“¡Oh, piensa en París! Leila, amas esa ciudad. Serás feliz ahí. Apuesto a que encontrarás un trabajo bien pagado, conocerás un francés guapo que te amará con todo su corazón, ¡y serás feliz antes de que te des cuenta! La próxima vez que escuches de Nate Hill, dirás: Nate ¿quién?”. Alice consoló a Leila durante su viaje al aeropuerto, tratando de animarla.
Hizo lo mejor que pudo, pero vio que no lo conseguía. Nunca la había visto tan triste como ahora, que estaba sentada a su lado camino al aeropuerto.
“Tal vez mi mejor amiga tiene razón”, pensó Leila. Encontraría todo lo que necesitaba en París y Nate se quedaría en su pasado. De ahora en adelante, sería solo un recuerdo lejano.
“Además, se alegrará cuando vea que firmé los papeles del divorcio. Estará feliz y libre para casarse con Selena”, se aseguró Leila.
Alice tenía que ir a trabajar, así que Leila bajó de su coche y le prometió que la llamaría en cuanto aterrizara.
Mientras esperaba su turno para registrarse, la invadieron los recuerdos de su corta experiencia como esposa por contrato de Nate. Su matrimonio no había durado ni un mes. Ella tenía que acostumbrarse a este hecho y olvidar todo sobre él, su rostro, su cuerpo, todo lo que habían hecho juntos, e incluso que lo había conocido y besado a la fuerza una vez.
Había empacado una maleta pequeña con pocas cosas, la había llenado solo con lo que ella misma había traído. Dejó todo lo demás en su lado del vestidor en la habitación que compartían.
“¡Nuestro dormitorio!”. Leila se rio con amargura por dentro.
Después de todo, Nate nunca había pensado en ella como su verdadera esposa cuando le compró todas esas cosas. Leila se sentía como una cualquiera sin siquiera llevarse esa ropa. Nate se había casado con ella solo para complacer a sus padres.
“Y se divirtió conmigo. Eso era todo lo que yo era para él”, creía Leila. Tan solo un poco de diversión en la cama. Él quería a Selena y solo la amaba a ella.
“¡Leila!”. Escuchó la voz de un hombre desde atrás en la cola de espera.
“¡Nate!”, gritó Leila en su mente.
Sin embargo, se dio la vuelta y vio a Louie. Dentro de su corazón, esperaba encontrarse con Nate.
“Él está en Suecia con Selena, ¡¿cómo podría aparecer aquí?!”. Leila sacudió la cabeza, disipando su est*pida expectativa.
Louie estaba encantado de volver a verla. Se llenó de esperanza y le preguntó dónde estaba su esposo. Entonces sus ojos brillaron mientras la escuchaba decir que acababa de divorciarse.
“¡Estoy muy feliz por ti! ¡Muy, muy feliz! ¡Bien hecho, cariño! ¡Enhorabuena, Leila! ¡Es una gran noticia!”. De inmediato, comenzó a bombardearla con su encanto francés. La abrazó por los hombros mientras ella lo miraba sorprendida. Louie se dio cuenta de lo triste que estaba, así que decidió hacerla sonreír.
“¿Por qué?”, preguntó la chica confundida. De verdad parecía encantado por la noticia. ¿Por qué la felicitaba por haberse divorciado? Estaba actuando como un loco. “¡No debes hacer eso! Cuando una persona te dice que se acaba de divorciar, debes decirle que lo sientes”, reflexionó Leila.
“¡Porque no puedes abordar ese avión estando casada! ¡Irás a París, la ciudad del amor! ¡Ahora puedes coquetear sin preocupaciones! ¡Estoy para lo que quieras, mademoiselle!”. Ella lo tomó como una broma y le sonrió desde el fondo de su corazón a su exnovio de la secundaria. Al menos la hizo sonreír.
Necesitaba de manera urgente sentir algo de alegría y reír.
No obstante, Louie hablaba en serio. No podía dejar de soñar con seducirla y conquistar su corazón.
Mientras tanto, Nate estaba de pie detrás de otra fila de registro, pero el grupo de personas frente a él no dejaba que Leila y Louie lo notaran. Había llegado al aeropuerto hace un momento, la había visto desde la entrada y la siguió como una sombra.
Su corazón dio un vuelco cuando vio que Louie se acercaba a Leila.
Irían juntos a París y parecían felices, riendo y abrazándose.
Nate no pudo evitar sonreír al verla tan alegre, sin importar lo doloroso que fuera para él. Leila era feliz y estaba enamorada de ese francés, y él no podía hacer nada al respecto.
“Ella es feliz con él, no conmigo”, pensó Nate mientras se reía con amargura de sí mismo. Entonces, se dio la vuelta para salir del aeropuerto, y dejar que Leila fuera libre y volara lejos de él…
Habían pasado dos días desde que Leila se había ido y Alice no podía dejar de pensar en su mejor amiga. Esperaba que estuviera bien en París. La había llamado en cuanto aterrizó, tal como le había prometido.
Ya había encontrado un apartamento y había conseguido un trabajo como asistente de diseño en una conocida empresa de moda.
“Leila tuvo suerte esta vez, a diferencia de cuando conoció a Nate. ¿Por qué los hombres siempre tienen que rompernos el corazón?”, se preguntó Alice, pensando que su corazón estaba a salvo en las manos de su novio.
“Ivan”, susurró para sí misma con una sonrisa conmovedora en sus labios.
Miró los bombones de chocolate Dark Sugars y las galletas Ben's cookies que había comprado después del trabajo. “¡A Ivan le encantarán!”. Le parecía una gran idea darle una sorpresa.
Se cambió de ropa y se ató el cabello en una cola de caballo, pero no se maquilló. “De todos modos, terminaré sin ropa muy pronto”, se dijo Alice con una actitud traviesa. ¡No podía esperar!
Cuando llegó frente a la casa de Ivan, tocó el timbre muy emocionada y escondió los dulces detrás de su espalda para que él no pudiera ver su sorpresa.
Unos segundos después, una chica que no conocía abrió la puerta. Alice se quedó helada al verla. Tenía un estilo un poco extravagante y muy diferente al suyo. Su cabello era largo, ondulado y estaba teñido de un tono azul real intenso. Además, estaba más desnuda que vestida.
Llevaba una falda de cuero negro ajustada, y una camiseta negra tejida corta, sin mangas y con cordones entrecruzados en la parte delantera. A pesar de su vestimenta, la joven lucía hermosa. “Debe ser una amiga de Ivan. No tengo nada de qué preocuparme”, pensó Alice.
Sin embargo, Ivan apareció en la puerta y se detuvo cerca de la chica, demasiado cerca. Entonces rodeó la cintura de la desconocida con su mano.
Alice los observó confundida, mirando entre ambos una y otra vez.
“Alice, te presento a Emma, mi novia”, dijo Ivan de repente. Miró a Alice, pero apartó la mirada un segundo después.
“Ivan, ella… ¿Cómo? ¿Qué está pasando?”. Alice abrió la boca, sin poder ocultar su desconcierto. No podía formar una pregunta simple y sonaba como una tonta. ¡Había sido muy est*pida!
“¡Mírate a ti y luego mírame a mí!”. El joven comenzó a hablar con los brazos cruzados frente a su pecho. “No hacemos una buena pareja. Fue divertido mientras duró, pero solo fue eso, Alice, ¡acéptalo! Emma es más mi tipo de mujer”.
Algo se hizo añicos en el rostro de Alice. Su mirada se volvió frágil y se nubló por el dolor.
Estaba segura de que ella era la novia de Ivan, pero estaba equivocada, ¡muy equivocada!
“Fui una tonta”, pensó mientras contenía sus lágrimas. Se fue de la casa de Ivan, y no veía la hora de volver a su casa y arrojarse sobre su cama. Sabía que lloraría toda la noche y no podría dormir.
Ivan tenía una novia, pero no era ella.
“¡Gracias, Emma! Significó mucho para mí que me ayudaras”, le dijo Ivan a su amiga después de que Alice se alejó en su coche. Quería darse un puñetazo en la cara por haberle roto el corazón.
No obstante, tenía que hacerlo.
“¡No fue nada, rompecorazones! ¡Cuídate! Ya me voy”, respondió Emma, masticando su goma de mascar como siempre. Ivan se estremeció al escuchar cómo lo había llamado, pero no dijo nada. La amaba como si fuera su propia hermana.
La chica cogió su bolso de cuero, cruzó la puerta y se dio la vuelta para agregar: “Me agrada esa chica Alice. ¡Creo que te ama de verdad! ¡Deberías reconsiderarlo!”.
Iván suspiró. No había nada qué reconsiderar cuando se trataba de Alice y él.
El día anterior, el padre de Alice lo había visitado.
Había descubierto que su hija estaba saliendo con él. El Sr. Finn fue directo y le pidió que rompiera con Alice. Además, agregó que ella se casaría con Ben Jones, el heredero y director ejecutivo de B&G Inc.
Ivan lo conocía. Era un soltero multimillonario con una buena personalidad, un buen hombre que nunca jugaba con las chicas. Ben Jones sería la pareja perfecta para Alice, él podría hacerla feliz.
“Yo nunca podría darle eso”, pensó Ivan. Entonces, decidió llamar a Emma para pedirle un favor.
Su amiga solo necesitaba hacerse pasar por su novia para que Alice lo dejara.
Emma aceptó y vino a su casa. Ivan había logrado que Alice lo dejara para siempre, pero no se sentía bien al respecto.