Por lo general, tomaba un poco más de media hora llegar desde el edificio de Stewart hasta el parque de diversiones, pero ese día había demasiado tráfico, lo que hacía que Laurel estuviera demasiado ansiosa. Se decía que una persona sumamente importante tenía que pasar rápido, y los autos tenían que ceder el paso.
Si ella supiera que aquella persona era Gregary, probablemente estallaría de rabia.
A punto de volverse loca, la mujer finalmente llegó a su destino. Le pagó al conductor y rápidamente abrió la puerta.
Al levantar la mirada, vio una rueda de la fortuna gigante, el símbolo del parque de diversiones.
"¡Ansel! Mamá viene por ti, ¡no tengas miedo!", susurró.
Entonces, corrió al patio descalza, ignorando por completo el dolor en su tobillo.
Miró a su alrededor con ansiedad en busca de Meroy, pero el lugar estaba lleno de personas vestidas de negro, incluso la entrada estaba bloqueada.
Por lo tanto, tiró de la cinta de barricada que cruzaba la puerta queriendo entrar corriendo al parque, pero alguien de pronto la agarró por el cuello. "Señorita, el lugar está cerrado. ¡No puede entrar!".
El guardaespaldas lucía serio mientras miraba a la mujer que tenía frente a él.
Como estaba descalza y despeinada, se veía miserable y sospecha, por lo que era aún más improbable que la dejaran entrar.
Laurel pensó que aquel hombre era parte del personal del lugar, así que, su hermoso rostro se tornó serio y replicó; "Será mejor que me dejes entrar. ¡Mi hijo acaba de desaparecer en tu parque de diversiones!".
Al escuchar aquel reproche, él se quedó atónito, pues su expresión de ansiedad no parecía falsa.
En la mente del guardaespaldas se generó una gran confusión. El hijo de la mujer se había perdido, y el del presidente también... ¿Era posible que la madre de la jovencita fuera ella?
El hombre creyó que acababa de descubrir algo, pero no estaba seguro de llamar a Albert para informarle.
En ese momento, el flexible y pequeño cuerpo de Laurel se agachó y entró directamente por debajo de la cinta de la barricada.
"¡Alto! ¡No corras!", gritó el agente.
Al notar a los hombres detrás de ella, corrió más rápido y el dolor de su tobillo empeoró. De hecho, la aflicción que sentía era insoportable y estaba a punto de llorar, pero no tenía tiempo para preocuparse por ello.
Ansel era su vida, y si le pasaba algo, no quería vivir más.
Meroy volvió a llamar de repente, y ella descolgó su celular de inmediato, mas, antes de que pudiera hablar, alguien volvió a agarrarla por el cuello.
"¡Has corrido bastante rápido! ¡Veamos si puedes escapar de nuevo! ¿O es que estás confabulada con los secuestradores?", le cuestionó el agente.
Al escucharlo, puso los ojos en blanco de mal humor. "¿Estás ciego o qué?".
Ignorando a los guardaespaldas, se dirigió directamente al móvil y contestó; "¡Mamá! ¿Cómo está Ansel? ¿Lo has encontrado? ¿Dónde estás?".
Al otro lado de la línea, su madre bajó la voz y su tono era ansioso, como si quisiera decir algo pero decidiera detenerse al pensarlo dos veces. "Laurel... He encontrado a Ansel, pero...".
"¡Gracias a Dios! ¡Me alegra tanto que lo hayas encontrado!". La mujer finalmente se sintió aliviada, y no notó ni rastro de extrañeza en el tono de Meroy.
De pronto, giró la cabeza y se sorprendió gratamente al ver, no muy lejos, a su madre, quien parecía estar hablando con alguien, y a Ansel junto a ella obedientemente.
"¡Dime! ¿Qué demonios estás haciendo aquí? ¿Por qué has entrado aquí?". El guardaespaldas continuaba sujetándola y hablando sin cesar.
Laurel en verdad tenía muchas ganas de insultarlo. ¿Acaso no podía dejar de vigilarla por un momento?
"¡Déjame ir, ¿quieres?!". La mujer estaba exasperada, así que agitó los brazos con todas sus fuerzas y logró liberarse del agente, para luego correr inmediatamente hacia Ansel.
"¡Ansel! Ansel, ¿estás bien?". Ella lo abrazó con fuerza al tenerlo cerca y, después de un momento de miedo persistente, lo miró de arriba abajo, asegurándose de que estuviera sano y salvo. Luego de comprobar que estaba realmente bien, por fin pudo sentirse aliviada en verdad. De hecho, no pudo evitar besar repetidamente sus tiernas mejillas.
"¡Mamita! ¡Me equivoqué!". El niño juntó sus manitas y bajó la cabeza avergonzado, como si hubiera hecho algo malo.
Tras su enorme alegría por haberlo encontrado, Laurel se calmó lentamente.
Sin embargo, al pensar en el desastre de hace un momento, le apeteció mucho azotarle el trasero para que aprendiera la lección; mas, al final, no tuvo el corazón para hacerlo.
Por lo tanto, se limitó a poner una cara larga y a reprenderlo; "Dime, ¿por qué andas corriendo por ahí? ¿No te ha enseñado mamá que no puedes correr solo?".
No obstante, antes de que pudiera terminar de hablar, fue interrumpida por Meroy. "Laurel, deja de culparlo por un segundo...".