Capítulo 42
1743palabras
2022-10-04 00:02
Alice estaba triste sentada junto a la piscina del hotel, sola con sus pensamientos.
Sabía que su padre quería que se casara con Ben Jones. Solo era por el dinero que la empresa de su familia necesitaba.
Entonces, cuando Ben le pidió que fuera su cita para la fiesta de Jack Kim, aceptó por su padre. Además, pensó que tal vez era el momento de ver si algo cambiaría entre ellos, pero todo seguía igual.

Era tan indiferente con él como lo había sido durante estos últimos meses. A pesar de esto, a Ben no parecía molestarle su actitud fría, repetía como un loro que solo era cuestión de tiempo.
Sin embargo, Alice sabía que enamorarse no tenía nada que ver con el tiempo. Era el hombre que sus padres habían elegido para ella, no el que quería para sí misma.
Otro hombre ya tenía su corazón.
Solo pensar en Iván le hizo querer huir de Ben, así que lo hizo. Él ni siquiera notó que se había ido y seguía hablando con algunos de sus amigos.
Abrazó sus rodillas y observó a su alrededor con la mirada perdida. Su corazón se calentó un poco al ver a Leila y Nate en un rincón oscuro. Se estaban besando como si murieran el uno por el otro. Verlos así le dibujó una sonrisa en su rostro.
Así era como lucía el verdadero amor. Creía que Leila y Nate habían tenido suerte de haberlo encontrado.

Apartó la mirada lejos de la pareja que se estaba abrazando con fuerza y miró en dirección a la piscina. Contempló la superficie del agua oscura, tranquila y suave mientras la invadía la melancolía. 
“Necesito un trago”, susurró para sí misma, poniéndose de pie.
En un abrir y cerrar de ojos, llegó junto a la mesa de bebidas. Optó por un whisky con cola y se lo sirvió ella misma.
Cuando se dio la vuelta con la copa en su mano, sus ojos se encontraron con los de Iván. No sabía cuánto tiempo había estado de pie detrás de ella. Él bajó la mirada para tratar de esquivarla, pero ya lo había visto.

“Iván”, lo llamó. Notó que lucía sorprendido cuando la vio.
“Mmm… Alice”, respondió con duda como si estuviera pensando en otra forma de escapar de ella.
“¿Viniste con Nate?”. No sabía qué preguntar, solo estaba segura de que debía decir algo, pero su pregunta le sonó est*pida incluso a ella misma. “Por supuesto que vino con Nate, es su guardaespaldas”, pensó Alice.
“Sí”. Le dio una respuesta corta. La chica se enojó con él porque era obvio que no estaba interesado en hablar con ella.
“Me casaré este mes”, dijo de repente a propósito, como si quisiera sorprenderlo o conseguir alguna reacción de él. “Si esto no lo afecta, nada más lo hará”, se dijo a sí misma.
“Mmm… Estoy feliz por ti”. No era ni cerca la reacción que quería. Su respuesta solo la puso más triste y enojada. A él no le importaba en lo más mínimo.
“Yo no estoy feliz”. Alice se sinceró con él con el rostro distorsionado por el dolor. Su corazón estaba muriendo por escucharlo decir algo al respecto, pero Iván mantuvo la boca cerrada y tan solo la miró en silencio durante un rato.
Estos segundos le parecieron una eternidad a Alice.
“Olvídate de mí, Alice”. Por fin respondió y le dio la espalda a toda prisa, dejándola sola junto a la mesa. Ella no pudo evitar que las lágrimas inundaran sus ojos mientras observaba cómo la silueta de Iván se hacía más pequeña a la distancia.
Por otro lado, Nate y Leila estaban perdidos en su beso, recorriendo sus cuerpos con sus manos. Presionaron sus bocas y exprimieron todo el aire entre ellos. Cada uno invadió el espacio del otro sin ningún rastro de vergüenza, respirando con pesadez mientras sus lenguas se perseguían.
De repente, un gato los interrumpió con un maullido. Leila rompió el beso todavía con mariposas en el estómago y su corazón latiendo rápido. Parecía que Nate la estaba perforando con su mirada, así que evito sus ojos.
“¿Quieres hacerlo aquí mismo?”, él le preguntó en broma. Disfrutaba tener el control y provocarla.
“¡Eres un id*ota! ¡Suéltame!”. Leila se sonrojó al escuchar su sugerencia. Se sentía avergonzada por haber caído bajo su encanto, y haber permitido que sus manos y labios maliciosos la devoraran así de nuevo.
“¡Pero si yo no hice nada, cariño! ¿Ves? Tú eres la que se está aferrando a mí, no al revés”. El m*ldito solo se volvió más pretencioso y siguió burlándose de ella. No obstante, Leila se dio cuenta de que decía la verdad cuando vio las manos de Nate a ambos lados de su cuerpo mientras que las de ella seguían alrededor de su cuello.
Además, tenía ambas piernas envueltas alrededor de sus caderas.
Se bajó de inmediato y lo empujó. Nate la miró con una sonrisa mientras que Leila le agradecía a la oscuridad que ocultaba sus mejillas sonrojadas. Estaba enojada con él, pero mucho más consigo misma. Entonces se mordió el labio inferior.
Nate notó su expresión y le parecía adorable verla así de nerviosa.
“¡Ve a mi habitación en la noche!”, le susurró con la voz ronca al oído a medida que se inclinaba sobre su cuello. Leila se estremeció al sentir su aliento cálido contra su piel. Nate deslizó la tarjeta de acceso a su habitación en su bolso, besándola en la frente antes de alejarse.
“¡Claro que no iré!”, gritó Leila por dentro después de haberse quedado congelada por un momento.
Mark se acercó a ella cuando Nate ya no estaba a la vista y se sintió un poco menos nerviosa.
Después, estaba de pie al lado de Mark mientras él hablaba con los invitados a su alrededor. Leila no podía evitar mirar a Nate de vez en cuando. Las chicas se lanzaban sobre él. Lucía elegante y encantador, y hablaba con una facilidad que no era normal en los hombres.
De un momento a otro, Selena se acercó a él, envolvió su brazo alrededor del suyo y le sonrió con dulzura. Leila no quería que ella la viera, así que desvió la mirada.
 
Nate tampoco podía dejar de mirar a Leila a su derecha. Observaba su cuerpo y admiraba su rostro.
Lucía tan hermosa como siempre. Llevaba una blusa plateada con un escote en V pronunciado y la espalda descubierta. Sus largos y anchos pantalones negros de cintura alta no podían ocultar sus piernas tonificadas a la perfección. Era la estrella de esta noche. Todas estas mujeres con vestidos caros no se acercaban a su belleza, encanto y elegancia natural.
Sonrió un par de veces cuando vio que Leila le devolvía la mirada, pero esto no evitó que le molestara que otros hombres la miraran. Pensó de nuevo en esconderla en su bolsillo para que nadie más pudiera verla.
Irritado, bebió su vodka de un solo trago.
“Leila”. Escuchó que Mark la llamaba. La fiesta casi había terminado y los invitados se estaban yendo a sus habitaciones uno tras otro. Al parecer, a Jack Kim le gustaba organizar otra fiesta después del día de su cumpleaños. Aunque dudaba que ella y Mark se quedarían todo el día siguiente.
Se acercó a su jefe y entendió por qué la había llamado. Le hizo una señal, dando a entender que quería que compartieran la habitación esta noche.
“Es demasiado pronto para mí, Mark. Te dije que necesito más tiempo. Además, no somos una pareja formal”, se negó con amabilidad. Aunque había aceptado salir con él en algunas ocasiones, no estaba lista para dar este paso.
Otro hombre ya ocupaba su corazón y no sería justo para ella ni para Mark.
“Entiendo”, respondió su jefe, pero Leila sabía que estaba un poco decepcionado. No había nada que ella pudiera hacer al respecto, así que solo se despidió y se fue a su habitación de hotel.
Cuando llegó a su cama, se relajó sola en la oscuridad, pero los ojos verdes de Nate comenzaron a bailar frente a los de ella. Todavía podía sentir sus labios rozando los suyos.
Incluso podía sentir su aliento mentolado dentro de su boca. El toque de sus manos sobre su cuerpo había calentado su corazón y los recuerdos de Nate volvieron a su mente uno por uno, destruyendo su cordura. Leila gimió con las bragas mojadas y tocándose los senos.
Entonces recordó que Nate había deslizado su tarjeta de acceso en su bolso.
De repente, el rostro de Selena apareció en la mente de Leila, seguido de la imagen de la otra rubia con la que Nate había llegado a la fiesta.
“¿Qué cree que soy? ¿Su p*ta? ¡B*stardo!”. La abrumaron sus pensamientos de enojo.
Se levantó para tomar una ducha. De seguro el agua fría la ayudaría a eliminar a ese mujeriego de su sistema.
Veinte minutos después, salió del baño y cogió su móvil. Tenía varias llamadas perdidas, todas de ese imb*cil. Decidió ignorarlo. Podía seguir llamando hasta el día siguiente si quisiera, pero no respondería. Luego escuchó golpes en su puerta.
“¡Abre la puerta, Leila Swift!”, gritó Nate al otro lado de la habitación cerrada. Leila no quería armar un escándalo en el hotel. Después de todo, era el cumpleaños de Jack Kim y había pagado por el alojamiento de todos los invitados, incluido el de ella.
Se colocó la bata de baño sobre los hombros y la ató alrededor de su cintura. Sabía lo loco que podía ponerse Nate, así que prefirió abrirle.
“¿Ahora qué quiere, Sr. Hill?”, preguntó con seriedad, tratando de hacerle entender que no podía tratarla así.
No obstante, Nate no respondió y tan solo irrumpió en su habitación.
“¡¿Estás loco?!”, gritó mientras cerraba la puerta porque no quería que nadie más los escuchara.
“¡Sí! ¡Así es! ¡Estoy loco!”. Nate confirmó con otro grito. Después, caminó hacia ella, la arrinconó contra la pared y la sujetó. Presionó sus labios contra los de ella y la besó con locura. Todo fue demasiado repentino. Cuando Leila reaccionó, ya no tenía la fuerza necesaria para resistirse. Separó los labios y lo rodeó con sus brazos.
Nate ya le había quitado la bata de baño de encima.
Ella lo ayudó a deslizar sus bragas por sus piernas mientras desabrochaba su camisa y sus pantalones desesperada.
Terminaron en la cama desnudos, perdidos en su pasión, pero otro golpe en la puerta los interrumpió.
“¡Leila! ¿Ya estás durmiendo?”, preguntó Mark.