Leila abrió los ojos de par en par cuando escuchó que Mark llamaba a la puerta. No podía creer que esta m*erda estuviera sucediendo en este momento.
“¡Nate, es Mark!”, susurró contra la boca de su exesposo mientras el pánico se apoderaba de ella. Esperaba que reaccionara de alguna manera, pero a él parecía no importarle el hombre detrás de la puerta o lo que acababa de decirle.
En cambio, presionó sus labios contra los de ella más fuerte y recorrió su cuerpo con sus manos, apretándola más cerca.
Leila intentó alejarlo, pero esto tampoco lo detuvo. Seguía imparable con sus caricias y toques apasionados. Sus besos la desafiaban mientras su lengua dentro de su boca se volvía más exigente.
“¡Leila!”. Mark volvió a llamar a la puerta.
Solo se le ocurrió una forma de hacer que Nate se detuviera. Mordió su labio inferior con fuerza. Él frunció el ceño y se apartó de ella al instante. Luego se acostó en su lado de la cama y cerró los ojos como un niño castigado.
Leila se sentó y cogió una toalla para cubrirse.
“¿Qué sucede, Mark?”, preguntó a medida que se acercaba a la puerta, sin siquiera considerar abrirla.
“Traje algunos bocadillos y vino. Tal vez podamos conversar un poco”, sugirió Mark. “¡Claro! ¡¿Por qué no?!”, pensó Leila con sarcasmo, imaginando lo maravilloso que sería esa conversación con Nate en su habitación.
“En otro momento, Mark. Estoy cansada y tengo sueño”. Lo rechazó, tratando de sonar educada, incluso bostezó para sonar más convincente.
“¡Entiendo! Pero al menos déjame verte”, le pidió, sin mostrar ninguna intención de dejarla en paz. Leila estaba a punto de rechazarlo, pero Nate se le adelantó y caminó hacia la puerta.
Al ver que ya había puesto la mano sobre el pomo, Leila imaginó lo que podría pasar si la abría, así que tiró de él de inmediato.
“¿Qué…?”. Nate trató de protestar, pero ella se puso de puntillas sin dudarlo y pegó sus labios contra su boca para callarlo. Su beso funcionó en él como si fuera magia.
Sin embargo, un beso inocente no era suficiente para Nate. Le dio la vuelta y la inmovilizó contra la puerta, besándola como un loco.
“Leila, ¿qué sucede? ¿Puedes dejarme entrar?”. Ella volvió a escuchar la voz de Mark. Intentó despegarse de Nate, pero no la dejó. Sus labios recorrieron su cuello, pasaron por sus pechos y, al final, le quitó la toalla.
Las manos traviesas de Nate exploraron todo su cuerpo. Rozó la suave piel de su vientre, sus senos y sus muslos con sus dedos. Leila tuvo que morderse los labios para evitar gemir mientras su mente nublada pensaba en qué debía decirle a Mark.
“No… No pasó nada. Ya… Mmm”. A pesar de sus intentos, no pudo evitar gemir en voz baja. “Ya iré a dormir. ¡Buenas noches!”. Se las arregló para hablar entre sus pesados jadeos mientras Nate chupaba sus p*zones con fuerza. Él bajó los dedos entre sus piernas, y sintió que estaba excitada y mojada para él.
“Vale. Entonces, supongo que buenas noches. ¡Hasta mañana, Leila!”, respondió Mark decepcionado. Leila creyó escuchar sus pasos alejándose por el pasillo y suspiro aliviada. Se olvidó de que él había estado aquí y solo podía concentrarse en el hombre que estaba en la habitación con ella.
Sin importar que, no podía resistirse a él, pero al menos había podido responderle a Mark.
Nate la sujetó de la cintura y caderas mientras la llevaba de regreso a la cama. Ella se balanceaba bajo su cuerpo porque él no había dejado de besarla ni una sola vez.
Leila respondió con deseo, ofreciéndole sus labios. Rodeó su cuello con sus manos, abrazó sus hombros varoniles y deslizó sus dedos por su espalda, acercándolo y queriendo más de él.
Lo había echado de menos, sus caricias, su olor y este fresco sabor dulce que saboreaba en sus labios.
Él dominaba su boca con la suya y enganchaba su lengua a la de ella en un salvaje baile arremolinado. Sus manos paseaban por todo su cuerpo desnudo. De pronto, la parte trasera de las piernas de Leila golpearon el borde del colchón. Nate la empujó sin demasiada delicadeza sobre la cama y se subió sobre ella de inmediato. Abrió sus muslos y se sumergió entre ellos.
Ya no podía seguir esperando porque esta mujer lo enloquecía.
Estaba loco de deseo por ella. Era todo en lo que había pensado estos últimos meses. La estaba besando con locura, a punto de por fin conseguir lo que tanto quería. Leila era la razón por la que estaba tan caliente. Solo ella estaba en su mente y no le permitía f*llar con ninguna otra mujer.
Nate no había tenido s*xo durante estos últimos tres meses, solo podía soñar con hacerlo con ella. Se sentía confundido porque nunca había experimentado este tipo de lujuria. Nunca antes había estado tan desesperado por una sola mujer.
“¿Qué me hizo?”, se preguntó.
Nate no le había mostrado a Leila que la presencia de Mark lo molestaba, pero era así. Una única pregunta lo torturaba por dentro, si Mark había tocado a su mujer. Esperaba que no fuera así, pero no quería pensar en preguntárselo.
Decidió que no le mostraría sus celos.
Leila envolvió sus piernas alrededor de la cintura de Nate y sintió su erección contra su suave vientre. No pudo evitar gemir cuando la cálida boca de este hombre succionó sus p*zones endurecidos. Sus labios chupaban mientras su lengua vibraba.
Su mente dejó de funcionar por completo y dejó que este horrible deseo la dominara.
Ya no podía seguir aguantando, así que comenzó a retorcerse bajo los ataques lujuriosos de Nate. Sin embargo, él la sujetó de las caderas para mantenerla quieta y la obligó a soportar su deseo. Su cuerpo estaba en llamas y su mente era un desastre.
“¡Por favor, Nate! ¡Por favor!”. Él escuchó los ruegos de Leila. Sonaba como la sinfonía más dulce para sus oídos, por lo que decidió cumplir su deseo. “Ella también quiere esto”, pensó.
Colocó su miembro dentro de ella sin perder el tiempo y la llenó hasta no poder entrar más.
“¡Mírame!”, le ordenó mientras permanecía dentro de lo más profundo de ella por un momento. Leila obedeció y lo miró a los ojos.
“¿Te follaste a ese imb*cil de Mark?”. Nate no pudo evitar preguntar mientras sentía sus paredes apretadas y cálidas alrededor de su p*lla, y miraba su hermoso rostro muy de cerca.
“No”. Leila resopló un poco irritada por su pregunta.
Nate salió de su interior tan lento que era como una tortura mientras hacía que lo mirara a los ojos. Estaba satisfecho con su respuesta, su corazón estaba en paz. Luego entró un poco más fuerte y más profundo dentro de ella.
Leila no podía dejar de gemir, sintiendo cómo se movía en su interior.
Sus movimientos eran salvajes. La golpeaba muy rápido y profundo. Ella arqueó la espalda y levantó las caderas para encontrarse con él a mitad del camino. Nate no pudo contener todo su deseo reprimido y lo arrojó todo sobre la mujer debajo de él. Pensó que debía reducir la velocidad y ser más suave.
No obstante, una vez dentro de ella, era imposible para él controlarse. Leila era la única mujer que deseaba ahora y no tenerla había sido un tormento que por fin había terminado.
Siguió empujando, deslizándose dentro y fuera de ella a la perfección. No podía dejar de mirarla a los ojos. Estaba hipnotizado por esta escena, los sonidos y la sensación en general.
Leila vio cómo se balanceaba sobre ella mientras sentía que sus paredes internas se tensaban a su alrededor. Cuando por fin explotó, no pudo dejar de gritar su nombre. Su cuerpo se estremeció en oleadas interminables de placer y sus piernas temblaron sin control alrededor de su cintura.
“¡¡¡Ah!!! ¡¡Nate!!”. Solo escuchar a Leila gemir en su cuello mientras su org*smo disminuía fue suficiente para que Nate también llegara al límite.
Soltó un gemido justo después de ella y se retorció en su interior en éxtasis. Creía que aquí era donde debía quedarse para siempre. Desaceleraron hasta por fin detenerse, Nate se dejó caer sobre ella durante un rato con los dedos de sus manos entrelazados.
Pronto, Leila vio que Nate se había quedado dormido. Lucía muy pacífico y satisfecho, pero ella tenía un caos en su cabeza de sentimientos encontrados mientras observaba al hombre a su lado. También estaba feliz y satisfecha, pero a la misma vez se sentía avergonzada por no haberse resistido.
“¿Por qué no pude resistirme a él? ¿Por qué no puedo decirle que no?”, se preguntó.
De repente, la culpa la poseyó al recordar que Nate estaba comprometido con Selena. Había tenido s*xo con él, pero ya no era su esposo, sino el prometido de otra mujer. “Bueno, no es como si hubiera sido mi esposo, al menos no de verdad”.
“Nate nunca me amó y nunca me amará”, pensó, luchando contra sus lágrimas.
“Te eché mucho de menos, Leila”, susurró Nate en voz baja. Ella se sobresaltó al escucharlo y sintió escalofríos por toda su espalda.
Lo observó, segura de que estaba hablando dormido.
“Yo también te eché de menos, Nate”, respondió en voz baja.
De pronto, él abrió los ojos y la miró.
“¡No estabas dormido!”. Leila entró en pánico y se alejó un poco de él, pero Nate estiró sus manos para no dejarla escapar. La tomó de la cintura, tiró de ella y comenzó a besar su cuello.
Luego deslizó su boca hacia abajo sobre sus pechos y después sobre su vientre para abrir sus piernas una vez más. Colocó la cabeza entre ellas y, mientras Leila lo sujetaba del cabello, su lengua traviesa comenzó a dar vueltas alrededor de su punto pequeño y dulce.
En poco tiempo, Nate hizo que el cuerpo de Leila volviera a estallar con un placer salvaje.
De inmediato, se subió sobre ella una vez más, y comenzó a moverse lento, con toques suaves y gentiles.
Esta vez, estaban haciendo el amor de manera lenta y constante. La diferencia era evidente para Leila. Se quedaron así, con los cuerpos enredados, hasta el amanecer.