Capítulo 16
1707palabras
2022-09-28 15:53
Dos días después del baile de caridad, Leila finalmente tomó una decisión.
Colgó la blusa terminada en una de las barandas de la pared de su oficina, dando así luz verde para su posterior producción, luego tomó el móvil, respiró profundo y lo llamó.
"Nate Hill", respondió una voz masculina, ronca y profunda, que le provocó un escalofrío por toda la espalda; tratando de pensar en otra cosa que no fuera en lo bien que debía verse en este momento, los ojos de la chica se fijaron en un vestido cruzado que aún estaba sobre el maniquí de modista.

"Señor Hill, soy Lucinda Greece, nos conocimos en el baile de caridad este sábado", Leila hizo lo mejor que pudo para sonar segura, como se esperaría de una joven empresaria; había estado trabajando en dos puestos diferentes durante días, diseñadora de moda y directora ejecutiva de la empresa de su familia.
Le parecía que no podía haber nada más profesional que eso.
"Por supuesto que la recuerdo. Me alegra volver a saber de usted, Srta. Greece, y sería aún mejor volver a verla", la voz de Nate adquirió un tono inusualmente cálido, dulce y seductor, provocando en Leila una ola de calor, le sudaban las palmas y su corazón se aceleró.
Estaba segura de que debía estar muy sonrojada.
"Me gustaría discutir una posible alianza comercial con usted, ¿podríamos reunirnos?", sugirió la chica después de usar su mano como abanico y tratar de controlar un poco su respiración; no entendía por qué demonios había reaccionado así por Nate.
Él solo le había dicho que le gustaría verla, y ni siquiera estaban juntos, fue solo su voz.

"Tengo una reunión en unos minutos, ¿pero qué le parece esta tarde?", preguntó Nate.
"Claro, ¿está bien a las 2:00 p.m.? Yo puedo ir a su oficina", respondió Leila, y de inmediato el hombre le dictó la dirección.
Era la misma oficina en la que irrumpió enojada hace diez días, con la esperanza de vengar a Alice.
"Perfecto, nos vemos entonces", exclamó Nate, y Leila no pudo evitar imaginar esa adorable sonrisa dibujada en sus labios.

Leila siguió trabajando sin descanso durante las siguientes horas, quería mantener sus manos ocupadas y su mente lejos de Nate. 
El tiempo pasó volando y pronto fue hora de ir a la sede del Grupo Hill, y la alarma, que había fijado a la 1:40 p.m. exactamente, sonó. Tenía planeado ir caminando hasta allí, ya que el Grupo Greece se encontraba a solo 15 minutos de distancia, pero cuando salió del edificio, se encontró con una sorpresa que la esperaba estacionada afuera.
Primero miró el coche y luego al hombre, que se quedó de pie al lado del vehículo, esperándola con la puerta trasera abierta.
"¡Señorita Greece! Soy Tim, el Sr. Hill me pidió que viniera a recogerla", Leila reconoció de inmediato a Tim, el conductor de Nate, pero él parecía estar tan despistado como todos los demás; no pasó por su mente que Lucinda y Leila eran la misma mujer.
Ella se subió al coche, pensando en lo galante y atento que era Nate, pero pronto entró en pánico.
Leila sabía dónde estaba el edificio del Grupo Hill, muy cerca del Cheesegrater, por esta razón, al ver el coche alejándose del famoso rascacielos, sintió mucho miedo: "¡Tim!, ¿a dónde vamos?"; estaba claro que iban en la dirección equivocada.
"No se preocupe, señorita Greece", dijo Tim con una sonrisa mientras la miraba a los ojos por el espejo retrovisor, pero al ver que la chica estaba aterrada, trató de tranquilizarla añadiendo: "El Sr. Hill tiene preparado algo especial para su reunión".
Aunque Leila no se sintió del todo mejor, su miedo disminuyó un poco. ¿A dónde la llevaba Tim?, ¿y por qué?, todavía no estaba segura de si todo esto se trataba de alguno de los trucos de Nate.
Lo único en lo que podía pensar era en alguna forma de escapar del coche; sin embargo, Tim conducía bastante rápido, y saltar por la puerta no parecía una opción factible.
Cuando el auto finalmente se detuvo, Leila quedó congelada, estaban en un aeropuerto privado, y allí los esperaba ese helicóptero, el mismo en el que estaba cuando Nate la secuestró y trató de hacerla firmar ese contrato, amenazándola con arrojarla al océano si no lo hacía.
Tim le abrió la puerta y la ayudó a bajar.
"Buenas tardes, señorita Greece", la saludó Nate de forma amistosa y con su característica sonrisa; no se parecía en nada al demonio que conoció la primera vez.
"Buenas noches, señor Hill", respondió Leila con mucha tranquilidad. Entonces así es como trata a las chicas que no le parecen feas, pensó Leila; a pesar de su actitud seductora, ella se consideraba demasiado inteligente como para sucumbir ante él.
"Hay un desfile de modas en Milán, creí que quizá le podría interesar, así que reservé dos boletos para nosotros. Lamento no haberle avisado antes, pero todo fue muy rápido. ¿Vendrá conmigo?", preguntó Nate con cortesía. Sin embargo, Leila pensó que quizá esto era algún tipo de prueba.
Tal vez quería ver qué tan profesional era ella antes de decidir si invertir o no en su empresa.
"Claro", aceptó, luego abordaron el helicóptero y Nate la condujo directamente a la cabina, y allí ella se dio cuenta de que solo estaban los dos dentro de la aeronave; el hombre la ayudó a abrocharse el cinturón de seguridad y a ponerse los auriculares, y después encendió los motores de las turbinas.
¡M*ldita sea, él también era piloto!
Leila disfrutó el momento, fingiendo observar los monumentos de Londres, pero en realidad estaba disfrutando de la sexy imagen de Nate detrás de los comandos de vuelo.
Sobrevolaron el Canal, admiraron los Alpes Suizos, y pronto aterrizaron cerca de Milán; Nate pidió un taxi y unos minutos más tarde llegaron al centro.
"Este evento no es como la semana de la moda de Milán, Srta. Greece, sino que es un desfile privado organizado por diseñadores poco convencionales. Me gustaría escuchar su opinión al respecto", le dijo él mientras entraban al lugar del evento.
Leila sabía que no era la semana de la moda de Milán, tenía muy claras las fechas en las que se desarrollaba ese evento masivo, y había asistido dos veces al año durante los últimos cuatro años.
"Wow, este lugar es increíble, ¿es de la época del Renacimiento?", preguntó la chica al ingresar a un convento de la segunda mitad del siglo XV, y Nate solo asintió, mirándola con ojos devoradores.
Al ver la forma en que la observaba, sus rodillas se tambalearon, así que desvió la mirada.
La sala, recientemente restaurada con frescos de la crucifixión, tenía sistemas audiovisuales y aire acondicionado, hacía mucho más calor en Milán que en Londres en esta época del año.
En medio de la enorme sala, había un escenario, y las personas que ya habían llegado comenzaron a tomar asiento.
La estancia daba al jardín del claustro, donde se recibía a los invitados al aire libre con aperitivos y canapés servidos majestuosamente.
Nate trajo bebidas y un pequeño plato de comida para compartir; la imagen de esta chica comiendo y bebiendo como un pájaro, a pequeños bocados y sorbos, la pareció adorable.
Luego se sentaron y esperaron a que comenzara el desfile, y cuando las modelos empezaron a salir por la pasarela, Leila se dio cuenta de que Nate era un experto en el campo de la moda.
Uno tras otro, los quince diseñadores mostraron sus colecciones para la próxima temporada de otoño-invierno; Nate hizo muchas preguntas, y aún más comentarios con una terminología profesional, sorprendiendo a Leila con sus conocimientos sobre tendencias de la moda, telas y patrones.
Ella también esperaba que él se impresionara con sus habilidades profesionales, y así le ofreciera la inyección de capital que tanto necesitaba para la empresa de la familia.
Cuando regresaron a Londres, Leila no se atrevió a rechazar la invitación a cenar en la suite del hotel Rosewood, en verdad necesitaba ese dinero; en el momento en que se estacionaron en ese lugar que ya conocía, se sintió un poco reticente, pero aun así decidió controlarse y entrar al hotel.
"Este hotel es famoso por su ensalada de endivias, peras y nueces, ¿habías venido antes?", preguntó Nate durante la cena; la había traído a la misma habitación donde la secuestró aquella vez.
Leila trató de controlar sus nervios, mientras se repetía una y otra vez que este hombre nunca se daría cuenta de que esta Lucinda y aquella Leila eran la misma persona.
"Sí, con mis padres cuando era niña", respondió, aunque en lo único que podía pensar era en el beso que le dio él la última vez que estuvieron aquí; sentía mariposas revoloteando dentro de su estómago, pero tragó saliva, no podía aceptar que quisiera otro beso de Nate en este momento.
Toda la comida estaba deliciosa y conversaron durante un largo rato, en realidad, tenían muchos intereses en común. Después de la cena, él puso música y la invitó a bailar, por lo que ella no pudo evitar fascinarse ante sus gestos románticos, aun cuando trataba de mantener la cabeza fría.
El hombre era un mujeriego y ella no iba a caer en su juego, él seguramente estaba acostumbrado a conseguir todo lo que quería, lo cual tampoco era una sorpresa para Leila, que sabía que muchas chicas del país, y de afuera, estaban locas por él.
Mientras seguía bailando entre sus brazos, le pareció que era hora de hacerle la pregunta.
"Sr. Hill, ¿qué opina de la alianza comercial con el Grupo Greece?", preguntó Leila con audacia.
"Hmmm, no tengo ningún problema con eso, pero primero necesito que me ayudes con una cosita", el tono de Nate era misterioso, incluso a la chica le pareció que era un poco pícaro.
De todas formas sonrió, dejando a un lado sus crecientes preocupaciones: "¿Y qué sería eso?"
Trató de convencerse a sí misma que esta era sólo una cena de negocios y un simple baile inocente a medida que su corazón se aceleraba.
"¡Cásate conmigo!", susurró Nate a su oído con un tono seductor, y de nuevo un escalofrío se extendió por su espalda, y todas las mariposas dormidas se despertaron dentro de su esbelto cuerpo.