"Quiero irme a casa". Después de seguir a Nate al segundo piso, Leila se detuvo a mitad de camino. Ahora recordaba el vuelo a París que estaba a punto de perder, por lo que sintió que le invadía un sentimiento de desesperación.
"¡Inténtalo!", espetó Nate, volviéndose con una mirada amenazadora. Su voz también era aterradora. Ella ya lo había avergonzado suficiente durante la cena.
Leila era consciente de que no debía exagerar con él, pero ni siquiera sabía si su amiga estaba a salvo. Alice no respondía a sus llamadas, y eso la preocupaba.
"¿Dónde dormiré? ¿Dónde está mi habitación?". Leila esperaba alojarse en la habitación de invitados, teniendo en cuenta la cantidad de habitaciones que habían en esa villa.
"¿Tu habitación?", repitió Nate con una sonrisa. Luego, la agarró a toda prisa. Leila intentó protestar, pero él le tapó la boca con una mano para ahogar su grito. De repente, la levantó y la lanzó sobre su hombro. "¡Dormirás en mi cama conmigo, cariño!".
"¡No, idi*ta! ¡No lo haré! ¡Suéltame!". Leila forcejó y golpeó su espalda, pero Nate logró detenerla. Estaba loca si pensaba que podría escapar de su castigo. ¡Claro que no después de todo lo que había dicho frente a sus padres!
Nate entró a su habitación, cerró la puerta de un portazo y arrojó a Leila sobre la cama. Estaba enojado y se preguntaba qué haría con ella a continuación.
"¡Tengo que ducharme!", soltó Leila. Nate se paró frente a la cama como un dios todopoderoso, con las manos en las caderas y mirándola fijamente. Tenía que alejarse de él, ya que la tensión estaba aumentando entre ellos.
"¡Anda! ¡Apestas de todos modos!". Nate se hizo a un lado y señaló el baño.
No olía mal, sino todo lo contrario. Pero ignoraba por qué la había dejado irse. Tal vez lo había hecho por la mirada dulce que le dirigió durante una pequeña fracción de segundo. No obstante, ella seguía siendo un coñazo.
Leila entró al baño a toda prisa, se dio una rápida ducha, y se lavó los dientes y las comisuras de los ojos. Para su disfraz poca femenina, no podía lavarse toda el rostro ni el cabello.
Había utilizado el jabón de ducha de ese imb*cil, así que ahora olía a él. Además, estaba a punto de compartir su cama.
"¡J*der! ¡No puedo salir vistiendo esto!". Leila se quedó boquiabierta cuando abrió la bolsa que Karen le había preparado. Obviamente quería que ella se viera deseable para su hijo.
Leila se volvió hacia la pequeña ventana del baño. Podía escapar por ahí, pero tal vez se rompería un hueso cuando cayera al suelo. El dormitorio de Nate estaba demasiado alto. Además, la ropa de Alice se había mojado cuando se duchó. No tenía otra opción.
"¡Sal! ¿Estás durmiendo en mi baño? ¡Ya pasaron dos j*didas horas!", exclamó Nate mientras tocaba la puerta con fuerza. No podía creerlo. Feas o hermosas, todas las mujeres eran iguales en el baño: se demoraban una eternidad.
"¡Ya salgo! ¡Solo dos segundos más!", respondió Leila. "¡Bast*rdo!", refunfuñó. Luego, se puso las tangas negras de encaje y un sedoso camisón también negro que tenía un profundo escote. Le quedaba bastante bien y abrazaba sus curvas con fuerza. Se sentía casi desnuda, pero no se veía tan descarada. Por lo menos era largo.
El b*stardo vería sus pezones a través del camisón, y las tangas también. Cuando caminaba, podían verse sus muslos a través de una abertura.
¡M*ldita sea! Lo último que deseaba era verse sexy para Nate Hill.
Nate escuchó que se abría la puerta del baño, así que levantó la mirada y se quedó boquiabierto.
¿Era la misma chica?
El cuerpo de Leila en ese camisón se veía impresionante. Sus piernas estaban bien tonificadas. Eran largas y simplemente perfectas. Nate tenía ganas de saltar, desgarrar su ropa y envolver esas piernas alrededor de su cintura. Podía imaginarse a sí mismo apretando ese tr*sero con ambas manos mientras su boca envolvía sus redondos s*nos de color melocotón.
Quería que su lengua se arremolinara y diera vueltas encima de esos gallardos p*zones.
La p*lla de Nate se tensó en sus pantalones. Leila era casi su tipo. ¡Casi! Ese pecoso rostro y ese desordenado cabello corto degradaban su imagen. Él todavía aspiraba a la perfección.
"¿Dónde dormiré?", preguntó Leila. Nate la observó mientras ella bajaba los ojos, sin darse cuenta de su mirada. Leila sonaba tan inocente, y él ansiaba deshacerse de su timidez. Conocía muchas formas en las que podía lograrlo.
"¡Siéntate!", dijo mientras palmeaba el sofá, con los ojos fijos en ella. "¿Te gustó la cena, cariño?". Nate observó a Leila mientras ella se sentaba a su lado, incomodándola a propósito. Él sabía lo que estaba haciendo. Era momento de vengarse. Leila evitó sus ojos y solo miró al frente.
"La comida estuvo buena", comentó. Se sentía desconfiada y se preguntaba por qué él la llamaba cariño, como si fuera un devoto esposo. Sus padres ya no estaban presentes.
"¿Por qué hiciste esos trucos?", preguntó Nate furiosamente. Leila lo miró fijamente y notó que su rostro cambiaba de expresión. Antes de que pudiera reaccionar, él agarró su pierna y le hizo cosquillas en la planta del pie.
"¡Detente, por favor!". Leila se retorció sin poder soportar la tortura de sus cosquillas. Le rogaba entre risas que se detuviera. "¡Por favor, por favor! ¡Detente!", exclamó mientras trataba de liberarse de ese lunático.
"¿Olvidaste el contrato que firmaste?". Nate agarró su pie con más fuerza. Leila siguió luchando. No obstante, mientras más luchaba contra él, más expuesta quedaba.
El dobladillo de su camisón se levantó hasta que sus muslos quedaron a la vista. Sus diminutas tangas se asomaron para mostrar un triángulo abultado. El tirante cayó de su hombro izquierdo, revelando más de piel de lo que ella quería. La mitad de su s*no estaba afuera, y la tela apenas cubría su p*zón.
Ahora era muy consciente de las miradas de ese imb*cil.
"¡Es hora de tu castigo!".
El corazón y la respiración de Leila se aceleraron por sus palabras.
Nate la empujó hacia el sofá, presionó su cuerpo contra ella y sujetó sus manos por encima de su cabeza. Leila ya sabía lo que sucedería, pero no estaba segura de si quería que continuara.
"Has sido muy traviesa", susurró Nate, frotando sus labios contra los de Leila salvajemente. Luego, los separó a la fuerza con la lengua y la deslizó adentro de su boca. Leila se resistió mientras sentía sus manos acariciando y explorando todo su cuerpo. La lengua de Nate se enredó con la de ella.
¡Nate Hill era muy peligroso!
De repente, él jaló los tirantes de su camisón para bajarlo y empezó a devorar sus pechos con la boca.
"¡No, por favor! ¡Basta!", rogó Leila débilmente mientras él comenzaba a bajarle las bragas. Quería llorar, ya que estaba asustada de que Nate la vi*lara. ¿Debería decirle? ¿Decirle que era virgen? ¿Le importaría?
De repente, las puertas del dormitorio se abrieron.
"¡Leila...! ¡Oh, lo siento mucho!". Al ver a su madre, Nate se levantó de un salto, apartándose de Leila. Ambos se levantaron mientras se arreglaban la ropa. De inmediato, Karen salió y cerró la puerta detrás de ella. Estaba sonriendo porque acababa de confirmar que Leila era realmente la novia de Nate.
Phill la hizo subir para comprobarlo.
"Mamá, ¿qué pasa?", preguntó Nate mientras salía.
"¡Oh! Quería preguntarle a Leila qué le gustaría desayunar".
"¡Gracias, Karen! Pero mañana tengo que ir con una amiga, así que me levantaré temprano. Tomaré el desayuno afuera", intervino Leila, recordando su vuelo. Quizás aún podía tomarlo. Karen se ofreció a hacerle un par de sándwiches, pero ella se negó diciendo que su amiga le había pedido para desayunar juntas.
"Yo dormiré en el sofá. Tú duerme en la cama", anunció Nate cuando Karen se marchó. Luego, se fue al baño.
Estaba nervioso, así que necesitaba agua fría para calmarse.
Ninguna mujer lo había hecho perder el control como esa chica, ni siquiera Selena. ¿Qué dem*nios? Estuvo a punto de vi*larla. Si Karen no hubiera entrado, estaba seguro de que no se habría detenido.
Mientras tanto, Leila escaneó la habitación de Nate, sintiéndose avergonzada. Recordaba todo lo que había sucedido en el sofá. Nate la había excitado, y ahora la enojaba. ¿Cómo pudo haberla forzado?
Para tranquilizarse, cruzó la habitación y observó los estantes. Había muchos libros, así que sacó uno. Lo abrió y fingió leer.
De repente, una foto cayó de entre sus páginas. Ella lo recogió y vio que era una bailarina. Le parecía muy familiar. Cuando le dio la vuelta, leyó una frase. 'Por siempre tuya, Selena Samuel'.
Por supuesto que había escuchado hablar de ella. Cuando buscó a Nate en Google unos días atrás, se enteró de que tenían una relación amorosa, pero lo ignoró porque pensaba que solo eran chismes. Sin embargo, ahora parecía que no lo eran.
Y la verdad era que sintió como si una daga atravesara su corazón.
"No es nada. No es como si me gustara Nate. Tal vez sería algo de arritmia. ¡Yo lo odio! ¡De todos modos, me iré mañana!", se dijo a sí misma antes de deslizarse entre las sábanas. Mañana debía tomar un vuelo temprano, y necesitaba descansar bien.
Leila empezó a quedarse dormida.
Cuando Nate salió del baño, notó que ella ya estaba durmiendo. Se acercó para agarrar una almohada de su cama. De lo contrario, su cuello lo mataría de dolor al día siguiente.
Parecía que la chica estaba teniendo una pesadilla, ya que no dejaba de dar vueltas en la cama mientras murmuraba algo ininteligible.
¿Acaso había mencionado a su madre? Se veía muy frágil. Su frente estaba llena de sudor frío. Nate la cubrió más con la manta, como si estuviera arropando a un niño.
De repente, Leila agarró su mano y él escuchó claramente sus palabras.
"¡Por favor, mamá, no me dejes!".
Toda el agua fría que se había echado encima terminó siendo en vano. Deseaba que Leila lo hubiera llamado a él en vez de a su madre.