Leila corrió por las escaleras mecánicas hasta que llegó a las pasarelas móviles y luego a la Puerta 608. Estaba corriendo con todas sus fuerzas, pidiendo perdón a todos quienes la rodeaban. Ellos la miraban como si tuviera la culpa.
Sin embargo, ella era consciente de que eso no era cierto. Nate y sus hombres de negro le estaban pisando los talones, ya que se había escapado en el último momento.
Su corazón latía con mucha fuerza, ya estaba al borde de las lágrimas. Sufriría una crisis nerviosa si perdía ese vuelo.
"Esta es la última llamada de embarque para el vuelo FR375 con destino a París. Todos los pasajeros, diríjanse a la Puerta 608 de inmediato". Las palabras de la azafata resonaron en la cabeza de Leila mientras maldecía al aeropuerto de Heathrow por ser tan grande.
Hacía un rato la habían llamado por su nombre, pidiéndole tres veces seguidas que subiera al avión.
"¡Por favor! ¡Dejadme entrar! ¡Por favor!". Cuando finalmente alcanzó su destino, la puerta estaba cerrada. Leila empezó a suplicarle a la tripulación mientras jadeaba.
"¡Leila!". Al escuchar esa profunda voz masculina, supo que debía escapar. Aunque la dejaran subir al avión, ese demonio la detendría.
Leila se volvió para alejarse de él, pero Nate fue más rápido y la agarró con fuerza. Sin embargo, ella luchó por liberarse.
La gente en el aeropuerto se limitó a mirarlos. Nadie la ayudaría.
"Leila, ¿estás bien?", preguntó Nate con una voz suave y preocupada. Leila entró en pánico porque temía que él jugaría sus sucios trucos de nuevo. De repente, abrió los ojos. Solo había sido un sueño.
"¿Otra vez una pesadilla?". Los ojos de Leila se encontraron con los de Nate, quien estaba junto a ella en su cama. Sus ojos eran hermosas esmeraldas verdes, pero no dejaría que eso la engañara.
Nate había mentido. Había dicho que dormiría en el sofá, pero ahí estaba, debajo de la misma sábana con ella. Y sus manos la sujetaban con fuerza. Leila se enfureció tanto que lo empujó.
"¿Qué haces aquí? ¿Por qué no dormiste allá?". Nate la observó mientras ella señalaba el sofá. Leila no estaba siendo justa. Como anoche había tenido una pesadilla, ella le pidió que se quedara en la cama, y él simplemente la obedeció.
Su reacción lo enfureció. Esto era lo que obtenía por ayudarla y consolarla.
"Esta es mi habitación, y tú firmaste el contrato. ¡Eres mía y puedo hacer contigo todo lo que quiera!". Nate declaró severamente la dolorosa verdad. Él la tenía donde quería, y con este hecho disfrutaba demasiado.
Leila había tenido una pesadilla y no dejaba de repetir: 'No me dejes, mamá'. Nate sintió pena por ella, ya que asumía que debía tener una vida difícil. Por lo tanto, decidió aumentar el monto que le pagaría después de su matrimonio. Leila recibiría doscientos millones de dólares más. Y aquí estaba ella, en la casa de sus padres y en su cama, donde nunca antes había traído a una chica.
"¡Idi*ta! ¡Yo no te pertenezco!". Leila volvió a empujarlo mientras se deslizaba de sus brazos. Ya sabía que ese avión había despegado, destruyendo todos sus sueños de regresar a París.
Nate la vio desaparecer furiosamente dentro del baño.
Anoche Leila había tomado su mano para invitarlo a meterse en la cama. Cuando él se acostó a su lado, le resultó demasiado difícil. Era una tortura no poder tocar su suave piel ni besar sus labios de color rubí. Estaba hipnotizado por su olor y su cuerpo curvilíneo. ¡Nadie antes lo había torturado en una cama!
Terminó durmiendo tranquilamente en los brazos de Leila. Había empezado a consolarla, pero finalmente él mismo encontró consuelo a su lado.
'¿Qué me está haciendo esta chica?', se preguntó.
"¿Dónde está mi ropa?", preguntó ella a través de la puerta ligeramente entreabierta.
"En el tacho de basura", respondió Nate. Luego, esperó otra ronda de sus ataques verbales.
"¿Por qué volviste a tirar mis cosas? ¡Loco! ¡B*stardo!", lo insultó Leila. Sin embargo, esta vez Nate decidió no reaccionar y se mantuvo tan tranquilo como un cactus en un desierto durante el día más soleado.
"Porque mi madre quiere que puedas vestirte de esto", respondió con una sonrisa. Se levantó del sofá y le entregó una bolsa de papel.
Karen la había traído esa mañana cuando Leila aún dormía en sus brazos. Al verlos abrazados en la cama, sonrió ampliamente. A su madre le gustaba Leila, y él lo sabía.
También le gustaba a Phill, el mismo hombre que no se encariñaba fácilmente con las personas.
"Ese no es motivo para deshacerte de mi ropa", dijo Leila con el ceño fruncido. "¡B*stardo!", murmuró. Estaba preocupada por Alice y quería preguntar por ella.
Nate la escuchó, pero fingió no hacerlo. Sin embargo, parecía que Leila quería seguir hablando.
"¿Algo más?", cuestionó observando su pecho.
Ese camisón negro lo había enloquecido la noche pasada. Todavía fantaseaba con arrancarlo del cuerpo de Leila. Sus manos le dolían por querer tocarla, y su boca deseaba saborear sus suaves s*nos.
"¿Dónde está Alice?", preguntó con la mirada baja. Se cubrió más el pecho con la sedosa tela mientras empujaba la puerta para cerrarla. Riéndose disimuladamente, Nate metió su pie para que no lo hiciera.
Sus ojos recorrieron la figura de Leila de arriba abajo mientras fingía estar pensando el paradero de Alice.
'¡Qué imb*cil!', pensó ella. Una vez más, se sentía como una presa de él.
"Está sana y salva. ¡Deja de preocuparte!", respondió Nate mientras quitaba su pie. Leila cerró la puerta del baño y lanzó una maldición.
Luego, se vistió y salió del baño. Nate le dirigió una sonrisa que la hizo sentirse cohibida bajo su mirada. Karen había elegido para ella un vestido rojo con volantes asimétricos que le llegaba a las rodillas, acentuando su alta figura curvilínea.
Si tan solo no tuviera esas pecas y su cabello volviera a crecer, Nate la desearía aún más, pero tal vez era mejor si eso no sucedía.
Leila se subió al auto de Nate y el conductor la llevó a casa de Alice. Una vez ahí, tocó la puerta y esperó a que su amiga abriera.
"¿Estas bien?", preguntaron las dos al unísono, con miradas de preocupación.
Sin embargo, Leila notó que Alice estaba extraña.
"¿Qué pasó? ¿Qué te hizo Ivan?", preguntó.
"Yo...pasé una noche con él, y tuvimos s*xo", respondió Alice tímidamente mientras se ruborizaba, esperando la reacción de Leila..
"¿Qué? ¡Ese b*stardo!", espetó ella. Estaba furiosa porque creía que Ivan se había aprovechado de su mejor amiga, pero Alice la detuvo.
"¡No, no! No fue así, Leila. Fue muy amable conmigo y lo hice porque quería. Estoy completamente enamorada de él. ¿Y tú por qué no estás en tu vuelo a París? Pensé que te irías sin tu maleta". Alice abrió mucho los ojos al darse cuenta de que ella acababa de perder su vuelo.
Leila seguía enojada con Nate por ese contrato y con Ivan por meter a Alice en este problema, así que le relató todo lo que había pasado en los últimos días.
Cuando Alice escuchó la historia, primero se sorprendió por el contrato que Nate Hill había obligado a Leila a firmar. Luego, una profunda tristeza la invadió.
"Bueno, al menos Ivan no me lastimó", murmuró para no preocupar a su amiga. Entonces, Ivan sí se había aprovechado de ella, porque él estaba enterado de todo ese asunto. Con razón no la había llamado después de esa noche; y aunque él le pidió su número, ella no lo hizo.
Alice no tenía forma de contactarlo, incluso si quisiera, y ya no quería. Todo lo que podía hacer era olvidar a ese hombre y la noche que pasó con él.
"¿Y ahora cuál es tu plan, Leila?", preguntó para dejar de pensar en Ivan.
"Mañana me iré a París".
"Bueno, yo me voy a trabajar ahora. Llámame si necesitas algo", respondió Alice y se marchó.
Leila podía ver que su amiga se esforzaba por sonreír, y eso la hacía sentirse triste, arrepentida y responsable. Ella tenía la culpa.
Y ese arrogante mujeriego. En realidad, de haber pensado más profundamente, él tenía toda la culpa.
Nate Hill.
¡Cómo lo odiaba!
Leila se quitó el vestido rojo, se puso su ropa poco femenina y se dirigió al edificio principal de Corporaciones Hill.
¡Tendría que vengar a Alice, con todas sus esfuerzas!