El calor en su cuerpo había disminuido, lentamente pudo sentir que el efecto de la droga desaparecía.
Gregary abrió los ojos, se puso de pie y se secó con una toalla. En ese momento, escuchó el sonido de la puerta que se abría, seguido de la voz de una mujer.
"¡Gregary! ¿Estás bien?".
Su voz parecía un poco ansiosa.
Gregary estaba bastante sorprendido. ¿No era que lo odiaba tanto? ¿Por qué no se había ido aun? Incluso sonaba preocupada.
Él levantó los ojos y la miró. No pudo decir nada cuando ella dio un grito extremadamente agudo.
"¡¡¡Ah!!! ¿Por qué no traes ropa?".
Su cuerpo era perfecto, parecía una estatua de Apolo. Sus músculos bien definidos destilaban masculinidad. Era una imagen que podría hacer que cualquiera se sonrojara.
La cara de Laurel se puso tan roja que parecía un tomate, el rubor se extendió hasta sus orejas.
Cerró la puerta de golpe y se recargó en la pared. Estaba tan acelerada que sentía que su corazón se le salía del pecho.
La magnífica escena que acababa de ver seguía repitiéndose en su mente. Aunque era una mujer adulta, madre de un niño de cinco años, nunca había visto el cuerpo desnudo de un hombre de esa manera.
Las cejas del hombre se arquearon, no alcanzó a comprender el alboroto de la muchacha. Se envolvió casualmente con una toalla y salió.
El sonido sobresaltó a Laurel. Su primera reacción fue salir huyendo.
Pero el hombre la alcanzó a agarrar de la muñeca. Con voz fría le preguntó: "¿Por qué huyes? ¿Tienes miedo de que te coma viva?".
"¡Déjame ir! ¡Psicópata!".
Laurel luchó desesperadamente tratando de soltarse, golpeándolo y pateándolo como una loca.
De pronto, la chica se enredó con la toalla que él traía puesta y accidentalmente se la quitó de la cintura. La toalla se deslizó dejando al descubierto el musculoso cuerpo de Gregary.
"¡Ahhhhh!". Laurel volvió a gritar y corrió hacia la puerta. Sin embargo, estaba tan enredada con la toalla que se tropezó cayendo justo encima de Gregary.
"Hmm...". Se escuchó un gemido ahogado.
El cuerpo de Laurel estaba sobre el de Gregary. Sus ojos se encontraron y se quedaron viendo fijamente durante un rato, estupefactos, como si el tiempo se hubiera detenido.
De pronto, la puerta se abrió a toda prisa.
"¡Gregary! ¡Malas noticias!", se escuchó la voz de Atwood. "¡Los Kelly vinieron para llevarla a casa! ¿Oigan? ¿Dónde se metieron?".
Escaneó el lugar rápidamente y se sobresaltó al ver la escena en el suelo. "Oh... ¿no han terminado aún después de tanto tiempo?".
"¡No digas tonterías!".
"¡Fuera!". Las voces enojadas de ambos le gritaron a Atwood simultáneamente.
Laurel se incorporó y salió corriendo de la habitación con el rostro sonrojado.
Gregary se levantó con despacio y miró con furia a Atwood. "¡Por qué eres tan criticón! ¿Sabes quién vino a recogerla?".
Atwood se sintió culpable por arruinar el momento. Tosió suavemente, se aclaró la garganta y respondió complaciente: "¡Dijo que era un familiar de Laurel!".
"¿Un familiar?".
Gregary hizo una pausa para vestirse y preguntó: "¿Es un hombre o una mujer?".
"Es un hombre, un hombre joven. No es mal parecido, solo un poco menos que yo... ¡Oye, espera!".
Antes de que Atwood terminara de hablar, Gregary pasó junto a él y desapareció como una ráfaga de viento.
Mientras tanto, en la sala...
Laurel se puso en cuclillas frente a Hogan, con los ojos enrojecidos por las lágrimas. Parecía una niña en busca de afecto.
Con una expresión amable en su rostro, Hogan le dio unas palmaditas suaves en la cabeza y dijo: "¡Está bien! ¡No llores!".
Gregary estaba en lo alto de la escalera. Al ver la escena en la sala, una mirada sombría se apoderó de su rostro.
¿Ese hombre era el esposo de Laurel?
Estaba en una silla de ruedas.
Si bien era discapacitado, su presencia era tan tranquila y silenciosa que inspiraba respeto. Tenía una cara muy bonita.