Capítulo 44
1630palabras
2022-10-06 00:02
“Ya llegamos, amor”. Ben abrió la puerta y le sonrió a Alice como si no pasara nada e hicieran esto juntos todos los días.
Ella por fin entendió lo que él quería y abrió los ojos como platos. No era otra de sus est*pidas bromas. Se enojó con él al instante, pero no estaba segura de si también debía dirigir su ira hacia su padre porque no sabía si él tenía algo que ver con esto.
Aunque, si hubiera sido así, no se habría sorprendido. Al fin y al cabo, sabía lo que esperaba de ella respecto a Ben.

“¿Qué? ¿Hablas en serio?”. Entrecerró los ojos y lo enfrentó. Estaba borracho y más audaz que de costumbre.
Resultó que, después de todo, no tenían habitaciones de hotel separadas.
Además, se dio cuenta de que no conocía a Ben tan bien como creía.
Le había preguntado durante toda la noche sobre la tarjeta de acceso para su propia habitación y, cada vez, él inventó alguna excusa. “Fui una tonta por haber confiado en él”, pensó.
“Es la mejor habitación para recién casados que tiene este hotel”. Ben bajó la voz, acercando su cuerpo a Alice. Entonces reveló sus verdaderas intenciones, fantaseaba dormir con ella en esta habitación que estaba a su nombre.
“¡Sigue soñando, Ben! No me quedaré. ¡Llamaré un taxi y volveré a casa!”, gritó la chica, convencida de que podía lidiar con el hombre frente a ella. Sin embargo, Ben no era el caballero que le había hecho creer y mostró su verdadero rostro.

“¡Vamos! ¡Deja de fingir!”. Tiró de ella por el brazo para traerla de vuelta a la habitación de hotel.
Alice lo empujó hacia atrás, tratando de gritar que no, pero el b*stardo giró frente a ella y se arrojó sobre su cuerpo para silenciar su grito. Quería obligarla a besarlo. Ella luchó con toda su fuerza mientras seguía rechazándolo hasta que por fin logró arañarle la mejilla.
Luego le dio un ligero rodillazo en la entrepierna, lo que lo hizo gemir de dolor. No obstante, se apresuró a levantarse y siguió agrediéndola.
“¡¿Qué demonios está pasando?!”. El corazón de Alice dio un vuelco al escuchar una voz en el pasillo. Tenía una mano sobre la boca de Ben, que seguía insistiendo en besarla, mientras la sujetaba de la cintura y la arrinconaba contra la pared.

Ella colocó su rodilla entre sus muslos para mantener al menos cierta distancia entre sus cuerpos.
De repente, escuchó a Iván correr hacia ellos y apartar a Ben de su lado. Después, le dio varios puñetazos en la cara una y otra vez sin parar.
“¡Ya basta! ¡Fue suficiente, Iván! Estoy bien”, gritó Alice, sujetando su mano.
Logró tranquilizarlo. La tomó de la mano y la llevó hacia la salida del hotel. Dejaron al hipócrita de Ben con la nariz ensangrentada y tirado en el suelo, pero a Alice no podía importarle menos.
 
Iván abrió la puerta de su coche y ella se sentó a su lado.
La chica no podía dejar de mirar su hermoso rostro ni sus fuertes manos sobre el volante. Era un conductor hábil. “¡Demonios! Puede hacer de todo”, pensó Alice sonrojada.
Los recuerdos de ambos en la cama volaron frente a sus ojos. Eran momentos que deseaba volver a vivir. No podía contener su deseo por Iván. Incluso después de no haber sabido nada de él y no haberlo visto durante varios días, lo que sentía por él no había cambiado.
“¿Estás bien?”, le preguntó por quinta vez desde que habían subido al coche. Estaban pasando por el río Támesis camino al sur de Londres.
“¿Adónde me lleva?”, se preguntó, pero no dijo nada. Solo estaba segura de que no la llevaría de regreso a casa. Dondequiera que decidiera que debían pasar la noche, ella estaba segura de que estaría a salvo con él.
¡Estaría protegida a su lado!
“Sí…”. Alice sonrió relajada. Apreciaba que se preocupara por ella porque significaba que le importaba. Estaba segura, podía sentirlo. Iván podía decir lo que quisiera, pero sabía muy dentro de ella que él no era tan indiferente como fingía ser.
Lo que habían tenido, o todavía tenían entre ellos, también había significado algo para él. Nada podría hacer que Alice pensara diferente.
Iván condujo más al sur, pasando por los vecindarios de Brixton, y Streatham, hasta llegar a Croydon. Cuando por fin se detuvo, aparcó su coche en un aparcamiento sombrío en las profundidades de Croydon.
Las luces estaban apagadas, así que echó un vistazo por la ventana para tratar de ver al menos algo.
Sin embargo, afuera todo estaba en completa oscuridad. Lo único que pudo ver fue una docena de coches aparcados alrededor. No estaban solos.
“No tengas miedo”, le dijo Iván en voz baja. Había confundido su curiosidad con ansiedad. Lo último que ella sentiría a su lado sería miedo.
“No tengo miedo”, respondió. Iván bajó del coche para abrirle la puerta poco después. Luego tomó su mano y le mostró el camino, llevándola con delicadeza detrás de él.
Alice por fin pudo ver un edificio de almacén abandonado bajo la tenue luz de la luna. Luego escuchó un ruido que provenía del interior. Eran gritos de emoción.
“No sé si te gustará, pero creo que es lo que necesitas ver ahora mismo”, dijo Iván con una pequeña sonrisa antes de llamar a la puerta. Un portero que se parecía mucho a Hulk abrió. Era tan musculoso como el héroe de historietas, solo que no era verde.
En cuanto el hombre vio a Iván, se hizo a un lado y los dejó pasar.
Al principio, las luces brillantes cegaron a Alice, por lo que parpadeó un par de veces hasta que por fin pudo ver su entorno.
“¡Es un club de pelea!”. Miró a Iván, y exclamó con entusiasmo y las pupilas dilatadas por la emoción. La acababa de traer a un club de pelea clandestino, una de esas cosas ilegales que pensó que nunca vería en su vida.
“¿Quieres que nos vayamos?”, preguntó Iván porque sabía que no era el lugar adecuado para una chica de su clase social.
“¡No!”, gritó Alice muy segura. Siempre había querido asistir a algo así de salvaje y prohibido. Tal vez la asustaba un poco, pero deseaba quedarse. Sobre todo, porque Iván la estaba sosteniendo de la mano con fuerza, haciendo que todo el miedo dentro de ella se disipara.
No había un cuadrilátero, solo una colchoneta de gimnasia en el medio con unos reflectores iluminando a los hombres que peleaban sobre ella. Había muchas personas de ambos sexos alrededor de los luchadores. Peleaban usando sus piernas y manos, e incluso se golpeaban las cabezas entre sí. Alice se tapó los ojos un par de veces, pero siguió mirando a través de sus dedos.
Iván no soltó su mano en ningún momento.
Sin embargo, cuando Alice giró a su derecha, vio a la mujer de cabello azul caminando hacia ellos con una sonrisa y soltó la mano de Iván.
“¡Oye!”. Él la miró y volvió a sujetar su mano. Después, la acercó a su cuerpo justo en el momento en que llegó Emma, saludándolos.
“Alice”. La chica de cabello azul inclinó la cabeza cerca de su oído y susurró: “No soy su novia. Este imb*cil me pidió que fingiera”. Alice abrió los ojos de par en par. Miró a Emma y luego a Iván.
El m*ldito sonrió con los hombros encogidos en lugar de darle una explicación razonable. Alice estaba feliz y enojada al mismo tiempo por lo que acababa de escuchar. Esperó a que Emma se fuera para poder lidiar con él.
“¡Claro que me escuchará!”, se dijo a sí misma.
“¡Oye! ¡¿Por qué lo hiciste?!”. Cuando Emma por fin se alejó de ellos, corriendo para saludar a otros amigos, Alice miró a Iván. Él le devolvió la mirada y fijó su vista en sus labios, desesperado por saborearlos. Entonces levantó las manos como si se rindiera porque sabía que ella no dejaría que la tocara hasta que le explicara todo.
“¡Ay, Alice! ¿Quieres saber por qué?”. Él suspiró.
“Bueno…”. Ella quería insistir con su pregunta, no dejaría que se saliera con la suya.
“Vale. Soy un huérfano y pasé mi adolescencia en lugares como este…”. Iván comenzó a hablar e hizo una pausa por un momento. “No fue fácil para mí. De seguro Alice entenderá”, pensó.
“¿Y…?”. Ella le pidió que continuara y sujetó sus manos, mirándolo con ternura.
“Luego conocí a Nate y nos hicimos amigos. Le pidió a su padre que me apoyara en la universidad y, después, me ofreció un trabajo. Sin embargo, esto es lo que soy, pertenezco a este lugar. Muchos hombres ricos venían y nos pagaban para ser sus sacos de boxeo. Así es como me ganaba la vida antes de conocer a Nate”. A excepción de su amigo, no le había contado a nadie sobre cómo era su vida antes, pero pensó que Alice necesitaba saberlo.
“Pero ¿eso qué tiene que ver con nosotros, con lo nuestro?”, preguntó Alice, sin entender lo que quería decir.
“¡Te amo, Alice! Pero no soy bueno para ti. No soy nadie, no te merezco”.
“¡Esa es la est*pidez más grande que he escuchado!”, gritó y sonrió al mismo tiempo. “¿De verdad cree que esto me mantendrá alejada de él?”, se preguntó a sí misma.
“¡No lo es! Alice, no puedo darte lo que quieres y necesitas ni mucho menos un futuro feliz”, explicó Iván en voz baja lo que creía que era la verdad.
“¡No seas est*pido! Pase lo que pase, no me alejaré de ti. ¡Me quedaré contigo!”. Alice lo regañó mientras rodeaba su cuello con sus brazos, y lo silenció con un beso apasionado y salvaje.
 
Por otro lado, Emma sonrió a lo lejos, mirándolos desde una distancia segura.