Cuando Laurel le comunicó a Hogan que se mudaría con Ansel, él de inmediato supo cuál era el motivo. Consideró que mudarse también sería una muy buena idea para ella.
En efecto, ya Laurel no era una niña y por eso debía ser responsable de sus actos.
Sin embargo, cuando Meroy escuchó que Laurel quería mudarse, se sorprendió. "Hija, es que acabas de regresar del extranjero y fíjate que ni siquiera he podido estar con mi nieto sino unos días. ¿Por qué quieres mudarte de nuevo?", preguntó.
Laurel no tenía otra opción que usar a Ansel como excusa, por eso dijo: "Mamá, lo que ocurre es que aquí vivimos demasiado lejos del jardín de infancia de Ansel. Tenemos que levantarnos y tomar el autobús a las cinco de la mañana todos los días. Si sigue así no será nada bueno para su crecimiento".
Pero, a pesar de su atinada explicación, tampoco significaba que fuera una excusa.
Al ver que Meroy no estaba convencida, Laurel continuaba persuadiéndola: "¡No te preocupes, yo lo voy a traer con frecuencia a casa!"
Luego Meroy respiró con alivio, y dijo: "Está bien, si tienes algún problema, ¡no dejes de infórmanos, de inmediato! ¡No nos preocupes!", exclamó.
Meroy no podía olvidar la amargura que Laurel había sufrido durante los últimos cinco años. Fue por eso que la tristeza la invadió y casi quiso llorar.
Laurel tenía temor de hacer llorar a Meroy, aunque sus ojos también se pusieron rojos, por lo que dijo: "Mamá, no hagas eso. ¡Te llamaré si ocurre algo y volveré cuando yo tenga tiempo!"
Esa tarde ella iría a buscar a Ansel al jardín de infancia, y por la noche podría quedarse en casa de los Kelly.
El niño estaba muy emocionado, porque hacía varios días que no veía a su madre.
Durante la ausencia de Laurel había dibujado mucho. Fue así como, después de bañarse, sacó su tablero de dibujo y siguió hablando del tema con marcado entusiasmo.
Ansel, durante los últimos cinco años, nunca se había separado de Laurel por mucho tiempo. Y aunque su madre se ausentó de casa durante estos días, a pesar de que la extrañó no hizo escándalo alguno y se limitó a comportarse de manera sensata.
El coeficiente intelectual de Ansel era tan alto que memorizó todo el contenido de los libros de texto asignados por el jardín de infancia, después que los leyó una sola vez.
Pero lo más sorprendente era el talento que demostraba para la pintura.
Cuando Ansel solo tenía tres años, Laurel lo llevó a un sitio donde había una exhibición de armas.
Desde ese entonces, él se enamoró de las armas.
Comenzó a estudiarlas en Internet y hasta en revistas militares, y lo disfrutó enormemente haciéndolo. Si Laurel no intervenía y limitaba tal hábito, seguro que él no tendría problema en seguir estudiando toda la noche.
Con apenas cuatro años, aprendió de forma autodidacta a dibujar las armas que había visto antes en un software de dibujo.
Caso contrario al de Laurel, ella, cuando era estudiante, experimentó muchos prejuicios hacia algunas materias. Física y matemáticas, por ejemplo, eran sus pesadillas. Además, sabía cada palabra, pero no podía entender cómo combinarlas.
Nunca esperó tener un hijo que fuera un prodigio en este campo.
Acto seguido: Ansel colocó con mucho orgullo el tablero de dibujo frente a Laurel.
"Mami, mira, este es el último misil de largo alcance KK7 que vi en la revista. ¿Qué te parece mi dibujo? ¿Crees que está bien?", preguntó.
A Laurel la confundía el comportamiento del niño, por eso no sabía cómo entenderlo.
Entonces fingió mirarlo, y dijo: "Bueno, ¡este dibujo es muy bueno! Ansel, tú sabes cuánto te apoya mami, a ti y a tu pasatiempo, pero no puedes dibujar estas cosas todas las noches. Podría tener un efecto negativo en tu salud y tu crecimiento se afectará si continúas durmiendo hasta tarde. ¿Entiendes?".
"Bueno, mami, ¡pero, no soy bajito!", exclamó, y mientras decía esto, Ansel se puso de pie y extendió su mano, e hizo un gesto por encima de su cabeza. "¡Ya mido 1,2 metros de altura y soy considerado un niño alto en la clase!", dijo.
¡Vaya! Laurel ya no pudo refutar lo que decía su hijo.
Ella no era muy alta, pero estaba en la estatura promedio entre las mujeres; sin embargo, la figura de Ansel no era baja.
De acuerdo a las informaciones, la altura de los niños podía estimarse midiendo la longitud de sus pantorrillas.
Ansel tenía menos de cinco años, y sus piernas eran largas. A tan temprana edad, ya él había ganado muchos admiradores en el jardín de infancia.
Estos genes anormales, solo ella podía atribuirlos al hombre de aquella noche.
Y al pensar en ese hombre... algo se le removió.
Laurel, en ese entonces estaba un poco distraída.
Aunque ella tenía los ojos vendados y no podía ver la apariencia del hombre con claridad, el poder que sentía emanar de su fuerte físico, la asustó. Y de solo pensarlo le producía temor.
Imaginaba que debía tratarse de un hombre alto y fuerte, por eso Ansel se parecía a él.
"Mami, ¿en qué piensas? ¡He estado hablando durante mucho tiempo, pero no me has prestado atención! ¡Hmph, me voy a enojar contigo!", reclamó el niño.
Ansel cruzó sus pequeños brazos como demostración de enojo, hizo un gesto desaprobador y exhaló para acentuar su actitud.
Laurel pareció volver a la realidad y trató de persuadir a su hijo con una sonrisa: "Mami estaba pensando en algo importante. Pero ahora te escucharé con atención. ¿Podrías repetir lo que me decías?", insistió.
"Ya terminé de hablar. ¡Yo me voy a la cama!", exclamó con determinación.
De inmediato Ansel guardó su tablero de dibujo, subió a la cama, volteó la colcha y se acostó a dormir.
Sin embargo, Laurel ahora comenzó a sentirse tanta impotencia.
Este mal genio que exhibía Ansel, ¿también lo habría heredado de ese hombre?
Sin embargo, ella sintió una sensación de desgano al pensar que tenía por obligación que regresar mañana al castillo y volver a separarse de Ansel.
Fue así como se sentó junto a su cama y contempló el rostro tranquilo y dormido del niño. Ella no podía dejar de mirarlo sin que le importara la vida de su hijo.
El rostro de este niño era hermoso y delicado, con sus ojos pequeños y lindos. Aunque todavía se le podía ver grasa de bebé, Ansel ya había tomado la apariencia de un hombre guapo.
¡Ella no se imaginaba cuántas chicas se irían a enamorar de él cuando crezca!
La mirada de Laurel estaba cargada de bondad, en su labios había una leve sonrisa de complacencia, inclinándose besó su rostro regordete, y le susurró: "¡Buenas noches, mi bebé!"
Al día siguiente, Laurel lo envió a la escuela y le dijo que la abuela iría a buscarlo más tarde, porque ella tenía que salir a trabajar.
Pero una sensación de decepción atrapó el pequeño rostro de Ansel, aun así no dijo nada, entró al jardín de infancia con su mochila cargada en la espalda.
Por su parte, ella suspiró denotando impotencia. Hizo las maletas y ya se encontraba lista para volver al castillo.
Antes de irse, contactó a Butler Lee.
El mayordomo Lee le informó de inmediato: "Señorita Laurel, no es necesario que regrese tan pronto. ¡Desde hace unos días el joven amo salió en viaje de negocios!"
"¿Se fue en un viaje de negocios?", peguntó sobresaltada y la sorpresa la asaltó tan de improvisto que no pudo responder.
En otras palabras, pensó, tenía unos días para relajarse y quedarse con Ansel un tiempo más.
"¡Sí!", exclamó sorprendida y sin poder evitar un gran regocijo.
Como ya no necesitaba ir al castillo, podía ocuparse entonces en resolver el asunto de la mudanza.
Ella le había enviado con antelación un mensaje a Martha Brook, donde le solicitaba que le ayudara a ubicar una casa.
Así que llamó a Martha y le pidió que se reuniera hoy con ella.
La zona residencial donde pensaba vivir era de un estilo antiguo, pero el costo del alquiler era relativamente barato, pues no dejaba de ser asequible si se comparaba con otros distritos que sí eran verdaderamente caros.
Afortunadamente, también Alice´s kindergarten estaba cerca, por lo que valía la pena tener residencia en el sector.
Laurel se ocupó en inspeccionar el apartamento. Era una vivienda sencilla de dos dormitorios, con una sala de estar, cocina integrada y un baño. Aunque era un poco pequeño, bastaba para ella y su hijo.
Ella se aproximó a su amiga y dijo en un tono que revelaba, al mismo tiempo, agradecimiento y disculpa: "¡Martha, gracias! ¡Perdón por estar molestándote en este momento!"
Martha se encontraba sentada en el sofá con las piernas cruzadas entretenida dándole a los juegos móviles: "No tienes que ser tan formal conmigo. Recuerda que tu eres mi amiga. ¡Ni siquiera tienes porqué agradecerme!"
"Pero Laurel, ¿dónde has estado? ¿en qué te has ocupado últimamente? Desde hace días que no te he visto, y...", dijo la amiga.
Entonces Martha dejó lo que estaba haciendo y fijó su mirada en Laurel.
El rostro de la mujer estaba rubicundo y su piel clara se había enrojecido. Sus gestos eran muy femeninos, parecía haber contado con una debida atención masculina.
Seguidamente, Martha realizó un gesto de inquietud con sus ojos y preguntó: "Dime la verdad. ¿Ese matón de Gregary se ha ocupado de engañarte durante estos días?"
Laurel tosió con cierto nerviosismo, revelando un aire de culpabilidad. "Ejem, ¿qué quieres decir con eso de jugar? ¡Cariño, creo que mientras más hablas te vuelves más grosera!"
Martha la miró con un gesto malhumorado y dijo sin rodeos: "¿Cómo debo llamar eso, entonces? ¿No crees que es un juego? ¿No me digas ahora que él asumirá la responsabilidad de ti?"
Laurel se atragantó y se apuró en replicar de manera poco convincente: "¡No dije que él debe ser el responsable de mi vida! ¿Qué tiene de bueno un hombre autoritario y despiadado? ¡Tan pronto como yo descubra la verdadera identidad de Julie, me iré!"