Capítulo 63
1329palabras
2022-07-31 00:00
"¡Deja de moverte o te voy a aventar por la ventana!".
Como no podía obtener lo que quería, Gregary la amenazó con voz fría.
Laurel levantó la cabeza y miró por la ventana. Tragó saliva y obedientemente se acostó sobre el pecho del hombre, sin atreverse siquiera a parpadear.

Sonrió con satisfacción y le acarició el cabello, como si fuera un gatito de esponjoso pelaje. "Así me gusta, ¡ojalá te hubieras comportado así desde el principio!", le dijo.
La chica no podía hacer nada, no supo qué decir.
Al bajarse del helicóptero, Laurel iba a correr hacia el castillo, pero Gregary rápidamente la agarró de la muñeca.
Le dijo en un tono autoritario: "¡Vamos a cenar juntos!".
Laurel no tenía ganas de sentarse con él en absoluto. Cenar con el diablo solo haría que perdiera el apetito. "¡No tengo hambre!", lo rechazó sin pensarlo dos veces.
"¡Óyeme!". Gregary gritó enojado: "¡No seas desagradecida! ¡Sabes que tengo poca paciencia, deberías apreciar esta oportunidad y complacerme!".

"¡Es que no quiero! ¡Aunque me odies, no tengo ganas!".
Estaba molesta porque la obligó a venir, ella podría haberse quedado y pasar un buen rato con su hijo.
¿Cómo le iba a explicar a su familia que ella tenía algo que ver con ese demonio? Estaba preocupada por lo que acababa de suceder en el hospital.
Gregary, irritado, se quitó la chamarra y se puso las manos en la cintura. "¡Ya que no quieres cenar, seguramente mañana tampoco necesitarás comer nada!".

"¡Humm! ¡Preferiría no comer contigo aunque me termine muriendo de hambre!". Con los brazos cruzados, Laurel entró al castillo con orgullo.
El rostro de Gregary se puso rígido. "¡Bueno! ¡Como tú quieras!".
El hombre se dio la vuelta y le ordenó a Butler Lee con severidad: "¡De ahora en adelante, sírvele solamente croquetas de los perros! ¡Nadie puede darle nada de comer sin mi permiso! Veamos cuánto tiempo aguanta".
El mayordomo torció los labios. Ambos tenían un hijo y ya estaban bastante grandecitos, '¿cómo es posible que sean tan infantiles?', pensó.
Seguramente no actuarían así ante los demás. La señorita Laurel siempre había sido educada, pero ¿por qué estaba tan a la defensiva? ¿por qué actuaba como si estuviera lista para atacarlo en cualquier momento?
Laurel entró a una habitación y cerró la puerta. Justo en ese momento recibió un chat de video de Ansel.
Al niño le preocupaba mucho que su madre se fuera y no volviera.
"¡Mami! ¿Por qué no has regresado?".
Laurel se quedó helada. Inmediatamente se peinó, arregló su ropa y usó el paisaje que se veía desde la ventana como fondo.
"Ansel, acabo de llegar a la oficina. ¿Está la abuela contigo?".
"¡Sí, aquí está, no te preocupes!". Ansel le pasó el teléfono a Meroy.
La señora parecía preocupada. "¿Por qué siempre te desapareces?".
"Ay mamá, lo siento, como es un trabajo nuevo, es perfectamente normal que esté tan ocupada!".
Ansel miró el fondo detrás de ella y se emocionó. "¡Mami, tu oficina está muy bonita, parece un castillo!".
Laurel sintió que se le hacía un nudo en la garganta. Miró los edificios y la magnífica vista y puso una sonrisa incómoda. "¡Sí, aquí está todo muy lindo!".
Como Ansel era demasiado observador, le dio miedo que viera algo de más, así que rápidamente le dijo: "Bueno mi amor, tengo que seguir trabajando. ¡Hablamos después, adiós!".
"¡Está bien, adiós!". El niño colgó el teléfono de mala gana.
El corazón de Laurel se agitó. No podía soportar la decepción de su hijo.
Ella culpaba a Gregary una y otra vez. Si no fuera tan obsesivo, no tendría que haberse separado del pequeño.
Sorprendentemente, esa noche todo estaba muy tranquilo. Ni siquiera un sirviente vino a molestarla, como si fuera invisible.
Laurel no podía creer que todos se hubieran olvidado de ella.
Acostada en la cama, estaba preocupada de que Gregary quisiera obligarla a hacer cosas como la noche anterior.
Estaba demasiado cansada, por lo que sin querer se quedó dormida.
Pasaron varias horas cuando, de pronto, abrió los ojos.
Se dio cuenta que ya había amanecido pues entraba la luz del sol por la ventana. Le pareció increíble haber tenido una buena noche de sueño aun estando en el 'territorio del diablo'.
Se frotó los ojos y miró a su alrededor confundida. Estaba sola en la  habitación y se dio cuenta que se había quedado dormida con la ropa puesta.
Laurel suspiró, se sintió profundamente aliviada.
Gregary no la había tocado anoche, de hecho, ni siquiera se había acercado.
Ella pensó que él iba a estar de encimoso, particularmente después de la manera tan apasionada en que la venía tocando en el helicóptero.
Laurel estaba de muy buen humor porque ese día Ansel sería dado de alta del hospital. Después de un baño rápido, salió de su cuarto y bajó alegremente la escalera hacia la sala.
Los sirvientes se veían ocupados realizando sus deberes, todos trabajaban en silencio. 
"¡Señorita Laurel!". Al verla bajar, varios sirvientes la saludaron.
"¡Buenos días! ¿Han visto a Butler Lee?".
"Señorita Laurel, ¿me estaba buscando?". Butler Lee caminó silenciosamente hacia ella con un plumero en la mano.
Se quedó de pie en una esquina y sacudió el polvo de un jarrón antiguo.
Laurel se llevó las manos al pecho y le dijo sonriendo: "Hoy van a dar de alta a mi hijo y quisiera ir al hospital a recogerlo. ¿Puedes pedirle al chofer que me lleve a buscarlo?".
El mayordomo parecía avergonzado. "¡Señorita Laurel, me temo que eso no va a ser posible! Cuando el señor Gregary salió esta mañana, nos ordenó que no la dejáramos salir y nos advirtió que nos despediría a todos si usted se iba!".
"¿Qué?". No lo podía creer, en silencio pensó: '¡Este infeliz me tiene en arresto domiciliario!'.
Angustiado, el hombre le dijo: "¡Por favor, perdónenos, señorita Laurel! ¡No podemos hacer nada!".
Laurel estaba tan enojada que golpeó el piso con sus pies. Se comenzó a comer las uñas de los nervios. De pronto sintió muchas ganas de llorar.
Tomó al mayordomo del brazo y le suplicó: "Butler Lee, tengo que recoger a mi hijo del hospital. ¡Por favor, ayúdame solo esta vez!".
El hombre estaba conmovido, pero únicamente se le ocurrió sugerirle: "¿Por qué no le ruega al joven amo usted misma?".
"¿Rogarle?", la muchacha preguntó incrédula.
"De hecho, no tiene tan mal corazón como usted cree. ¡Si está dispuesta a admitir la derrota, él la disculpará!", añadió Butler Lee.
¿Le estaba sugiriendo que se rindiera ante el mismísimo demonio?
Ella no tenía la más mínima intención de darle un hijo. ¡Definitivamente no estaba dispuesta!
"¡Lo pensaré! ¡Perdón por ponerlos en aprietos!". Laurel dijo abatida mientras subía las escaleras.
Butler Lee miró a la pobre muchacha y se dio cuenta de que traía puesto el mismo atuendo de ayer. Llamó a la criada y le dijo: "¡Trae la ropa y las joyas que compraste y súbeselas a la señorita Laurel!".
"¡De inmediato, señor!".
Cuando Laurel regresó al piso de arriba, fue a asomarse al salón de la guardería.
Pero no vio a Julie por ningún lado, seguramente la habían llevado a la escuela.
Esa habitación era demasiado grande. Aunque estaban bajo el mismo techo, casi no conocía a Julie. No sabía sus horarios ni nada acerca de la niña.
Desde hace tiempo deseaba averiguar era si Julie era o no su hija.
Miró a su alrededor y vio que no había nadie. Entonces extendió su mano hacia la puerta de la habitación de Julie.
Sin embargo, antes de que su mano tocara la manija, se escuchó una voz que vino de detrás de ella. "¿Señorita Laurel? ¡No tiene permitido entrar a esa habitación! ¡Si lo hace, el joven amo se enojará de nuevo!".
La empleada se acercó con la ropa y las joyas, además, traía un par de bolsos nuevos.
Le dijo con una sonrisa: "Esto es lo que me ordenaron que le trajera. Por favor, compruebe si le queda. Si no, ¡para ir a comprarle algo nuevo!".