Capítulo 68
1172palabras
2022-08-04 00:00
"¡Click!". Logró encender la lámpara de la mesita de noche.
Bajo la luz brillante, Gregary se sentó en la cabecera de la cama. Su cabello estaba desordenado y con los golpes se le había hecho un chipote en la frente, parecía muy doloroso. 
Laurel se arrodilló en la cama, tenía el control remoto de la televisión en la mano.

Estaba congelada, el control estaba apenas a centímetros de la cabeza del hombre, a punto de golpearlo.
El rostro de Gregary estaba totalmente pálido.
La miró sorprendido, apretó los dientes y le dijo con voz amenazante: "¿Qué te pasa, quieres que te mate? ¿Cómo te atreves a golpearme?".
Laurel tragó saliva, puso los ojos en blanco y se rió con cierta culpabilidad. "¡No sabía que eras tú!".
"¡Suelta eso!". Gregary rugió enojado.
Laurel quitó la mano avergonzada. ¡Pero por dentro se sentía profundamente feliz por haberlo golpeado!

De haber sabido que era él, le habría dado con todas sus fuerzas. Le hubiera encantado hacerle unos cuantos agujeros en la cabeza.
"¡Lo siento!". Avergonzada, se levantó de la cama.
Aunque se estaba disculpando, él no sintió sinceridad en sus palabras. Ella astutamente disfrutó el momento en silencio, como un pequeño zorro.
No podía ocultar su sonrisa, aunque quisiera.

'Esta mujer...', pensó Gregary.
Sus cejas se fruncieron y repentinamente acercó su mano a Laurel.
"¡Ah! Fue sin querer. ¡No me golpees!". Laurel gritó y saltó de la cama.
Pero el hombre la tomó por la cintura.
La jaló con fuerza y ella volvió a caer sobre la cama. Comenzó a aprisionarla con su cuerpo.
Ella estaba totalmente a la merced de Gregary, ni siquiera podía defenderse.
El hombre cogió sus manos y las sujetó por arriba de la cabeza de la muchacha. Al mismo tiempo, sus musculosas piernas detenían sus pies.
Laurel no podía liberarse. Ella lo miró con su enormes ojos y le dijo: "¡Suéltame! ¡Me estás lastimando!".
"¿Te duele? ¿Por qué no te dolió cuando me golpeaste hace un momento?".
El hombre torció la boca con malicia y se sacudió el irritante flequillo de la frente. Sus sexys y finos labios se curvaron.
Los hombres guapos eran atractivos en cualquier momento. Aunque su frente estaba hinchada, eso no afectaba su encanto en absoluto. Más bien le agregaba un poco de masculinidad malvada.
Escaneándola arriba abajo, parecía que había atrapado a una presa.
Pero esta presa era demasiado escurridiza. Antes de tragársela primero tenía que torturarla.
Con cierta ironía, la amenazó: "¿Por qué no te escapas? ¿Por qué no intentas escapar?".
Laurel tragó saliva con miedo e inmediatamente admitió su derrota. "¡No huiré! ¡Mejor déjame ir!".
"¡Ya es demasiado tarde para pedir misericordia!".
El hombre se acercó y la besó sin darle oportunidad de resistirse.
"Humm...". Laurel intentaba esquivar sus besos, pero por más que trató, no lo logró.
Sus dedos pellizcaron su mandíbula inferior, su fuerza era tan fuerte que parecía que se la iba a romper.
Laurel estaba adolorida y las lágrimas brotaron de inmediato. Comenzó a sollozar.
Como no había comido nada durante dos o tres días, ese forcejeo consumió todas sus fuerzas. Ella estaba debajo de él, sintiéndose mareada.
Gregary sintió la amargura en su boca. Él frunció el ceño con impaciencia y la miró. "¿Pero por qué lloras? ¡Este es tu deber!".
'¿Es  mi deber?', pensó.
La pobre chica se quedó sin palabras.
Gregary siempre tenía planes para ella y en un principio, ¡fue él quien le había rogado que fuera su amante!
Parecía que la mujer era imposible de satisfacer.
¡Lo que pasaba era que ella no quería tener otro hijo!
¡Simplemente no era su deber!
Tomó valor y, mientras que algunas lágrimas rodaban por sus mejillas. le dijo: "Gregary, yo no quiero tener otro hijo..."., 
Se sentía sumamente humillada.
¿Por qué le costaba tanto vivir tranquila? ¿Por qué tuvo que encontrarse con un demonio como él? ¡Todo era un caos desde que lo conoció!
Incluso ahora, ella tenía la incómoda posición de ser su amante.
Él quería que ella adoptara ese papel y que le hiciera el amor voluntariamente.
Miró a la mujer debajo de él, ella ya no oponía resistencia pero tenía los ojos  cerrados. Las lágrimas rodaban silenciosamente sobre su carita pálida.
Su corazón parecía estar atrapado y ese sentimiento era muy extraño.
"¡Está bien! ¡Como gustes!".
El hombre se dio la vuelta y se levantó velozmente. Por fin la había soltado.
Laurel no cabía en sí de gusto. Pensó que ya la iba a dejar en paz, pero lo escuchó haciendo una llamada telefónica.
"¡Dígame señor presidente!".
Una voz se escuchó desde el otro extremo del teléfono.
"¡Quiero que me traigas una caja de condones al castillo!", Gregary ordenó furioso.
"¿Ahora?". preguntó Albert.
"¡Sí! ¡En este mismo instante!".
"¿Una caja llena?".
Laurel, que estaba escondida debajo de la cobija pensando que se había salvado, al escucharlo palideció.
¡Podría morirse con tanto s*xo!
La mujer estaba confundida y también un poco nerviosa.
El hombre volvió a subirse a la cama y alzó las cobijas. "¿Ya estás satisfecha? ¿Podemos continuar?".
Parecía una bestia enloquecida, sus ojos brillaban por la ira.
Laurel notó que ahora sí estaba realmente furioso.
Se levantó, lo miró con cautela y dio un paso atrás.
Los ojos de Gregary se volvieron fríos. La agarró de la muñeca y la jaló hacia adelante.
Sintió su cálido aliento fluir con vehemencia contra su rostro y la amenazó: "Laurel Kelly, ¡será mejor que no me colmes la paciencia! Si no me obedeces, ¡te voy a encadenar!".
El delgado cuerpo de Laurel se encogió. 
Sabía que él podría ser capaz de hacer lo que acaba de decir.
Para hombres como él, las mujeres no valían nada. No le importaba ni la igualdad ni los derechos humanos. Por ejemplo, si él mostraba algún interés, ella tenía que ser como su mascota.
Si estaba de buenas, ella tenía que suplicarle y, si estaba de malas, entonces tenía que soportar su ira.
Laurel se mordió el labio con fuerza y al no ver otra opción, decidió echarse a sus brazos.
¿Qué debía hacer para que la dejara en paz ¡No podía vivir así!
Laurel bajó la cabeza y sus brazos envolvieron lentamente el cuello del muchacho, colocó su frente contra su pecho y susurró: "¡Gregary, todo esto es mi culpa!".
Estaba dispuesta a apechugar siempre y cuando no insistiera con el tema de tener otro bebé. Más tarde buscaría la oportunidad de hablar con él.
Se dio cuenta que lo que tenía que hacer era congraciarse con él.
Gregary se quedó atónito. Sus cejas fruncidas se estiraron gradualmente y la furia de sus ojos se desvaneció.
"Por fin admites que estás equivocada, ¿ya sabes lo que tienes que hacer ahora?".
Para él era muy placentero verla rendirse, pero ella ya estaba harta. Sin embargo, se dio cuenta que en este momento, lo mejor para ella era cooperar con él.
Laurel pensó por un momento. De pronto lo dejó de abrazar y le preguntó en voz baja.
"¿Podemos esperar a que Albert traiga lo que le encargaste?".
"Ya hablaste demasiado!".