Butler Lee, el mayordomo, sabía que Laurel estaba ansiosa por irse a su casa, por lo que ya había arreglado y empacado su desayuno.
Se paró frente a ella dando muestras de amabilidad y dijo: "Señorita Laurel, aquí está su desayuno, por favor tómelo y si quiere puede comer por el camino. ¡Ya arreglé con un conductor para que la lleve!"
Laurel estaba conmovida. Tomó el desayuno con agradecimiento y ofreciendo una expresión sincera, dijo: "¡Gracias, Sr. Lee!"
No supo si se debió a su buen humor, pero al descender la montaña, bajó la ventana del auto y pudo disfrutar del verdor del paisaje, mientras saboreaba tranquilamente la comida preparada por el chef del castillo.
Este sentimiento no era malo, iba pensando.
Parecía como si los pájaros que estuvieron encerrados en una jaula hubieran regresado a la naturaleza y la hicieran sentir tranquila, tanto física como mentalmente.
Al salir del auto, Laurel vio que Meroy Harris regresaba a casa. Ella había llevado a Ansel al jardín de infancia en la mañana.
"¿Laurel?", inquirió sorprendida Meroy, quien no había visto a su hija desde hacía unos cuantos días. La miró desde la distancia y de espalda, y por eso casi no la reconoció.
Al escuchar que el tono de la voz le era familiar, Laurel se detuvo y se volvió para precisar quién la llamaba.
Pero ella no dejó de experimentar pánico al mirar el lujoso automóvil que la había traído a su casa. Afortunadamente, ya se había ido a toda prisa.
Ella sintió un poco de alivio.
No sabía si su madre se había fijado en el coche o no.
Aún así, Laurel se acercó y la tomó por el brazo. Apoyó su cabeza en el hombro de Meroy y dijo con coquetería: “¡Mami, ya volví! ¡Gracias por cuidar a Ansel durante todos estos días!”
"¡No tienes porqué agradecerme!", dijo con resignación, y agregó: "¡Ansel es mi nieto!"
Meroy hizo una pausa y preguntó confundida: "Laurel, ¿ese fue el auto en el que regresaste de la empresa? ¿Y a qué se dedican ellos?", preguntó, y siguió: ¿Cómo es que esas personas son tan ricas?".
Laurel guardó silencio y se rió con cierta torpeza.
"¡Jaja! Nuestra empresa vende, precisamente, autos lujosos. ¡Y por supuesto, nunca habrá escasez de este tipo de autos!"
"¿En verdad? ¿Es así?", interrogó impresionada.
"Mamá, hace mucho frío aquí afuera. ¡Vamos! ¡Entremos rápido!", dijo Laurel empujando a su madre a prisa hacia el interior de la casa. Ella estaba ya preocupada por sus preguntas.
"¡Esta chica...! Bueno, si no quieres que te pregunte sobre tu trabajo, ¡entonces, ya no lo haré! Pero, veo que has estado tan ocupada durante estos días... ¿Puedes tener tanta resistencia física?"
"Mamá, está bien. No te preocupes. ¡Nosotros podemos tomar descansos!"
Meroy miró la ropa que traía puesta Laurel y su mirada de inmediato quedó atrapada por la curiosidad. "Laurel, ¿esta ropa que llevas es tu uniforme? ¡No parece nada barata! ¡Además, es bastante hermosa!", dijo.
Al escuchar su opinión, el corazón de Laurel se agitó y se vio forzada a mirarse a sí misma.
La ropa que usaba la preparó Gregary, seguro era el diseño de una marca líder del mercado.
“Bueno…", comenzó a explicar: "¡El negocio de nuestra empresa es excelente, por eso los beneficios que reciben los empleados también son altos! Pero a ellos no les permiten pedir vacaciones y las horas de trabajo son largas, así que no era un trabajo ideal para mucha gente", dijo.
Evidentemente, Laurel trataba de inventar una excusa.
Mientras tanto, maldijo a Gregary sin parar desde el fondo de su corazón.
Todo ha sucedido por su culpa. Las mentiras que había dicho en su vida no fueron tantas como las dichas durante estos últimos tiempos. Si seguía escondiéndose de esta manera, no sabía por cuánto tiempo podría ocultar la verdad.
Ahora parecía que ella no podía quedarse más tiempo en casa. Si su madre se enterara de que sus ausencias serán más frecuentes, definitivamente, le nacerán sus dudas.
Ya en casa, Hogan Kelly salió a su encuentro desde el estudio y en silla de ruedas. Al verla no pudo ocultar su inexpresiva mirada.
"¡Laurel, ven conmigo al estudio!", dijo en forma directa.
"¡Ah, okey!", respondió Laurel con inquietud.
Ella cerró la puerta del estudio, se paró frente a Hogan y dijo en tono bajo: "¡Hermano!"
Él siempre ha sido amable con ella, pero en este momento irradiaba una gran seriedad.
"Dime honestamente, ¿dónde has estado? Seguro que estabas con Gregary, ¿por qué?", interrogó.
Laurel se puso nerviosa, apretó sus dedos y entró en pánico. De inmediato explicó: "No es lo que tú piensas", dijo.
"¡Laurel, te conozco mejor que nadie!", apreció Hogan. "No eres una buena mentirosa. Es posible que le hayas mentido a mamá, pero el hombre que dio de alta a Ansel del hospital era el asistente especial de Gregary. Lo vi una vez y todavía lo puedo recordar!"
La razón por la que no lo enfrentó en ese momento, fue porque no quiso que las cosas se salieran de control.
Desde pequeño, su hermano nunca le reclamaba en tono serio. Esta era la primera vez que la regañaba de una forma tan dura.
Inmediatamente, sintió que su corazón se conmovía y, seguidamente, Laurel bajó la cabeza disculpándose en voz baja: "¡Lo siento!"
Al ver el agravio en la expresión de Laurel, Hogan le preguntó a regañadientes y en voz baja: "Dime, ¿él te está obligando? Si lo está, entonces podemos denunciarlo en la policía".
Pero Laurel negó con la cabeza con insistencia, pues no era fácil para la familia mantener su situación actual. Ella no quería tener más complicaciones.
"¡No, es mi propia voluntad!", dijo convencida de su proceder.
Hogan endureció su rostro y la miró fijamente por debajo del cristal de sus gafas.
Pero al ver que él no le creía, Laurel solo agregó: "Es... es verdad... Gregary es tan guapo, despiadado y rico. Tantas chicas lo persiguen. Si tuviera la oportunidad de acercarme a él, yo... por supuesto, estaría dispuesta a...", intentaba decir sin concretar.
Y mientras más se esforzaba, menos confianza lograba dar. Sin embargo, bajo la mirada analítica de Hogan, su voz se desvaneció poco a poco.
Finalmente, Hogan exhaló un suspiro. "Laurel...", dijo.
"¡Hogan!", respondió ella, y algo vino a su mente. De repente levantó la cabeza, lo miró con sus ojos claros, e interrumpió: "¡Puede que haya encontrado a mi hija!", exclamó.
Hogan quedó pasmado y un destello de alegría brilló en sus ojos. "¿Dónde está? ¿Cómo ha estado en todos estos años?", preguntó algo nervioso.
Laurel pudo recordar a Julie, rubia y gordita, rodeada por sirvientes. Ella entonces asintió y dijo: "Bueno, ¡creo que se desenvuelve muy bien!"
"¿Y dónde se encuentra ahora?", siguió preguntando con ansiedad.
"Ella... Ella es la hija de Gregary...", dijo en seco.
En efecto, Hogan se quedó en silencio por un segundo, luego su expresión cambió y continuó preguntando, pero vacilante: "Laurel... ¿Es por eso que estás con él?"
Ella no lo negó y por eso le devolvió un gesto afirmativo.
"Laurel..." dijo Hogan como adolorido y con una mirada cargada de confusión.
Ella acababa de regresar al país, y aún su panorama no estaba claro.
Sabía que Julie era la hija biológica de Diana y mucha gente estaba enterada. Por otra parte, Diana era la prometida de Gregary y ellos, tarde o temprano, se casaran.
"¡Prométeme que dejarás a Gregary!", le pidió su hermano.
"¿Hogan?", se sacudió y su expresión se tornó tensa, clavando su mirada en Hogan y confundida, dijo: "¿Qué? Yo no puedo dejarlo ahora. ¡Necesito saber la verdadera identidad de Julie antes que me marche de su lado!", dijo.
"¡Ella no es tu hija!", él ahora le apuntaba con firmeza.
El tono de Hogan continuó siendo firme. Él quería decirle que Julie era la hija de Diana, pero no soportaba hacerlo. En cambio, quiso ser amable diciendo: "Los hombres como Gregary no necesitan de una mujer con antecedentes desconocidos para que salga embarazada y le den un hijo. ¿Entiendes?"
Laurel realizó un gesto con su boca para encubrir la vergüenza.
Ella, sin embargo, esperaba que Julie en realidad fuera su hija, por eso antes de obtener una respuesta definitiva sobre el caso, no dejaría a Gregary.
Al ver cuán terca era, Hogan intentó convencerla usando una voz suave: "Yo no quiero decir nada. ¡Lo único que quiero es que no salgas lastimada! Tú lo dijiste, Gregary es un hombre peligroso. Seguro que te enamorarás de él, tarde o temprano. ¡Y eso pasará si sigues estando a su lado!", sentenció.
Él sabía mejor que nadie cuánto dolor tiene que soportar una persona cuando se enamoraba de alguien del que no debería.
Sin embargo, al escucharlo, Laurel no dejó de sonreír, por lo que replicó con confianza: "¡No me enamoraré de Gregary! ¡Creo que has especulado demasiado!"
"¡Niña tonta! Quiero que me lo prometas. ¡No cedas tan fácilmente a sus deseos!"
Pero Laurel la alcanzó una ola de tristeza que se instaló en su corazón. Ahora desconocía si era por la advertencia dicha por Hogan o por algo más.
A pesar de todo, ella se mordió el labio y en su carita se dibujó una sonrisa. Fue así que asintió y prometió: "¡Sí! ¡Te aseguro que no lo haré!"