Las mentiras hicieron que Laurel se sintiera incómoda.
Por primera vez se avergonzó al ver el inocente rostro de su hijo. Pensaba por un lado en el 'trabajo' al que se refería y por otro, en el 'trabajo' que Ansel creía.
"Mami necesita ganar más dinero. ¡El abuelo lo necesita porque está recibiendo su tratamiento en el hospital!".
Le dijo suavemente: "Pórtate bien. Llamaré a la abuela más tarde y le pediré que te cuide. ¡Tienes que hacerle caso e irte a la cama temprano!".
El pequeño frunció la boca de mala gana. "¡Está bien! Mami, pero debes descansar. ¡Trabajas demasiado!".
Laurel besó con fuerza la mejilla de Ansel. "¡Claro bebé, no te preocupes! ¡Puedo cuidarme sola!".
Ella odiaba sentir que su hijo mortificara. Ya se tenía que ir, pero se tomó un momento para ofrecerle al niño una manzana.
Eso le tomaba solo uno o dos minutos, de todos modos ya iba tarde. Era imposible llegar a la casa de Gregary en diez minutos.
De pronto, se escuchó un escándalo afuera del cuarto.
El pequeño cogió la manzana y le dio un mordisco. Preguntó con curiosidad: "Mami, ¿qué está pasando?".
A Laurel le pareció extraño. "Voy a echar un vistazo. ¡Sé bueno y quédate en tu cama!".
En cuanto abrió la puerta, escuchó una voz masculina proveniente de la azotea.
Esa voz repetía su nombre: "¡Señorita Laurel, suba a la azotea!".
"¡Hola, hola! ¡Señorita Laurel, por favor diríjase a la azotea cuando escuche esto!".
La chica no lo podía creer, se quedó estupefacta.
Ahora entendía por qué Gregary decía que la quería ver en diez minutos. Literalmente quería que fuera volando.
Pensó: '¡Qué tipo tan caprichoso!'. Estaban en un hospital y la presencia de un helicóptero generaba mucho alboroto.
La azotea estaba llena de gente que se habían reunido para ver la impactante escena. Como estaban varios guardaespaldas, no se acercaron demasiado, pero los culpaban desde lejos.
Alguien dijo: "¿Quién se cree ese hombre? ¡Es muy mal educado!".
Otra persona agregó: "¡Esto es un hospital! No importa cuán rico sea, no debe hacer eso".
"¡Shh, baja la voz! ¡Se ven muy salvajes!".
"¡Disculpe, por favor, con su permiso!". A Laurel no le quedó otra más que sonreír mientras se abría paso entre la multitud.
Finalmente logró llegar hasta adelante, pero cuando vio el altavoz en la mano de Butler Lee, la chica se sintió mareada.
El causante de todo este alboroto traía puestos sus lentes de sol, sentado plácidamente en la parte de atrás de la cabina, con los pies arriba del asiento delantero.
Al verlo, Laurel gritó furiosa: "¡Gregary Stewart! ¿Qué diablos estás haciendo?".
El zumbido de las aspas del helicóptero se comía cualquier otro sonido. Solo se podían ver las mejillas abultadas de la mujer. Estaba tan enojada que pisoteaba cada vez que decía algo.
Se veía linda a pesar de estar tan molesta.
Gregary frunció los labios, tomó un walkie-talkie y ordenó con voz apagada: "¡Butler Lee, tráela!".
"¡De inmediato jefe!". Al recibir la orden, el hombre se acercó a Laurel y caballerosamente hizo una reverencia. "¡Señorita Laurel, venga conmigo por favor!".
Laurel estaba muy molesta por tanto alboroto. Se sentía avergonzada.
"Butler Lee, eres un hombre mayor muy educado y respetable. Habla con Gregary, ¡dile que su comportamiento es demasiado infantil!".
Al escuchar esto, Butler Lee no se mostró enojado, pero sonrió y dijo: "Mi joven amo ha sido así de necio desde que era niño. ¡Siempre obtiene lo que quiere! Si no le hace caso a su padre, mucho menos me va a escuchar a mí, que soy solo un sirviente".
Laurel sabía que las palabras de Butler Lee tenían un poco de verdad.
La personalidad de Gregary era así a causa de algunas personas que lo habían dejado comportarse de esa manera.
La chica caminó hacia el helicóptero con resignación.
Cuando abordó y vio al hombre, le dieron ganas de darle una patada.
Apretó los puños y gritó enojada: "¡Gregary Stewart! ¿Por qué haces esto? ¿No te das cuenta que es de pésima educación?".
Gregary frunció la boca, pero se mantuvo inalterable.
Se quitó las gafas de sol. La miró y burlonamente le dijo: "¿Mala educación? No importa lo que pase, ¡no debes hablarle así a tu salvador!".
"¡Tú!". Laurel se atragantó. Ella no supo qué contestar.
En ese momento, el helicóptero despegó y se movió abruptamente.
"¡Ah!". Laurel perdió el equilibrio y cayó justo en los brazos de Gregary.
Su pecho estaba tan duro que hasta le dolió la mandíbula.
Gregary arqueó las cejas y la abrazó por la cintura.
El cuerpo delicado y suave de la chica era mejor que cualquier almohada que hubiera abrazado.
Gregary le tenía cierto cariño. De pronto, le preguntó: "Laurel, ¿por qué tomaste las pastillas? Eso no es bueno si quieres darme un hijo".
"¿Qué? ¿Qué pastillas? No sé de qué hablas". Los ojos de Laurel esquivaron los de Gregary.
Al segundo siguiente, el hombre pellizcó su barbilla. "¡No actúes como una tonta! No debes ocultarme nada. ¡Será mejor que me lo expliques de una vez!".
¿La estaba amenazando otra vez?
Laurel estaba tan enfadada que le apartó la mano de un golpe. "¡Prometí quedarme contigo hasta que estuvieras curado! ¡Nunca dije que también te daría un hijo!".
Gregory estaba atónito. Le pellizcó la barbilla con los dedos, como si quisiera aplastarle los huesos. "¿Sabes cuántas mujeres estarían dispuestas? ¿Tú no quieres? Humm, ¿sabes lo que significaría para ti tener un hijo conmigo?".
"Aunque signifique que puedo disfrutar de la gloria y la riqueza sin fin, ¡nunca vendería a mi hijo!". Los ojos de Laurel se llenaron de lágrimas. Ella lo miró y dijo: "¿Tú qué vas a saber? ¡No entenderías lo que se siente cuando te obligan a separarte de tu hijo! ¿Qué tiene de bueno dar a luz a un niño y no poderlo ver por el resto de tu vida?".
El hombre frunció el ceño. "¿Quién te dijo que no lo verías?".
"¡Oh! ¿Entonces lo conocería? ¿Me traerías al niño? ¿O dejarías que el niño viviera conmigo? ¿A poco te casarías conmigo?".
"¡Ni siquiera lo pienses!". Gregary estaba molesto y contestó de una manera muy fría: "¡Será mejor que te deshagas de todas estas ideas! ¡La señora de mi casa debe ser una dama de una familia distinguida!".
Por el bien de la reputación social, tenía que casarse con una mujer elegante para que fuera su esposa trofeo.
¡Su compañera debería traer beneficios a su familia!
Al escuchar esto, Laurel no se sorprendió en absoluto. Así que se limpió las lágrimas y se burló. "¡Ya lo sabía! Entonces, ¿por qué razón yo debería darte un hijo?".
"¡Tú...!". Gregary se quedó sin habla.
Lo que ella dijo era cierto. Era imposible que se casaran y tampoco podría permitir que ningún hijo de los Stewart estuviera con ella.
En el mejor de los casos, ella solo podría ser su amante y de vez en cuando echarle un vistazo al niño, tal vez podría verlo una vez a la semana.
Pero al ver que ella podía entenderlo claramente, le daba un poco de coraje.
"¡Deberías obedecerme!". Gregary la tomó por la nuca y la besó.
"Bueno...". Laurel nunca en su vida había conocido a un hombre tan desvergonzado. Apretó el puño y le dio un golpe en el pecho, él intentaba besarla pero ella lo esquivaba, sin dejar que lo consiguiera. "¡Suéltame! ¡No puedes obligarme!".