Capítulo 54
1312palabras
2022-07-25 15:20
El que Ansel pudiera despertarse, se debió principalmente a la ayuda de Gregary, así que Laurel le estaba muy agradecida.
Además, todavía no había averiguado si Julie era su hija o no, por lo cual, no podía trazar una línea clara con él ahora.
Por otro lado, Nelson estaba muy satisfecho con su actitud. "¡Está bien! Por favor, ¡empaca y prepárate para bajar ahora!", dijo luego de asentir. 

"¡De acuerdo!". Aunque su hijo acababa de despertarse y en verdad tenía muchas ganas de quedarse con él, ella aceptó de inmediato.
Al observar su paciente expresión, el hombre no pudo evitar recordarle; "Sigue acompañando a Gregary. ¡Él no te tratará mal!".
Cuando lo escuchó, Laurel se horrorizó.
¿Cómo que acompañarlo? ¡Si lo único que quería era estar lejos de él!
Minutos más tarde, al regresar a la sala, Ansel la miró con sus enormes ojos brillantes. "¡Mami! ¿A dónde fuiste con ese señor?".
Ella respiró hondo, se acercó, y le acarició suavemente la cabeza. "Ansel, mami tiene algo que hacer y tiene que irse ahora mismo. Por lo pronto, la abuela te acompañará, ¿de acuerdo? Volveré mañana a primera hora".

Después de pensar por un momento, el niño asintió obedientemente y contestó; "¡Está bien, debes irte rápido!".
El pequeño lo entendió perfectamente, pues cuando estaban en el extranjero, su madre solía trabajar horas extras hasta la noche, y él ya se había acostumbrado.
Sin embargo, Meroy se mostró preocupada. "Laurel, ¿por qué sales tan tarde? ¿No has dejado tu trabajo en el bar ya? ¿A dónde más tienes que ir a esta hora?".
Ante esto, la chica no tuvo más remedio que mentir. "Mamá, no te preocupes. He encontrado un nuevo trabajo, pero como he estado muy ocupada con los trámites de Ansel para su pre-escolar, no me he concentrado muy bien y tengo que hacer horas extras. No puedo explicartelo bien por ahora, pero luego lo haré, ¿está bien? Me tengo que ir".

Como no era buena mintiendo, simplemente agarró su bolso y desapareció después de hablar.
"¡Oye! ¿Por qué corres tan rápido? ¡Ten cuidado!", le advirtió Meroy con ansiedad luego de perseguirla hasta la puerta.
"¡Sí, mamá, no te preocupes! ¡Tú y Ansel deberían descansar temprano!". A ella le preocupaba no querer marcharse, así que entró en el ascensor sin mirar atrás.
Nelson, que estaba de pie a un lado, fue testigo de todo esto y no pudo evitar compadecerse de ella.
Entonces, llamó a Gregary y le dijo: "¡Hola, ella ya está yendo!".
"¡Está bien!". Al otro lado del teléfono, hubo un pequeño quejido, como si estuviera experimentando un gran dolor.
Al oír aquello, el hombre dudó por un momento, y finalmente no pudo evitar decir; "Gregary, la Srta. Laurel parece una buena mujer. ¡No la lastimes!".
“...”.
Hubo un silencio repentino, y luego sonó una voz sombría. "Nelson, ¿cuándo te has llevado tan bien con ella? Espero que tengas muy claro que es mi mujer, ¿me oíste? ¡No olvides cuál es tu lugar!".
"Gregary, eso no es lo que quise decir...", se apresuró a explicar muy sonrojado.
"¡Mmm! Mantente alejado de mi mujer, ¿de acuerdo? ¡No coquetees con ella!".
"Gregary, me estás malinterpretando...".
Sin embargo, antes de que pudiera terminar de hablar, él le colgó el teléfono.
Ante esto, Nelson deseó estar muerto. ¿Por qué no se mordió la lengua en lugar de felicitarla?
Ahora, ¡Gregary lo había malentendido!
Si se atrevía a coquetear con ella, tendría que aceptar las consecuencias.
Como era de esperarse, al día siguiente recibió una notificación de Gregary pidiéndole que se fuera al extranjero para ocuparse de algunos negocios. Además, no se le permitía regresar si no resolvía bien el problema.
Al leer aquel anuncio, entendió que, definitivamente, era una represalia.
Por otro lado, cuando el auto llegó al castillo, el mayordomo Lee ya estaba esperando en la puerta.
"¡Srta. Laurel, por favor, venga conmigo!". Lee era un hombre de unos cincuenta años, estaba vestido con un esmoquin y se veía educado.
La mujer no podía odiar a un anciano o culparlo por lo que estaba pasando. "Perdón por molestarte, pero, ¿podrías guíarme, por favor?".
El mayordomo le sonrió, pues se llevó una buena impresión de esta educada chica al oírla decir, "¡por favor!".
El gran castillo se encontraba mortalmente silencioso y solo estaba iluminado por luces brillantes, lo cual la hacía lucir abandonada.
Mientras caminaba sobre el piso pavimentado con jade blanco, Laurel se puso más nerviosa y no pudo evitar preguntar; "Sr. Lee, ¿por qué Gregary ha pedido que venga tan tarde?".
En los ojos del mayordomo había una pizca de lástima, pero al final solo la consoló con una sonrisa; "Srta. Laurel, no tenga miedo. ¡El joven amo solo tiene insomnio!".
La chica dudó en su interior, y no pudo evitar preguntarse si se trataba de un simple insomnio en verdad.
Cuando llegaron al último dormitorio del pasillo, Lee llamó a la puerta y dijo respetuosamento; "¡Señor Gregary, la Srta. Laurel ha llegado!".
"¡Adelante!". Un furioso grito se escuchó desde adentro.
El corazón de la mujer se aceleró al escucharlo y estaba a punto de salir corriendo, pero el anciano la agarró y la empujó dentro de la habitación.
"Srta. Laurel, el joven amo la estaba esperando. ¡Entre rápido!".
Una vez adentró, la puerta se cerró con fuerza y fue asegurada, por lo que, aunque quiso abrirla y escapar de allí, le fue imposible.
Si bien se había preparado para esto durante el camino, cuando vio la escena que tenía delante, quiso llorar.
En la habitación lujosamente decorada, todo estaba destrozado en el suelo, además de roto y desordenado.
El hombre se sentó junto a su cama con una expresión sombría y horrible.
Era evidente que estaba de mal humor, ya que acababa de perder la compostura.
"¡Ven aquí!", dijo seriamente mientras la miraba.
Laurel estaba tan asustada que le temblaban las piernas. "Si voy allí, tú... ¡no puedes pegarme!", tartamudeó.
El rostro de Gregary se tornó algo más sombrío al oírla.
Entonces, Laurel tomó un trago y, sabiendo que era imposible esconderse, se armó de valor y caminó con cautela hacia él.
En cuanto estuvo a su lado, el hombre estiró su delgado y fuerte brazo y la tomó de la muñeca con firmeza para tirar de ella.
Todo giró a su alrededor, cuando de repente, cayó en los brazos del hombre.
"Gregary, no me golpees". La chica luchó con el miedo, pero el esperado dolor nunca llegó.
En cambio, una cálida cabeza se enterró en su cuello y olfateó como un cachorro.
"¡Hueles tan bien, Laurel! ¿Te aplicaste algún perfume en el cuerpo?", dijo con una ronca voz acompañada de un cálido aliento.
La mujer estaba sorprendida, pues, ¿cómo podía seguir oliendo su fragancia?, si no se había duchado en todo el día.
Para ella, ¡algo andaba mal! ¡Algo estaba definitivamente mal! De hecho, ¡había un extraño perfume en su habitación!
De pronto, su cuerpo se volvió anormal y cálido, y sintió como si una ola de calor lo recorriera suavemente, haciéndolo suave y vulnerable. Además, la punta de su nariz estaba sudando y su ritmo respiratorio aumentó.
Si bien estaba enfadada, su tono era suave y débil, como el de una niña mimada. "¡No es mi fragancia! No seas como 'El Niño que Gritó ¡Lobo!'. ¡Tú has puesto algo en la habitación!".
"Mientes. ¡Te mereces un castigo!". Sin poder decir algo, un apasionado beso cayó sobre sus labios.
"Ah-no...". Laurel le mordió el labio, y dijo en seguida; "Gregary, no... Todavía no me he duchado...".
La mujer estaba a punto de volverse loca, ya que, por un momento, también lo deseó.
Sin duda, ella creía que él había puesto algo impuro en su habitación.
Definitvamente, no esperaba que una persona tan importante como él le jugara una mala pasada.
No obstante, cuando escuchó esto, Gregary la soltó con disgusto y dijo en un tono malhumorado; "¡Ve a asearte!".