¿Sería ella capaz de escaparse?
Estaba cada vez más desesperada.
Con resignación, Laurel cerró los ojos y le gritó: "Gregary Stewart, ¿qué demonios quieres de mí?".
Ella había regresado a China recientemente y había logrado un buen contrato. Sin embargo, al final, no solo fue maltratada por este hombre, sino que también perdió su trabajo.
Sus enormes ojos se llenaron de lágrimas y lo miró fijamente: "¿Te parece divertido estar jugando así conmigo?".
Gregary observó las lágrimas rodando silenciosamente por las mejillas de la chica. Su corazón se encogió, estaba ligeramente enternecido.
Se dio cuenta de que algo andaba mal.
Percibió una extraña fragancia, era un dulce y refrescante aroma a jazmín, o algo de naturaleza similar, pero parecía encender aún más el deseo carnal que la droga le despertaba.
De por sí la situación era muy confusa, pero todo se estaba tornando cada vez más borroso. Un solo pensamiento se repetía una y otra vez con fuerza en su mente: '¡La deseas! ¡La quieres ahora!'.
Sacudió la cabeza intentando despertar del aturdimiento y apretó los dientes con fuerza.
¿Cómo era posible? Él siempre tuvo un notable autocontrol. Hace un momento la otra mujer se había desnudado ante sus ojos y ni siquiera se molestó en pestañear.
Gregary no podía creer que Laurel era la única mujer capaz de despertar su interés.
Como ella no estaba dispuesta, no querría forzarla. Él nunca se atrevería a tanto.
Señaló la puerta y le ordenó: "¡Vete!".
Sus ojos estaban completamente rojos y estaba muy agresivo, pero el tono de su voz era frío en extremo, cada palabra era como si estuviera disparando trozos de hielo directamente a Laurel.
Las piernas de la chica se debilitaron, estaba aterrorizada.
El hombre parecía una bestia furiosa, ¡lista para saltar y destrozarla en cualquier momento!
Sin embargo, no podía irse. Repitió las palabras de Atwood en su mente. ¡Si se iba, posiblemente nunca volvería a ver a Ansel!
Laurel vaciló. En esta situación, su mejor apuesta sería mostrar debilidad y resistir estoicamente, por lo que intentó negociar: "¿Qué te pasó? ¿Por qué no vas al hospital si no te sientes bien?".
No esperaba que su pregunta solo empeoraría su estado de ánimo.
Desde siempre corría el rumor de que Gregary era sexualmente incapaz. Si iba al hospital después de haber sido drogado como tal, ¿no confirmaría que esos rumores eran ciertos?
Él la miró fijamente y le advirtió: "¡Fuera! ¡No te lo voy a repetir! ¡Vete o asumirás las consecuencias!". Pronunciaba con cierta aspereza, como si estuviera triturando las palabras con los dientes mientras hablaba.
Laurel realmente no sabía bien a bien qué hacer. Balbuceando contestó: "¡A mí también me encantaría irme! Pero tu amigo se llevó a mi hijo. Si lo sueltan, ¡me voy de inmediato! ¡Desapareceré por completo de tu vista!".
En realidad, ella debería ser quien tuviera miedo de quedarse con él.
Gregary ya no pudo contenerse. Sus ojos se oscurecieron y repentinamente saltó de la cama, tal como lo haría un leopardo para atrapar a su presa.
En un segundo una figura oscura saltó frente a ella.
Sintió un tibio aliento en su rostro. En cuestión de segundos, una mano agarró su barbilla con un fuerte apretón.
El cuerpo de la chica se replegó contra la puerta que estaba detrás de ella. Ella lo miró con pánico: "Gregary Stewart... ¡Basta!".
Al quedar tan cerca, el calor de su cuerpo hizo que la fragancia se intensificara, lo cual lo tomó de sorpresa por completo.
Ya no había lugar para la moderación, su autocontrol, su razonamiento, todo se había ido. "¡Laurel Kelly! ¡Te deseo! ¿Cuál es tu precio?".
Ella se quedó en silencio por un momento.
"¿Qué estás diciendo?", la mujer se quedó atónita: ¡No quiero! ¡Aléjate de mí!".
Horrorizada por lo que acababa de suceder, su reacción fue levantar la mano y darle una tremenda bofetada.