Nate estaba sentado en su lugar exclusivo del bar de la azotea de uno de los edificios más altos de la ciudad, tenía una vista completa de toda la ciudad de Londres, y a pesar de estar alejado del resto de personas, todavía sentía que le faltaba privacidad, el bar le parecía demasiado ruidoso.
Como de costumbre, estaba acompañado de varias mujeres hermosas.
Las chicas charlaban, gesticulando mucho y compitiendo entre ellas por llamar su atención.
Sin embargo, todos sus esfuerzos fueron inútiles, ya que ninguna de ellas le interesaba; además, no tenían nada nuevo o inteligente que decir.
"¿Quieres un masaje? Te ves muy tenso", preguntó Emily, la rubia delgada, poniendo su mano sobre su hombro izquierdo y tamborileando con sus dedos largos y huesudos.
"No", Nate ni siquiera se molestó en mirarla o darle las gracias, ya lo había hecho anoche en el asiento trasero de su coche, dos veces.
La boca de la chica estaba cálida, húmeda y suave, al igual que esa otra parte de abajo; sin embargo, esta noche no estaba de humor para echar un polvo, e incluso si lo estuviera, ya no quería nada con ella.
La copa de vino tinto en su mano era lo único en lo que se fijaban sus ojos, y a veces observaba las luces de los rascacielos de la ciudad parpadeando frente a él. Mientras tomaba un trago de su copa, recordaba la conversación que había tenido con sus padres.
"¡Ya tuvimos suficiente!" le dijo Phil, su amado padre, y su querida madre, Karen, también agregó:
"Si no consigues una novia en los próximos tres días, y me refiero a una novia de verdad, una chica seria, vas a casarte con Lucinda Greece".
"¿Lucinda quién?", gritó con tono desafiante, sentía que una de las venas de su frente se iba a estallar de la rabia; Nate sabía de dónde venía esta idea, su padre le había dicho hace años que no le entregaría su empresa a alguien que no tuviera un heredero, ni siquiera si se trataba de su único hijo.
"Lucinda Greece, y si no te casas con ella, entonces será mejor que te olvides del puesto de director del Grupo Hill. Ya tienes treinta años, es hora de que formes una familia y me des un heredero", dijo su padre con un tono de voz demasiado tranquilo para su gusto, lo cual significaba que estaba hablando en serio respecto a esto.
"Quiero nietos", exclamó su madre con voz casi suplicante, pero luego cambió el tono por uno más exigente: "¡Y olvídate de esa bailarina de una vez por todas!" Karen nunca había aceptado a su ex, Selena.
Y tenía todo la razón en no hacerlo.
Cuando se fue, Selena dejó un enorme agujero negro en el corazón de su hijo, más grande que el espacio mismo, y nunca se molestó en volver para llenarlo.
Nate siempre había sobresalido en todos los aspectos de su vida, excepto en el amor.
Había cambiado de novia como cambiaba de ropa interior, y la palabra 'novia' simplemente significaba un juguete s*xual, nunca las tomó en serio, para él, todas eran mujeres fáciles o cazafortunas.
Selena lo había convertido en un mujeriego despiadado y sin emociones, y Karen juró que nunca la perdonaría.
En realidad, su hijo era inteligente, trabajador y guapo.
Además, debajo de su corazón de piedra, era un hombre sensible y bondadoso.
Era impecable cuando se trataba de los negocios y un verdadero líder, exigente pero justo, pero si se enfrentaban a él, también era despiadado; todo lo que tocaba lo convertía en oro: la reputación, el crecimiento, las ganancias o el retorno de la inversión de la empresa.
Respecto a su apariencia, Nate era la viva imagen de su padre a esa misma edad.
Tenía el cabello negro, ligeramente ondulado y tupido, y un rostro varonil y cincelado.
Sus ojos eran de color azul verdoso, pero cuando se enfadaba, se volvían algo grisáceos, y estaban enmarcados por unas largas pestañas negras; te hacía temblar con solo dirigirte una mirada, claro está, si eras una mujer o un homosexual.
Sus finos labios parecían creados a la perfección para besar a una mujer, de la misma forma que su padre lo hacía con su madre, y cuando sonreía, era como un sol brillante que iluminaba el cielo oscuro.
Sin embargo, ganarse una de sus sonrisas no era tarea fácil.
El cuerpo de Nate siempre se había mantenido erguido y perfectamente esculpido, como el de un atleta del remo.
Tenía 198 centímetros de puro músculo, abdomen duro, espalda ancha y musculosa y unas nalgas perfectamente torneadas bajo una piel suave y bronceada; y aunque su madre no había vuelto a ver su hombría desde que tenía siete años, había escuchado rumores.
Al parecer, su hijo también estaba bien dotado en ese aspecto.
Nate miró por una última vez el Shard, el London Eye y la St. Paul's Cathedral, luego se levantó de su asiento sin decir nada y las chicas lo miraron con ojos de cachorrito cuando se fue de la mesa.
Caminó con confianza por el bar, consciente de su buena apariencia y de toda las miradas que atraía, pero nunca se imaginó lo que pasaría después.
Alguien, al parecer un chico, de repente apareció en su camino hacia el ascensor, acercó su cuerpo delgado al suyo, y envolvió sus brazos alrededor del torso de Nate, como un pulpo con su presa.
Luego lo hizo bajar la cabeza colgándose de su cuello y rápidamente pegó sus labios a los de él.
Los ojos de Nate se abrieron llenos de sorpresa, y por un segundo pensó en alejarlo, pero entonces, para su sorpresa, notó que lo estaba disfrutando.
Esos labios eran muy dulces y tenía un sabor extremadamente delicioso, mejor que el chocolate.
"¿También me gustan los hombres?, ¿ahora soy gay o bisexual?", se preguntó Nate.
Levantó sus manos y comenzó a acariciar su cuerpo que pensó que era un chico, pero se dio cuenta de que lo que estaban tocando sus manos era un cuerpo de mujer. Sí, era una chica, y lo que tocaba ahora era su turgente pecho, del tamaño perfecto para su mano... y su boca.
Ante este nuevo descubrimiento, su lengua salió disparada instintivamente, deseando entrar en la boca de la chica; ¡ahora le demostraría cómo era un verdadero beso de Nate Hill!
Sin embargo, ella se escabulló de entre sus brazos y lo golpeó con fuerza en el pecho para alejarlo. ¿Qué demonios estaba pasando?
"¿Primero me besas y luego te haces la difícil?", estaba enojado, su lengua solo había alcanzado a rozar su labio superior, ¡nadie podía decirle que no!
Entonces la agarró por la cintura con más fuerza, la giró, la empujó a un lado y sus labios aterrizaron en los de ella, sin darle importancia a su negativa; la chica se resistía ferozmente mientras él insistía en acorralarla contra alguna superficie sólida, pero antes de que su espalda pudiera golpear la pared, o que la lengua de Nate le abriera los labios, ella le golpeó los testículos con todas sus fuerzas.
Él se dobló con el rostro tensionado por el dolor y la mandíbula apretada.
"¡Ay!", dejó escapar un grito ahogado mientras veía a la chica desconocida escapar, lo cual lo llenó de ira; ¿cómo se atrevía?, primero lo buscaba para luego negarse.
¡Todas las mujeres son iguales!, juegan con los hombres, primero los provocan con sus dulces promesas y luego los apuñalan por la espalda.
Además, Nate no iba a permitir que nadie volviera a traicionarlo, no después de lo que le pasó hace doce años, ¡le demostraría a esa chica las consecuencias de meterse con él!
Al instante, Nate llamó a Iván, su guardaespaldas, y media hora después, ya tenía toda la información que necesitaba en su mesa de café.
Nombre: Leila Swift.
Edad: 25 años.
Género: Femenino.
"Eso ya lo sabía", pensó.
Estado civil: Soltera.
Tampoco es que hiciera alguna diferencia.
Esta chica con apariencia de marimacho no era su tipo, tenía mujeres mucho más bonitas, y además, lo hizo enojar y lo había pateado. Aun así, la quería besar de nuevo, una y otra vez; a pesar de su apariencia, lo había disfrutado, le gustaba mucho.
Nate se sentía humillado, como si hubiera perdido en un juego en el que todos creían que no podía perder.
"¡Encuéntrala y tráemela!", le ordenó Nate a Iván con voz helada.
¡La haría pagar por lo que había hecho!