Capítulo 75
1592palabras
2022-08-11 00:00
Gregary dejó a un lado el plato donde comía y se limpió con satisfacción la boca y los dedos usando una servilleta.
Daba la impresión de ser un caballero elegante; pero, contrariamente, sus palabras eran duras.
"¡Fue una comida horrible! Los huevos estaba quemados, las verduras no se sentían frescas y los fideos no sirvieron. Y un detalle aún más importante, a mí no me gusta la comida dulce. ¡No debe haber nada dulce en la comida!", dijo en tono airado.

¡Que demonios!, pensó Laurel.
Ella, tras escucharlo, no pudo evitar maldecir, aunque fuera en silencio.
Ella quiso que la gran olla de fideos que había preparado se mantuviera fresca, y para lograrlo solo le agregó una pizca de azúcar.
Como a Ansel le gustaba comer así, imaginó que sería del agrado de la niña; sin embargo, midió el azúcar y no se atrevió a poner más.
¿Cómo podría saborearla? ¿Qué tipo de lengua tan especial tenía él?
Gregary terminó de limpiarse, tiró la servilleta y la miró.

"¡No me mires con esos ojos de adoración!", señaló, y dijo: "¡Yo puedo distinguir si el pH de tu saliva es pH 6.5 o 7.0!"
Laurel guardó silencio por un momento, y luego su expresión cambió hacia rojo intenso. 
¡Gamberro!, le espetó.
En medio de todos los presentes se atrevió a decir tal cosa con descaro. 

Julie, quien escuchaba, los miraba con curiosidad. "Papá, ¿qué fue lo que comiste? ¡Yo también quiero probarlo!", dijo.
"¡Pregúntale a Laurel si te permitiría probar eso!" Gregary arqueó las cejas y dirigiendo la mirada a Laurel le hizo un gesto para que respondiera. 
A todas estas, la mujer se sentía muy avergonzada.
Nunca había visto a un hombre tan insensible, que al actuar de tal manera no sintiera vergüenza. ¡Era tan vergonzoso que estuviera discutiendo frente a su hija de esa forma! 
"¡Gregary! ¡Tú estás loco!", expresó ella en son de reclamo.
Laurel se sonrojó por un instante, sintiéndose avergonzada, pues toda la situación le causaba molestia. Ella se tapó la cara, se puso de pie y echó a correr escaleras arriba.
Julie, al verla irse, tuvo curiosidad por saber lo que le había pasado y preguntó: "Papá, ¿por qué ella se marchó como si estuviera lastimada?"
"¡Jaja! Lo que sucede es que ella se avergüenza con mucha facilidad, pero también resulta que es mezquina. No puede uno ni provocarla un poco...!", dijo tratando de aclararle a su hija.
Sin embargo, volvió a reír y su risa se extendió lejos, persiguió a la mujer mientras se iba. 
Al mirar la espalda de Laurel, la cara de la pequeña se puso tensa y se sumergió en sus pensamientos.
"Pero yo no creo que ella sea mezquina. Papi, la próxima vez pídele que me deje probar...", dijo con ingenuidad.
Laurel se tapó los oídos y no quiso escuchar más tan embarazosa conversación. Ella solo maldijo con una ira contenida en su corazón, "¡Qué bastardo!", exclamó.
Su expresión estaba llena de cólera, por eso deseaba poder encontrar un agujero y esconderse en él para sentirse protegida.
¡Con ese carácter desvergonzado que tenía, tarde o temprano él será una muy mala influencia para su hija!
Después de que Julie comió su desayuno, la niñera la puso con el conductor para que la llevara a la escuela.
A esa hora Gregary también había empacado. Debería haberse ido a la empresa a trabajar, pero antes de marcharse miró hacia las escaleras y bajó la cabeza con pena.
Por su parte, en la habitación, Laurel recordó que había una cosa que no le había dicho a Gregary. Estaba tan molesta que se le olvidó.
Entonces se preguntó si él aún estaría en la casa o se habría marchado al trabajo.
Ella abrió la puerta a toda prisa, pero no esperaba encontrarse con el hombre empujando la puerta para entrar en ese exacto momento.
Sus ojos se encontraron al instante.
"¡Tú...!" Ambos, como en coro, tartamudearon.
"¡Habla tú, primero!" Gregary bajó la mirada y vio que algo de enojo aún quedaba en su rostro, pero también vio que una leve sonrisa apareció en sus labios.
Y lo sorprendente era que esa mirada cargada de vergüenza era tan linda, y parecía que hacerle un desaire era como burlarse de un bello animalito. Entonces Gregary pensó que era muy interesante.
Así fue como Laurel se mordió el labio, levantó los ojos y lo miró en forma suplicante, diciendo: "Yo no he estado en casa durante muchos días. ¡Mi familia, seguramente, debe estar preocupada! Por favor, déjame ir a casa".
Si no hubiera sido por Albert que fue personalmente a recoger a Ansel y le dio de alta del hospital, aunado a la mentira de que la empresa necesitaba a Laurel, su familia habría hecho una denuncia policial. Por supuesto, ellos estaban al tanto de que ella se encontraba muy ocupada y por eso no podía regresar a casa,
Cuando escuchó esta declaración el rostro del hombre se desencajó, y de inmediato comenzó a expandir de si una sensación helada. 
Por su parte, Laurel sintió que un escalofrío recorrió su espalda y sus ojos brillantes se apagaron. Seguidamente, bajó la cabeza y dijo abatida: "Está bien si no apruebas mi petición, pero solo finge que no te lo mencioné..."
"¡De acuerdo!", dijo.
Sin embargo, antes de que pudiera terminar de hablar, el hombre la interrumpió. 
Laurel realizó una pausa por un segundo y luego se dio cuenta de lo que ocurría. Ella, entonces, sonrió feliz y dijo: "¡Gracias!"
Expandiendo de sí una sonrisa, toda su expresión se hizo distinta, por lo que la sonrisa fue aún más deslumbrante que la belleza de las flores. Gregary estaba en trance.
Había tanta gente atendiéndola con mucha amabilidad, ella tenía todo lo que quería y siempre alguien estaba dispuesto a hacer todo por ella, ¿qué le faltaba? Se sentía muy bien alrededor de este grupo familiar, y este hombre, además, le estaba dando el permiso de poder volver a su casa. 
Gregary refunfuñó, y sus ojos se llenaron de impaciencia. "¡Hmph, vuelve mañana a más tardar! ¡No me obligues a ir a buscarte a tu casa!"
Laurel, sin pensarlo, respondió de inmediato: "¡Claro!".
Gregary la miró y pensó que debería haberse ido, justo ahora, a la compañía. Entonces, ¿por qué subió a verla?
Él no sabía si estaba enojado consigo mismo o con ella, así que solo preguntó, pero de manera malhumorada: "¿Eso fue todo?".
"¿Eh?", replicó en el ambiente la interrogante.
"¿Acaso no dijiste que querías agradecerme? ¿Cómo lo harás, entonces?" El hombre cambió su expresión y la insinuación que se apoderó de sus ojos no dejó de ser demasiado obvia.
Laurel, por su parte, estaba avergonzada y se sonrojó denotando cierta sospecha. Ella, no obstante, se le acercó lentamente, se puso de puntillas y lo besó en la mejilla. Fue un gesto muy rápido, pues, de inmediato quiso alejarse.
Aún así, ella bajó la cabeza avergonzada y no se atrevió a mirarlo, y dijo: "Esto... Esto debería funcionar... ¡bien...!"
Pero antes que terminara de decir lo que pensaba, el hombre de forma sorpresiva le salió al paso y envolvió sus brazos alrededor de su esbelta cintura y la besó con mucha pasión. 
Él pudo disfrutar de la dulzura de sus labios y con su lengua palpó sus pequeños dientes; después, la soltó.
Él tocó su pequeña nariz, y le dijo: "¡Ahora, eso sí es un beso!"
La reacción que tuvo Laurel fue sonrojarse y bajar la cabeza. Pero su corazón comenzó a latir con fuerza, por lo que no sabía qué hacer.
Sin embargo, el hombre pareció sentirse muy complacido con su reacción, así que mostrando buen humor, la dejó ir: "¡Baja y desayuna!", le indicó amable.
Él se había comido todos los fideos que había preparado Laurel, pero ella todavía no había comido nada.
La mujer elevó su mirada hacia él y lo miró exhibiendo algo de duda en sus ojos expresivos.
¿En verdad, este hombre de carácter autoritario, se estaba preocupando por ella porque no había desayunado?
Ahora, lo que presenciaba, estaba más allá de sus expectativas.
"¿Por qué me miras así? ¿No creo que tengas hambre, después de haber comido tanto, o no? Hoy no quiero que tu estómago se ponga  tan incómodo como anoche".
Mientras hablaba con orgullo, los ojos de él se posaban sobre su rostro.
Entonces quiso preguntarle si todavía le dolía el estómago, o no; pero sintió que tan exagerada preocupación lo haría parecer superior, así que decidió mantenerse callado. 
Optó por fingir que no le importaba, y él se dio la vuelta yéndose.
Empero, Laurel iba detrás como si fuera una joven esposa, lo siguió de cerca y bajó las escaleras acompañándolo.
Como Gregary le había permitido irse a casa, ahora no quería molestarlo.
Fue así como Laurel siguió con él hasta la puerta para despedirlo. Después de verlo subirse a su Rolls-Royce de edición limitada, sonrió y saludó: "Por favor, ten cuidado por el camino. ¡Adiós!", dijo con cariño.
Gregary no dijo nada, él siempre tuvo un rostro frío e inexpresivo; pero, ahora, inesperadamente, bajó la ventanilla para que ella pudiera ver su rostro que se mostraba firme y resuelto.
Como ya era su costumbre, mientras iba en el auto, comenzó a hojear varios documentos sin que su expresión llegase a cambiar.
Sin embargo, al mirarlo de cerca, se podía detallar un gesto en sus labios, y era una sonrisa agradable, que por ser tan sutil, resultaba difícil de capturar.
De modo que tan pronto como el auto se alejó, ya Laurel estaba ansiosa por empacar para regresar con su familia.