Capítulo 26
1503palabras
2022-09-29 22:42
Alice vio que Ivan estaba a punto de romperle el brazo a ese tipo, quien solamente la había agarrado de la cintura, y supo que todo estaba saliendo cómo ella lo había planeado.
"¿Qué demonios estás haciendo?", gritó mientras él la llevaba hacia su auto, al otro lado de la calle. Alice disfrutaba de la reacción de Ivan, pero aun así necesitaba actuar lo más inocente posible.
"Te llevaré a casa", respondió él manejando. Alice sonrió en su interior. Era exactamente lo que había esperado que hiciera.

"Puedo irme sola, no necesito que me lleves. ¡La fiesta aún no ha terminado! ¡Déjame ir ahora mismo!", exclamó fingiendo molestia. Tenía que seguir con su actuación.
"¡Ninguno de los hombres en esa fiesta es bueno para ti!", respondió Ivan. Sus palabras casi la hicieron reír. ¡Sí, estaba celoso!
"¿En serio? Entonces, dime, ¿quién es bueno para mí?", preguntó Alice burlonamente. Sin embargo, él no respondió y siguió concentrándose en la carretera. Su silencio la deleitó, ya que no esperaba que le contestara. Lo tenía donde quería.
"¡Llegamos!", anunció Ivan deteniéndose frente a la casa de Alice. Ella notó que se veía confundido, simplemente observando el parabrisas de su auto.
"¿Quieres venir conmigo? Puedo darte un poco de café", propuso Alice, haciendo todo lo posible por sonar ingenua.
'¡Es una trampa! ¡Dile que no, Ivan! ¿Quién toma café de noche? Y seguro que tú tampoco eres bueno para ella', se dijo a sí mismo.

"Está bien", respondió él. La voz de Alice hacía que le resultara difícil negarse. Además, sentía su corazón derretirse bajo su amable mirada. Ella le dirigió una amplia sonrisa y él se la devolvió sin pestañear.
"Si no bebes café de noche, puedo darte algo de comer". Alice miró alrededor de la cocina mientras movía nerviosamente sus dedos. La tensión entre ellos estaba aumentando. Ivan adivinó sus pensamientos y se acercó a ella hasta inmovilizarla contra la pared.
Sus manos aterrizaron al lado de su cabeza mientras sus ojos la perforaban con lujuria.
"¿Y qué tal...si te como a ti?", susurró Ivan, inclinándose hacia ella. Luego, con los ojos cerrados, empezó a besarla y morderle los labios.

"Mmmm...está bien", murmuró Alice contra su boca. Le estaba devolviendo los besos con entusiasmo.
'No puedo esperar a sentir su boca en otro lugar', pensó mientras él la llevaba a su habitación.
"¡Bájame, b*stardo!", exclamó Leila, golpeando la espalda de Nate. Pero él seguía cargándola sobre su hombro. Ella supuso dónde terminarían incluso antes de que Nate abriera la puerta de su dormitorio y la arrojara sobre la cama.
Leila se levantó a toda prisa, pero él la empujó hacia atrás y se abalanzó sobre ella mientras la sujetaba contra el colchón.
"¿Qué estás haciendo?", preguntó Leila dando patadas para liberarse de su fuerte agarre. Nate sostuvo sus manos sobre su cabeza con una mirada peligrosa.
"¿Qué hace un esposo con su esposa en su noche de bodas?". Nate respondió a su pregunta con una propia. Manteniéndola inmóvil con una mano, se bajó la camisa con la otra y le mostró sus músculos.
"¡Idi*ta!", gritó Leila mientras se prohibía admirar su torso desnudo. No podía dejar de pensar en lo que Nate la obligó presenciar el día de su boda. ¡Se había atrevido a traer a m*lditas strippers! Dos mujeres escasamente vestidas habían estado en su regazo, y ahora él quería f*llársela. ¡Claro que no!
De alguna manera, Leila logró liberarse y escapar de Nate. Sin embargo, él la atrapó y la arrastró de vuelta a su cama.
"¿A dónde crees que vas?", preguntó presionando su cuerpo semidesnudo contra ella. Sus ojos proyectaban toda su cólera.
"¡Dijiste que no obligabas a las mujeres a hacer esto!", susurró Leila para hacerlo recuperar el sentido.
"Esto se llama f*llar, ¡y será tu castigo!", exclamó Nate mientras la besaba y mordía su cuello apasionadamente.
Sus manos se metieron debajo de su falda y deslizó sus tangas por sus piernas. Leila se retorció y forcejeó con sus manos. Estaba haciendo todo lo posible para detenerlo.
"¡No! ¡No hice nada malo!", suplicó.
"¿No decía el contrato que no tenías permitido ligar con otros hombres?".
"¡Yo no te pertenezco! ¡Es mi libertad! ¡No puedes decirme qué hacer, así que deja de entrometerte en mi vida!", espetó ella con furia. Por su mente, pasaron las escenas de Nate en el sofá con otras chicas.'Si él puede hacerlo, yo también', pensó.
No obstante, sus palabras solo lo enloquecieron. Nate desgarró el vestido, el sostén y las bragas como un desquiciado. No podía detenerse, y ella tampoco podía hacerlo. Sus labios se aferraron a los de Leila y la besó a la fuerza, metiendo la lengua en su boca.
Nate la besó con rudeza mientras sus manos exploraban cada centímetro de su cuerpo. No había rastro de gentileza en sus caricias. Leila se sintió barata, humillada y a punto de ser vi*lada.
"¡Nate! ¡Detente! ¡Me estás lastimando!", murmuró entre suspiros y gemidos. Realmente esperaba que hiciera alguna diferencia. De repente, Nate se detuvo. Finalmente había entendido sus palabras.
Cuando la miró fijamente, pudo percibir su miedo a través de las lágrimas que brotaban de sus ojos.
"Duerme". Nate se recostó junto a Leila y los cubrió a ambos con una colcha. Pero ella le dio la espalda con un puchero, ignorándolo.
Entonces, él se acercó y la abrazó con fuerza.
"¡No me toques!", advirtió Leila. No esperaba que su esposo le diera ese trato en su fiesta de bodas. Todavía estaba enojada con él.
"¿Está segura?", preguntó Nate besando su nuca. Luego, deslizó sus dedos a lo largo del cuerpo de Leila. Siendo un experto, encontró su clítoris rápidamente y empezó a hacer círculos sobre él con su pulgar. Leila se mojó de inmediato. La excitación eliminó por completo su furia.
Leila dejó escapar un gemido, así que Nate deslizó uno de sus largos dedos en su interior.
"¿Quieres que me detenga?", murmuró empujando su dedo con una dolorosa lentitud dentro y fuera de ella.
"Nate". Leila gimió de placer una vez más, sin saber si quería que se detuviera o que agregara otro dedo.
"Dime, ¿quieres que me detenga?", insistió Nate, sabiendo que ella lo deseaba mucho.
"No", contestó ella tímidamente. Estaba abrumada por sentimientos de culpa y vergüenza. Luego, gimió más fuerte cuando Nate introdujo un segundo dedo en su interior.
"¿Qué quieres que haga ahora?", preguntó él.
"Yo...te deseo", susurró Leila mordiéndose el labio. Nate sonrió de satisfacción e incrementó la velocidad de sus movimientos.
"Pídeme, y te daré lo que quieras", dijo seductoramente mientras curvaba sus dedos.
'No debo rogar', pensó Leila. 'No puede tenerme bajo su hechizo'. Pero ya era demasiado tarde, y ella estaba gimiendo como loca.
Nate aumentó la velocidad de sus dedos mientras la sentía acercarse a su mano con cada movimiento.
"¡Nate!", gritó Leila. No pudo evitar perderse en sí misma cuando sintió que la alcanzaba la primera oleada de placer.
"¿Qué?" preguntó él retirando sus dedos. Ya sabía qué hacer para salirse con la suya.
"¡Por favor, Nate!", lloró Leila sintiéndose vacía.
"Por favor, Nate, ¿qué? ¿Y cómo debes llamarme?", insistió él sin piedad.
"¡Por favor, cariño, f*llame!", exclamó Leila mientras se cubría los ojos.
"¡Tus deseo son órdenes, cariño!", respondió Nate quitándole las manos de los ojos para obligarla a mirarlo.
Nate se colocó encima de ella. Quería ponerla en su lugar y dominarla. Agarró sus tobillos y tiró sus pies sobre sus hombros, posicionando su dura er*cción justo en su entrada. Sus embestidas fueron cada vez más profundas, sin un ápice de delicadeza. Nate besó su cuello y sus s*nos, y acarició sus suaves curvas mientras la apretaba hasta los huesos con sus dedos.
"¿Sigues molesta conmigo?", preguntó acelerando el ritmo.
"Sí". Leila clavó las uñas en la piel de Nate.
Él se rio entre jadeos y gruñidos. La estaba embistiendo salvajemente. Los gemidos de Leila se hicieron más fuertes y empezó a gritar su nombre.
Nate se detuvo. Deseaba verla gritar de placer debajo de él.
"¡No te detengas!", gritó Leila, perdiendo el control de sí misma. Nate esbozó una sonrisa.
Definitivamente no se detendría. Su furia estallaba cada vez que la recordaba bailando con otros hombres. ¡Tenía que castigarla!
Nate sujetó sus manos encima de su cabeza y envolvió sus piernas alrededor de su cintura. En esa posición, sus embestidas fueron más fuertes y rápidas.
Leila siguió su ritmo magníficamente, alzando las caderas para encontrarse con su cuerpo y moviéndolas en círculos. Tenía la sensación de que sus huesos estaban a punto de destrozarse, pero no había duda de que él la satisfacía.
Nate gimió como una bestia salvaje hasta sentir un hormigueo extendiéndose por su columna vertebral. La oleada de placer lo golpeó desde adentro hacia afuera. Poco después de Leila, él también se corrió y estalló en éxtasis. Luego, rodó hacia su lado de la cama y la abrazó. Ya estaba soñando con su próxima vez.
Leila se sentía furiosa consigo misma por sucumbir ante él. Su cuerpo parecía negarse a decirle que no. ¡Y eso era peligroso!