Capítulo 67
1397palabras
2022-08-03 00:00
"Laurel...". Julie hizo un puchero y parecía infeliz. "¡Quiero seguir jugando contigo!".
La chica no podía soportar mirar sus ojitos, así que subió rápidamente las escaleras sin mirar atrás.
"¡Laurel!". La voz suplicante de Julie volvió a escucharse detrás de ella.

Pero la mujer se mantuvo firme y no quizo voltear.
Ya había provocado la furia de Gregary por estar jugando con ella hace un momento. Si desobedecía nuevamente, no podría volver a acercarse a Julie en absoluto.
El mayordomo trataba de persuadir a la niña: "Julie, la señorita Laurel tiene que descansar. Está cansada porque estuvo cocinando para ti. No la molestemos, ¿de acuerdo?". 
Julie guardó silencio y obedientemente dejó que el señor Lee la llevara a la sala del piano, pero sus ojos seguían fijos en la espalda de Laurel.
Laurel volteó, se agarró del barandal y antes de que cruzaran la puerta miró a Julie y al mayordomo. Ella suspiró profundamente.
'Si Julie fuera mi hija, ¡sería tan lindo!', pensó.

Llegó a fantasear con que Julie era la niña que hace tiempo se llevaron de su lado, pero sabía que las posibilidades eran muy remotas.
Tenía muy en claro que el presidente del Grupo Stewart no necesitaba a una mujer desconocida para embarazarse de su hijo.
Tal como él había dicho, podía conseguirse a quien él quisiera y que era una bendición que estuviera encaprichado con ella.
Era una pena haber sido una niña normal desde que nació. No siempre sintió que fuera bendecida.

Por otro lado, Gregary atentamente vio toda la escena.
El centro de monitoreo del castillo transmitía directamente los datos a su computadora. Gregary pudo enfocar la cámara en Laurel.
Observó mientras ella subía las escaleras débilmente agarrándose del pasamanos.
También vio su rostro pálido mirando con tristeza a Julie, el desánimo en sus ojos no parecía ser falso.
Gregary se estaba preocupando por Laurel...
Pero no entendía por qué era tan difícil para ella admitir su derrota ante él, ¿era tan complicado?
Caminaba en círculos por la habitación, decidió marcarle al señor Lee. En cuanto respondió le preguntó: "¿Qué ha estado haciendo Laurel estos días?".
El mayordomo estaba atónito.
¿No sabía lo que estaba haciendo la señorita Laurel? ¿Por qué le hacía esa pregunta?
¡Inmediatamente captó que estaba preocupado por la señorita Laurel!
"Joven amo, la señorita Laurel preparó comida para Julie y se puso a jugar con ella. Me parece que está en muy mal estado, no ha comido casi nada en dos días...".
Gregary apretó su teléfono y preguntó: "¿Ella no dijo nada?".
"¡No, ella no ha dicho absolutamente nada, ni siquiera se quejó!".
El señor Lee vaciló y dijo: "Joven amo, no sé si debería decir esto".
"¡Solo habla! ¿Desde cuándo eres tan discreto? No le des tantas vueltas, ¡pareces una mujer!". Gregary estaba impaciente.
Entonces el butler dijo: "La señorita Laurel es amable y gentil. No es el tipo de mujer que busca quedar bien por dinero. Si crees que con este método lograrás que ella se doblegue ante ti, me temo que perderás". ¡No va a funcionar!".
Gregary arqueó sus largas y estrechas cejas y dijo con desdén:
"Eso es porque aún no siente la desesperación de verse al límite. ¡Con otros dos días más de inanición aprenderá!".
"¡Joven amo!". El hombre se ajustó las gafas y volvió a suspirar impotente. "¡Si quieres ganarte el favor de una mujer como la señorita Laurel, no puedes ser tan obvio y tan necio!".
"¿Tu qué vas a saber de mujeres?". Gregary se burló y dijo riéndose: "No te preocupes. ¡Yo sé qué hacer!".
En cuanto dijo eso, colgó el teléfono.
El mayordomo se quedó mirando el teléfono y sonrió con impotencia.
Por su tono, se dio cuenta de que lo había sido persuadido, pero Gregary era tan orgulloso que no podía aceptar que tuviera la razón.
Le pareció buena idea ayudar a la señorita Laurel.
Por lo que le ordenó a los cocineros que prepararan una sopa ligera y nutritiva. Luego, él personalmente le llevó la comida.
Mirando el plato en la mano del mayordomo, Laurel dudó y le preguntó insegura: "¿Te pidió Gregary que me trajeras esto?".
Aunque el rostro del butler estaba lleno de arrugas, una luz lo iluminaba.
Él no respondió directamente a su pregunta, sin embargo dijo: "Señorita Laurel, escúcheme. ¡Su cuerpo le pertenece a usted y no es bueno que esté enojada con mi joven amo! En serio se lo digo, él no es un mal hombre. Si está dispuesta a aceptar sus reglas, ¡desaparecerá su mal genio!".
En pocas palabras, ella percibió que Gregary aún seguía enfadado.
Era imposible que ese hombre tan testarudo se ablandara y le pidiera que le sirviera algo de comer.
Ella tenía muy presente que el señor Lee había mencionado que si alguien se atrevía a darle comida todos iban a ser despedidos.
"¡Señor Lee, no me convencerás! ¡Por favor, Llévate la comida, no me la comeré!".
Laurel se sentó en el borde de la cama y se acostó sobre la colcha. Ella no hizo ningún esfuerzo tratando de ahorrar la poca energía que le quedaba.
Lo que no sabía era que Gregary todavía estaba sentado frente a la pantalla de la computadora presenciando esta escena.
La había estado observando desde el momento en que el mayordomo llamó a su puerta.
Quería saber si ella se comería la sopa o no. Si lo hacía, él la perdonaría.
No esperaba que esta mujer fuera tan terca. El butler ya le había llevado la comida, pero ella seguía con su actitud orgullosa.
En ese momento, el teléfono sonó nuevamente.
El señor Lee miró la pantalla y frunció el ceño. Rápidamente contestó y dijo respetuosamente: "¡Joven maestro!".
Gregary rugió furioso: "¿Quién te dijo que le llevaras comida? ¡Si no quieres que te despida, salte inmediatamente de ese cuarto!".
Como la habitación estaba en completo silencio, incluso Laurel, que estaba acostada en la cama, alcanzó a escuchar la voz de Gregary.
Ella sonrió con impotencia. Seguramente, quería dificultarle las cosas al pobre mayordomo. Por fortuna ella se negó y no se comió nada pensando que podría afectar a una buena persona.
El mayordomo no tuvo más remedio que retirarse. Laurel y Gregary, uno era más terco que el otro. Realmente no sabía cuándo terminarían con sus absurdas peleas.
El butler salió en silencio de la habitación con los platos en la mano.
Laurel se envolvió con la cobija y mirando al techo, hizo todo lo posible por no pensar en comer. Estaba ligeramente mareada pero aun así logró conciliar el sueño.
Por alguna razón, soñó con lo que le sucedió hace cinco años.
En aquel entonces, su familia era muy pobre pero ella era feliz.
Vivía despreocupada. Se había enamorado en secreto del chico más famoso de la escuela y a su príncipe azul también le gustaba ella. 
Ella sentía que Dios la había bendecido y que era muy afortunada.
Sin embargo, la buena suerte se terminó y el demonio la alcanzó primero. Destrozaron su casa y ella quedó embarazada.
El sueño se volvió pesadilla. Por mucho que suplicara, su madre estaba llorando desesperada, su padre había sido golpeado y su hermano estaba en coma en el hospital...
Su hogar se había destruido de la noche a la mañana...
Al ver todo eso estaba llorando, pero entre sueños, inconscientemente tuvo la sensación de que algo andaba mal.
De pronto sintió que había algo tocando su cuerpo, lo que la asustó y la despertó de súbito.
La habitación estaba completamente oscura.
No podía ver lo que estaba pasando, solo que alguien se había metido en su cama.
Aprovechándose de ella...
¡Estaba en estado de shock!
Laurel no se atrevía a moverse. ¡Contuvo la respiración y su corazón latía tan rápido que por poco se le salía del pecho!
¿Quién demonios se había atrevido a colarse en su habitación? ¡Ella no era una persona con la que se pudiera jugar!
Aguantándose el miedo, Laurel extendió la mano en silencio y tocó la mesita de noche. Tomó al azar el primer objeto que encontró y lo sostuvo con fuerza. De pronto, se dio la vuelta y golpeó al agresor.
"¡Atrevido! ¡B*stardo! ¡Vete al infierno!". Ella gritó enojada y sus manos no dejaban de golpear locamente la cabeza del hombre.
"¡Laurel Kelly!". Con un grito y rechinando los dientes, escuchó su nombre.
Laurel se sentía consternada, pero aun así se mantuvo a la defensiva.