Leila entró al ascensor de un salto y casi sin poder respirar, todavía podía sentir los dulces labios afelpados de ese hombre sobre los suyos; él tenía un sabor como a After Eight, fresco como la menta y caliente como el chocolate.
No podía engañarse, debía admitir que ese beso se había sentido increíble.
Y no podía esperar para llegar a la casa de Alice y contarle todo lo que había sucedido.
La noche había sido un completo desastre, desde el encuentro con Sam, hasta el beso que le había dado a ese extraño hace unos minutos.
Eso fue lo mejor que se le ocurrió en el momento.
Estaba segura de que Alice la felicitaría por lo que acababa de hacer, ¡fue verdaderamente atrevida!
Hasta Leila estaba sorprendida, eso era algo que normalmente jamás habría hecho; además, todavía era virgen y solo había tenido una relación.
La cual duró apenas dos meses, porque Louie, un francés que llegó como estudiante de intercambio a su instituto, le terminó cuando se negó a tener s*xo con él una noche; le pareció que era muy pronto para ese tipo de intimidad.
Aunque a Leila nunca le faltaron admiradores, no podía darse el lujo de enamorarse. ¿Cómo haría algo así?, los hombres eran diferentes, ¡bastaba con mirar a su padre!, que se volvió a casar solo dos meses después de la muerte de su madre.
¡Ella nunca cometería el error de confiar en un chico!
No lograba entender por qué ese hombre del bar quería volverla a besar sabiendo cómo se veía.
Por fortuna, lo empujó y alcanzó a escapar hacia la salida. Sin embargo, antes de que él la tocara, en realidad estaba disfrutando del beso; seguramente era un chico muy guapo.
¡Oh, Dios, y sí que era alto!
Antes de ir a verse con Sam, Alice le había traído ropa vieja de su padre, una peluca corta de color castaño que su abuela usaba por su alopecia, y unos anteojos gruesos y oscuros, y le dijo que se disfrazara como un marimacho.
Alice se lo había ordenado como un general en la batalla: "A Sam le gusta tu cara bonita, y Dios sabe cómo se devora tu cuerpo con sus ojos azules, ¡así que ponte esto!" Además, le dibujó unas horribles pecas anaranjadas en el rostro, arruinando su tez perfecta.
"¡Me veo como el m*ldito Ed Sheeran!", gritó Leila cuando se vio en el espejo; la camisa de color gris ratón del padre de Alice colgaba alrededor de sus senos y caderas, haciendo desaparecer su figura perfecta y sus curvas.
"¡Se dice j*dido, no m*ldito!", la regañó Alice, al tiempo que escondía su hermoso, largo, oscuro y liso cabello en esa espantosa peluca; ni siquiera Leila podía reconocer su reflejo en el espejo.
Si cambiaban su hermosa apariencia, tal vez Sam perdería todo el interés que tenía en ella, ¡ese era el brillante plan de Alice!
"¡No puedo ver nada, Alice!", se rio Leila, pensando en que estaba más ciega que un murciélago con esas gafas de sol; y fue debido a eso, y a las luces tenues del bar, que ni siquiera pudo ver la cara de ese hombre, pero aun así decidió besarlo.
¿A quién le importaba?, tampoco lo volvería a ver.
Para su reunión, Sam había elegido un bar en una azotea con vistas a Waterloo.
Cuando Leila entró, unos amables camareros y una vibra impecable le dieron la bienvenida; aunque se sentía un poco tonta con este disfraz, tenía la esperanza de que funcionara, y que quizá a Sam incluso le pareciera repugnante.
Él estaba sentado dentro del bar, no en la terraza, donde a ella le gustaba sentarse, por lo que Leila supuso que Sam estaba resfriado de nuevo.
"Buenas noches, Sam", ella lo saludó primero. La música era genial, no estaba demasiado fuerte, y frente a él, había una copa de sangría, así que ella pidió lo mismo cuando llegó el camarero; este era un bar fabuloso para beber, todos tomaban algo y solo unos pocos estaban comiendo.
Como era de esperarse, al principio Sam no la reconoció: "¡Leila!, ¿qué te pasó?, ¿estás bien? ¡Déjame ayudarte!", pero luego en realidad no mostró disgusto, sino todo lo contrario.
Después de la conmoción inicial, dejó de mirarla con extrañeza, y con mucha rapidez volvió a actuar con ese romance agresivo que utilizaba; incluso le ofreció un lugar donde quedarse.
"Gracias, pero no necesito tu ayuda, Alice me ha estado ayudando. Quiero decirte que...", intentó hablar, queriendo repetir lo que tantas veces ya le había dicho: que ella no podía corresponder a sus sentimientos, y, además, que estaba comprometido con Cecilia. Sin embargo, Sam no la dejó hablar, sino que de repente se acercó más a ella, y Leila se trató de alejar, pero no tenía a dónde moverse.
Se encontraba acorralada en una esquina y él estaba a solo unos centímetros de ella.
"Quédate conmigo esta noche, por favor", le dijo Sam, tratando de quitarle los lentes de sol, pero ella se los volvió a poner de inmediato, se sentía más protegida con los ojos cubiertos.
"¡No! No puedo. Yo...", Leila ya no sabía qué más decir, la forma en la que se comportaba este chico comenzaba a darle miedo, así que trató de alejarlo de nuevo, pero él no se movió ni un poco, y, por el contrario, la abrazó con más fuerza.
"Dime que te quedarás conmigo, Leila, ¡solo por esta noche! ¡Quédate conmigo!", insistió mientras se inclinaba hacia ella; era obvio que la besaría si no se le ocurría una idea de inmediato, necesitaba inventar algo que él creyera.
"¡No puedo, tengo novio! Llevamos juntos solo un mes, pero aún así, ¡t e n g o n o v i o!", espetó ella, haciendo énfasis en cada letra.
"Ja,ja,ja. ¡Sí, claro!, ¿y dónde está?" dijo Sam entre risas, claramente no le creía. "¿Qué hago ahora?, ¿qué otra opción tengo?", se preguntó Leila.
"¡Allí está!", exclamó, y estiró su mano sin pensar, apuntando hacia el mostrador: "Está esperándome. Tienes suerte de que no te haya visto". La primera mentira le dio valor para regañarlo y seguir con la farsa; luego retrocedió un poco, empujó la mesa hacia adelante y se escabulló de su asiento dando un paso a un lado de la mesa rápidamente, hasta que por fin pudo escapar de Sam.
"¿Esto será suficiente?", se preguntó dudosa.
Sin embargo, cuando se dio la vuelta, vio que él la seguía: "¡M*ldición, nunca se dará por vencido!"
Tenía que terminar con esto de una vez por todas, debía hacer algo para que Sam le creyera.
¡Debía demostrarle que su novio era real!
Entonces, para convencerlo de su mentira, Leila se colgó del cuello del primer hombre que apareció, y luego lo besó a la fuerza.
En unos minutos más llegaría a la casa de Alice. Finalmente había podido solucionarlo todo, Sam y ese hombre ahora solo serían historia, lo único que tenía pendiente ahora era deshacerse de ese novio multimillonario que su padre le había conseguido.
"¡Sra. Leila Swift!", gritó alguien detrás de ella.
"Soy yo, ¿por qué?", preguntó Leila dándose la vuelta con cautela, y de inmediato, se encontró con cuatro hombres de negro, pero ninguno de ellos era Will Smith; su propio pensamiento la hizo reír.
Antes de que pudiera reaccionar, ellos la llevaron arrastrada hasta un coche que estaba estacionado en la calle, y aunque Leila trató de resistirse, no tenía ninguna posibilidad de enfrentarlos.
Todos los hombres eran enormes y tenían una fuerza extraordinaria.
"¿A dónde me lleváis?, ¿se trata de un secuestro? ¡Decidme!", gritó cuando la tiraron en el asiento trasero y cerraron la puerta detrás de ella, pero ninguno dijo nada, lo que la puso más nerviosa, ¡obviamente esto no era para nada una broma!
Sin embargo, si planeaban pedirle un rescate a su padre, se llevarían una gran sorpresa, porque Bob estaba arruinado; de lo contrario, no obligarían a su propia hija a casarse con un completo extraño.
Entonces deslizó su mano dentro del bolsillo de los pantalones del papá de Alice, donde estaba su móvil, y lo sacó muy despacio.
Por desgracia, uno de los cuatro hombres, al que los otros llamaban Iván, la vio tratando de llamar a Alice y le ordenó: "¡Dámelo o lo tiro por la ventana!"
Al parecer, Iván estaba a cargo, así que Leila hizo lo que le pidió y le entregó su móvil.
Después, miró a los hombres que iban adelante y se dio cuenta de que solo dos de ellos estaban en el coche, los otros habían subido a otro vehículo.
Los cuatro secuestradores eran tan guapos como los modelos de esas revistas de chicas.
¿Pero por qué eran tan crueles con ella?
No había hecho nada para merecer esto.