"¿Sangre?", se sorprendió él de forma extraordinaria.
"¡Sí!", asintió Laurel Kelly de prisa y quejándose por la situación: "Un niño pequeño empujó a Ansel por las escaleras", comenzó diciendo y, continuó: "¡Él sangró mucho y necesita una transfusión de sangre con urgencia! Este asunto definitivamente está relacionado con usted. Si no me hubiera dado la tarjeta para que él permaneciera en el jardín de infancia, ¡Ansel no habría sido empujado por las escaleras!"
Gregary Stewart la miró fijamente. Pensó que a pesar de estar haciendo obras de caridad, aún así todavía se quejaban de él.
Sabía lo que había sucedido, porque Julie se lo contó ayer. Ella se enterró en sus brazos y lloró hasta que se le hincharon los ojos.
Sin embargo, la expresión en el rostro de Gregary se hizo fría e indiferente, "¿Cuánto quieres?", preguntó de inmediato. "¡Yo puedo pagar cualquier cantidad!", aseveró en el mismo tono.
Pero, ¿cuánto podría costar una transfusión de sangre para que la pusiera tan nerviosa?
Por otra parte, el jardín de infancia donde estudia su hijo la compensaría con la totalidad de los gastos del tratamiento. De hecho, el Alice Kindergarten pertenecía al Grupo Stewart. Incluso, si ella no le estuviera suplicando la ayuda, ¿al final él no lo terminaría pagando igualmente? ¡Qué mujer tan tonta!
Pero Laurel se dio cuenta que había entendido mal y sacudió la cabeza apresuradamente diciendo: "No, señor. ¡Lo que importa no es lo que cueste! Lo importante es que Ansel tiene un tipo de sangre especial, y solo su hija Julie podría tener la misma sangre..."
Pero, todo esto era una mera especulación y, además, no estaba completamente segura de que esto fuera cierto.
Ella, no obstante, no se atrevía a pedirle directamente a Gregary la transfusión de sangre para Ansel.
En todo caso, Julie era una niña encantadora que no podría soportar que le tuvieran que sacar la sangre.
Aparte de eso Laurel tenía la soterrada intención de saber si Julie era su hija, de manera que ¡esta era la oportunidad para hacer tal pedido!
¡Era un plan para matar dos pájaros de un solo tiro!
Pero no sabía si los padres de la niña irían a aceptar la solicitud que ella estaba demandado.
Para nadie era un secreto el amor que Gregary tenía por su preciosa hija.
Por esta razón, sus ojos se nublaron por un instante. Y su reacción fue violenta. Agarró a la mujer por el cuello y preguntó con una voz llena de odio y furia. "¿Quién te ha dicho eso?"
En efecto, este era un secreto de su familia. Si el tipo de sangre de la niña, que era especial, fuera aprovechado por alguien con malas intenciones, las consecuencias serían inimaginables.
"Yo... ¡Pero primero, suéltame!" Laurel había entrado en pánico al ver un brillo asesino en los ojos del hombre.
Como era de esperar... este era su anatema.
Ella no podía delatar a la maestra y no podía, además, implicarla de ninguna manera; pero, en ese momento tampoco tenía una respuesta a la mano para darla y que fuera convincente.
Aún así Gregary no dejaría el asunto colgando, si ella no le informaba hoy.
Laurel entonces cerró sus ojos y replicó desafiante: "¡No te lo diré! ¡Y si quieres matarme, adelante, pues! ¡Pero tienes que cumplir tu palabra cuando te comprometiste en salvar a Ansel!"
Estaba claro que a ella no le importaba la muerte. Si su respiración, que se había acelerado por la discusión, no hubiera delatado su estado nervioso, ¡habría pensado que de veras tenía la intención de morir!
Gregary estaba furioso, por lo que su cuerpo comenzó a ponerse tenso. "¿Pensaste que creería en tus palabras?", expresó alarmado. "Solo hay unas pocas personas que conocen este secreto y las investigaré a todas, una por una. ¡No será difícil para mí encontrar a quien haya filtrado esta información!"
"¡No! ¡No lo hagas!", exclamó Laurel pensando en la cálida sonrisa que siempre llevaba consigo la maestra. Acto seguido, ella se puso ansiosa y dijo: "A la sangre de Ansel le faltan plaquetas, por lo que, incluso, si él tiene una herida pequeña, no dejará de sangrar. Y lo que le ha sucedido ha sido peor, producto de la caída, tiene un gran herida en la frente en este momento, y la sangre no deja de fluir. Si no cuenta con la transfusión, Ansel... Ansel... ¡puede morir!"
Y aunque las palabras de Laurel eran exageradas, cuanto más lo decía, más triste se ponía. Finalmente, se cubrió la cara con sus manos y comenzó a sollozar.
Por su parte, el hombre frunció el ceño. Él odiaba estas escenas donde las mujeres se ponían a llorar.
De manera que aflojó los dedos que se encontraban estrangulando su cuello y rugió enojado: "¿Por qué lloras? ¡Cualquiera que te vea en esta situación diría que te intimidé!"
Al escucharlo decir esas palabras, Laurel simplemente apretó sus puños y golpeó el pecho del hombre. Mientras tanto sus lágrimas caían sin contenerse.
"¡Tú acabas de intimidarme! ¡Me has estado intimidando todo este tiempo! Ya yo he accedido a tu pedido. ¿Por qué no puedes simplemente salvar a mi Ansel? Te acostaste conmigo por nada, pero solo porque ya conocía ese secreto, ¿cómo puedes estar tan cruelmente decidido a matarme?", dijo con mucha rencor.
"¡Gregary! Déjame decirte algo, ¡tú tienes que ser responsable después de haberte acostado conmigo! ¡Yo no quiero tu dinero, pero quiero que me ayudes con mi hijo como compensación!", dijo.
"Si tú no me ayudas, entonces habrás intimidado a una viuda y a su pobre hijo", sentenció.
Por supuesto, mientras más lloraba, más triste se ponía, hasta parecía que se iba a morir de tanto llorar.
Una vez más el rostro de Gregary fue poseído por la tensión, debido a que la mujer no dejaba de acusarlo en medio de un llanto incontenible.
Era tanto su llanto que hasta pudo derretir de forma suave la frialdad de un hombre como éste.
El hombre no supo cómo resistirse y se agitó porque su corazón le dictaba otra emoción. Entonces se levantó, se quitó la chaqueta que llevaba puesta y caminó unos cuantos pasos denotando cierta perturbación en su estado de ánimo. "¡No llores más!", dijo como si fuera una orden.
"A quién le importa lo que tú digas, yo tengo derecho a llorar cuanto quiera. ¡Dijiste que me ibas a matar! ¡Eso fue lo que dijiste!"
"¿Quién quiere matarte? ¡Ya, deja de llorar!", dijo.
"Boo-hoo-hoo..." Laurel miró al hombre que se había enfurecido y que actuaba de forma violenta, mientras ella se tapaba la cara con las manos y lo miraba a través del espacio entre sus dedos. Estaba consciente de que su representación era simplemente un acto, por lo que aunque posiblemente Gregary no cayera en su trampa, no dejaría de llorar y así lo hizo más fuerte.
Entretanto, la cabeza de Gregary palpitaba debido a sus gritos. Él, precipitadamente, agarró por el hombro a la mujer y gritó: "¡Te dije que dejaras ya de llorar! ¡Si continúas, no salvaré a tu hijo!", dijo en forma determinante.
"¿Es verdad?" Y Laurel dejó de llorar de inmediato, viéndolo con una mirada brillante.
"..."
Ahora, ¿por qué él siente como si ella le hubiera tendido una trampa?
Como ya lo había dicho, Gregary no quiso retractarse de sus palabras. Miró a la mujercita con una expresión expectante en su rostro y respondió: "¡Sí!"
"¡Es increíble, señor Stewart! ¡Realmente es usted una buena persona! Dicho esto, ¡entonces regresaré al hospital para ver a mi hijo! Cuando usted esté libre, lleve a su hija al hospital, lo antes posible, ¿quedamos de acuerdo?"
Mientras ella hablaba no dejaba de sentir temor de que él se retractara de su compromiso, pero antes de que ella pudiera secarse las lágrimas, él salió por la puerta.
Ella acababa de dar dos pasos cuando el hombre se aproximó y la sujetó por la cintura.
Ahora su rostro, que ella pensaba era de una "buena persona", se había transformado en un ser sombrío.
Y de nuevo se asumió como una voz cargada de disgusto, que a sus espaldas le decía: "¿Vas a irte así?"
Laurel sintió que su corazón se encogía, por lo que se vio obligada a voltearse y verlo de frente. Ella parpadeó con sus ojos todavía salpicados por el llanto y su rostro también lloroso, parecía un gatito sucio: "Sr. Stewart, ¿usted tiene alguna otra orden?", preguntó.
"¡Hmph!" Esta pequeña niña insensible quería darse a la huida, después de lograr su propósito. ¿Ella, acaso, no recordaba lo que alguna vez le había prometido y aún así se hacía la tonta?
"¡Muévete al castillo de ahora en adelante!", dijo.
"¿Eh?" Laurel no entendió lo que decía y mucho menos lo que quería.
Aún más, ella no esperaba que él presionara su cuerpo tan de cerca. ¡Al menos debió darle la oportunidad para adaptarse! Eso creía.
"¿Qué pasa? ¿Quieres deshacer tu compromiso?" Gregary la miró con suspicacia.
El rostro de Laurel se puso pálido, y como reacción, se mordió el labio y sacudió la cabeza rápidamente. "¡No... no! ¿Podrías...", dijo inconclusa.
Pero antes de que pudiera terminar de hablar, la voz fría de Gregary la interrumpió: "¡No! ¡Anda y lavarte la cara! ¡Yo te acompañaré al hospital!"
"¿Me acompañará al hospital?", preguntó sorprendida. "¡Claro que sí! ¡Sí! ¡Jaja!" Laurel, de inmediato, cambió su tono y sonrió dulcemente.
Si él iba al hospital con ella, entonces significaba que Ansel se salvaría.
La persona que más le importaba ahora era Ansel. ¡Solo Ansel, porque a ella no le importaba nada más!
Y de manera casi instantánea una sonrisa iluminó el rostro de Laurel, por lo que ella entró al baño con gran obediencia.
Gregary, quien permaneció de pie en el mismo lugar y miraba fijamente la figura que desaparecía hacia el baño, entrecerró sus ojos, mientras daba la impresión de estar perdido en sus pensamientos.
Sacó el teléfono de su bolsillo y le envió un mensaje a Albert.
"Albert, ayúdame a investigar algo. Cuanto antes, será mejor..."