Capítulo 33
643palabras
2022-07-19 14:22
Laurel se detuvo en seco, presa del pánico. Se dio la vuelta, tratando de escapar, pero Atwood la agarró por la nuca.
"Señorita Kelly, ¿a dónde cree que va?".
Su rostro palideció de terror.

Había escuchado sobre psicópatas a los que les gustaba hacer experimentos con personas vivas.
Los sonidos que provenían del cuarto se escuchaban llenos de desesperación. No podía dejar de pensar que ellos la habían llevado para hacer un experimento.
"Se lo ruego señor. ¡Realmente no puedo entrar! No quiero dinero ni expertos en cáncer. ¡Solo quiero a Ansel! ¡Devuélvame a mi hijo!".
En eso pensó: '¿Y si hicieran un experimento con Ansel?'.
Ese sombrío pensamiento la había hecho perder la tranquilidad. Le rogó a Atwood que los dejara ir con una expresión de tristeza en su rostro.
Atwood la miró, tenía los ojos llorosos. Sus cejas se movieron un poco.

"Señorita Kelly, ¿en qué está pensando? ¡Mi amigo de veras necesita su ayuda! Ya habló lo suficiente, ¡ande, pase!".
Sin embargo, un mal presentimiento se apoderó de Atwood cuando escuchó el grito estridente de la mujer.
Parecía que la chica no había logrado un buen acercamiento con Gregary.
Si bien Gregary era un hombre bastante normal en todos los aspectos, por alguna razón no podía acercarse a las mujeres. Era fácil imaginar su frustración, considerando lo orgulloso que era. Después de todo, siempre había sobresalido en todo lo que hacía.

Aunque la mujer solo hacía esto por dinero, era un ser humano. Sería una pena que le pasara algo.
Atwood la obligó a entrar a la habitación.
Adentro, una mujer desnuda estaba acostada sobre una alfombra persa de color claro, inmóvil, con sangre saliendo de su boca. Su cuerpo lucía muy maltrecho.
Un hombre estaba sentado en la orilla de la cama. Traía una toalla envuelta alrededor de la parte inferior de su cuerpo, mientras que sus musculosos hombros estaban descubiertos.
Parecía muy incómodo. Tenía ambas manos en su frente. No se podía ver bien su rostro, pero su pesada respiración era perfectamente audible. Parecían los gemidos de una bestia.
"¡Aaaah!". Laurel gritó de miedo cuando vio la escena, pero Atwood le tapó la boca con las manos sin dejarla hacer el más mínimo ruido.
La amenazó susurrándole al oído: "¡No grite! Mi amigo está drogado. ¡Podrá ver a su hijo si logra curarlo!".
Como era la mejor amiga de Martha, Atwood no deseaba verla en problemas. La mujer estaba pálida. "Le recomiendo que no lo provoque y haga lo que diga. ¡No la j*oda!". 
Soltó su mano y rápidamente se llevó a la mujer que yacía en el suelo.
La puerta se cerró de un golpe. El silencio descendió sobre la habitación.
Un terrible miedo se apoderó por completo de Laurel.
Podría escaparse, solo bastaba abrir y sería libre, pero no dejaba de pensar en Ansel, por lo que renunció a la idea. No se atrevería a arriesgarlo.
Sus grandes ojos miraban al hombre con cautela, su espalda quedó contra la puerta. Laurel tartamudeó, nerviosa: "Se, se, señor...".
Atwood comentó que estaba drogado. ¿Con qué clase de droga? ¿Por qué decía que ella era la única que podía curarlo?
Gregary se congeló al escuchar su voz. Su cuerpo tembló ligeramente.
Sus gruesas cejas se fruncieron y su corazón comenzó a latir erráticamente al tiempo que su ira se intensificaba.
'¿Qué diablos hace aquí?', pensó.
¿Nunca podría deshacerse de esta mujer en su vida? ¿Era la única perla mujer persona que podía curarlo?
Tenía todo, le sobraba dinero y poder, ¿por qué sentiría algo por una mujer casada?
¡Qué ridículez!
Lentamente abrió los ojos y miró hacia la puerta.
Finalmente sus miradas se encontraron.
Las pupilas de Laurel se encogieron rápidamente. Sintió un hormigueo en el cuero cabelludo, como pequeños alfileres; instintivamente se dio la vuelta para tomar la manija de la puerta.
Su primera reacción fue: '¡Peligro! ¡Corre!'.