"Te verás bastante audaz". Con una sonrisa, Alice señaló a Leila después de ayudarla a vestirse para el baile de caridad. Lily Greece, la madrastra de Leila, le había entregado una carta de invitación para el evento esa misma mañana.
Leila se veía espectacular en ese vestido pegado con lentejuelas. Tenía los tirantes caídos y un escote pronunciado. Lentejuelas negras y multicolores formaban una ilusión óptica que acentuaba su cintura.
"Ya es hora", anunció Leila mientras se dirigía a la salida. Su madrastra estaba a punto de recogerla.
Al principio, había rechazado la invitación porque no le gustaban esas reuniones elegantes. Sin embargo, cuando Lily le mencionó que sería una oportunidad perfecta para encontrar un inversor para la empresa, terminó aceptando. '¿Desde cuándo Lily había desarrollado una mente brillante para los negocios?', se preguntó.
Lily también compró un vestido porque insistía en que ambas debían asistir juntas. Era muy extraño viniendo de su madrastra, pero tal vez solo quería llevarse mejor con ella.
Una semana atrás, Leila no logró abordar el avión a París, pero sí pudo escapar de la fiesta de compromiso.
Tal y como se lo pidió su hermanastro Carl, regresó a casa para ayudar a su familia. Su padre seguía desaparecido, así que ella se ocupó de administrar el negocio familiar, solo encontrando enormes deudas en el balance general. La empresa estaba a punto de declararse en bancarrota en cualquier momento, así que era importante que encontraran inversores lo antes posible.
Después de todo, ahora tenía lo que siempre había deseado: el puesto de directora ejecutiva, al menos hasta que encontraran a su padre, y Leila esperaba que eso sucediera pronto. Había querido casarla con un desconocido multimillonario, lo que no estaba bien, pero seguía siendo su padre.
Cuando Leila y Lily llegaron a un maravilloso salón debajo del Shakespeare's Globe Theatre, la belleza de Leila llamó la atención de muchos.
Empezó a hablar con quienes pensaba que podrían ayudar a su empresa. Sin embargo, pronto llegó Lily con el pretexto de decirle algo urgente.
"¡Espera, Lily! Ellos se veían interesados en invertir en nuestra empresa", discrepó Leila mientras su madrastra se la llevaba a rastras.
"¡Olvídalos! Déjame presentarte a algunas personas muy importantes", respondió ella mientras le entregaba una copa de champán. Luego, la llevó a un entresuelo.
"Te presento a los señores Hill, Lucinda. Esta es mi hija, Lucinda Greece", declaró Lily con un rostro radiante. Leila supo que su actitud se debía al todo el dinero que tenían los Hills. De repente, empezó a entrar en pánico porque se estaban acercando a los padres de Nate.
Sin embargo, luego se dio cuenta de que no la reconocerían.
'Ahora soy Lucinda Greece, y no me parezco en nada a la poco femenina Leila', pensó mientras escuchaba a Lily jactarse con orgullo de su hija, aunque nunca la había tratado como tal.
"Mi Lucinda acaba de regresar de París, donde trabajaba como diseñadora de modas". Leila se quedó congelada, temiendo que Karen o Phil se dieran cuenta de la verdad. Además, Nate estaba parado a varios metros de distancia, hablando con dos hombres mientras le daba la espalda.
Leila esperaba que no se diera la vuelta y la viera.
"¡Oh, París! Ahora debe ser encantadora en primavera y todo", comentó Karen mirándola.
Podía imaginarse a su primer nieto con solo observar ese hermoso y simétrico rostro femenino, así como esa bella figura curvilínea. Era justo el tipo de Nate. No había duda de que le gustaría esa chica. 'Están hechos el uno para el otro', pensó. Además, Lucinda era diseñadora de modas, como Leila.
"Sí, París es hermosa en cualquier época del año, sobre todo en primavera", respondió Leila devolviéndole la sonrisa. Por su parte, Karen no podía dejar de pensar en Leila. Le agradaba esa chica, pero dejó cruelmente a Nate.
Habían pasado días desde su fiesta de compromiso, y ella nunca apareció, ni en su casa ni en ningún lado. Nate les informó a sus padres que Leila había roto con él.
Karen pensó que estaba mintiendo, pero después le creyó al verlo un poco más triste que de costumbre.
Y los periódicos no dejaban de difundir horribles rumores: "El multimillonario Nate Hill fue abandonado por su prometida", "La futura esposa del mujeriego Nate Hill se escapó de su fiesta de compromiso". A Karen no le importaban los chismes, pero se aseguraría de que nunca más rompieran el corazón de su hijo.
"¡Nate, ven aquí!", exclamó ella. Como sabía que Greece Fashion Inc. Ellas estaban en serios problemas, terriblemente endeudada y al borde de la bancarrota, convencería a los padres de Lucinda para que aceptaran su plan.
La Corporación Hill salvaría a su empresa, y el matrimonio entre los dos herederos fortalecería la unión. Entonces, Lucinda Greece haría muy feliz a su hijo.
'Por favor, Dios, no dejes que él me reconozca. Por favor, por favor', rezó Leila mientras Nate se acercaba a ellos.
"Este es mi hijo, Nate Hill. Nate, te presento a la señora Greece y a su hija, la señorita Lucinda Greece. Lucinda regresó de París hace solo unos días, y es diseñadora de moda". Leila no pudo evitar encogerse, pero se sintió más aliviada al ver que Nate tampoco la reconocía.
"Es un placer conocerla, señora Greece", saludó él mientras le daba un apretón a Lily. Luego, le tendió la mano a Leila. Ella aceptó su saludo. Era una suerte que él no sospechara. Ahora se encontraba a salvo. Ese arrogante b*stardo no se daba cuenta de nada.
"Escuchen esa música, ¿no es encantadora? ¿Por qué no vais a bailar vosotros dos?", preguntó Karen mientras observaba a los jóvenes.
"¡Sí! ¿Qué estáis esperando?", preguntó Lily con una sonrisa extraña. 'A Lily Greece nunca le importó que yo socializara con alguien, mucho menos que bailara', pensó Leila. Nate avanzó hacia ella con una sonrisa.
"Señorita Greece, ¿quieres bailar conmigo?". Su arrogancia habitual había desaparecido, siendo reemplazada por una cálida sonrisa que deslumbró a Leila. Estaba siendo muy encantador.
Leila no tuvo más remedio que aceptarlo y se unió a él en la pista de baile. La mano de Nate tomó la suya con galantería. Nunca se había visto tan guapo, estaba sonriente y recién afeitado. Sus ojos entre azul cerúleo y verde esmeralda resplandecían cada vez que mostraba sus dientes tan blancos como perlas.
Llevaba un esmoquin negro de un solo botón y cuello de satén. Su camisa era blanca y seguía el código de vestimenta para la gala.
Leila era muy consciente de que todas las mujeres a su alrededor lo estaban mirando fijamente. 'Nate es como un regalo para los ojos', admitió para sí misma.
Cuando llegaron a la pista de baile, el clásico vals les dio la bienvenida. Nate la condujo con seguridad mientras mostraba todas sus habilidades de baile. Su aroma embriagó todos los sentidos de Leila mientras él se deslizaba y pisaba con destreza.
Leila se sintió más tranquila, pues creía estar a salvo. Ahora era Lucinda Greece, no Leila Swift. Estaba agradecida por tener otra identidad.
Swift era el apellido de soltera de su madre; y cambió su nombre antes de irse al extranjero, solo para vengarse de su padre y su madrastra. Estaba enfadada con ellos por enviarla sola a un lugar tan lejos de casa.
"¿Bailas tango?", preguntó Nate. Su sonrisa se veía dulce y sincera. Ese hombre no era el Nate Hill arrogante que había conocido diez días atrás.
Era un hombre completamente diferente. Era amable y gentil, pero seguía siendo igual de atractivo y magnético. Tal vez incluso su encanto resultaba un poco más cautivador.
Leila se preguntó cuál de los dos era el verdadero Nate Hill.
"Un poco", respondió ella. Nate la agarró con más fuerza, girándola e inclinándola con elegancia. Sus movimientos atrajeron la atención de más personas. Leila empezó a reírse, disfrutando del baile. Eran la pareja más llamativa del salón, por lo que ella se sintió ligeramente orgullosa.
Cuando terminó el baile de caridad, Nate le entregó su tarjeta de presentación.
"Señora Greece, escuché que la compañía de tu padre necesita inversión. Yo también estoy en el negocio de la moda, así que podría estar interesado en la inversión. Por favor, contáctame si necesitas ayuda", explicó. Leila agarró su tarjeta mientras mantenía contacto visual con él.
Por primera vez, ella no estaba gritándole con furia.
Ambos se despidieron. 'Tal vez Nate podría ayudarme', pensó Leila mientras intentaba encontrar a su madrastra. No la había reconocido, así que no había riesgo. Además, le gustaba este Nate Hill porque rezumaba confianza.
"Si tan solo siempre pudiera tener esa actitud...", suspiró mientras lo veía marcharse.