A ella le preocupaba que pudiera ser algún tipo de enfermedad, así que llevó a Ansel al médico. No obstante, él le dijo que tal vez era un rasgo hereditario...
¿Hereditario? ¿A qué se refería con eso? ¿Cuál era la relación entre Ansel y Gregary?
Laurel estaba tan sorprendida con esto que su mente se quedó en blanco al instante.
Si los hombres de la familia Stewart podían tener a las mujeres que quisieran. ¿Por qué necesitarían que ella actuara como una sustituta? ¡Eso era ridículo!
Pero, si Ansel era pariente de un hombre de la familia Stewart, ¿qué debería hacer ella? ¡Nadie podría competir contra la familia Stewart!
Al pensar en eso, todo el cuerpo de la mujer tembló y sus rodillas se debilitaron.
Ella ya no quería estar relacionada con él; quería mantenerse alejada de la familia Stewart. Hasta se arrepentía de haber venido aquí para ajustar cuentas con él.
Su rostro se puso pálido, así que empujó a Gregary y le dio la espalda, queriendo huir. "Tomaré lo que pasó anoche como mala suerte. ¡Espero que no nos volvamos a ver en el futuro!".
Sin embargo, en cuanto su mano tocó la manija de la puerta, alguien la sostuvo por detrás.
"¡Ah!". De pronto, el mundo giró a su alrededor y cayó sobre el sofá. Sintió como si su alma casi abandonara su cuerpo.
En ese momento, sintió un peso sobre su cuerpo, y al levantar la mirada, vio a Gregary apoyándose contra ella.
"¡Ayuda! ¡B*stardo! ¡Vete al infierno!". El vergonzoso recuerdo de la noche anterior vino a su mente, y ella se sintió aún más agitada; sobre todo, después de descubrir que Ansel podría tener algo que ver con la familia Stewart.
Sin importar las consecuencias, dio puñetazos y patadas al cuerpo del hombre.
No obstante, tenía tan poca fuerza que él no sintió ningún dolor.
Como respuesta, frunció el ceño, agarró el puño de la mujer en el aire y gritó con frialdad; "¡Cállate!".
El oído del hombre era bastante agudo, así que, pudo escuchar que había gente reunida en silencio fuera de su oficina, presionando sus orejas contra la puerta para escuchar el más leve ruido del lugar, tratando de averiguar qué ocurría adentro.
¡Pero él no era un exhibicionista!
Laurel seguía gritando, pues no tenía idea de la multitud que estaba afuera. "¡Gregary Stewart! ¡Déjame ir! Maldito, si te atreves a hacerme algo, yo...".
Los ojos del Sr. Steward se volvieron fríos; se quitó la corbata sumamente irritado, la usó para atar la mano de la mujer y se inclinó para bloquear sus labios.
"Mmm...".
Al sentir que algo intentaba abrir sus labios, ella se puso muy nerviosa y abrió su boca, queriendo morderlo.
No obstante, como el hombre siempre había sido una persona alerta, inmediatamente retiró los labios cuando ella hizo aquello.
Laurel no vio los labios del chico y en su lugar se mordió el suyo, lo que le causó un dolor tan fuerte, que rechinó los dientes.
Ella lo miró furiosa. "¡B*stardo! Será mejor que me sueltes o gritaré por ayuda".
Gregary miró la expresión de enfado de la chica y la mirada tonta en su rostro al no poder hacer nada por él. Entonces, sus labios se curvaron en una sonrisa malvada, y su estado de ánimo mejoró notablemente.
Alargó la mano para pellizcarle la mandíbula y posó el dedo en sus dulces labios, hermosos como las flores de cerezo en primavera. La superficie de sus labios acuosos brillaba bajo la luz, luciendo totalmente tentadora.
Frente a esta escena, su mirada se tornó lujuriosa.
¡Era claro que no podía evitar el deseo de volver a probar sus labios, pero ella era demasiado rebelde!
En su opinión, las mujeres deberían saber cuándo avanzar y retroceder, además de cómo ganarse el corazón de un hombre y aprender a satisfacer las necesidades y los deseos de estos.
Mas, la mujer que tenía debajo de él no cumplía con esos requisitos. Al contrario, era tan espinosa y difícil como un erizo en invierno.
Aquello despertó en él un deseo inédito por conquistarla.
No veía el momento de liberarla de su disfraz y revelar su aspecto femenino.
Por ende, se inclinó hacia ella y la besó en los labios de nuevo. "¡Te lo dije, sé mi mujer y te daré lo que quieras!".