"¡Srta. Laurel, lo que acabo de decir fue la idea del joven amo! Le aconsejo que desista, pues los hijos de la familia Stewart son muy nobles y, si el Sr. Gregary conoce sus intenciones, ¡usted sufrirá mucho!".
No era de extrañar que aquel anciano fuera el hombre que llevaba sirviendo a Gregary desde hace mucho tiempo, ya que, cuando su rostro se tornó sombrío, su presencia se volvió feroz y aterradora.
La chica no sabía qué decir.
¿Acaso Gregary era un demonio? ¿Cómo podía obligar a otros a hacer algo que no querían?
De todos modos, si él no le daba las pastillas, ¡ella misma las obtendría!
No obstante, el Sr. Lee parecía ser capaz de descifrar sus pensamientos, pues, de repente suspiró levemente y le aconsejó; "¡Srta. Laurel, será mejor que siga las órdenes del joven amo! ¡No podrá soportar las consecuencias de ofenderlo!".
La mujer solo atinó a desayunar sin decir nada más, pero su determinación por dejar a Gregary se había intensificado con las palabras del mayordomo.
Ella definitivamente no quería dar a luz a un bebé que no deseaba. El desgarrador accidente de hace cinco años había hecho que no soportara más el dolor de estar separada de su hijo.
Por otro lado, el Sr. Lee pensó que ella ya se había dado cuenta de lo que le convenía. Después de todo, dar a luz a los hijos de su joven amo era lo mejor para ella.
Entonces, sonrió y dijo galantemente; "De hecho, el joven amo es una persona muy fácil de tratar. Por ejemplo, él personalmente pidió las frutas para usted. ¡Es un hombre muy considerado!".
Al escucharlo, Laurel quiso escupir la manzana que acababa de comer.
¿De qué servía que la premiara después de castigarla?
Cuando terminó de desayunar, el anciano le ordenó a un chófer que la llevara.
Ella quería ir al hospital para ver a Ansel, pero al fijarse que la ropa que llevaba no encajaba con su personalidad, desistió de la idea y decidió ir a cambiarse primero.
En ese momento, su celular sonó.
En seguida, lo revisó y se dio con la sorpresa de que alguien le había enviado un correo eletrónico como respuesta al currículum que había publicado hace unos días.
Un estudio llamado "Polaris" le informaba que tenía programada una entrevista en el International Trade Center antes de las doce del mediodía.
A continuación, miró la hora y eran las once de la mañana.
Parecía que no tenía tiempo para volver a cambiarse, así que le pidió al chófer que la llevara al World Trade Center.
Cuando llegaron, le dio las gracias al hombre y se dirigió sola al último piso. El pasillo estaba lleno de arte y tenía colgadas en ambos lados fotos de los artistas del estudio.
Sin embargo, había una que resaltaba de todas las demás porque estaba colgada en la parte superior de la pared y era la más brillante y luminosa; se trataba de Diana Ross.
Laurel había estado cinco años en el extranjero, por lo que no sabía mucho sobre el círculo local de entretenimiento.
Ella recordaba que antes de que se fuera, había una pequeña celebridad llamada Diana Ross; no obstante, no esperaba que aquella mujer se convertiera en una gran estrella.
Desde muy joven, ella ya era una reina del cine. Incluso, se decía que para invitarla a comer, el presidente del País X reservó todo un hotel y gastó 100 millones de dólares en su viaje al estado.
Eso fue probablemente lo más impactante en el círculo del entretenimiento actual.
De hecho, la entrevista era para obtener un puesto como doble de esta famosa celebridad.
Ahora bien, aunque se trataba de una profesión peligrosa, necesitaba un trabajo de manera urgente, ¡y la remuneración era muy buena!
Por lo tanto, tras arreglar su ropa y su apariencia, mostró una habitual sonrisa y llamó a la puerta del estudio.
Un hombre rubio abrió la puerta de mala gana al tercer golpe y la escaneó de pies a cabeza con sus hermosos ojos. "¿Qué ocurre?".
Laurel conocía a este hombre, pues acaba de comenzar su carrera en un popular programa de variedades, donde se había hecho algo famoso.
A decir verdad, ella no esperaba que él también fuera miembro del estudio Polaris.
"¡Hola! Estoy aquí para la entrevista", dijo amablemente.
El hombre giró la cabeza con desgana y gritó; "¡Sarah, alguien está aquí para la entrevista como doble de Diana!".
Sarah era, obviamente, la representante de aquella famosa.
"¡Ya voy!", respondió ella con una voz ronca. Pronto, una mujer de mediana edad con cabello corto y una gran espalda salió.
"¡Así que tú eres la que ha venido a la entrevista!". Los agudos ojos de la mujer miraron a Laurel de arriba abajo, como si estuviera desnuda frente a ella.
"¡Sí, soy yo! Mi nombre es Laurel, ¡encantada de conocerla!". La chica se sintió un poco incómoda bajo su mirada.
"¡Date la vuelta y déjame observarte bien!".
Muy obediente, ella se dio la vuelta dos veces y luego miró a Sarah con nerviosismo.
La mujer asintió con satisfacción, pues aunque no era tan hermosa como Diana, tenía los ojos tan claros y puros como el agua cristalina.
Ella era lo que la industria del espectáculo había estado buscando.
"Bueno, ¡no estás tan mal! Aunque tu apariencia es un poco mediocre, tu figura está un poco marchita y tu gusto por la moda apesta, ¡tu perfil lateral se parece un poco a Diana! Así que, ¡has sido elegida!", comentó Sarah con algo de desprecio.
Sin embargo, al oír sus últimas tres palabras, Laurel automáticamente ignoró lo demás.
"¡Genial! ¡Gracias! ¿Cuándo empiezo?".
"Te informaré el horario de trabajo luego". La mujer la miró de nuevo y pareció encontrar su atuendo de mal gusto. "¡Debes mejorar tu gusto por la moda!".
"No me culpes por ser franca, pero, el vestido que llevas es falso, ¿verdad? Incluso la tienda que vende esa marca está esperando por sus productos, así que es imposible comprarlo en el mercado. ¿Te digo algo? ¡Diana es la que más odia eso! Si no tienes dinero para comprar ropa cara, ¡no finjas comprando imitaciones! Ese tipo de vestidos son simplemente excepcionales. Recuerda que Diana es muy exigente con la gente que la rodea. Te recomiendo que no vuelvas a vestirte así la próxima vez", añadió.
Laurel miró la ropa que llevaba y dedujo que Sarah estaba confundida, pues la prenda era totalmente auténtica
En cuanto al gusto por la moda, debió mencionarlo por la colorida bufanda que llevaba en su cuello.
Pero eso no era de ella, sino que se lo pidió prestado a Molly antes de salir, y tenía que devolverselo luego.
No obstante, prefirió quedarse callada en vez de dar explicaciones.
"¡Entiendo! Gracias por los consejos, Sarah".
"Mmm... Se nota que tu actitud no es mala. Te pagaremos según lo acordado, ¿está bien? De todos modos, mientras trabajes duro, ¡Diana no te tratará mal!".
"¡Sí! ¡Muchas gracias!".
La mujer miró la hora en su reloj de pulsera, y comentó; "Diana ya no vendrá, así que eso es todo por hoy. ¡Puedes irte!".
Tan pronto como terminó de hablar, el ruido de unos tacones altos provino desde la puerta, seguido de una mujer con un traje azul, unos lentes de sol enormes y unos tacones rojos de diez centímetros.
Entonces, la mujer entró con gran impetud. "¡Sarah!".
Al oír su voz, el inexpresivo rostro de Sarah se iluminó de repente con una sonrisa. "¿Diana? ¡Pensé que ya no vendrías! Llegas justo a tiempo para conocer a la nueva doble que encontré para ti. ¡Deja que te la presente!".
"¡Ven aquí!". Sarah llamó a Laurel, pero ella solo atinó a admirar la belleza de Diana con gran sorpresa.
¡Con razón el presidente del País X estuvo dispuesto a gastar 100 millones de dólares para comer con ella!
La mujer tenía un gran busto, piernas largas, una cintura pequeña y un sexy trasero. No era de extrañar que un hombre estuviera dispuesto a pretenderla.
"¡Ven aquí rápido!". Sarah frunció el ceño con disgusto al ver lo atónita que estaba la chica.
"¡Oh, ya voy!", contestó Laurel, sintiendo una repentina incomodidad.