Antes de que Laurel llegara, Ansel y Gregary se habían estado mirando a la cara como si fueran dos enemigos, y ninguno estaba dispuesto a ceder.
A decir verdad, el niño no le tenía miedo a aquel hombre grosero y poco razonable.
No obstante, la razón por la que permaneció en silencio todo ese tiempo fue porque se sentía culpable de que su mamá se preocupara.
¿Qué clase de persona era Gregary Stewart? Si aquellos hombres astutos e intrigantes del ámbito empresarial temblaban cuando lo veían, ¿cuánto más un niño?
Definitivamente muchos pequeños se asustarían hasta el punto de llorar si se encontraran con los ojos del hombre, pero este niño no le tenía el más mínimo miedo.
La piel de Ansel era tan suave como las nubes, y sus rasgos eran exquisitos y encantadores. Llevaba un pantalón jean hasta la cintura, pero su aspecto era tan noble como siempre.
Mas, sus fascinantes ojos rasgados eran lo realmente especial en él, los cuales le parecían algo familiares a Gregary.
De hecho, no era difícil adivinar que ese niño sería un absoluto rompecorazones cuando creciera.
Por otro lado, aunque Gregary era un despiadado hombre de negocios, en realidad no veía ningún sentido en participar en un concurso de miradas con un niño, más, él era diferente.
Según los guardaespaldas, cuando encontraron a Julie, ella abrazó a Ansel con tanta fuerza y lloró tanto que, por más que intentaron separarlos, no estaba dispuesta a soltarlo.
A Gregary no le molestaba ver a su hija llorar, pero esta situación era diferente. Ese joven la había hecho llorar, ¡y él no pasaría eso por alto tan fácilmente!
Sin embargo, ¡el hombre nunca había esperado que aquel niño fuera el hijo de Laurel!
A eso, se le sumaba otro problema.
¡Era muy probable que la mujer con la que se acostó anoche fuera casada!
En realidad, no le importaba si fue o no su primera vez. La razón por la que eligió humillarla con esas palabras en la oficina fue porque estaba completamente enojado con ella.
Pero ahora, un sentimiento de disgusto lo invadió.
"¿Él es tu hijo?". Gregary frunció el ceño y siseó sus palabras, sin tomar importancia al pedido de Laurel.
La mujer jaló con suavidad a Ansel y lo puso a su lado. "¡Por supuesto que es mi hijo,Gregary Stewart! Pero, ¡no intentes cambiar de tema! ¡Mi niño afirma que no secuestró a tu hija! ¿Me escuchaste?".
Si bien se rumoreaba que él no estaba interesado en ninguna mujer, ella no esperaba que tuviera una hija de la misma edad que su pequeño.
Justo en ese momento, volvió a recordar el carácter salvaje del hombre de la noche anterior..., lo cual hizo que su rostro comenzara a sonrojarse.
Esto demostró lo poco fiables que eran en verdad los rumores.
Laurel miró con curiosidad a la encantadora niña en los brazos de Stewart mientras hablaba.
Aunque había una distancia considerable entre ellos y no podía ver nada con mucha claridad, pudo distinguir las delicadas facciones de la joven. Ella llevaba puesto un vestido rosa de princesa y una tiara de diamantes en la cabeza, luciendo como una verdadera aspirante a la corona.
Sin duda, él había tratado y criado a su hija como una princesa, cuya existencia era superior a la de la gente corriente que la rodeaba.
Justo cuando la miró, ella levantó la cabeza de los brazos de Gregary.
En el momento en que sus ojos se encontraron, Laurel se quedó atónita, como si alguien hubiera tirado suavemente del punto más blando de su corazón, y como si una pieza perdida en su corazón hubiera regresado por fin a su posición original. Sintió una sensación de alegría no muy diferente a la de recuperar un objeto muy amado que había perdido hace mucho tiempo.
Aquel sensación fue tan extraña, que pasó rápidamente antes de que ella pudiera entenderlo.
Los ojos de Julie se iluminaron, y se levantó sobre sus regordetas piernitas, deseando saltar del regazo de Gregary.
"Julie, ¿a dónde vas?", le preguntó el hombre luego de agarrarla con fuerza.
La niña hizo un puchero de inmediato y echó la cabeza hacia atrás con tristeza. "Mmm, acabo de decirte que él no me secuestró, ¡pero no quieres escucharme! Ahora mi amigo está triste, ¡tengo que ir a consolarlo!".
La voz de la pequeña era fresca y tierna como la crema dulce recién batida, lo cual hacía que la gente no pudiera evitar sentir ternura en su corazón y quisiera acceder de inmediato a todas sus peticiones.
Mas, Gregary, por su parte, sintió ganas de azotar el trasero de su hija. Los dos pequeños apenas se habían conocido, ¡pero ella ya había preferido a un extraño en lugar de estar a su favor!
Inmediatamente, frunció el ceño, y una creciente sensación de disgusto se hizo evidente en la voz del hombre, "¡No tienes permiso para ir!".
"Pero... ¿Por qué?". La niña miró confundidad a su papá, con sus inocentes ojos parpadeando.