Capítulo 30
1530palabras
2022-09-29 22:50
Leila se sentía asombrosamente cómoda en los brazos de Nate, perdida en la calidez de su cuerpo. No podía creer que los dos pudieran caber en esa pequeña cama, considerando el tamaño de él. Habían dormido toda la noche, fuertemente abrazados.
Leila sonrió mientras lo observaba roncar suavemente. Nate se veía muy grande pero suave. No presentaba su habitual arrogancia, y a ella le parecía lindo. Ni siquiera le molestaban los sonidos que hacía. Sus largas pestañas se agitaban y ocultaban sus hermosos ojos esmeralda.
'Debe estar soñando', pensó ella. En ese momento, Nate le recordaba a un enorme osito de peluche.

"¡Lucinda!", espetó una vez más su padre, perturbando su tranquilidad.
Linda desvió la mirada de Nate y observó fijamente la puerta cerrada. Bob Greece volvió a tocar dos veces.
"¡Dame un momento, papá!", gritó mientras sacudía a su esposo. '¡Mi esposo!', pensó con un suspiro.
Todo seguía siendo extraño para ella, pero no podía negarse. Nate Hill era su esposo, tal vez solo por un año, pero era su esposo.
Y estaba convencida de que él ya se había despertado, solo fingía que no.
"Es temprano. ¡Vamos a dormir un poco más!", resopló Nate agarrando con más fuerza su cuerpo desnudo. Leila confirmó sus sospechas: Nate no había dormido bien durante los últimos tres días. Pero anoche finalmente lo hizo, abrazándola contra su cuerpo.

"¡No, no! ¡Mi papá está afuera!". Leila intentó deshacerse de su agarré y levantarse. Pero él se lo impidió, los giró a ambos y la enjauló debajo de su cuerpo. Los ojos de Leila se abrieron mucho cuando sintió los labios de Nate contra su piel, devorando su boca y su cuello.
"¡Basta, Nate!", susurró Leila. Pero él deslizó su boca a lo largo de su cuello y asaltó con la lengua sus firmes s*nos. Sus dedos se deslizaron por su vientre hasta encontrar su cl*toris. Nate hizo lentos círculos sobre su pequeño botón, haciéndola gemir.
"¡No, Nate!", murmuró. De inmediato, recordó que su papá estaba esperando afuera de la puerta.
"¿Dónde vas a dormir esta noche?", preguntó Nate, mirándola fijamente.

'No puede hablar en serio', pensó Leila. Tenían que detenerse, vestirse y abrir la puerta.
"En tu casa", respondió, pues sabía lo que él deseaba escuchar.
"¿Con quién?", insistió Nate sin pestañear.
"Contigo". Lo último que quería en ese momento era hacerlo enojar.
"Muy bien. Ahora dime, ¿qué harás esta noche, dónde y con quién?". Leila se esforzó para no poner los ojos en blanco.
"Dormiré en tu casa, contigo y en tu cama, cariño", respondió, tal y como él se lo había pedido. Nate la soltó con una sonrisa engreída, muy satisfecho por su respuesta. Leila exhaló un suspiro de alivio, se levantó tirando de las sábanas y se envolvió con ella para proteger su desnudez de la inquisitiva mirada de Nate.
Él la observó burlonamente, sin mostrar intención de levantarse de la cama.
"¡Levántate! ¡Son las once de la mañana! ¡Y mi papá está esperando!", espetó Leila señalando la puerta mientras se vestía a toda prisa.
"Lo haré si me ayudas a vestirme", respondió Nate, provocándola aún más.
"¡Aaaah! ¡¿Acaso eres un bebé?!". Leila se quedó parada con las manos en las caderas. ¿Había escuchado bien? ¿Quería que lo vistiera de nuevo? "¡Hazlo tú mismo, idi*ta!", siseó mientras lo fulminaba con la mirada.
"Bueno, en ese caso no me moveré ni un poco". Nate se humedeció los labios con una sonrisa burlona.
"¡Lucinda! ¡¿Por qué tardas tanto?!", exclamó Bob. 'Por el est*pido de mi esposo', quiso gritar Leila, pero no lo hizo. Nate volvió a sonreír y se rascó la barbilla tranquilamente, como si todo eso no fuera asunto suyo.
Leila miró la puerta, luego a Nate, y repitió el movimiento dos veces más. No tenía más remedio que obedecer a ese b*stardo y ayudarlo a vestirse.
Cuando finalmente Leila abrió la puerta, se encontró con su padre.
"¡LUCINDA!". Bob estaba a punto de regañarla por dejarlo esperar tanto tiempo.
"Papá", murmuró ella. Conocía muy bien esa voz y esa expresión. Sin embargo, Bob esbozó una sonrisa cuando vio a Nate al lado de su hija. Era una sonrisa tan cálida como el día más brillante, mostrándose amable frente a su esposo.
"Oh, Nate también está aquí", comentó mientras cambiaba instantáneamente su tono áspero a uno meloso. Estaba emocionado por el matrimonio de su hija con Nate Hill, ese multimillonario que era tan asquerosamente rico que debía ser un pecado. Aquella unión significaba el final de todos los problemas financieros de Bob.
Lilly había sugerido que Lucinda se casara con Nate, ya que la empresa estaba muy endeudada. Y cuando ella le informó que el matrimonio se había llevado a cabo, aunque Lucinda se había negado cuando él se lo pidió, Bob Greece se puso inmensamente feliz.
"¿Cómo está su salud, Bob? ¿Todo bien", preguntó Nate después de estrecharle la mano.
"¡Sí! Todo bien. ¡Gracias, hijo! Y gracias por salvarme la vida, así como la empresa. Significa mucho para mí", respondió él con amabilidad. Era como si estuviera besando el trasero de Nate. Leila se sentía avergonzada por la sonrisa y el comportamiento de su padre.
"Lo hice por Leila", contestó Nate, manteniendo la calma. A ella no le pasó desapercibido que la llamara Leila frente a su padre, y se sintió agradecida. Tampoco pasó por alto otro detalle: su padre en ningún momento le agradeció a Nate por salvarla a ella, y eso hizo que su corazón sangrara. Era como si Bob Greece ni siquiera amara a su única hija.
"Me gustaría deciros algo más", agregó Bob mirándolos a ambos.
Leila pensó que la elogiaría por lo bien que había dirigido la empresa durante su ausencia. Sin embargo, Bob anunció algo completamente diferente. "Me mudaré con Lily y Carl a Estados Unidos; y me preguntaba si comprarías mi empresa, Nate". Leila dejó caer su mandíbula.
Había sabido que Carl se iría mañana a Estados Unidos, ya que Nate se lo mencionó el día de su boda, justo después de contratar a médicos de ese país.
Como Mason Smith seguía libre, Bob necesitaba escapar del Reino Unido. Quedarse en este país podría ponerlo en peligro una vez más. Leila ignoraba por qué Mason estaba enojado con su padre, y él tampoco planeaba decírselo pronto.
"Sí, ¿por qué no?", respondió Nate. Leila empezó a hervir de rabia.
Nate sabía que Bob no tenía intención de entregarle la empresa a Leila, además de que necesitaba dinero para continuar con su lujoso estilo de vida que siempre había tenido.
Si Nate no compraba la empresa, Bob se la vendería a cualquiera que estuviera dispuesto a pagar por ella.
"¿Qué? ¿Por qué la vendes?", espetó Leila. "Yo puedo manejarla, no es necesario que la vendas". Quería discutir con su padre, pero no tenía ninguna posibilidad. Como siempre, él hacía lo mismo que todos estos años.
Bob resopló mientras agitaba la mano, ignorándola.
Sintiéndose triste y decepcionada, Leila salió corriendo de la oficina y dejó a Nate con su padre.
Al ver sus lágrimas, Nate no pudo evitar apretar los puños de furia. '¿Qué clase de padre es Bob Greece?', se preguntó. Pero intentó que su rostro no mostrara nada y siguió elegantemente sentado en el sofá con las piernas cruzadas, sonriendo cortésmente a su suegro.
Quería ver qué pasaría después.
"¡Mírala! ¡Siempre ha sido así! Una niña desagradecida", comentó Bob. Nate solo escuchó atentamente.
"¡Nate, no puedes malcriarla! Leila es terca y tiene mal genio. ¡Tú mismo lo acabas de ver! ¡Si no la castigas de vez en cuando, actuará mal! ¡Tiene que obedecer!". Cuando el padre de Leila terminó de dar sus consejos sobre cómo manejar a su hija, Nate apenas podía mantener la boca cerrada.
Estaba anonadado con ese hombre, y su furia aumentó.
No podía creer a ese imb*cil, después de todo lo que Leila había hecho por él.
¡Mi*rda!
'¡Tu hija arriesgó su vida por ti! ¡Para salvarte! ¡Y ahora la tratas como si no valiera nada!', quiso gritarle, además de golpearlo en el rostro lo más fuerte posible.
No obstante, se recordó a sí mismo que era su suegro, así que decidió no hacer nada. Tras darle las gracias a Bob, salió del edificio diez minutos después que Leila.
El cielo no tardó en oscurecer, y Nate seguía buscándola. La llamó varias veces, pero ella no le respondió.
"Tu esposa está en casa de Alice", dijo Ivan a través del celular. Nate exhaló un suspiro de alivio.
"Ambas están borrachas", agregó Ivan. Nate frunció el ceño. Ya era bastante difícil lidiar con Leila sobria, y ahora tendría que soportarla ebria.
Pero tenía que hacer lo necesario.
Nate condujo hacia la casa de Alice, recogió a Leila y la cargó hacia su auto. No paraba de tartamudear, cantar y decir tonterías. Lo maldecía de vez en cuando, sobre todo una vez que se detuvieron frente a su villa.
No tenía idea de cómo ella había reconocido el lugar.
Nate la acostó en su cama y la desvistió. Luego, intentó poner un delgado camisón sobre su movediza y desequilibrada cabeza, mimándola como si fuera un recién nacido.
"Te amo, Nate Hill". El corazón de Nate se detuvo al escucharla arrastrar esas palabras.