Capítulo 35
1600palabras
2022-09-30 13:32
Leila observó a Selena a través de la ventana con un sentimiento siniestro que brotaba desde lo más profundo de ella.
La rubia caminó con gracia y la cabeza en alto mientras sus pies apenas tocaban el suelo sobre sus tacones altos. Tenía el cabello atado en un elegante moño en la parte trasera de su cabeza, revelando la cara ovalada y perfecta que tenía a Nate tan encantado. Tal vez era un poco más delgada de lo normal, pero su cuerpo era perfecto y firme debido a que era una bailarina.
Llevaba un vestido blanco ajustado sin mangas, cubierta solo por una estola sobre sus hombros desnudos que dejaba expuesta su suave piel color leche.

Leila no tenía más remedio que admitir que era una mujer hermosa y elegante.
Decidió no fingir que no la había visto llegar y abrió la puerta de entrada.
“Srta. Samuel, lo siento, Nate no está en casa”, dijo con un tono amable y luego vio una chaqueta en las manos de Selena.
 
“Oh, no importa, Leila”. No podía ignorar que la rubia la había llamado por su nombre, como si hubiera evitado llamarla Sra. Hill a propósito. “Nate dejó esto en mi casa, así que lo traje”, comentó y Leila tomó la chaqueta de Nate de sus manos para ponerlo en la percha.
Leila repitió lo que acababa de escuchar para sus adentros. Nate había dejado su chaqueta en su casa. El mareo y la tristeza llegaron a ella en oleadas. Sin embargo, no quería mostrar ningún signo de debilidad frente a Selena, así que abrió más la puerta y la invitó a entrar a su casa con una sonrisa.

“¡Oh, este chalé!”. Selena entró, y comenzó a sonreír, suspirar y mirar alrededor como si estuviera recordando algo.
“¿Sí?”, preguntó Leila, sin entender qué estaba haciendo y por qué.
¿Qué tenía que ver este chalé con ella? Karen le había dicho que este lugar era la antigua casa de su padre y Nate la había restaurado hace unos años para vivir aquí. Es decir, fue después de que él y Selena ya habían terminado.
“Me trae recuerdos de mí… Bueno, junto a tu esposo, Nate. Sabes que éramos novios, ¿verdad?”, le preguntó la rubia, fingiendo estar nerviosa y avergonzada al respecto.

“Sí”. Leila le dio una respuesta corta, pero Selena siguió hablando del tema.
“Déjame mostrarte”. Metió su mano en su bolso y sacó su iPhone. Después, le mostró algunas fotos antiguas de ella y Nate en sus años en la escuela secundaria. Leila notó que en algunas de ellas estaban en una fiesta con unos amigos en este mismo chalé. Nate y Selena se estaban abrazando, besando y sonriendo.
Él salía sonriendo en todas y cada una de las fotos que Selena le había mostrado.
Leila notó que ya no era el mismo de antes. “Conmigo siempre es cínico y no es feliz, pero con ella sí. Nunca será feliz conmigo y tampoco me hará feliz a mí”, pensó.
 
“Creo…”. Selena comenzó a hablar y miró a Leila con una expresión de lástima fingida antes de continuar. “Creo que habríamos seguido juntos si no hubiera sido por la mamá de Nate”. Según ella, Karen era la razón de su ruptura.
Le dijo que a la madre de Nate no le agradaba porque no había nacido en una familia rica.
Selena afirmó que se habían mantenido en contacto todo este tiempo y que incluso habían hablado sobre volver a estar juntos. Como ahora era rica y famosa, no habría ninguna razón para que los padres de Nate estuvieran en contra de su relación.
Leila no sabía si debía decir algo, así que prefirió permanecer en silencio. Se distrajo preparándole un café a su invitada, escuchando su monólogo.
“Nate siempre me apoyó en mi carrera”. Selena suspiró con melancolía y Leila notó que la rubia estaba segura de que él todavía la amaba. Era como había pensado, Nate solo tenía ojos para Selena. Leila quería acurrucarse en el rincón más cercano y llorar a todo pulmón.
Sin embargo, primero tendría que esperar a que esta mujer abandonara la casa de Nate.
¡Si tan solo no lo hubiera besado en ese bar!
“Sé que se casó contigo solo para complacer a sus padres. ¡No me gustaría estar en tu lugar en un matrimonio sin amor! ¡Oh, debe ser horrible! Tal vez te esté pidiendo demasiado, pero, si pudieras divorciarte de él y darnos tu bendición para que podamos estar juntos, ¡sé que también te sentirías mejor!”, expresó Selena con timidez mientras fingía tener lágrimas en los ojos.
“Lo pensaré”, respondió Leila con frialdad. En ningún momento dejó de lado su orgullo ni mostró que sus palabras la habían afectado, o al menos creía esto.
No obstante, Selena había podido leer muy bien su rostro. Sabía que fingía porque había observado las reacciones de Leila durante todo este tiempo.
Había llegado el momento de su acto final.
Se levantó, cogió sus cosas y se despidió. Justo cuando llegó a la puerta, se detuvo y se dio la vuelta.
“¡Leila, solo una cosa más! Nate y yo… Bueno, viajaremos a Suecia esta noche. Lo siento, pero debes entender que nos amamos, ¡y nada nos separará!”. Entonces Selena cerró la puerta detrás de ella.
Al escuchar lo que acababa de decir la exnovia de Nate, el corazón de Leila se sintió herido en lo más profundo y comenzó a sangrar.
Llegó la noche y seguía sola en casa. Subió las escaleras y se dejó caer en la cama vacía con la última gota de fuerza que le quedaba en el cuerpo.
Sin embargo, sabía que no podría dormir hasta que Nate apareciera. Ya era mucho más de la medianoche, así que supuso que todo lo que Selena le había dicho era cierto.
“Si me concediera el divorcio, podría ser feliz como ellos”, se dijo a sí misma.
Leila cerró los ojos y susurró: “Tal vez algún día… algún día…”. Las lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas y sintió que moría del peor dolor que se podía sentir, un corazón roto. Si no hubiera sido tan tarde, lo más probable era que habría llamado a Alice. La última vez que había visto la hora, eran casi las cuatro de la madrugada.
En la mañana, la despertó un golpe en la puerta de su habitación. Ella solo quería seguir durmiendo. Todo lo que había sucedido el día anterior la había desgastado y la había dejado preocupada.
Además, estaba segura de que ahora tenía los ojos hinchados y enrojecidos por haber llorado tanto.
“Adelante”, respondió con debilidad y una mujer entró en la habitación.
“Disculpe por despertarla tan temprano, Sra. Hill”, se disculpó Mary, una trabajadora del chalé de Nate. Era una señora que estaba cerca de los cincuenta años. A Leila le había agradado desde que la había conocido y simpatizaba muy bien con ella.
Había escuchado a otra trabajadora decir que el exesposo de Mary la había dejado sola con deudas de juego en su tarjeta de crédito.
“¿Qué hora es? ¿Pasó algo?”, preguntó Leila. No era normal que Mary la despertara, por lo que supuso que debía haber pasado algo importante. Se frotó los ojos para ver mejor y notó que la mujer frente a ella sostenía una carpeta en sus manos. “¿Y qué es eso?”. Apuntó a los papeles.
“Son las siete y media, Sra. Hill y su esposo me pidió que le entregara esta carpeta”, respondió Mary, acercándose a la cama con la cabeza gacha. Leila se preguntaba por qué actuaba así de tímida, como si escondiera algo. Sin embargo, se quitó la idea de encima y tomó la carpeta de sus manos.
Abrió la carpeta después de que la mujer se fue, leyó las primeras palabras y se dio cuenta de lo que era. Mientras leía el resto de papeles, la asaltaron todo tipo de sentimientos. Era como si no supiera cómo se suponía que debía sentirse o reaccionar.
Se trataba de un acuerdo de divorcio.
Aunque ella se lo había pedido, no pudo evitar sentirse patética, triste y miserable.
Lo firmaría más tarde porque primero tenía que ducharse y tomar una o dos tazas de café.
“Firmaré el acuerdo de divorcio de ese imb*cil después”, se prometió a sí misma.
Media hora más tarde, recién duchada y ya con la segunda taza de café en la mano, Leila miró los papeles, que solo esperaban su firma.
Era la tercera vez que los veía desde que había bajado a la cocina.
“¡¡Ah!! ¡Primero veamos qué noticias hay!”. Suspiró.
“Después de todo, los papeles no saldrán volando por la ventana. Sí los firmaré, solo necesito algo más de tiempo”, se dijo a sí misma para consolarse. No quería admitir que se sentía lastimada porque Nate había accedido a divorciarse de ella de repente.
Entonces, tomó su móvil, lo encendió y navegó por las redes sociales.
De pronto, vio las mismas fotos que Selena le había enseñado el día anterior. Se enojó mucho al principio, pero luego se sintió muy infeliz, avergonzada y derrotada. Las fotos estaban por toda la Internet.
Sobre ellas, había titulares como: “El multimillonario Nate Hill está enamorado de la bailarina Selena Samuel” o “Nate Hill y Selena Samuel, la pareja perfecta”.
Leila observó la sonrisa de Nate y luego la de Selena.
Era cierto, eran perfectos el uno para el otro. Nate era feliz con Selena, no con ella. ¡Leila solo era una esposa falsa con la que se había casado en secreto!
Cogió los papeles y un bolígrafo. Después, los firmó y se fue del chalé de Nate de inmediato.