cuerpo de Leila.
“Ven, cariño”, le ordenó Nate a su esposa. Sus palabras hicieron que ella y su acompañante volvieran en sí. La mujer no se alejó ni un centímetro de Mark, tan solo se quedó mirando a Nate boquiabierta.
Mark tampoco se alejó de ella. “¿No os habíais divorciado?”, se atrevió a preguntarle a Nate, pero él lo ignoró y se acercó a Leila todavía apuntándole con el rifle. La chica se asustó porque sabía muy bien lo loco que podía ponerse, así que se giró hacia su jefe para decirle que todo estaba bien y que se lo explicaría más tarde.
Nate se sintió satisfecho al escuchar su respuesta.
“¡Yo te enseñaré a disparar!”, le dijo con orgullo, casi como reclamando su derecho sobre Leila. Luego tiró de ella para besarla en el cuello y dejar otra de sus marcas. Después, le lanzó una mirada larga y desafiante al otro hombre.
Mark entendió el mensaje y apretó los dientes sin poder hacer nada al respecto. Solo podía verlos.
“No me siento bien. Quiero irme”, le dijo Leila a Nate, medio enfadada y medio avergonzada por su reacción.
Él no tenía ningún derecho a comportarse así con ella ni mentirles a todos los presentes diciendo que era su esposa. No sabía qué pretendía. Creía que Nate tan solo estaba jugando uno de sus est*pidos y malvados juegos con ella otra vez.
Él había sido quien le había pedido el divorcio. No la quería para él, pero tampoco podía soportar verla con otros hombres.
“¡Si quieres irte, entonces nos iremos!”. Leila lo escuchó y supo por su voz que se había vuelto más dominante. Sin previo aviso, Nate hizo algo que le demostró que tenía la razón.
La cargó en sus brazos.
Sus acciones volvieron a sorprenderla.
“¡Nate, bájame! ¡Por favor!”. Se sonrojó y le pidió en voz baja que la soltara mientras trataba de todavía sonar seria.
A pesar de esto, Nate la ignoró y caminó con ella en sus brazos. Leila no tenía más opción que aceptarlo. Las personas a su alrededor los miraban y ya habían comenzado a sonreír. Entonces, Leila lo abrazó del cuello y hundió la cara en su pecho, avergonzada y tímida, para dejarlo hacer lo que quisiera.
“¡M*ldito seas, Nate Hill!”, lo maldijo en su mente mientras admitía para sí misma que en realidad lo estaba disfrutando.