Mirando el montón de artículos de lujo, Laurel dijo sin pensar: "¡No los quiero! ¿Puedes decirle a Butler Lee que necesito llevarme mi ropa? ¡La recogeré después!".
La muchacha estaba preocupada. "Bueno yo le digo pero, señorita Laurel, creo que sería mejor que obedeciera al joven amo!".
Cuando Gregary estaba de mal humor, los sirvientes tampoco la pasaban bien. Lo atendían con cautela tratando que no se enfadara.
No era un secreto que para él no era fácil relacionarse con mujeres y todos opinaban que Laurel no apreciaba su amabilidad.
Durante los últimos días, el estado de ánimo de Gregary había estado peor.
Laurel se había perdido en sus pensamientos, pero de pronto suspiró y dijo en voz alta: "¡Olvídalo!".
Obviamente los empleados tenían que estar del lado de Gregary, se dio cuenta de que simplemente les era imposible ayudarla.
Al escuchar esto, la empleada se rió y llevó su ropa a la habitación.
"Señorita, un hombre como él es uno de los mejores. Es guapo y rico. ¡Si lo atiende bien, no tendrá ninguna problema!".
Ella ya sabía que Laurel tenía un hijo.
Gregary no aceptaba a ninguna mujer a su lado, excepto a Laurel. Todos envidiaban su suerte.
La chica torció la boca, ya no quizo seguir discutiendo ese tema con la empleada.
De vuelta en su habitación, lo primero que hizo fue hablarle por teléfono a su hijo.
"Ansel, no puedo ir a recogerte al hospital porque tengo algo que hacer. ¿Estás con tu abuela y con tu tío?".
Al otro lado del teléfono, el pequeño sonaba emocionado. "¡Mami, no te preocupes! ¡Ya me dieron de alta y ya vamos para la casa!".
Como lo habían dejado salir del hospital, pensó que el pequeño estaba de buen humor, pero en eso dijo: "¡Mami! ¡El auto de tu jefe está genial!".
Laurel abrió los ojos y preguntó confundida: "¿Cómo? ¿Cuál jefe?".
Pensó que Ansel se refería a Diana Ross.
Pero si no había ido a trabajar, simplemente no podía ser ella.
Meroy tomó el teléfono y dijo alegremente: "¡Laurel! No esperaba que tu desempeño fuera tan bueno. Tu jefe es muy amable y habla muy bien de ti. ¡Te había malinterpretado! Dice que has trabajado muy duro y vino en un coche especialmente a recogernos al hospital. Hizo todos los trámites para dar de alta a Ansel. ¡Realmente es una buena persona!".
"¿Qué?". Laurel de repente se puso nerviosa y preguntó: "¿Dónde están?".
"¡Ya casi llegamos!, dame un segundo". Le dijo al chofer: "Oiga señor Li, puede estacionarse en frente. ¡Aquí vivimos!". "Laurel, ya llegamos a casa, ¿hablemos más tarde?".
¿Señor Li? ¡El chofer de Gregary también se llamaba así!
¿Entonces era verdad que Gregary había ido al hospital?
No, eso no era posible. Como presidente de un grupo internacional, tenía tantas cosas que hacer que no podría tomarse toda la mañana para ir a buscar a Ansel.
Las cejas de Laurel estaban tan fruncidas que parecían dos enormes orugas. Decidió marcar al número privado de Gregary.
Recordaba que iba a tener un viaje de negocios durante algunos días y entendió por qué se había ido tan temprano en la mañana.
Mientras estaba desayunando, Gregary se acordó que Nelson había dicho que iban a dar de alta a Ansel ese día.
Por lo que repentinamente decidió retrasar su salida un par de horas y le pidió a Albert que hicieran los trámites del alta en persona. ¡Incluso había mentido por esa mujer!
Al pensar en esto, el hombre se sintió un poco deprimido, levantó las cejas con tristeza.
Se dio cuenta de que estaba gastando demasiada energía en esta mujer, lo cual no era buena señal.
Valdría la pena si Laurel estaba agradecida. Pero no importaba cuánto la quisiera, ¡ella siempre lo hacía enojar y peleaba con él!
¡Se terminó poniendo de mal humor!
Era buena idea darle tiempo para reflexionar sobre su comportamiento. La apartaría de todos y la dejaría hambrienta durante unos días. Cuando él volviera de su viaje de negocios, ella habría aprendido la lección y seguramente ya se portaría bien.
Se sentó en otro coche y esperó a que Albert terminara. Ya estaba listo para su viaje. Estaba a punto de irse cuando Laurel lo llamó.
"¿Sí, dime?".
En cuanto contestó, Laurel preguntó sin siquiera saludar: "Gregary, ¿sacaste a Ansel del hospital?".
Al escuchar esto, el hombre se quedó en silencio por un momento. Cruzó las piernas con buen humor y abrió sus finos y sensuales labios.
"¡Mujer, no tienes nada que agradecer! ¡Has trabajado tan duro que es lo mínimo que podía hacer!".
Fue un gran honor para él recoger personalmente a su hijo del hospital. Pensó que iba a estar agradecida. Lo mejor sería que valdría la pena le hiciera caso de ahora en adelante.
"¡En serio fuiste tú! Gregary, ¿estás loco?". Al otro lado del teléfono, Laurel dijo de mala gana: "Me dejaste encerrada y no me permitiste buscar a mi hijo en el hospital, ahora resulta que además ¿tengo que agradecértelo?".
La sonrisa de Gregary se enfrió al instante y su voz se volvió extremadamente dura: "¡Laurel Kelly! ¡No seas malagradecida! ¡Solo quédate en el castillo por unos días y ni se te ocurra irte a ningún lado!"
"¡Humm!". Con un resoplido, colgó el teléfono molesto.
En un principio, supuso que ella le suplicaría clemencia e incluso había pensado en ya no ser tan exigente y calculador con ella. Pero esta llamada, hizo que tomara la decisión de castigarla encerrándola y matándola de hambre.
Durante los siguientes días, Laurel sabría a qué se refería cuando dijo que la iba a matar de hambre. No quería asustarla pero tampoco era una broma.
Los sirvientes se turnaban para vigilarla. Aunque su libertad no estaba restringida, si intentaba comer algo, alguien vendría a detenerla.
Al principio era fácil decir que no le importaba, pero al día siguiente comenzó a sentirse mareada.
Al pensar en Ansel, se preocupó y se sintió un poco arrepentida.
¿Por qué debería estar enfadada con un tipo tan diabólico? No iba a ganar nada. Incluso si se quedaba encerrada o si de verdad se moría de hambre, nadie se enteraría.
Le marcó a Gregary varias veces para hablar con él, pero él estaba decidido a no contestarle la llamada.
Como ella había cruzado la línea, la iba a castigar hasta que le ofreciera una disculpa.
Sin embargo, ahora que la estaba llevando al límite, ¿sería capaz de traicionar su propia libertad e incluso a su corazón?
¡No! ¡Eso no era lo que ella quería!
Laurel empacó sus pertenencias y se preparó para escapar a la primera oportunidad. No podía quedarse ahí esperando.
Silenciosamente bajó las escaleras y, para su sorpresa, no había nadie en el pasillo.
Laurel estaba feliz. Aceleró el paso y salió corriendo hacia la puerta.
Antes de llegar a la salida alcanzó a escuchar unos gritos: "¡Váyanse todos! ¡Quiero a mi papá! ¡No quiero comer!".
Se trataba de Julie que estaba en el comedor perdiendo los estribos.
Cuando esa vocecita llegó a los oídos de Laurel, se detuvo como resorte y miró hacia allá.
Todos estaban intentando persuadir a Julie, pero no funcionaba en absoluto.
El llanto de Julie se hizo más fuerte. "¡Buah! ¡No quiero comer! ¡Quiero a mi papá!".
Butler Lee sostenía una botella e intentaba ponerla en la boca de la niña.
"Julie, te lo ruego. Al menos come un poco. ¡Toma un traguito de leche! ¡Si el joven amo sabe que no quieres comer, se sentirá angustiado!".
No tenía idea de cómo convencerla. Desde que Gregary se fue, Julie comenzó a preguntar por su padre y no quería comer nada.
Si seguía así, seguramente se moriría de hambre.
Laurel sintió un ligero dolor en el corazón. Se quedó donde estaba y no pudo dar un paso más.
Apretó las manos, suspiró con impotencia y, resignada, se dirigió al comedor.