Nate se humedeció los labios y se recostó con bastante tranquilidad en la silla de Leila.
Sus músculos se relajaron y sus ojos azules verdosos trazaron lentamente un camino desde el rostro de Leila hasta su cuerpo, deteniéndose en sus pechos agitados.
El rostro de Leila se tornó carmesí bajo su mirada. No escuchaba ninguna respuesta de él y estaba sorprendida por su aparición en su oficina. Sus manos envolvieron la toalla con más fuerza. De repente, Nate dirigió su atención al archivo que tenía delante, y hojeó cada página con sus largos dedos.
"¡No arruines mi trabajo!". Leila saltó furiosa hacia él para arrebatarle la carpeta. Pero el imb*cil levantó el archivo y lo movió hacia adelante y hacia atrás, luego hacia la izquierda y hacia la derecha, como si quisiera divertirse provocándola.
Las manos de Leila siguieron sus movimientos por un rato, con un nervioso ceño fruncido.
Cuando Nate se dio por vencido y se detuvo, ella se encontró con su cuerpo casi encima de él. Su mano derecha le arrebató el archivo mientras que su mano izquierda presionaba su pecho tan sólido como una roca. Nate la miró burlonamente con una pequeña sonrisa.
Leila estaba molesta por su arrogancia y excitada por su sensualidad. Nate estaba jugando con ella para pasarla bien. Lo había hecho a propósito. ¡Qué idi*ta!
Irritada, se dio la vuelta para irse.
Pero Nate agarró su brazo inesperadamente y la atrajo hacia su cuerpo con un movimiento brusco. Leila se encontró sentada en su regazo.
"¡Suéltame, b*stardo!", gritó.
"Sssh", murmuró él mientras la acercaba más.
Su rostro se posicionó en el hueco de su cuello para inhalar su dulce y divino aroma. Leila se sintió casi hechizada por él. Su cálido aliento enviaba escalofríos por su espalda, como el hechizo más encantador.
Sin embargo, se compuso rápidamente. No permitiría que Nate la convenciera. '¡Es un idi*ta, un mujeriego! No voy a caer en su trampa', se advirtió a sí misma. Entonces, se aclaró la garganta y preguntó: "¿Qué estás haciendo?".
Nate abrió los ojos. Su voz lo había traído de vuelta a la realidad.
"¿Vas a fusionar Greece Inc. con D&W Co.?", preguntó señalando con la cabeza el archivo que Leila había estado agarrando.
"Sí, es exactamente lo que planeo hacer", respondió ella descaradamente. No tenía sentido ocultárselo, pues el imb*cil ya lo había leído.
"Soy el mayor accionista de tu empresa. ¿No se te ocurrió consultar conmigo esa decisión antes de tomarla?" preguntó Nate. Leila empezó a sentirse un poco culpable.
Él no solo había saldado las deudas de la empresa familiar, sino que también había invertido una buena cantidad de dinero en ella. Definitivamente los ayudaría a resurgir.
"Aún no he tomado la decisión", murmuró Leila con timidez. Luego, bajó la mirada para no verlo. Nate tenía razón, al menos debió habérselo consultado.
Y probablemente lo habría hecho si él no fuera tan dominante con ella.
"D&W es una de las casas de moda más influyentes, una marca poderosa. Los he investigado y su economía está yendo muy bien, sus ganancias aumentan cada año. Es una empresa saludable y nos beneficiaría fusionarnos con ellos", explicó Leila para convencerlo.
Estaba segura de que había hecho una buena investigación de la empresa de modas.
"¿En serio? ¿Sabes que un diseñador los dejó, así como dos altos ejecutivos?", preguntó Nate.
"He oído hablar al respecto, pero eso sucede con frecuencia. Los diseñadores suelen cambiar de marca y comienzan la suya propia. No me pareció alarmante", respondió Leila al notar su recelo.
Sin embargo, no pensaba saber más de esa industria que él.
"¿No te pareció alarmante? Eso significa que su departamento de diseño está enfrentando una crisis. Además, dicen que es difícil trabajar con su diseñador líder porque a él no le gusta trabajar en equipo. Eso los vuelve inestables. Si fueras inteligente, no pensarías en fusionarte con ellos, no en un momento como este", respondió Nate con una expresión severa.
Leila perdió toda capacidad de hablar. Nate había probado su punto, y ahora toda su investigación se había ido al tacho. De repente, se dio cuenta de que seguía sentada en su regazo.
Se congeló cuando sintió los dedos de Nate acariciando su muslo. Su otra mano sostenía su cintura, y sus ojos estaban clavados en los de ella. Leila se levantó inmediatamente con el rostro sonrojado.
"Por favor, vete, señor Hill. Tengo trabajo que hacer", espetó. Nate sonrió al verla saltar, pues sabía por qué lo había hecho.
"Oh, no tenía idea de que la directora ejecutiva de Greece Inc. fuera una adicta al trabajo", comentó. Estaba molesto con ella por haber interrumpido su disfrute. Se sentía muy bien tenerla tan cerca. Debería haber evitado que se levantara de su regazo.
"Gracias", respondió Leila con el mismo sarcasmo.
"Entonces, parece que vuestra compañía tampoco necesita mi dinero. ¡Está bien! Mañana mismo lo retiraré". Nate agarró su chaqueta y fingió prepararse para salir de su oficina.
"¡No!", gritó Leila, deteniéndolo en seco. Era indudable que la empresa necesitaba su dinero. "¡Por favor!", agregó con una voz suplicante. De espaldas a ella, Nate esbozó una sonrisa.
Amaba cuando ella le suplicaba.
"Depende de su directora ejecutiva. Si ella puede hacerme feliz, podría reconsiderarlo", respondió Nate dándose la vuelta. Su sonrisa había desaparecido pero sus ojos aún brillaban con picardía.
"¿Qué quieres que haga?", preguntó Leila, temiendo su respuesta. Mientras lo veía moverse hacia ella, rezó para que no jugara sucio esta vez.
"Mmm". Nate caminó alrededor de Leila, tomándose su tiempo para que sus ojos recorrieran todo su cuerpo.
"¿Y bien?", exigió ella.
Leila era tan indomable que lo excitaba locamente, por lo que debía castigarla y enseñarle a obedecer. Nunca había conocido a una mujer como ella. Todas las demás siempre querían complacerlo, pero Leila había estado a punto de echarlo.
Tenía un espíritu salvaje, pero él la rompería.
"¡Camina hacia allá!", ordenó Nate señalando una esquina de su oficina. Ella se quedó boquiabierta. "¡Estarás arrodillada sin descansar y sin dormir hasta las ocho de la mañana!". Nate ahogó una risa, sintiéndose como un adolescente.
"¿Qué?". Leila no podía creer lo que estaba escuchando y lo miró completamente desconcertada. ¿Estaba hablando en serio? ¿No podía ocurrírsele algo más adulto? ¿Acaso estaban en el jardín de infantes? ¡Qué idi*ta!
"¡No pienso repetirlo!", declaró sin una pizca de broma.
"Tú...". Leila estaba tan molesta que abrió la boca para insultarlo, pero él la detuvo posando un dedo índice sobre sus labios.
"¡Sssh! ¡Haz lo que te digo!", advirtió Nate. Luego, le comentó que dormiría en la cama de su oficina. ¡Vaya, qué caballeroso!
"Entendido, señor Nate Hill", respondió Leila. Tenía ganas de tirar la cama por la ventana, pero eso no lo detendría. Nate era capaz de dormir en cualquier rincón de la oficina solo para torturarla.
"¡Buena niña!", exclamó él burlonamente cuando ella se arrodilló en el suelo. Luego, se tumbó sobre su cama y puso las manos debajo de su cabeza.
"Tienes una cama muy cómoda", dijo Nate con una sonrisa satisfecha.
Leila no pudo resistirse y apretó los dientes.
La primera hora pasó, y Leila se sentía bien. 'Puedo hacerlo', pensó.
Después de la segunda hora, empezó a sentirse un poco adolorida. El tiempo parecía correr más lento de lo habitual, y ahora entendía por qué Nate había elegido un castigo tan aparentemente infantil. Lo maldijo para sus adentro y lo llamó de todo tipo de nombres obscenos.
Cuando terminó la tercera hora, Leila tenía ganas de morir. Pero prefería suicidarse antes de pedirle ayuda a ese imb*cil. No sentía sus piernas en absoluto y se sentía mareada. Justo cuando estaba a punto de caer al suelo, unas manos fuertes y venosas la detuvieron.
Nate la alzó y la llevó a la cama. Leila ni siquiera intentó resistirse cuando él desenvolvió la toalla de su cuerpo.
"¡Duerme!", escuchó decirle a través de su nublada y exhausta mente. Todo lo que quería era dormir, así que abrazó fuertemente algo cálido con olor a menta.
'Debe ser una almohada suave', pensó antes de quedarse dormida.
"¡Abre la puerta, Lucinda!". A la mañana siguiente, Leila se despertó con esa voz y un fuerte golpe en la puerta. Era su papá.
"¿Lucinda, por qué cerraste la puerta?", gritó Bob Greece. '¿Qué está haciendo aquí? ¿No debería estar en el hospital? ¿Por qué vino?', se preguntó Leila, pero entonces se acordó.
Su papá había sido dado de alta hoy, y ella prometió recogerlo.
Mirando a su alrededor, encontró a Nate a su lado, abrazándola con fuerza mientras dormía profundamente. Ella estaba completamente desnuda, y se encontraban juntos en la cama de su m*ldita oficina.
Leila entró en pánico. '¡Mi*rda!'.