Capítulo 19
795palabras
2022-07-15 15:21
Laurel no quería quedarse ni un segundo más, así que se levantó de inmediato y se dio la vuelta para irse.
Sin embargo, sus pies estaban entumecidos, sus manos seguían atadas y no podía encontrar el equilibrio; por lo tanto, su cuerpo cayó hacia adelante segundos más tarde.
Frente a ella, vio una mesa de té de mármol duro y pulido, y pensó que era su final.

Se resignó a su destino y cerró los ojos, esperando que el dolor la golpeara, pero en lugar de eso, cayó inesperadamente en un cálido abrazo.
Gregary le rodeó la cintura con los brazos, con una leve sonrisa en el rostro, como si se riera de ella, pensando que su acción era contraria a sus palabras.
Acababa de decir que no estaba dispuesta a ser su mujer, pero en un abrir y cerrar de ojos, se estaba lanzando a él nuevamente...
La mujer se sintió avergonzada, pues notaba su mirada de desprecio. Entonces, trató de explicarse; "No es lo que piensas, mis piernas...".
En ese momento, un tono de llamada urgente resonó en sus teléfonos, y tomó a ambos por sorpresa.
Laurel forcejeó un poco, pero él la soltó de inmediato y se dirigió a su escritorio.

Entonces, desató rápidamente la corbata de su muñeca y agarró su celular.
Ya que ese era el tono de llamada exclusivo que había puesto para Ansel, no dejaba de preguntarse si le había pasado algo a su familia.
Ella miró a Gregary, quien también había recibido una llamada, y contestó en voz baja; "Hola, ¿qué pasó? ¿Ansel está bien?".
"¡Laurel, Ansel se ha perdido!", respondió Meroy llorando.

"¡¿Qué?!". Su corazón se quebró de repente y preguntó con urgencia; "¿Qué ha pasado exactamente? ¿Dónde ha desaparecido?".
"En el parque de diversiones... Yo... Yo... Fui a un puesto a comprar agua y cuando me di la vuelta, ¡él ya no estaba!".
La chica entró en pánico y dijo; "¡Mamá! ¡No te preocupes, estaré allí enseguida!".
En un instante, innumerables ideas atravesaron su mente y, la peor de todas, ¡era que aquellas personas de hace cinco años habían descubierto la existencia de Ansel!
El niño siempre había sido muy obediente, y como ella lo había criado sola en el extranjero, él había cultivado un alto sentido de vigilancia desde muy pequeño; por lo tanto, nunca se iría con extraños.
Cuanto más pensaba en ello, más confundida estaba. Acto seguido, guardó su celular y se dispuso a abandonar el lugar; sin embargo, no se dio cuenta de que uno de sus zapatos de tacones altos tenía la suela rota. Ante esto, su cuerpo se inclinó hacia un lado, mas, pudo apoyarse en la mesa de té junto a ella y no se cayó.
No obstante, aunque no resultó en el suelo, su tobillo se había dislocado y el dolor era tan intenso, que sintió una aguda aflicción atravesar su pie.
No había forma de que pudiera seguir usando aquellos zapatos, así que simplemente se los quitó y los arrojó directamente a la basura.
En seguida, salió corriendo de la oficina del presidente con los pies descalzos, sin siquiera mirar a Gregary otra vez.
A decir verdad, él tampoco estaba de humor para tratar con ella, ¡pues su preciosa hija también acababa de desaparecer!
Su rostro estaba lleno de ira debido a la noticia.
"¡Encuéntrenla! ¡Envíen a toda la gente a buscarla! Si pierde un solo mechón de cabello, ¡será mejor que vengas a verme con la cabeza fuera de tus hombros!", rugió antes de colgar el teléfono.
"¿Quién diablos tiene la audacia de secuestrar a su hija? Esa persona debe estar cansada de vivir".
El hombre tomó su abrigo y salió de su oficina mientras llamaba a Albert.
Cuando el Rolls-Royce Phantom llegó a la puerta de la empresa, vio a Laurel de pie al costado de la carretera tratando de detener un taxi.
Tenía tanta prisa cuando recibió la llamada que se había olvidado por completo de ella.
¿Acaso no le acaba de decir que quería llevarlo a la comisaría? ¿A qué estaba jugando ahora?
Sea lo que fuere, su preciosa hija era lo más importante del mundo.
Por lo tanto, la ignoró apartando la vista y fijó su mirada en el asiento del conductor. "¡Lee, date prisa!".
Los guardaespaldas entrenados por la familia Stewart eran de primera categoría y su compañía era la más grande del mundo. Por ende, cuando se enteraron de que la jovencita había sido secuestrada, enviaron a todos los guardaespaldas de la compañía de inmediato.
En menos de media hora, el parque de diversiones estaba rodeado por decenas y decenas de hombres. A ese ritmo, ni siquiera una mosca sería capaz de salir volando.
Cuando Gregary llegó al lugar, los guardaespaldas habían llevado a Julie a un lugar seguro.