Capítulo 41
733palabras
2022-07-21 09:43
"¡Entendido! ¡Entonces seguiré buscando marido!". Ella respondió casualmente a Hogan, tratando que ya no se preocupara.
En realidad, Laurel no tenía muchas esperanzas al respecto. Los hombres eran demasiado orgullosos. ¿Cuántos estarían dispuestos a tratar bien al hijo de otro hombre?
A menos que se amaran hasta la médula, seguramente no podría aceptarlo como propio.

Se quedó pensando que si conseguir esposo significaba algún tipo de sufrimiento para Ansel, definitivamente preferiría quedarse soltera por el resto de su vida.
...
Después de tanta conmoción, el castillo había logrado recuperar su tranquilidad habitual.
Gregary llevó a Julie a su habitación y la arrulló. Por lo general, a esas horas la niña ya estaba durmiendo.
"Bebé, cierra los ojos. ¡Ya es hora de dormir!", le dijo cariñosamente.
Julie era muy joven y obviamente estaba bien protegida por Gregary. Aunque todavía no entendía algunas cosas, era sensible y sensata por naturaleza.

La niña parpadeaba mirando a su padre con sus grandes ojos. Finalmente lo abrazó.
"Papá, me agrada mi nuevo amigo. ¿Puede ir a la misma escuela que yo?".
Cuando estaba conversando con Ansel, se enteró de que recién había regresado del extranjero y su mamá aún no le había encontrado un jardín de niños adecuado.
Gregary se recostó en la cama con Julie en sus brazos, dándole suavemente palmaditas en la espalda.

La carita de Ansel vino a su mente al escuchar las palabras de Julie. Sin embargo, su rostro se oscureció. "¡Esa es una mala idea! ¿Qué tiene de bueno ese niño? ¿Solo lo has visto dos veces y ya estás interesada en él?".
Gregory se puso de mal humor ¡No podía creer que su pequeña hija pensara en otros hombres además de él! Según su punto de vista, ese pequeño también era un hombre.
"¡Hummm! ¡Mi papá ya no me quiere!". Julie comenzó a hacer un puchero y le dio la espalda.
Gregary frunció el ceño profundamente, sintiéndose impotente. Le susurró con toda calma: "¡Te amo más que a nada en este mundo, pero aún eres muy joven! ¡Ya pronto entenderás las preocupaciones de papá! ¿Quieres que te cuente un cuento antes de dormir?".
Julie contestó muy animada: "¡De acuerdo!", fue muy fácil persuadir a la pequeña.
Gregary tomó un libro de la mesita de noche y lo abrió en una página al azar. Resultó ser la historia de "La Sirenita".
Julie comenzó a bostezar y poco a poco se dejó llevar por la embriagadora voz de su padre.
La niña finalmente se durmió y Gregary miró su preciosa carita. No pudo evitar inclinarse y darle un beso en la mejilla. La ternura transformaba sus rasgos fríos y duros.
Gregary salió de la habitación y vio que Albert lo estaba esperando en el pasillo.
Preocupado le dijo: "¡Señor, la señorita Kelly no aceptó el cheque y lo rompió!".
Gregary frunció el ceño disgustado. Preguntó: "¿Estaba pidiendo más dinero?".
"¿No te parece suficiente un millón de dólares para una mujer casada?".
Albert se atragantó. No se atrevía a decirle a su jefe lo que Laurel había dicho en realidad.
"No, la señorita Kelly dijo que dejaran el pasado en el pasado, ¡y que ya no se deben nada!".
Recordó la carita de Ansel. Entrecerró sus fríos ojos y dijo: "¿En verdad dijo que no nos debemos nada? ¿Estás seguro de que no dijo 'quiero que se aleje de mí' o algo así?".
Dudándolo, a Albert solo se le ocurrió decir: "Este... ¡sí! Ella solo dijo eso".
El rostro de Gregary se nubló con una mezcla de vergüenza e ira. '¡Ya que ella no quiere dinero, la compensaré de otra manera!', pensó.
De repente, recordó lo que Julie le acababa de decir hace un momento y le ordenó a Albert: "¡Ve y organiza todo para que su hijo quede inscrito en el Alice's Kindergarten!".
Albert respondió de inmediato: "¡Por supuesto, mañana mismo me ocupo de eso!".
Al día siguiente, Laurel fue con Ansel a echar un vistazo a varias escuelas del barrio, pero no quedó satisfecha con ninguna.
Sentía que tanto la manera en que enseñaban como el entorno en general tenían bastantes problemas. Lo único bueno era que los precios no estaban demasiado elevados.
Pero ella quería darle lo mejor a su hijo.
Tan pronto como volvió a casa, Meroy la recibió con una sorpresa, sosteniendo una tarjeta de colores brillantes en su mano. Le dijo: "¡Laurel! ¡Ya encontramos una excelente escuela para Ansel!".