Gregary contempló el uniforme barato de la joven y su rostro diminuto sin adornos. "Ropa, bolsos, joyas, cosméticos, lo que quieras, ¡puedo dártelo!", dijo con confianza.
Aquella oferta resultaba irresistible para cualquier mujer; sin embargo, Laurel estalló en carcajadas.
Observó el rostro del hombre y prestó atención a cualquier pequeño detalle de su expresión que mostrara algún rastro de picardía en él, pero parecía totalmente sincero.
Evidentemente, no estaba bromeando.
Al notar aquello, ella gradualmente dejó de reír. "¡Gregary Stewart! ¡Te sugiero sinceramente que te des prisa y busques tratamiento si estás enfermo! No solo eres arrogante, sino que también estás delirando. De todos modos, eres tan rico que será mejor que visites un psicólogo... Ja, ja... Ahora... suéltame...", exclamó con la voz más suave cada vez.
Gregary apretó sus dedos alrededor de la garganta de la mujer y el color azul de sus ojos se hizo más intenso.
"¡Laurel Kelly! ¿Cómo te atreves a insultarme? ¿Qué te da el derecho a hacerlo? ¿Cómo puede una mujer que va a trabajar a ese tipo de lugar pretender ser inocente y casta, eh?", dijo el hombre seriamente luego de crujir los dientes.
Entonces, se inclinó inesperadamente y habló en voz baja cerca de su oído; "Además... anoche no era la primera vez que te acostabas con un hombre, ¿verdad? Y yo ni siquiera te desprecié, ¿cómo es que puedes rechazarme?".
En circunstancias como esas, ¡el hombre realmente se parecía a un demonio!
En tanto, ella estaba temblando de ira, y si no fuera porque le ató las manos, ya lo hubiera abofeteado.
De hecho, en un intento por hacerle daño, giró la cabeza hacia un lado y mordió la oreja del chico.
"¡Ah! ¡Estás loca!". En cuanto sintió el dolor, la empujó a un lado.
Cuando se tocó la oreja y vio la sangre en su mano, se enfureció aún más. Presionó las manos y los pies de la mujer y levantó la mano para darle una bofetada.
Sin embargo, tan pronto como lo hizo, ya no quiso abofetearla.
La cabeza de la joven se golpeó contra la esquina del sofá cuando él la apartó, y en su frente se formó una contusión. Mas, aunque fue muy doloroso, ella solo apretó los dientes y no soltó ni un grito.
En seguida, lo miró fijamente, y un brillo húmedo empañó sus ojos.
Al ver aquello, él bajó la mano y pellizcó la enfadada mejilla de Laurel. Su mirada se posó en la herida de su frente, y sus ojos feroces se suavizaron un poco; sin embargo su tono seguía siendo autoritario. "¡Responde!".
"Si fue o no mi primera vez, no es asunto tuyo. ¡No me importa tu dinero, ni tus regalos! Aléjate de mí, y aléjate todo lo que puedas. ¡Te odio! ¿Entiendes?".
Ella estaba reteniendo las lágrimas mientras hablabas. Además, sus ojos estaban enrojecidos y parecían los ojos de un conejo, un poco lamentables, pero firmes y tercos.
Gregary, mucho más irritado, procedió a preguntar; "¿De verdad no lo quieres? ¡Esta es tu última oportunidad!".
Ella bufó y respondió sin pensar; "Si me dieran a elegir entre que me parta un rayo y ser tu mujer, moriría feliz".
¿Cómo podía querer ser su mujer? Solo quería golpearlo.
En lugar de ser la esposa de un hombre que no sabía respetar a las mujeres, ¡prefería estar soltera por el resto de su vida!
Disgustado, el chico frunció el ceño cuando vio a la mujer rechinar los dientes.
Aunque anoche se resistió en un inicio, después de beber una copa de vino, ¡se portó bien y hasta tomó la iniciativa de acercarse a él!
Sin importar cuál fuera su objetivo, él ya no estaba interesado. ¡Su paciencia tenía un límite!
Las mujeres cercanas a él solo querían su dinero y el estatus que él ofrecía. ¡No era una pérdida si no deseaba a una mujer así!
Después de todo, no era la única que podía ayudarlo a curar su enfermedad.
"Bien, puedes irte ahora!". De repente, Gregary la soltó y se puso de pie con el rostro inexpresivo. Entonces, se arregló su refinado traje.
Al segundo siguiente, recuperó la compostura y volvió a su habitual calma, seneridad y elegancia.