Jack Kim estaba un poco nervioso, pero no podía contener su emoción. Quería que ya comenzara la celebración de su cumpleaños. Todo estaba listo, los meseros estaban esperando y los invitados llegaban poco a poco.
Las fiestas que celebraba cada año eran legendarias entre las personas más prestigiosas de la sociedad londinense. Siempre tenía que tener lo mejor, comida, bebida, música e invitados.
Además, este año, por fin había confirmado la presencia de la persona que tanto quería.
Se sorprendió cuando Nate Hill confirmó su asistencia porque nunca antes se había presentado a una de sus fiestas. Aunque lo había invitado año tras año, él había rechazado cada invitación hasta ahora.
“¡Vaya, j*der! Me alegro de que por fin me hayas honrado con tu hermosa presencia”, dijo Jack en tono de broma a su invitado especial porque sabía que Nate odiaba las reuniones sociales que no tuvieran nada que ver con negocios.
Ambos se conocían desde hace más de veinte años. Sus padres habían estudiado juntos en la misma escuela. Incluso habían jugado juntos en el arenero cuando eran niños, pero la vida los había llevado por caminos separados.
“Supuse que ya era hora. No podía seguir rechazando tus invitaciones todos los años. Además, ¡enhorabuena! Escuché que obtuviste el primer lugar en un desfile de modas en París”, respondió Nate, mintiendo sobre la verdadera razón por la que había venido.
Jack solo sonrió al escuchar su explicación y decidió no preguntar más. Lo único que importaba era que él estaba aquí.
“¡Oh! ¡Gracias! ¡Déjame presentarte a los dos diseñadores que lo hicieron posible!”, exclamó, mirando hacia la entrada.
Nate se sintió satisfecho cuando vio el motivo por el que estaba en este lugar caminando por la entrada del hotel.
El taxista la había dejado frente al hotel turístico en las afueras de Londres donde tenía lugar la fiesta.
Leila se emocionó al enterarse que Jack Kim, el dueño de Fashion Muse, los había invitado a su fiesta de cumpleaños. Mark le había avisado el día anterior y agregó que debía ser porque le habían hecho ganar el primer lugar a él y a su empresa. Ella sentía que había pasado una eternidad desde la última vez que había asistido a una fiesta.
Lo necesitaba y le gustaba el hecho de que Mark la acompañaría.
Aunque coqueteaba con ella de vez en cuando, se sentía segura y a gusto a su lado. Además de que no había tensiones entre ellos.
Cuando entraron en el hotel, vieron que estaba repleto de celebridades y gente importante del mundo de los negocios muy adinerada.
De repente, la respiración de Leila se detuvo cuando vio a Nate de pie justo al lado del Sr. Kim. ¿Por qué tenía que estar aquí?
No obstante, no podía evitarlo porque notó que su jefe les estaba indicando a Mark y a ella que se acercaran. Entonces, lo hicieron y Jack les presentó a Nate.
Nate estrechó la mano de Mark con cortesía. Leila estaba molesta, pero trataba de mantener la calma. La boda de Nate y Selena sería muy pronto, pero él estaba aquí en compañía de una chica desconocida muy atractiva. Además, ¡era otra rubia! Leila lo regañó en su mente y lo llamó mujeriego egoísta.
¡Madre mía! Se había comprometido hace muy poco.
Leila le estrechó la mano mientras le decía su nombre, pero, cuando quiso apartar el brazo, Nate no se lo permitió. El rostro del hombre lucía tranquilo a medida que apretaba más su agarre. Tenía sus ojos color esmeralda clavados en los de ella con una expresión burlona y obstinada.
“¿Sr. Hill?”. Mark lo llamó por su nombre para que soltara su mano, confundido por la escena frente a él, pero Nate lo ignoró. Su mirada seguía fija en la cara de Leila y sus dedos apretaron su mano mucho más fuerte.
“¡¿Bailas conmigo?!”. Sonó más como una orden que una pregunta.
Ella quería decir que no, pero, al ver el brillo en los ojos del Sr. Kim, se dio cuenta de que a su jefe no le gustaría que rechazara a Nate. Por lo visto, Hill Corp. era una empresa de suma importancia para los negocios de Fashion Muse.
Entonces Leila le sonrió algo incómoda a Mark, como si estuviera disculpándose con él.
Vio que la sensual acompañante de Nate arrastró a Mark a la pista de baile justo mientras Nate tiraba de ella. De repente, se encontraba en el campo de césped exterior bajo una luz tenue. La música lenta y romántica comenzó a sonar mientras un par de manos familiares la presionaban contra este cuerpo conocido.
Cruzaron miradas como si estuvieran sumergidos en la competencia de miradas más difícil.
Leila decidió que no apartaría la mirada primero, aunque le tomara toda su fuerza. Nate la sujetó de la cintura muy fuerte y sus labios por fin se abrieron.
“¿Me echaste de menos, cariño?”. Era extraño que su voz sonara tan suave. Leila esperaba que tuviera su actitud arrogante y seductora de siempre, pero no fue así, lo que la tomó con la guardia baja.
Al escuchar su tono tan sensual, Leila abrió los ojos de par en par y sus rodillas comenzaron a temblar como si hubiera un terremoto bajo sus pies.
“¡No puedes dejar que te seduzca de nuevo!”, se advirtió a sí misma y volvió en sí.
“¡No me digas cariño! Estamos divorciados, ya no tengo nada que ver contigo”, respondió con un tono serio.
“¿Y sucede algo entre tú y ese tal Mark?”. Nate la acercó más y habló con la voz más profunda.
“¿Quién se cree que es?”. La chica se enojó por dentro.
“Sí, era mi jefe, pero ahora estamos saliendo”. Leila se apresuró a inventar una mentira. Él no tenía derecho a hacerle ese tipo de pregunta porque ya no era su esposo. Ahora, tenía a Selena o a cualquier otra mujer que quisiera. Debía preguntarle esas cosas a su prometida, no a ella.
“¿Dejaste que te f*llara?”. Su agarre se hizo más fuerte. Leila se enfureció al escuchar su pregunta tan directa. ¿Cómo se atrevía a decir algo así?
“¿Por qué te importa?”. Ella inclinó la cabeza con los ojos entrecerrados. Estaba decidida a no mostrarle que todavía se sentía herida y anhelaba estar con él. “Es perfecto para mí. Es amable conmigo y me gusta mucho. Eso es todo lo que te diré”.
Nate frunció el ceño al escuchar estas palabras salir de su boca.
“No me importa una m*erda. ¡Solo pregunté por curiosidad! Pero, antes de que te entregues a tu Sr. Perfecto, deberías saber todo sobre él. ¡Averigua más y confirma que es seguro para ti!”. Nate la apretó. Moriría antes de admitir que estaba celoso.
¡Al diablo con esta mujer! ¡Al diablo con Leila Swift!
“¿Qué?”. Leila medio frunció el ceño y se rio. No podía creer que fuera tan malicioso y se metiera en su vida de una forma tan grosera. ¡Nate Hill seguía siendo un imb*cil arrogante como siempre!
“Deberías tratar de ser tan dura con otros hombres como lo fuiste conmigo”. Nate resopló.
“¡No necesito que me enseñes cómo tratar a las personas!”. Leila levantó la voz. “¿A qué se refiere?”, se preguntó. Él la había manipulado para que firmara ese contrato de matrimonio. Mark no era nada como él. Era un hombre mucho mejor de lo que él nunca sería.
“¡Como quieras! ¡Luego no vengas a llorar a mí cuando te lastime!”. Nate casi le gritó. ¡¿Por qué esta mujer siempre le hacía perder la calma tan rápido?!
“¡Nunca! ¡Cuídate a ti mismo, Sr. Hill, no a mí!”, respondió cada vez más irritada y nerviosa por su comportamiento. “No es fácil coquetear con tantas mujeres diferentes… Oh, lo olvidaba, excepto cuando eres el gran Nate Hill. ¡Debe ser pan comido para ti!”, agregó con burla. Tenía la esperanza de mostrarle que sabía quién era en realidad y dejar en claro cuánto lo despreciaba.
“¿Estás celosa?”. No obstante, Nate solo sonrió y le hizo una pregunta.
“¡Claro que no!”. Leila apartó la mirada con un puchero. Sus palabras la habían golpeado en su punto débil.
Nate sabía que tenía razón y no podía dejar de sonreír.
“¿Me echaste de menos…?”. Volvió a hacer la misma pregunta. “¿Cariño?”, añadió para cerrar con broche de oro.
“¡Te odio!”. Leila se esforzó por apartarlo. Quería liberarse de su fuerte agarre y darse la vuelta, pero Nate tiró de ella hacia atrás y cayó entre sus brazos.
La arrastró lo más cerca que pudo de él mientras sus cuerpos acalorados chocaban el uno contra el otro. Las palmas de Leila aterrizaron sobre el pecho de Nate. Intentó escapar de él de nuevo, pero el hombre se apresuró a presionar sus labios contra los de ella, reclamando la primera victoria. La chica abrió los ojos como platos y contuvo la respiración.
Su mente le decía que se esforzara y luchara contra este sentimiento que la consumía, pero su cuerpo no quería escucharla.
Ya no había vuelta atrás.
Sus bocas encajaron a la perfección como dos piezas de un rompecabezas que se habían encontrado después de mucho tiempo. Ella dejó que introdujera su lengua dentro de su boca hambrienta.
Nate estaba devorando sus labios, su boca y su lengua mientras navegaba como una bestia salvaje dentro de ella. “Este hombre es todo lo que quiero”, pensó.
Leila se derritió bajo su toque ardiente, ahogándose en la cálida humedad de su beso.
Nate la hizo retroceder unos pasos mientras sus manos apretaban el cabello del otro y sus lenguas se perseguían con lujuria. Sus dedos rozaron todas las curvas del cuerpo de Leila, pero no era suficiente. Quería más ella, lo quería todo.
Entonces la arrastró al primer rincón oscuro que vio sin romper su beso.